Solemos creer que estamos en la parte del mundo más civilizado y más avanzado en los temas ambientales. Y en algunos temas es cierto. Desgraciadamente en otros, no. España nunca se ha caracterizado por ser un país especialmente audaz en éste área. Por ejemplo, respecto a la tendencia en las emisiones de CO2 desde 1990 […]
Solemos creer que estamos en la parte del mundo más civilizado y más avanzado en los temas ambientales. Y en algunos temas es cierto. Desgraciadamente en otros, no. España nunca se ha caracterizado por ser un país especialmente audaz en éste área. Por ejemplo, respecto a la tendencia en las emisiones de CO2 desde 1990 seguimos siendo de los últimos de Europa. O en relación a las bolsas de plástico. Muchos países ya las han prohibido y aquí no.
Aproximadamente unos 30 países ya han prohibido las bolsas de plásticos. Se prohibieron en Eritrea en 2005, Tanzania en 2006, Botswana 2007. Desde el 2008, está prohibido el uso de las bolsas de plástico en Ruanda dentro de su estrategia de sostenibilidad para el 2020, en Túnez, Etiopía, Sudáfrica empezó aplicar una tasa por bolsa de plástico per nunca lo prohibió, situación parecida a la de Uganda que lo introdujo en 2007 pero nunca lo aplicó, Mauritania en 2013, Camerún en 2014 y Marruecos en 2016. Bangladesh impuso una tasa por bolsa, China también aunque con escasos resultados. Dinamarca, Francia, Alemania, Irlanda, Italia, Rumanía, Holanda, Reino Unido, están luchando contra las bolsas de plástico gratuitas. Estados Unidos no tiene una tasa nacional contra las bolsas de plásticos pero es casi imposible verlas en estados como California o Puerto Rico.
En Marruecos la prohibición del uso y comercialización de las bolsas de plástico lleva ya más de un año. La normativa, aprobada por las dos cámaras del Parlamento, prohíbe la producción de todo tipo de bolsas plásticas -excepto las de uso industrial y agrícola o las de desechos-, su importación, exportación y comercialización, y establece sanciones y multas para los infractores. Este país es uno de los mayores consumidores mundiales de bolsas de plástico y por supuesto miles de toneladas de plásticos no se recuperan cada año en la basura sin el menor control, con sus correspondientes impactos ambientales. Existe una campaña del Ministerio de «Zero Mika» (mika es el nombre árabe de la bolsa común), para recoger las que queden y quemarlas en fábricas de cemento.
Hace unos días, en Kenia se acaba de prohibir su fabricación, venta y uso. Leemos: «En los últimos 10 años, el país africano ha intentado por tres veces prohibir el uso de las bolsas de plástico y finalmente lo ha conseguido. A partir del día de hoy, cualquiera que se le encuentre vendiendo, entregando, llevando o fabricando estas bolsas podría enfrentar multas de un máximo de 35.000€ y/o penas de prisión de hasta cuatro años.»
En todos los países los fabricante han aducido que se perderían miles y miles de puestos de trabajo. Pero en todos los casos los gobernantes han optado por la responsabilidad y el sentido común diciendo que las preocupaciones ambientales del país eran más importantes, que los intereses comerciales de las empresas, por lo que han seguido adelante con las medidas.
La opinión pública de todos estos países parece estar de acuerdo con esta medida y empiezan a reconocer los beneficios ambientales de su desaparición.
Los efectos ambientales de las bolsas de plástico se conocen y están documentados sobre las cadenas alimenticias, sobre el paisaje, sobre la fauna, sobre las corrientes de aguas y finalmente sobre los océanos y los delfines, ballenas, tortugas, aves, peces son más que evidentes. Aunque no se conocen los efectos a largo plazo. Se estima que hay bolsas que pueden durar hasta 400 años hasta su degradación total.
En diferentes países, para sensibilizar a la ciudadanía, se han promovido campañas de recogida de bolsas de plástico. También actuaciones de sensibilización en redes sociales y en televisiones, para usar alternativas como las bolsas de papel, de algodón, las tradicionales cestas de mimbre o esparto, los carros de compra. En Marruecos, por ejemplo, políticos y artistas se sumaron a esta campaña publicando «selfís» con cestas de esparto o rafia en sus cuentas de las redes sociales para llamar a terminar con las bolsas de plástico.
¿Y en España?
Aquí vamos retrasados. Igual que en el caso de las emisiones de CO2 nos hemos creído que por posponer las medidas íbamos a ahorrarnos dinero y, al final, lo que ha pasado es que el cambio va a ser más traumática todavía y los países de nuestro entorno han ido sacando ventajas competitivas. Se estima según el proyecto de real decreto, que sólo en 2014 se pusieron en el mercado español 62.560 toneladas de bolsas de plástico de menos de 50 micras, equivalentes a más de 6.700 millones de unidades. Actualmente se siguen dando de forma gratuita en los puntos de venta y luego se las emplea de innumerables formas. Vamos con retraso respecto a nuestros vecinos europeos y africanos a pesar que desde el Congreso se instó a que el Gobierno diera este paso.
En principio a partir de marzo de 2018, dos meses más tarde que el proyecto inicial, el Gobierno planea prohibir la distribución gratuita de las bolsas de plástico ligeras, que son las que tienen un espesor de entre 15 y 50 micras, y que constituyen la «inmensa mayoría de las que se consumen en España». Sin embargo, las bolsas de plástico muy ligeras, de menos de 15 micras de espesor, seguirán siendo gratuitas «por razones de higiene o para contener alimentos a granel, como las empleadas para contener fruta, carne o pescado», tal y como se recoge en el borrador. Tampoco se aprecian campañas de sensibilización o de explicación de la medida, en temas de ahorro o de alternativas al consumidor. Mientras en los ríos y en las playas seguimos viendo miles y miles de bolsas de pastico sin control.
Erik Solheim, Jefe de Medio Ambiente de Naciones Unidas dijo hace unos días: «Kenia está tomando medidas decisivas para eliminar una mancha fea en su extraordinaria belleza natural». «Los residuos plásticos también causan daños inconmensurables a los ecosistemas frágiles – tanto en tierra como en el mar – y esta decisión es un gran avance en nuestro esfuerzo global por combatir la marea del plástico».
Pues eso, aquí, todavía no. Es decir vamos tarde y tampoco somos especialmente exigentes con los residuos.
Fernando Prieto, ecólogo y miembro de EconoNuestra.