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Retrato

Bernard Stiegler, un filósofo interactivo

Fuentes: Le Monde

De las barricadas de mayo del 68 a la dirección del desarrollo cultural del Centro Pompidu, ha pasado por el comunismo, la agricultura, el jazz, la prisión por atracar bancos, el INA y el IRCAM. Traducido para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

Una vez más, Bernard Stiegler ha pasado al acto [1]. El 1 de enero dejó el Instituto de Investigación y Coordinación Acústica /Música [IRCAM] para encargarse de la dirección del desarrollo cultural del Centro Pompidu. A los 53 años este filósofo que se reclama del Sócrates que participa en la guerra del Peloponeso o del Leibnitz que inventa la máquina de calcular está en las antípodas del pensador recluido. Necesita «ponerse manos a la masa«. Aún a riesgo de quemarse.
«El filósofo se enfrenta a una realidad que, hoy, es industrial y tecnológica», declara, «por lo tanto, me intereso por la industria y la tecnología«. Esta forma de contacto directo con la sociedad dirige su vida desde que abandonó la escuela en 1968. Pasa entonces del bachillerato a las barricadas de la calle Gay-Lussac. «Vi cómo los polis dejaban hacer…«. Esta sospecha de complot le empuja al Partido Comunista, que abandonará en 1976 al rechazar «el estalinismo impuesto por Georges Marchais«.
Mientras tanto, se impregnó en esta «cultura obrera» que era la de su familia. Su padre ingeniero en la televisión francesa y su madre empleada de banca formaban parte, a sus ojos, de «este proletariado admirado ante la cultura» tal como ésta era antes de ser «destrozada por TF1«[2]. Descubre la lectura, la música, la historia del arte. «La televisión del general de Gaulle me educó. Ella es quien me hizo descubrir a Esquilo y la tragedia griega a los 12 años«. Entonces se podía ser «pobre y educado«.
Después de mayo del 68 desempeñó todos los oficios: mano de obra. Empleado de oficina, encargado de compras en un despacho de arquitectura…Obrero agrícola, administra una explotación en Lot-et-Garone durante dos años hasta la gran sequía de 1979 que pone fin a esta vuelta a la tierra.
Bernard Stiegle abre un bar musical en Toulouse donde invita a músicos de jazz. «Funcionaba muy bien«. Su café-restaurante seduce a Gérard Granel, profesor de filosofía en la universidad de Toulouse, apasionado del jazz. «Nos hicimos muy amigos. Yo estaba muy orgulloso de frecuentarlo…«
Las finanzas suelen ser tensas en la hostelería. «De la noche a la mañana, a causa del plan Barre ya no tuve derecho al menor descubierto bancario y mi banco se negó a pagar mis letras…«. El alcohol, el java…Bernard Stiegler pasa al acto. «Atraqué un banco para cubrir mi descubierto». Y funcionó. «Funcionó muy bien…Le tomé el gusto y atraqué otras tres oficinas bancarias«. Siempre solo. «Es más eficaz y no hay necesidad de repartir«, explica.
El cuarto atraco a mano armada es fatal. Una patrulla de la policía lo detiene en flagrante delito. Bernard Stiegler será condenado a cinco años de cárcel. «Me hubieran podido caer quince, pero tenía un abogado muy bueno«. Suerte… No sólo…»Estaba intoxicado. Sin la cárcel, habría acabado mal…«.
La detención preventiva, que durará tres años, empieza bastante bien gracias a la intervención de Gérard Granel que obtiene del juez de instrucción la autorización excepcional de hacerle llegar libros. Pero Bernard Stiegle no se resigna a compartir su celda con otro prisionero. Su huelga de hambre dura tres semana. «Quería dejarme morir«.
La prisión disciplinaria y el aislamiento en la zona de alta seguridad no sirven de nada. «Me metieron en una celda normal dejándome solo«. Empieza entonces a «devorar libros«, se inscribe en la universidad de Toulouse y, a falta de bachillerato, aprueba el acceso para mayores de 25 años. Al tiempo que estudia filosofía, hace de escriba público y atrapa el virus de la enseñanza que le llevará a ayudar a los detenidos que preparan el bachillerato.
En cuanto sale de la cárcel, corre al aeropuerto de Blagnac, aterriza en Orly y va derechamente a la calle de Ulm, a la Escuela Normal Superior, lugar simbólico de su mutación. Ahí conoce a Jacques Derrida a quien ha escrito aconsejado por Gérard Granel y que le responde una semana después. Ese mismo año, en 1983, Jean-Pierre Chevènement crea el College de Filosofía y lo dirige…Jacques Derrida. Desde 1984 Bernard Stiegler dirige ahí un seminario bimensual sobre la técnica.
Destaca gracias a esta tribuna y es contratado como investigador en el ministerio de Investigación antes de trabajar en 1988 en la exposición «Memoria del futuro» en el Centro Pompidu. Es entonces cuando la Universidad Tecnológica de Compiègne (UTC) le ofrece un puesto de profesor. Finalmente tiene la impresión de «haber salido«.
Pensador a partir de este momento, el desvalijador accidental de bancos no reniega, sin embargo, de la acción. En la Biblioteca Nacional se adelanta a los tiempos al trabajar sobre la digitalización de lo escrito en 1989. Director general adjunto del Instituto Nacional del Audiovisual (INA) desde 1996 a 1999, se apasiona por la indexación de la imagen por su contenido antes de ocuparse de la dirección del IRCAM en 2002.
El año 2006 verá la fusión de todas sus pasiones. Ha sido nombrado en el Centro Pmpidu para desarrollar en él las tecnologías interactivas y constituir comunidades de aficionados. Bernard Steigler quiere posicionarse en las antípodas de la cultura de TF1, cuyo director, Patrick Le Lay, reconoce vender el «tiempo de cerebro disponible«. Sigue cultivando una aptitud para la revuelta que no ha perdido su carga política. Ni su color. De ahí su sorpresa cada vez que un gobierno de derecha le nombra para un cargo.
Sin duda no tiene mucha competencia. Difícil de luchar. Empieza el día en el baño con un dictáfono digital en el que se graba. Lo prosigue en coche cuando se dirige a la UTC para dar un «indispensable» curso semanal de filosofía. El sábado y el domingo por la mañana convierte sus grabaciones brutas en libros y artículos.
En verano escribe en su casa de Córcega. Cuatro libros publicados en 2004 y otros tantos en 2005. Una producción tal que su mujer, Caroline Stiegler, ha abandonado su profesión de abogado para transcribir las grabaciones y colaborar en las investigaciones. Junto con tres amigos filósofos (Georges Collins, Marc Crépon y Catherine Perret) ha creado una página web, Ars Industrialis, que se define como una «asociación internacional para una política industrial de las tecnologías del espíritu»[3].
Un verdadero programa.
[1] El título de una de las obras de Stiegler es Pasar al acto. En ella explica brevemente cómo empezó y cómo entiende su trabajo de filósofo (está publicada en castellano, así como los dos primeros volúmenes de La técnica y el tiempo, por la editorial Hiru, Hondarribi, 2005. [N. de la t.]
[2] TF1, la primera cadena de la televisión francesa [N. de la t.]
{3] http://www.arsindustrialis.org/index_html?set_language=fr&cl=fr