Recomiendo:
0

Autodeterminación, diálogo y movimientos sociales

Fuentes: CAES

Impulsar el diálogo por la paz en Euskadi en base al derecho de autodeterminación, constituye una tarea central para los movimientos sociales en el Estado Español. El avance de los movimientos sociales y su reconocimiento mutuo, incluyendo al movimiento popular vasco, como sucedió durante los dos años de existencia del Movimiento contra la Europa del […]

Impulsar el diálogo por la paz en Euskadi en base al derecho de autodeterminación, constituye una tarea central para los movimientos sociales en el Estado Español. El avance de los movimientos sociales y su reconocimiento mutuo, incluyendo al movimiento popular vasco, como sucedió durante los dos años de existencia del Movimiento contra la Europa del Capital, la Globalización y la Guerra (2001-2003), puede crear las condiciones para obligar al PSOE a distanciarse del PP.

DIALOGO ¿SOBRE QUE, CON QUIEN Y PARA QUE

Una solución pacífica y democrática del «conflicto vasco» solo puede surgir del diálogo y el respeto a la voluntad del pueblo vasco. Eso quiere decir que, si es inaceptable que una parte -minoritaria – del pueblo vasco se vea forzada a vivir fuera de la monarquía española, más inaceptable es que otra parte – mayoritaria – del pueblo vasco, se vea obligada a vivir dentro de dicha monarquía. La situación actual en Euskadi no es democrática, por mucho que los que la propician se llamen a sí mismos «los demócratas».

Una solución democrática tiene que restablecer la democracia en Euskadi. En esta Comunidad Autónoma, artificialmente separada de la Comunidad Uniprovincial de Navarra, una minoría vasca, amparándose en la fuerza del estado español impone su voluntad cada día, desde hace 27 años, a la mayoría del pueblo vasco. El instrumento que legaliza esta injusticia es una Constitución que en la transición política tras la muerte de Franco, desconsideró las demandas del pueblo vasco y prohibió el derecho de autodeterminación, de forma aberrante en el derecho constitucional moderno.

Dicha Constitución fue aprobada por una minoría del censo electoral vasco. La actual situación es «constitucional» pero no democrática. Es legal pero no es justa y para hablar de derecho es necesario que la ley sea justa. En el enfrentamiento del movimiento popular vasco con la Constitución Española, el polo democrático es la autodeterminación y el antidemocrático la Constitución.

Una solución democrática necesita el diálogo. Pero el diálogo exige transparencia y difusión de las razones y argumentos de tod@s l@s actores del conflicto. Hablar de diálogo significa hablar con quienes quieren dialogar en base a unas reglas de respeto a la voluntad popular y reconocimiento, si no de la razón, al menos sí de las razones de los otros. Sin embargo, la información en el Estado Español sobre la realidad del conflicto vasco contiene tal grado de unilateralidad que se puede calificar de «adoctrinamiento». La estrategia de «los demócratas» respecto a los distintos movimientos sociales vascos que defienden el derecho de autodeterminación es una estrategia de guerra. Su primera víctima, después de las personas y las familias afectadas de ambos bandos, es cualquier tipo de información veraz y plural. La censura de la información a la población española por parte de los constitucionalistas, constituye un formidable obstáculo para el diálogo entre el pueblo vasco y el resto de los pueblos y ciudadan@s del Estado Español.

Pretender que una estrategia de dialogo cuente con todos los partidos políticos es razonable. Sin embargo, en el bipartidismo monárquico actual, es una quimera. No obstante, proponer un diálogo con la presencia de tod@s las fuerzas políticas es una quimera necesaria porque todas las personas amantes de la democracia y de la paz deben comprobar que, dado que el problema para el PP es la democracia y el diálogo, el problema para la democracia y el diálogo es el PP. Un democratismo formal conduce a legitimar que una minoría (el PP) tenga capacidad de veto sobre las mayorías tanto en Euskadi como en el Estado Español. Este democratismo propone, respecto al problema no resuelto de las naciones del Estado Español, una segunda transición política tan totalitaria como la primera. Treinta años después de comprobar los dolorosos efectos del desembarco del franquismo en la monarquía, deberíamos evitar entre todos este nuevo intento de impedir la democracia al precio político de mantener el conflicto.

El diálogo y la voluntad de paz pueden abrir vías para una solución democrática del conflicto que mantiene el Estado Español con la mayoría de la sociedad vasca. Pero condicionar el diálogo a que participe en él un partido de extrema derecha cuya bandera es llevar el conflicto al límite, no solo es una ilusión, sino también un error o algo peor, una coartada.

El PP, si puede evitarlo, no formará parte de una solución democrática porque es un partido antidemocrático. El Partido Popular es el espacio político donde habitan – y tienen la hegemonía – los poderes fácticos del franquismo. Su proyecto consiste en la prolongación de 40 años de nacionalismo españolista y fabricación de mayorías silenciosas descomprometidas políticamente y aspirantes a medrar como siervos de los más fuertes. Este espacio político se ajusta «democráticamente» con su propio espacio electoral. Cuarenta años de indignidad y vasallaje bajo el franquismo, se expresan en la monarquía parlamentaria bajo un consumismo motorizado, hipotecado y precario. Los diez millones de votos del PP, cuentan con un largo adiestramiento de servidumbre y casticismo: «¡vivan las cadenas!». Las cadenas de siempre: la monarquía, la iglesia, el capital y el ejército, hoy digitales y globalizadas. Este populismo reaccionario que abortó el impulso modernizador y democrático de la segunda República mediante un baño de sangre, hoy masculla de nuevo sus amenazas.

El diálogo pacífico y democrático para resolver el problema de Euskadi exige prudencia, pero también firmeza. No se puede imponer NINGUNA solución con el apoyo del 51% de los votantes y NINGUNA incluye, sobre todo, a la solución actual, impuesta por una minoría de los ciudadanos vascos con el apoyo de la monarquía española. Quien se propone, como el PP, mantener una situación de hecho en base a la represión, la manipulación y la amenaza de desestabilización, no es un candidato al diálogo.

Partiendo de aquí, basar el diálogo en que el PP lo acepte en el marco de una «democracia contemplativa», es un camino sin salida. El PP no apoyará ninguna reforma democrática salvo que no tenga otra opción y si la apoya, dicha medida no lo será. Es necesaria otra estrategia. Dicha estrategia exige la reconstrucción de la izquierda que, en su degradación actual, es, hoy en día, el principal soporte del PP. Solo una democracia participativa obligará al PP (y al PSOE) a recorrer el camino del diálogo. Solo del diálogo podrá salir una solución democrática que incluya los derechos de tod@s. Solo del reconocimiento de los derechos democráticos del pueblo vasco y del respeto a su voluntad se crearán las condiciones políticas para el abandono de las armas por parte de ETA. En Euskadi existe un movimiento popular que activa la participación democrática pero en el resto del Estado, no. Del aguante del movimiento popular vasco depende la solución democrática y pacífica del conflicto. El mejor apoyo al diálogo y la democracia en Euskadi consiste en organizar movimientos populares contra los abusos del bipartidismo monárquico y neoliberal que padecemos en todos los territorios del Estado Español.

AUTODETERMINACION, DEMOCRACIA Y MOVIMIENTOS SOCIALES.

Para que una salida dialogada y democrática del llamado «conflicto vasco» cuente con un apoyo social suficiente, es necesario que la izquierda se transforme en algo diferente a la derecha. Esta transformación exige romper con los principios políticos y teóricos de la monarquía neoliberal: España como «un destino en lo universal» (ser una potencia mundial); competitividad y eficiencia económica como principio rector de la política; producción y distribución a gran escala; crecimiento económico, desarrollismo y consumismo de masas como sinónimos de bienestar; mercado como regulador de las relaciones sociales; puestos de trabajo escasos en manos de los empresarios; trabajo (y trabajador@s) subordinados al mercado; «permiso de trabajo» en lugar de derecho del trabajo; «empleabilidad» como eliminación de todas las barreras que protegen a las personas de los empleos basura; derechos sociales de papel y derechos del capital de hierro; accidentes de trabajo, paro y precariedad inevitables; inseguridad material y jurídica de la mayoría de las personas (trabajadores, jóvenes, mujeres, inmigrantes y presos); vivienda en manos de inversores inmobiliarios y políticos corruptos; despoblamiento del campo y alimentación en manos de las multinacionales; libertad de movimiento del capital; coexistencia pacífica y «democrática» – a través de las ONGs – con el hambre, las enfermedades y la pobreza en el mundo; desconexión entre nuestras formas de trabajo, vida, movilidad y consumo y sus consecuencias de contaminación, hambre y exclusión para la mayoría de la humanidad; política exterior basada en alianzas con estados terroristas como EEUU, Israel, Rusia y Marruecos; pertenencia a organizaciones armadas que violan las leyes internacionales y vulneran nuestra soberanía; bases militares extranjeras en España y represión de la autodeterminación de los pueblos.

El Movimiento contra la globalización, la Europa del Capital y la Guerra y el ascenso electoral de ERC en Cataluña a pesar de (o gracias a) las conversaciones de Carod Rovira con ETA, obligaron al PSOE a realizar algunas políticas contrarias a las políticas de derecha que habitualmente realiza. A su vez, el movimiento popular vasco, tiene dificultades para superar, en el resto del Estado, la manipulación y el uso que la derecha realiza tanto de su esfuerzo democrático y popular, como de su versión violenta. El Estado neofranquista, que no solo es el PP, sino también la monarquía, la CEOE y muchos de los 200.000 cargos públicos del PSOE y sus sindicatos CCOO y UGT, intentan neutralizar cualquier cambio democrático en la forma de Estado con una propuesta irracional: «Paz sin Autodeterminación». Es decir, «Paz sin Democracia».

Impulsar el diálogo por la paz en Euskadi en base al derecho de autodeterminación, constituye una tarea central para los movimientos sociales en el Estado Español. El avance de los movimientos sociales y su reconocimiento mutuo, incluyendo al movimiento popular vasco, como sucedió durante los dos años de existencia del Movimiento contra la Europa del Capital, la Globalización y la Guerra (2001-2003), puede crear las condiciones para obligar al PSOE a distanciarse del PP.

Sin movimientos sociales que defiendan «el derecho de autodeterminación» desde su propio movimiento de autodeterminación respecto al mercado, el estado y sobre todo, respecto al PSOE, será la derecha del PP la que administre el fracaso de los experimentos electoralistas del equipo de ZP. Estos experimentos, cuyo impulso democrático y pacificador carece de más horizonte que las contradicciones electorales del PSOE español con sus sucursales vasca (PSE) y catalana (PSC), no podrán sobreponerse al nacionalismo españolista de masas que el mismo PSOE, junto al PP, ha construido durante 27 años. En esta operación, los agentes de «la unidad de la izquierda» que liquidaron el Movimiento Contra la Europa del Capital, la Globalización y la Guerra (MAG), tratan de someter a todos los MMSS al papel de extras de esta farsa «reformista». Reconstruir la izquierda es condicionar al PSOE, actual patrón de los grandes sindicatos y de la mayoría de IU y del PCE. Esto sólo será posible desde fuera de dichas organizaciones. Pero el «afuera», es un conglomerado de ONGs, burócratas asamblearios e intelectuales alterglobalizadores que, desde Febrero de 2003, constituyen la «leal oposición» del PSOE. Cualquier reforma pasa, en última instancia, por la reconstrucción de un movimiento popular vinculado con las luchas sociales desde abajo y autónomo de la izquierda capitalista.

Sin embargo, la acumulación de fuerzas sociales, se ve obstaculizada por dicho conglomerado autoconstituido en gozne entre la socialdemocracia y los movimientos sociales. Al calcular sólo su propio interés, no solo personal sino incluso colectivo, estos grupos desconsideran la necesidad de construir un bloque social anticapitalista y autónomo. Esto les lleva a tomar atajos que la socialdemocracia facilita mediante el ascenso de «teóricos» insignificantes y el trato de favor del grupo PRISA a las empresas ideológicas y colectivos sociales esquiroles.

En la coyuntura actual, la fuerza de este conglomerado de personajes y grupos no depende de la fuerza del movimiento sino, por el contrario, de la debilidad del mismo. No basan su crecimiento en el crecimiento de un poder popular, sino en la recompensa política, económica y mediática del PSOE y su red clientelar. Esto les hace dependientes de los enemigos de cualquier poder popular autónomo, horizontal y participativo. Su discurso se caracteriza por sabotear cualquier movimiento popular constituyente agitando las palabras del propio movimiento. Desde las estructuras disecadas del movimiento «Por otra globalización» venden al «detall» la mercancía del turismo mundial alterglobalizador y organizan la calumnia y el linchamiento contra los colectivos que mantenemos la apuesta por una izquierda autónoma del PSOE.