El creciente reconocimiento de que el recalentamiento del clima es más grave de lo que parecía puede favorecer la negociación de una propuesta de Brasil para estimular la conservación de bosques tropicales a través de un fondo internacional que compense el esfuerzo de reducir la tala. La propuesta, a presentarse en la XII Conferencia de […]
El creciente reconocimiento de que el recalentamiento del clima es más grave de lo que parecía puede favorecer la negociación de una propuesta de Brasil para estimular la conservación de bosques tropicales a través de un fondo internacional que compense el esfuerzo de reducir la tala.
La propuesta, a presentarse en la XII Conferencia de las Partes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre Cambio Climático (COP-12), que se llevará a cabo desde el lunes 6 hasta el 17 de noviembre en Nairobi, hace parte de un movimiento de varios actores para incluir el asunto en el convenio.
Se estima que la deforestación aporta entre 20 y 25 por ciento de los gases de efecto invernadero, que recalientan la atmósfera, y es uno de los grandes factores de pérdida de biodiversidad en el mundo, afectando las metas de otra convención mundial firmada en el ámbito de las Naciones Unidas.
Un informe del Banco Mundial, divulgado dos semanas atrás, propone desarrollar mecanismos para compensar a los propietarios y gobiernos que conserven sus bosques, argumentando que los créditos de carbono que podrían obtener valdrían mucho más que la producción agrícola o ganadera en igual extensión de tierra.
Una iniciativa encabezada por Costa Rica y Papúa Nueva Guinea pretende justamente crear un nuevo sistema para que el freno a la deforestación ingrese al mercado de carbono, creado por el Protocolo de Kyoto sobre Cambio Climático firmado en 1997 y en franca expansión.
El llamado mercado de carbono (por el dióxido de carbono) está destinado a facilitar a los países industriales obligados por el Protocolo a alcanzar sus metas de reducción de gases mediante inversiones en proyectos limpios en otras naciones.
La propuesta brasileña busca eludir las dificultades de incorporar esa cuestión a los mecanismos de ese mercado, que permiten a países ricos o compañías adquirir «créditos» de empresas o proyectos que, de alguna madera, logren reducir las emisiones que están recalentando el clima del planeta.
La idea es crear un fondo internacional, de aportes voluntarios, para compensar financieramente a los países en desarrollo que reduzcan los índices de destrucción de bosques tropicales.
Se trata de una propuesta aún en construcción, «no cerrada», para que sus detalles y mecanismos sean fijados en un proceso de discusión nacional e internacional, lo que parece positivo, según Rubens Born, coordinador de Vitae Civilis, una organización no gubernamental brasileña activa en el debate sobre cambios climáticos.
Pero la idea deja dudas sobre su efectividad, especialmente al no prever compromisos ni generación de créditos de carbono, ya que no asegura formas de «atraer fondos», señaló a IPS. Está por probarse el argumento del gobierno brasileño de que los países ricos se verán «constreñidos políticamente» a contribuir, si las naciones en desarrollo protegen de hecho sus bosques.
Brasil viene reduciendo la tala amazónica, el mayor factor de gases invernadero en el país. El gobierno anunció el 26 de octubre una reducción de 30 por ciento en el año concluido en agosto, en comparación con los doce meses anteriores, que ya habían presentado una disminución de 31 por ciento.
Sin embargo, no se puede pronosticar el fracaso de la idea brasileña por tratarse de un fondo voluntario. Un programa de aportes no obligatorios de países ricos a proyectos amazónicos atrajo casi 300 millones de dólares y ese mecanismo tiene la ventaja de promover «mayor transparencia» en la aplicación de los recursos, ya que exige «confianza, credibilidad y buen empleo de los recursos», sostuvo Born.
La propuesta es «un provocador paso adelante», saludó el Foro Brasileño de Organizaciones No Gubernamentales y Movimientos Sociales para el Ambiente y el Desarrollo, una coalición de 500 grupos fundada en 1990 para participar en la Conferencia de las Naciones Unidas de 1992 en Río de Janeiro, que aprobó la Convención sobre el Cambio Climático y otros tratados ambientales.
Este será uno de los temas principales en Nairobi, ante el dramatismo que ha adquirido el cambio climático y el «momento crítico» que vive el Protocolo de Kyoto, con el abandono de hecho de Canadá, sumándose a la oposición rebelde de Australia y Estados Unidos, destacó Born.
Eso deja a Europa y Japón aislados en el compromiso de Kyoto de reducir, hasta 2012, los gases a volúmenes 5,2 por ciento inferiores a los de 1990.
Los países en desarrollo fueron eximidos de metas por el principio de «responsabilidades comunes pero diferenciadas» en el recalentamiento planetario, provocado por gases lanzados a la atmósfera en su inmensa mayoría por los países industriales en los últimos siglos.
Pero es necesario rediscutir esa cuestión en la COP-12, que iniciará las negociaciones para fijar metas de reducción en un período posterior a 2012 para que los países en desarrollo puedan contribuir a mitigar los cambios climáticos, señala la posición adoptada por el Foro.
Es necesario distinguir a países recién industrializados, como Corea del Sur, Singapur y Kuwait, que ya presentan capacidad de reducir sus emisiones, de otros mucho más pobres, señaló el Foro en un documento que refleja el consenso de sus miembros. «No se puede dar el mismo peso a Burundi y a Corea del Sur» o a Kuwait con su industria petrolera, concluyó Born.