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Así se se inspiró Hitler en el oeste americano para su idea de un imperio alemán

Fuentes: El Salto - Imagen: Entierro de indígenas tras la masacre de Wounded Knee, Dakota del Sur (1891). Fotografía de la librería del Congreso de EE.UU.

La celebración del Día de las Personas Indígenas es una oportunidad para que los estadounidenses reconozcan una perturbadora parte de la Historia: cómo los nazis tomaron como modelo la larga y brutal campaña de EE.UU. contra los nativos americanos.

Los nativos americanos siguen su lucha por la justicia en EE.UU. Aunque este año ha traído importantes victorias, como la retirada por parte del equipo de fútbol americano de Washington de su nombre y logo racistas, y una sentencia histórica por parte del Tribunal Supremo a favor de los derechos de los nativos en el caso de McGirt contra el estado de Oklahoma, continúa la difícil tarea de reconocer y volver a debatir sobre el legado de opresión del país contra sus primeros habitantes.

Los esfuerzos de los nativos y sus aliados activistas para que se extienda el establecimiento del día de los Personas Indígenas como alternativa al día de Colón es una parte importante de este trabajo. La fecha es una oportunidad no solo de celebrar las voces y cultura nativas, sino de que el país se replantee su historia a la luz de las experiencias de los nativos americanos. Aunque buena parte de este replanteamiento se centre, como es normal, en el trato brutal de las personas nativas a lo largo de la historia estadounidense, el día de las Personas Nativas también ofrece una oportunidad de reflejar otros legados de brutalidad menos conocidos más allá del ejemplo de los propios EE.UU.

Puede que el más terrible de estos legados sea la manera en que Adolf Hitler y su régimen se fijaron en EE UU y sus acciones contra los nativos americanos como un modelo para su campaña asesina en el este de Europa durante la II Guerra Mundial. Se trata de una conexión investigada por historiadores recientes de la Alemania nazi y detallada más exhaustivamente en el libro The American West and the Nazi East, de Carroll Kakel. (Para un relato

relacionado sobre cómo influyeron en los nazis las políticas norteamericanas de inmigración, segregación y eugenesia, se puede consultar el fascinante Hitler’s American Model, de James Whitman).

El principal objetivo estratégico de Hitler al provocar la II Guerra Mundial fue expandir hacia el este las fronteras de Alemania para abarcar la mayor parte de Europa. Esta búsqueda del Lebensraum, o espacio vital, hacia el este fue su preocupación central. Su visión era la de un vasto imperio alemán desde el Báltico, Polonia, Ucrania, Bielorrusia y Rusia hasta el límite de Europa en los montes Urales. Este imperio iría eliminando gradualmente a sus antiguos habitantes para ser habitado en su lugar por granjeros alemanes duros y autosuficientes, que proporcionarían alimento a la gran potencia continental.

EE UU era, según el historiador del Holocausto Timothy Snyder, “el imperio continental ejemplar” en el que los nazis basaron su visión colonizadora del este de Europa

La II Guerra Mundial fue, por tanto, por encima de todo una guerra de expansión colonial. En una época en que los países europeos todavía gobernaban una buena parte del mundo, justificando dicho poder con su pretensión de superioridad racial y usando métodos brutales para extraer riquezas y aplastar la protesta, Hitler tenía muchos modelos en los que inspirarse. Bélgica, por ejemplo, mató o hizo trabajar hasta la muerte a unos diez millones de personas durante sus cuatro décadas de dominio en el Congo.

Su interés, no obstante, no estaba en las colonias de ultramar, que Alemania jamás había poseído al mismo nivel que otras potencias, sino en un imperio contiguo y continental, anexionado a la misma patria originaria alemana. Como dijo Hitler, “nuestro territorio colonial está en el este”. Su visión era la que los historiadores llaman “colonialismo de ocupación”, en el que los habitantes originales de una zona pueden ser explotados de manera temporal, pero al final se ven reemplazados por la propia población del país conquistador.

Esta forma de colonialismo es inherentemente “eliminacionista”,

en el sentido de que, de una manera u otra, las personas nativas, consideradas racialmente inferiores, se vuelven superfluas y “desaparecen” para hacer sitio a los ocupantes del poder imperial. Por eso EE UU fue la principal inspiración para Hitler. Era, según el historiador del Holocausto Timothy Snyder, “el imperio continental ejemplar” en el que los nazis basaron su visión colonizadora del este de Europa.

¿Que veía Hitler cuando se fijaba en EE UU como inspiración? Después de ser unos pioneros del colonialismo de ocupación en Irlanda, los británicos lo llevaron a Norteamérica con efectos devastadores según los colonos desplazaban a los habitantes nativos. Estos mismos colonos hicieron de la expansión más rápida hacia el oeste una justificación primordial de la guerra revolucionaria contra Inglaterra, citándola específicamente en la Declaración de Independencia. De hecho, una de las acciones militares de más envergadura en toda la guerra fue el ataque del ejército continental contra la confederación iroquesa. Después de que George Washington ordenara la “total destrucción y devastación de sus asentamientos”, para que pudieran ser “expulsados” por el “terror”, el ejército estadounidense estableció su patrón para el siguiente siglo basado en la expulsión

de las personas nativas de su hogar a través de una campaña de violencia y brutalidad indiscriminadas.

Tras la independencia, Thomas Jefferson popularizó su visión de un imperio agrario de pequeños propietarios rurales virtuosos que se establecerían en todo el continente. En lo que respectaba a lo que llamó “la raza roja maldita”, Jefferson escribió que aquellos que no aceptaran irse serían “exterminados, o expulsados más allá del Mississipi”.

Un funcionario del Gobierno calificó al sistema de reservas de “asesinato legalizado de toda una nación”

Él y otros líderes políticos que le seguían usaron amenazas de guerra, o la guerra propiamente dicha, para adquirir nuevos territorios de Francia, España, Inglaterra o México, abriéndolos para colonizadores blancos. Según estos recién llegados se iban instalando, una combinación de tropas regulares del ejército, unidades paramilitares llamados “exploradores” y grupos de vigilantes formados por los propios colonos sacó a los nativos de

sus tierras. Sus métodos incluyeron fusilamientos masivos, violaciones, quema de pueblos, destrucción de provisiones de alimento y marchas forzadas. El resultado fue una rápida disminución de la población mediante el asesinato, el hambre, la enfermedad, la congelación o la expulsión.

Cuando este patrón se estableció más allá del Mississipi y la tierra y empezó a escasear la tierra para nuevos desplazamientos, el Gobierno estadounidense empezó a concentrar al resto de nativos en “reservas”. En estos terrenos marginales, las condiciones insostenibles de vida siguieron reduciendo dramáticamente su número. Un funcionario del Gobierno calificó al sistema de reservas de “asesinato legalizado de toda una nación”.

Al margen de los propios nativos, este proceso disfrutó de un amplio apoyo público. Era, en las famosas palabras de Jane Cazneau, parte del “destino manifiesto” del país. Como incivilizados salvajes que no hacían uso productivo de la tierra y eran racialmente inferiores, era inevitable que “desaparecieran” cuando los ocupantes blancos se instalaran. Como expresaba un artículo de 1854 en la revista DeBow’s Review, su “raza está

acabada” y está “desapareciendo gradualmente para dar paso a una tipo más elevado de seres humanos”. Andrew Jackson veía a los nativos americanos como una “enfermedad” que estaba “infestando constantemente nuestra frontera” y necesitaba ser erradicada. En el siglo XIX, los estadounidenses blancos usaban habitualmente el término “extirpar”, en el sentido de hacer sitio mediante el desplazamiento, la destrucción o la aniquilación, cuando se referían a los nativos americanos.

Todo esto hace que no sorprenda que, al buscar un modelo para el este de Europa, Hitler lo encontrara en el oeste norteamericano. En palabras de Snyder, el ejemplo estadounidense fue una de las “mitologías inspiradoras” del proyecto oriental de los nazis.

Los dirigentes nazis se referían habitualmente al este de Europa como “Alemania del este” o como el “salvaje este”, y a sus habitantes como “indios”

Hitler creció leyendo las novelas del oeste de Karl May dirigidas al público juvenil, que presentaban relatos de un “Salvaje oeste” domado a través de las “guerras con los indios”. También las releyó de manera regular ya de adulto, e incluso se las recomendaba a sus generales como fuente de ideas creativas. En su Mein Kampf de los años 20, Hitler alabó la manera en que los EE UU “arios” conquistaron “su propio continente” limpiando el “suelo” de “nativos” para hacer lugar a ocupantes más “racialmente puros” y sentar las bases de su autosuficiencia económica y creciente poder global. De hecho, el concepto de Lebensraum fue acuñado y popularizado por Friedrich Razel, quien afirmó que su teoría de la colonización y de la sustitución racial se inspiró en la “teoría de la frontera” del historiador estadounidense Frederick Jackson Turner y su identificación de “la colonización del gran oeste” como un hecho central de la historia e identidad norteamericana.

Una vez que los nazis subieron al poder en Alemania, Kakel detalla cómo el oeste de EE UU se convirtió en una “obsesión” para Hitler y sus seguidores más cercanos, como el líder de las SS, Heinrich Himmler. Su objetivo era reconfigurar la demografía de Europa de la misma manera que los EE UU reconfiguraron la demografía de Norteamérica. Los dirigentes nazis se referían habitualmente al este de Europa como “Alemania del este” o como el “salvaje este”, y a sus habitantes como “indios”. Admirando cómo EE UU había “matado a disparos a los millones de pieles rojas hasta dejarlos en unos pocos cientos de miles, y mantenido al discreto remanente bajo observación en una jaula”, Hitler habló de su intención de “alemanizar” al este de manera similar mediante la emigración de alemanes, y de contemplar a los nativos como pieles rojas”. Haciéndose eco de las justificaciones estadounidenses para la conquista del oeste, afirmó: “Es inconcebible que una gente superior tenga que existir de manera dolorosa en un suelo demasiado estrecho para ella, mientras masas amorfas, que no contribuyen en nada a la civilización, ocupan extensiones infinitas de uno de los suelos más ricos del mundo”. ¿Su respuesta? “Aquí en el este un proceso similar se repetirá por segunda vez como en la conquista de América”. Para Hitler, “nuestro Mississipi debe ser el Volga”.

Como en el ejemplo americano, Hitler usó amenazas de guerra y después la propia guerra para ganar territorio en el este. Las tropas regulares del Ejército, unidades paramilitares llamadas “Einsatzgruppen” y habitantes locales colaboracionistas

empezaron a asesinar, aterrorizar y expulsar a habitantes considerados racialmente inferiores. Un “plan del hambre” preveía hambrunas masivas, principalmente de eslavos. Mientras, la SS redactó planes para expulsar a todos los judíos europeos a un gigantesco Judenreservat, o “reserva judía”, bien en Madagascar (una vez que el control británico de las rutas marinas fuera vencido) o bien en Siberia (una ve que la Unión Soviética fuera vencida). Se esperaba que la mayoría murieran de enfermedad o de inanición.

Tras la invasión de Polonia, Alemania se anexó rápidamente parte del país y comenzó el proceso de trasladar a los étnicamente germanos y otros ocupantes suficientemente “arios”. La propaganda nazi mostraba fotos de colonos alemanes partiendo en caravanas y describía las tierras al este como la “California de Europa”. Los periódicos alemanes publicaron titulares como “¡Ve al este, joven!”, una imitación del famoso consejo de Horace Greeley a los colonos americanos para que buscaran su fortuna en el oeste. ¿Y en cuanto a la resistencia de aquellos que estaban siendo conquistados, asesinados y eliminados? Hitler lo comparó con “la lucha en Norteamérica contra los pieles rojas”. Después de todo, decía, “¿Quién se acuerda de los pieles rojas?”.

Por supuesto, Hitler nunca materializó toda su visión. Cuando la corriente de la guerra cambió de sentido, y la vasta extensión de tierras soviéticas que planeaba colonizar se le escapó de las manos, la estrategia nazi se desplazó desde los métodos “eliminacionistas” tradicionales de colonialismo de ocupación basados en el modelo americano ─fusilamientos masivos, terror, expulsión y despoblación por enfermedad y hambre─ hacia su propia innovación: el asesinato mecanizado en los campos de la muerte, ahora dirigido casi exclusivamente a los judíos.

Después de poner a prueba su proyecto en una zona mucho más densamente poblada, durante un lapso de tiempo mucho más corto, y durante una guerra que no pudo ganar, Hitler sí consiguió asesinar a millones, desplazar a más millones aún y cambiar la demografía de Europa. Pero sus objetivos de colonización nunca alcanzaron más de cerca de medio millón de colonos en partes de Polonia, la mayoría de los cuales fueron a su vez expulsados o asesinados cuando la guerra terminó.

En contraste, EE UU jugó más a largo plazo, con una expansión y un despoblamiento de nativos gradual pero sin descanso, sobre un territorio más amplio y durante más décadas, y sin potencias militares rivales que amenazaran seriamente el proyecto. Como Hitler, EE UU mató y desplazó a millones y cambió la demografía de un continente. Al contrario que los nazis, el país completó en su mayor parte el proceso de reemplazo racial y dominación continental, al mismo tiempo que creaba un poderoso mito nacional de heroísmo de frontera y progreso. Se trata de un mito que a los estadounidenses todavía les cuesta asimilar, y el trabajo de quienes difunden la idea de un día de las Personas Indígenas es una parte importante de esta tarea.

Artículo original: How Hitler found his blueprint for a German empire by looking to the American West. Traducido para El Salto por Diego Sanz Paratcha.

Fuente: https://www.elsaltodiario.com/historia/asi-se-se-inspiro-hitler-en-el-oeste-americano-para-su-idea-de-imperio-aleman