En el contexto económico actual, la tecnología viene siendo promovida como el instrumento que sacará de la pobreza y conducirá al desarrollo y modernización a las sociedades económicamente deprimidas. Bajo el mismo argumento, los organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos están siendo masivamente promocionados en el agro boliviano por el sector industrial privado soyero del […]
En el contexto económico actual, la tecnología viene siendo promovida como el instrumento que sacará de la pobreza y conducirá al desarrollo y modernización a las sociedades económicamente deprimidas. Bajo el mismo argumento, los organismos genéticamente modificados (OGM) o transgénicos están siendo masivamente promocionados en el agro boliviano por el sector industrial privado soyero del país influenciado por la transnacional Monsanto. Lamentablemente, este argumento de «modernización» se difunde sin considerar los altos costos socio-económicos y ecológicos que la tecnología transgénica trae consigo.
Los defensores de la introducción de soya transgénica argumentan que » El sector soyero busca una sostenibilidad del cultivo porque cada vez los costos operacionales son mayores, las plagas van en aumento, el mercado internacional es más exigente y cada vez son amenazados por los mercados andinos con la liberación de aranceles» (Hilton Heredia, El Deber, Enero 2005). Esta aseveración y otras tantas resultan ambiguas e incompletas. Ellas no mencionan que los costos operacionales de la soya genéticamente modificada (GM) son iguales y mayores – desde el mediano plazo, que la producción convencional debido a: Pago de las patentes de la semilla GM; el mayor uso de herbicidas por surgimiento de malezas resi! stentes a glifosato, que obliga a usar volúmenes cada vez mayores de este herbicida; y el deterioro de los suelos y los gastos relacionados con su rehabilitación, incluyendo cantidades crecientes de fertilizantes. Tampoco indican otros daños como la contaminación genética, todos ellos exacerbados por la necesaria producción de soya GM en extensos monocultivos.
Por lo tanto, el argumento de reducir los costos de producción para lograr espacios económicamente más competitivos en el mercado internacional resulta incongruente con la realidad de la tecnología transgénica. Tristemente, los medios de comunicación solo se muestran al pequeño productor la falsa envoltura brillante de una tecnología que terminará expulsándolo del campo y relegándolo a la pobreza, como sucedió y sucede en la Argentina, precisamente con la introducción de soya GM.
Por otro lado, Bolivia ocupa menos del 1% en el mercado mundial de soya (carta del Diputado Isaac Ávalos dirigida al Ministro de Desarrollo Sostenible el 1ro de Septiembre de 2004), entonces, ¿de qué competitividad se habla? La única forma que Bolivia pueda competir en el mercado internacional de soya es a través de una producción diferenciada, que es la ecológica.
En otro ámbito, el proceso de «aprobación» de soya transgénica en Bolivia es incoherente y solo demuestra que este ha sido manejado en función a los intereses de los productores industriales de Santa Cruz y de la transnacional Monsanto.
Ante denuncias y protestas de diferentes agrupaciones de base sobre la introducción de cultivos genéticamente modificados, el 6 Octubre de 2000 mediante el Decreto 25929 se suspendieron las pruebas de campo de producción de alimentos transgénicos hasta la emisión y revisión de un informe final sobre el cual el Comité de Bioseguridad de Bolivia establecería recomendaciones a los reglamentos de acceso a recursos genéticos y bioseguridad. El 11 de Noviembre del mismo año, se llegó al Acuerdo Nro. 16 en el que el gobierno se comprometió nuevamente a «suspender experimentos de campo en la producción de alimentos transgénicos en tanto no se establezca una reglamentación consensuada». Los informes pertinentes nunca fueron emitidos, al menos no de manera pública, así como tampoco se finalizó el marco legal de bioseguridad, menos de manera consensuada. Por tanto, como consecuencia lógica, la investigación, producción y comercialización de cultivos genéticamente manipulados no deberían estar aún permitidas en Bolivia.
A pesar de ello y de que el 20 Octubre de 2004 representantes de la Cámara de Diputados recomendaron al Presidente de la República Carlos D. Mesa Gisbert suspender cualquier aprobación de las solicitudes de introducción de semillas transgénicas, incluyendo experimentos y ensayos debido a los riesgos que ellos representan en la biodiversidad y la soberanía alimentaria, el avance de los OGM en Bolivia ha sido casi implacable:
- El 1ro de Noviembre de 2004 se denunció la cosecha de soya GM en 400 has en el Departamento de Santa Cruz;
- El 16 de Diciembre del mismo año se anunció por la prensa escrita la «aprobación» de parcelas «demostrativas» y al mismo tiempo «semicomerciales» de este cultivo;
- El 19 de Enero de 2005 se informó sobre la siembra de 20 has. de soya GM distribuidas en cuatro localidades en Santa Cruz;
- El 25 de Enero del presente año se anunció a la comunidad nacional que la «aprobación» de las parcelas de soya GM en debate se realizó tres años atrás por el Comité de Bioseguridad con base a investigaciones «autorizadas».
Ante estos acontecimientos, surgen muchas interrogantes: ¿Quién y cómo se «autorizaron» las investigaciones sobre soya GM?, ¿Con qué instrumento legal se procedió a esta «autorización»? (según el conocimiento general de la población boliviana el marco legal para este efecto aún no existe o, por lo menos, no es públicamente conocido como lo exige la ley), ¿Dónde están los informes técnicos de las anteriores pruebas realizadas?, ¿Por qué hasta la fecha no se han hecho públicos?, En vista de que ya existen datos sobre estos experimentos ¿Por que seguir probando cultivos GM? ¿No será que el adjetivo «demostrativo semicomercial» es una máscara para la producción comercial ilegal de OGM en Bolivia?
Desafortunadamente, estas preguntas urgentes se vuelven retóricas ante el silencio de las autoridades y la indiferencia de diferentes sectores ahora ocupados con la coyuntura actual del país (hidrocarburos… autonomías… Asamblea Constituyente…). La producción de cultivos transgénicos en Bolivia es una penosa realidad y las amenazas que ellos representan en el equilibrio ecológico, en la salud humana y, especialmente, en el bienestar socioeconómico, no reconocen la legalidad o ilegalidad de su introducción. Con la implementación de cultivos genéticamente modificados Bolivia limita la posibilidad de proveer a sus habitantes y al mundo, soya ecológica, entre otros alimentos.
Sin embargo, la lucha para detener y revertir el proceso de introducción y legalización de transgénicos en Bolivia aún sigue. La lectura crítica de los acontecimientos vinculados a la introducción, investigación, producción y comercialización de transgénicos es un instrumento para comprender que la tecnología transgénica NO constituye una «apuesta» a la modernización y desarrollo del sector agrícola de un país megadiverso como Bolivia. Por el contrario, perpetuará la dependencia y degradación de sus recursos naturales y tejido social.