Antes fabricaba minas antipersonal para contener el avance del ejército en la guerra civil de El Salvador (1980-1992). Hoy el ex guerrillero Félix Vásquez utiliza sus conocimientos para transformar el excremento de vaca en biogás. Vásquez o «El Rocketero», como lo llamaban cuando militaba en el entonces insurgente Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional […]
Antes fabricaba minas antipersonal para contener el avance del ejército en la guerra civil de El Salvador (1980-1992). Hoy el ex guerrillero Félix Vásquez utiliza sus conocimientos para transformar el excremento de vaca en biogás.
Vásquez o «El Rocketero», como lo llamaban cuando militaba en el entonces insurgente Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN) debido sus habilidades para la fabricación artesanal de armas tipo «rockets», dice estar convencido que la producción de biogás, aun en pequeñas cantidades, contribuye a detener la creciente deforestación y a reducir los gastos cotidianos de familias campesinas.
«Esa misma intención que teníamos antes, que de alguna manera era (fabricar una herramienta) para matar a alguien aunque fuese en defensa propia, hoy nos sirve para resolver el problema del ambiente y la situación económica familiar», dijo a IPS este hombre de 42 años, mientras recorre el patio de su casa donde al lado de gallinas y cerdos tiene planeado instalar su ‘máquina’ para producir biogás.
Vásquez, de vestir sencillo y conversación agradable, apenas había completado cuarto grado de escuela primaria antes de la guerra. Reconoce que en un inicio «él no sabía nada» sobre el tema, y que sólo después de la firma de los Acuerdos de Paz de 1992 cursó el bachillerato, y entonces le resurgió el interés por las formulas químicas.
Hoy en día es un promotor tenaz del biodigestor, la ‘máquina’ para producir biogás. Su proyecto inmediato es terminar de instalar uno en la parte trasera de su casa.
El biogás se obtiene de la fermentación de desechos orgánicos, excretas de vaca, cerdo o gallina, aunque el estiércol de porcino es el que genera mucho más metano.
No requiere mayores conocimientos técnicos o inversiones onerosas, las cuales no superan los 300 dólares y, adicionalmente, se produce de forma artesanal, en la propia casa, sin que represente peligro para la salud o emane olores ofensivos, mientras reduce los gastos familiares por consumo de gas convencional.
Como explica el Servicio Evangélico para el Desarrollo de Chile (Sepade), «el biogás se genera a través de la descomposición de la materia orgánica. Es un proceso natural que ocurre en todos los ámbitos donde se descompone biomasa, en un entorno húmedo y sin aire, a través de la actividad bacteriológica».
Cuánto más alta sea la temperatura, mayor descomposición, y por lo tanto, se genera más gas. La producción de este combustible se realiza utilizando un biodigestor o recipiente, que bien puede ser una pileta de cemento recubierta con polietileno oscuro, o varios barriles soldados uno al otro, que permitan conservar el calor.
A este recipiente se le adapta una fuente de recarga (barril) conectado por un tubo o manguera por la cual, usando un embudo, se alimenta con el estiércol diluido con agua.
El biodigestor cuenta con una cañería galvanizada y tubos de PVC (policloruro de vinilo) mediante los cuales el biogás es transportado desde la terminal de descarga (otro barril) hasta la misma estufa, proceso que es regulado por medio de varias válvulas.
Aunque la biodigestión ha tomado auge en América Latina en las últimas décadas, existen registros que indican que en 1600 se generó por primera vez gas proveniente de la descomposición orgánica, y que en 1890 se construyó en India el primer artefacto para su producción.
Pero fue en Inglaterra, seis años más tarde, cuando el biogás se utilizó para producir electricidad destinado al alumbrado público.
Sepade también señala que, contrario a lo que se suele pensar, la actividad agropecuaria es responsable de 30 por ciento de las emisiones de metano, y que éste es el segundo gas, después del dióxido de carbono, causante del recalentamiento global.
«La solución a este problema es la incorporación de la biodigestión a la actividad agropecuaria (…), ya que con esta tecnología se logran beneficios ambientales: reduce la contaminación atmosférica y produce energía renovable», por lo cual se estima que estas ‘máquinas’ serán «imprescindibles» en el futuro, se sostiene en el artículo «Sepade contará con el primer biodigestor destinado a producir electricidad».
«Al contrario de las técnicas que el ingenio humano ha desarrollado, la naturaleza no reconoce desperdicios», indica el especialista argentino Roberto Montanaro en su artículo «Producción de biogás», aparecido en el sitio de Internet en Engormix, la Comunidad Internacional de Negocios relacionados con la Producción Animal.
En la actualidad, la biodigestión se utiliza para producir energía eléctrica y térmica en grandes centrales, como sucede en Chile y Costa Rica. Otros proyectos de biodigestores también se implementan en América Central.
En El Salvador, varios pobladores de Santa Bárbara, una población de unos 2.000 habitantes ubicada en la norteña provincia de Chalatenango, ya producen biogás utilizando el tipo de estufas que requiere menos leña, con cuya producción aseguran haber disminuido el consumo de ésta en 50 por ciento.
José Luis Guerra es uno de los pobladores que ha construido su propio biodigestor en el patio de su casa con varios barriles soldados uno al otro. Para echarlo a andar necesitó de 24 cubetas con 28 litros de estiércol, diluidas en 72 de agua, es decir, una proporción de tres a uno.
Después de ocho días, Guerra obtuvo su primera producción de biogás de una estufa de tres quemadores.
«Esto nos ha beneficiado bastante, queremos trabajar más para ver si llegamos a producir la mitad de lo que necesitamos», comenta Guerra, mientras Maribel, su hija de nueve años observa a su madre, María Rosalina, prender la estufa para demostrar que sus esfuerzos han rendido fruto. La familia Guerra ha reducido en un tercio el consumo de gas propano.
Juan René Guzmán, funcionario del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), explicó a IPS que la iniciativa, que arrancó hace un año, tiene el propósito de sensibilizar a los pobladores de la zona sobre las ventajas que trae la producción de energía renovable con biodigestores, y el uso de las llamadas estufas mejoradas, que necesitan hasta 90 por ciento de leña menos que las tradicionales.
«Hemos obtenido muy buenos resultados y beneficios adicionales en materia de salud», aseguró Guzmán, coordinador nacional del Programa de Pequeñas Donaciones, que proporciona como techo unos 25.000 dólares anualmente para implementar la iniciativa.
Guzmán aclaró que estos «no son proyectos de (la Organización de las) Naciones Unidas, son de las comunidades».
El programa lo que hace es «apoyar iniciativas generadas por otros organismos o pobladores», facilitando la participación de los residentes en la promoción de los biodigestores y las estufas mejoradas, con una visión integral, que incluya fortalecimiento de capacidades, desarrollo democrático, educación en medioambiente y promoción de la salud.
El proyecto, que cuenta con «el respaldo y visto bueno» del gobierno salvadoreño ha aprobado la instalación de seis biodigestores y unas 40 estufas, que, en caso de utilizarse de forma adecuada y con el efecto multiplicador en los habitantes de Santa Bárbara, se espera que den resultados positivos y ayuden al desarrollo sostenible, ya que «nuestros agricultores poseen la materia prima para el biogás», añadió.
Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), El Salvador es el país centroamericano que «presenta una de las condiciones ambientales más deterioradas: dos por ciento del territorio cubierto por bosques naturales secundarios y más de 75 por ciento de los suelos (experimentan) algún grado de erosión, causada por la deforestación, la urbanización y la concentración de poblaciones».
Según el documento de la FAO titulado «Evaluación de productos forestales no madereros en América Central», la leña representa 92 por ciento de la generación de energía consumida en el campo de El Salvador, y entre 51 y 69 por ciento en el total del país, lo cual junto con la expansión de la frontera agrícola ha incrementado la deforestación a un promedio estimado de 4.500 hectáreas por año.
A fines de los años 90, este país aparecía como el segundo más deforestado de América Latina, sólo antecedido por Haití, según afirmó el funcionario de PNUD.
Mientras, Vásquez resiente que, pese a haber demostrado los beneficios del biogás, «no hay apoyo estatal para el experimento en busca de energía alternativa».
«Por eso no hemos producido biogás en grandes proporciones», apuntó, para luego asegurar que, en caso de no actuar con responsabilidad y de forma inmediata, este país ganará el vergonzoso «premio a la deforestación».