Dos metros bajo tierra, aún sigue enterrada parte de la historia de España y buena parte, también, de las historias personales de muchos españoles. Son las heridas de la Guerra Civil, cubiertas por la arena de las más de 2.000 fosas comunes que todavía existen en nuestro territorio. El fotógrafo y documentalista Clemente Bernad ha […]
Dos metros bajo tierra, aún sigue enterrada parte de la historia de España y buena parte, también, de las historias personales de muchos españoles. Son las heridas de la Guerra Civil, cubiertas por la arena de las más de 2.000 fosas comunes que todavía existen en nuestro territorio. El fotógrafo y documentalista Clemente Bernad ha dedicado los últimos años de su vida a recorrer varias de esas fosas. Su trabajo se plasma ahora en un proyecto doble, que bajo el nombre de ‘Donde habita el recuerdo’, reúne el libro ‘Desvelados’ y el cortometraje ‘Morir de sueños’.
Llevas cerca de una década trabajando sobre las exhumaciones en las fosas comunes de la Guerra Civil y la posguerra. ¿De dónde surgió tu interés por este tema?
En el año 2000 me enteré de que se estaban empezando a hacer exhumaciones de fosas comunes y comencé a interesarme por ello como fotógrafo y también como documentalista. Creí que estar al borde de esas fosas era una labor absolutamente necesaria, porque considero que una de las mayores carencias de nuestra historia reciente es que todos aquellos asesinatos se ocultaron tras un muro de silencio. Y mi voluntad era colaborar para romper ese muro.
‘Donde habita el recuerdo’ es un proyecto doble, que une fotografía y documental. ¿Cómo has conseguido complementar esos dos formatos?
Lo primero fueron las fotografías, que empecé a hacerlas en el 2003. No ha sido hasta este mismo año cuando me he centrado en el documental. Es decir, que fundamentalmente es un trabajo fotográfico del que después ha surgido el documental. Mi duda principal era qué tipo de imagen mostrar, hasta qué punto podía ser pertinente hacer un trabajo en esa situación. Finalmente decidí utilizar dos tipos de imágenes: por una parte fotografías muy legibles y naturales, que contasen el proceso de las exhumaciones sin aspavientos ni barroquismos; pero, por otra, también sentía la necesidad de representar la violencia y el horror de esas fosas. Intenté ser directo y no eludir los detalles de los huesos, los disparos, los cuerpos…
¿Buscabas esa crudeza en las fotografías de manera intencionada?
Sí, hay algunas fotografías del libro en las que la distancia respecto a los huesos, las calaveras y los orificios de bala es casi obscena. Pero es una obscenidad buscada y meditada, porque he preferido hacer transitar al lector por ese camino de crímenes horrendos, rechazables y casi pornográficos. Es una decisión que se puede compartir o no, pero he optado por hacerlo así.
El nombre del proyecto guarda una gran similitud con el poema ‘Donde habite el olvido’, de Luis Cernuda. Recuerdo y olvido, dos conceptos antagónicos. ¿Cómo crees que convive con ellos la sociedad de nuestro país?
En la exhumación de esas fosas habita el recuerdo y en ellas arranca una línea importante para recuperar la memoria de todas aquellas personas que murieron. La agresión antidemocrática de 1936 condujo hacia un camino de crímenes. Y aunque es verdad que los hubo en ambos lados, la dictadura ya se encargó de exhumar los cuerpos de sus partidarios e inundó con sus nombres las plazas, las calles y las iglesias de todo el país, mientras que hubo otras decenas de miles de personas que quedaron olvidadas. No es una cuestión de sensibilidades sino de justicia social: reconocer qué pasó con todas aquellas personas.
¿Crees que existe un silencio oficial respecto a las decenas de miles de personas desaparecidas durante la Guerra Civil o enterradas en fosas comunes?
Sí, y creo que ese silencio se debe a que, probablemente, aún vivimos en el pasado y somos herederos de una situación que no se ha solucionado. Aunque hayamos visto todas las imágenes y parezca que lo sabemos todo sobre aquellos crímenes, aún no hemos llegado a ningún sitio. Seguimos siendo prisioneros de una historia incompleta y creo que estas exhumaciones forman parte de un proceso para completarla.
Y hablando de silencios, tanto tu libro como tu documental apenas han tenido difusión o publicidad mediática. ¿Por qué crees que ha ocurrido esto?
Sinceramente, no lo sé. Aunque hay un detalle bastante revelador y es que el libro iba a ser publicado por una editorial determinada que, en el último momento y en base a ciertos argumentos que podemos imaginar, se negó a hacerlo. Es decir, parece que está todo solucionado y que estamos dispuestos a digerir todo tipo de versiones, pero al final siempre aparece ese silencio del que hablamos. En cualquier caso, también soy consciente de que los productos documentales o los libros de este tipo de fotoperiodismo tampoco tienen un gran mercado. Tenemos que saber donde nos movemos.
Para hacer el documental ‘Morir de sueños’ pediste financiación a través de Internet con pequeñas donaciones. Pedías 5.000 euros y llegaste casi hasta los 7.000… ¿Puede el periodismo encontrar ahí una ayuda económica para seguir contando historias?
Eso fue algo tremendamente satisfactorio. Creo que este tipo de financiación va muy acorde con los tiempos que corren, donde es muy difícil encontrar una empresa o una institución que te pueda financiar. En mi caso recurrí a la empresa Verkami, que se dedica al micro-mecenazgo, y pedimos una serie de aportaciones desde los 10 hasta los 400 euros. Al margen de conseguir lo que buscábamos, para mí lo más importante fue que con el más de centenar de aportaciones que recibimos, el proyecto tomó un color colectivo. Eso en cuanto al documental, pero en el libro también se percibe ese color colectivo, porque las fotografías son mías pero hay textos de otros 16 autores. La voluntad es esa: contrastar versiones, usar muchas voces. Porque en todos los temas es importante, pero especialmente en este de las fosas comunes y la Guerra Civil hay que construir un discurso polifónico. Se trata de hablar, no de acallar.
El pasado mes de Mayo el gobierno presentaba, dentro del contexto de la Ley de Memoria Histórica, un mapa con las más de 2.200 fosas de la Guerra Civil. Fue un paso importante dentro de una ley que, sin embargo, muchos consideran que se ha quedado corta. ¿Cuál es tu opinión sobre ella?
Creo que es una ley muy floja, muy débil y que pide permiso para hacer ciertas cosas, pero sin hacerlas del todo. Realmente no satisface a nadie. Pasa lo mismo con la Comisión del Valle de los Caídos, que también actúa a destiempo, con el apoyo de los expertos pero al mismo tiempo con profundas divergencias y pidiendo permiso a la Iglesia… en fin, existe una especie de estado pusilánime en todo esto. Creo que 36 años después de la muerte de Franco, ya es hora de que la sociedad española afronte este tema con valentía.
En la sinopsis de este proyecto que haces en tu página web, señalas que el Golpe de Estado de 1936 supuso «la llegada de la mayoría de edad del fotoperiodismo». 75 años después, ¿qué momento crees que vive el fotoperiodismo?
El fotoperiodismo siempre ha tenido mala salud, porque es algo consustancial a sí mismo. Siempre me gusta recordar algo bastante obvio, y es que el fotoperiodismo no es más que periodismo hecho a través de imágenes. Pero la fotografía es un instrumento frágil, incluso mentiroso. Por otra parte, creo que desde la aparición de la televisión, el fotoperiodismo se ha dejado atrapar por ese espíritu de la distracción y del espectáculo, y ha dejado de lado su propia identidad. Estamos en un proceso crítico y fascinante a partes iguales. Está todo por hacer.
De cara al futuro, ¿tienes previsto seguir tratando las historias de las fosas comunes?
Ahora mismo estoy inmerso en otros proyectos pero este tipo de historias, que inicio de forma personal, no las cierro nunca. Por ejemplo, hace más de veinte años que hice un trabajo sobre los jornaleros andaluces y aún sigo pensando en ello. También he hecho un trabajo largo y complejo sobre el conflicto vasco que sigo pensando en cómo cerrarlo. Una vez que entras en profundidad en alguno de estos temas, acabas por quedar atrapado en ellos. Como fotógrafo me apetece ver mi propia evolución respecto a las imágenes que capté: cómo reaccionaría ahora, qué tipo de imagen haría, qué reflexión visual propondría…
Borja González Andrés es estudiante de Periodismo en la Universidad Complutense de Madrid (UCM), diploma en Periodismo Preventivo también por la UCM y colaborador en prácticas en GEA PHOTOWORDS.
Fuente: http://geaphotowords.com/blog/?p=11861
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