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Barajas: el poder económico, el político y, a la sombra, -marginado- el judicial

Fuentes: Rebelión

Todo, una vez más, quedó meridianamente claro. Las autoridades, las políticas claro, visionaron el vídeo del siniestro y la prensa, cómo no, dio la noticia. El juez instructor convertido en simple ciudadano hubo de comprar el periódico para enterarse de qué va el accidente del que ha de elaborar la instrucción. Tampoco conviene olvidar que […]

Todo, una vez más, quedó meridianamente claro. Las autoridades, las políticas claro, visionaron el vídeo del siniestro y la prensa, cómo no, dio la noticia. El juez instructor convertido en simple ciudadano hubo de comprar el periódico para enterarse de qué va el accidente del que ha de elaborar la instrucción. Tampoco conviene olvidar que no se conocerá el contenido de las cajas negras, como afirmaron sin titubear y, el que ahora se haya desmentido no parece pueda despejar la duda de lo que realmente vamos a conocer. Seguramente será lo que nos quieran contar, salvo filtraciones, como ya nos tienen más que aconstumbrados. Ni la mentira ni la ocultación de las autoridades es delito, no lo ha sido hasta ahora.

¿Cómo es posible que las denominadas autoridades y el poder económico tengan tan poco repeto o sensibilidad, que pasen olímpicamente de sus obligaciones, las más elementales, de respetar el procedimiento abierto por el Juez Instructor y cómo es que éste aún no ha abierto un expediente a dichas autoridades?. Se entiende que sencillamente el poder judicial está a la sombra -marginado- del poder económico y político y de las autoridades respectivas que para eso son las que mandan.

Se supone que la normativa y los procedimientos están para cumplirse pero no siempre, como es más que evidente. Depende, todo depende de determinados intereses y poderes.

Y no hablemos ya de los ciudadanos y de la consideración -desconsideración- de la que están siendo objeto. A lo largo de toda la semana transcurrida desde el accidente el aluvión de noticias, informaciones y cábalas emitidas durante horas y horas por las autoridades, que no paran de salir en la foto a cada segundo, acaban por ensordecer, con tanto ruido, lo que debiera de ser una información precisa dirigida a quienes la necesitan y a los ciudadanos en general.

Se ha abierto una investigación, como siempre, pero nunca se cerrará. Pasarán años y es posible que algo salga en cualquier última página pero, los responsables si los hubiera, no aparecerán. Aunque tampoco importa ya, hartos todos de tanta «información» quien más o quien menos, lo que más puede desear es un poco de silencio y no tanta intoxicación. A esto, sin duda, está conduciendo tanto despliegue mediático.

Mientras, entre medalla y medalla y foto y foto de los Juegos Olímpicos, las autoridades pasaban de la satisfacción a la condolencia, incluyendo a la casa real, cómo no, que se mostraba «consternada», desolada y unas cuantas cosas más, ¿Quién no?

Desde luego que no deben mezclarse las cosas y menos haciendo comparaciones dolorosas, pero tampoco se deben guardar silencios cómplices y mucho más cuando estos son clamorosos. Desde el día del accidente de Barajas, en cambio, una media de tres a cuatro personas -trabajadores, claro– cada día y todos los días del año, mueren en accidente laboral. Pero esta foto no interesa, el coste de evitarlos podría ser muy alto y más aún las responsabilidades que se pudieran derivar a todos los niveles. Por algo será que nunca ninguna de las llamadas autoridades aparece ni de lejos, salvo raras ocasiones en que la tragedia se escapa a los medios y, entonces, sólo entonces, la foto sí es oportuna, pero por obligada. Tampoco ninguna medalla, ni exequias, ni salvas, ni banderas, ni autoridades, nada; les va en el sueldo y sobre todo, seguramente, les va en la condición de asalariados.