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Buscando las claves del proceso independentista catalán

Fuentes: Alasbarricadas

1.- El 1 de de Octubre fue una insurrección potencial que se evitó por poco No deberíamos cansarnos de repetir que el Referendum de autodeterminación de Catalunya fue posible gracias a la conciencia popular que se autoorganizó extraordinariamente para que tuviera lugar. Desde las instituciones habían hecho poco para que se pudiera celebrar y en […]

1.- El 1 de de Octubre fue una insurrección potencial que se evitó por poco

No deberíamos cansarnos de repetir que el Referendum de autodeterminación de Catalunya fue posible gracias a la conciencia popular que se autoorganizó extraordinariamente para que tuviera lugar. Desde las instituciones habían hecho poco para que se pudiera celebrar y en algunos casos se esperaba secretamente que el Estado lo impidiera para seguir indefinidamente con el «procesismo».

Sin embargo, los errores del Gobierno de Rajoy durante las semanas previar al Referendum provocaron una ira generalizada en Catalunya. Provocaron un «Ya basta!» en el pueblo. El pueblo aceptó la convocatoria del Referendum, la hizo suya para expresar un No al Gobierno español y un Sí a la libertad y la democracia (las ideas-fuerza del nuevo soberanismo catalán).

Pero para hacerla suya el pueblo se tuvo que autoorganizar. Se generaron docenas de comités de base, Comités de Defensa del Referendum (CDR) por todo el territorio. Estos se formaron para defender los colegios electorales y que se pudiera votar.

En muchos otros casos, ni siquiera se convocaron estos comités si no que espontáneamente la gente se organizó por sí misma a pie de colegio. El Govern de la Generalitat logró que los censos, las urnas y las papeletas llegaran a su destino a base de una hábil jugada de la ANC (y de toda aquella gente que colaboró por su cuenta).

A partir de entonces ya no había ni «Síes» ni «Noes» si no votantes y gente que se quedaba en casa. Resultaba curioso ver a gente con la bandera de España votando siendo aplaudida por toda la cola. Luego alguna gente que había votado No, al ver lo que había pasado aseguraría que si volviera a votar lo haría por el Sí. Esto ejemplifica cómo son los Referendums de volátiles y porqué los últimos que se han hecho a lo largo del mundo han «salido rana». Los pueblos están hartos de sus gobiernos y de sus políticas. Esta es la única fórmula que se concibe para expresarse legítimamente. Y en Catalunya ni eso. Votar estaba prohibido.

El Gobierno español, que había enviado 10.000 policías almacenados en cruceros (los infames «piolines»), hizo lo que se le presuponía: reprimir. Centenares de colegios electorales fueron acosados y asaltados por fuerzas policiales militarizadas. Provocaron más de mil personas heridas, una de ellas perdió un ojo, y otra tuvo un infarto que causó un coma. Para el mediodia hubo una orden de interrumpir los ataques y permitir votar.

Otro momento histórico que enmarca el momento: los Mossos d’Esquadra divididos y dudando si obedecer o no las órdenes del Estado. En muchos lugares lo hicieron y de hecho cerraron más colegios electorales que la Policía Nacional y la Guardia Civil juntas. Pero en otros muchos lugares miraron para otro lado y dejaron votar. No sólo esto, sino que también manifestaron su apoyo a la gente (y así lo decían en conversaciones privadas). De cualquier forma tenían órdenes contradictorias (si no había gente suficiente en un colegio lo cerraban, como hicieron en muchos casos de madrugada). Es decir que el Estado no pudo ejercer el monopolio de la violencia al 100%. Había una fuerza policial que no era totalmente «leal».

En este caso hay varias versiones que explican esta orden de arriba. Uno de ellos dice que la orden vino de Europa. De hecho la Guardia Civil disparó pelotas de goma delante de los observadores internacionales y alguno fue empujado y agredido. Otra versión dice que el Gobierno se dió cuenta que la represión bruta era una munición para los independentistas que sin duda la utilizarían políticamente.

Pero hay otra versión que dice que en realidad la población estaba tan decidida a resistir, que entraba dentro de lo probable que corriera la sangre. Dicho de otra forma, que hubiera muertos. Hoy en día corrobora esta versión las declaraciones de miembros del Govern de la Generalitat que dicen que tenían información en este sentido. No sabemos si esto es cierto o no. Lo que sabemos es que quienes estuvimos a pie de urna, no nos íbamos a ir a ninguna parte. Estábamos escuchando la radio. Sabíamos que había cargas y personas heridas. Nadie se iba. Al contrario, seguía llegando gente. En cada colegio cientos de personas, miles en algunos. Los colegios con menor censo se cerraban para ir a hacer bulto en los más grandes.

La pregunta es, ¿qué hubiera ocurrido de haber muertos? Que de seguir su actuación salvaje, la policía los hubiera provocado sin duda. (En cualquier caso existía una clara falta de liderazgo que habría desanimado una respuesta más allá de lo inmediato).

Respuesta, de haber habido muertos se habría desatado una insurrección. A partir de aquí se entiende todo lo demás.

 

2.- El Estado vengativo

El Estado español tomó cartas en el asunto inmediatamente. Llevaba tiempo tomándolas en realidad. Pero actuaba sin coordinación. El gobierno por un lado, la fiscalía por otro, la judicatura por el otro. A partir de entonces hubo una unanimidad pasmosa. El Rey se posicionó definitivamente con el Gobierno. La oposición socialista y podemita hizo bloque con el PP. Ciudadanos no hace falta mencionarlo.

En aquellos momentos se fraguaba una respuesta contundente por parte del Estado en todos sus niveles. Se sabe que había unidades del ejército preparadas. No militarmente con el fusil en la mano, si no de guardia por si se los llamaba. 10.000 policías no habían podido contener un pueblo resuelto y decidido. No lo olvidemos nunca.

La proclamación de la República fue esperada con cautela. No se fiaban. Sin embargo las acciones de la Generalitat decantaron la balanza. Unos días después el Gobierno y el Estado pudieron respirar y pasaron a la ofensiva. Se produce la intervención de la Autonomía, por el famoso artículo 155 y se detienen a los líderes del independentismo popular.

Luego el Govern de la Generalitat se exilia a Bélgica. Unos vuelven obedientemente para recibir su castigo y otros se quedan en rebeldía. De esta manera se internacionaliza el conflicto catalán, puesto que la Unión Europea (y la OTAN, todo hay que decirlo) se habían puesto de parte del estado español.

La convocatoria de elecciones el 21 de Diciembre y su aceptación por parte de los partidos soberanistas indica esta victoria. Se trata de una vuelta al autonomismo. El relato es de vuelta al redil, «recuperem les institucions», «recuperem el nostre govern», «recuperem la democràcia»… blanco y en botella: procesismo.

La derecha española mediática y paragubernamental (aquella derecha sociológicamente de ultraderecha que envuelve el Partido Popular) entiende que el estado ha ganado y exige la venganza en forma de ilegalización de partidos, la detención de Anna Gabriel, de recortes de libertades, de encausar profesores de escuela por supuestamente incitar al odio contra la policía, amenaza con cambiar la Constitución… para peor. Y además pasa al ataque en otras regiones contra sus enemigos, en este caso Podemos i el nacionalismo vasco. Seguramente el ataque bajará de nivel ahora que tienen el control, pero vae victis.

Eso sí, ahora tiene 2 millones de personas desafectas en Catalunya.

 

3.- La vuelta del procesismo

Como se ha indicado anteriormente los partidos PDCAT y ERC han aceptado las elecciones y las presentan como una oportunidad para recuperar el poder que le ha arrebatado el Estado (y que no han hecho nada por mantener o hacer valer). Ahora ERC está ajustando las cuentas con el PDCAT. Suponemos que han tragado demasiados sapos en el gobierno de unidad que era Junts pel Sí. Pero el President Puigdemont, que en el verano dijo que después de esto lo dejaba, ahora parece que vuelve a la carga y lidera su coalición junto con independientes del soberanismo civil.

Sea cual sea el resultado, se puede observar cómo ambos partidos están echando flores a los Comunes. Los ven como una necesidad para recuperar la democracia. No es lo mismo tener un 50% que un 70-80% de los votos. Pero pactar con los Comunes significa una cosa: la renuncia a la República.

Digámoslo claro. En las jornadas del 1O, 3O o 8N todo el mundo fue desbordado. La proclamación de la República el 27O fue una decepción colectiva porque el pueblo no fue interpelado. Al revés, desde las instituciones y desde las entidades soberanistas (ANC y Omnium) se llamó a la desmovilización. Nadie defendió el territorio. Nadie tomó la iniciativa ni de intentarlo. Está claro que un pueblo desarmado no tiene nada que hacer con el ejército y la policía. Por tanto, en la práctica se estaba evitando un enfrentamiento en el que posiblemente el pueblo habría salido malparado…

Ahora bien, ¿quién es el Govern para decirnos qué guerras hay que luchar? ¿No estábamos hartas de cantar en la calle que «No tenim por» (No tenemos miedo)? ¿Miedo de qué? Celebrando la República la gente bromeaba con que iban a venir los tanques. Aunque se veía como lejano, entraba dentro de los cálculos de todas las mentes. Otra vez, se estaba evitando la posibilidad de un nuevo enfrentamiento, de un nuevo desborde.

Por esto no se proclamó la República el día 10 de Octubre como estaba programado. Al contrario, se suspendió la proclamación en un giro retórico indigerible. Las dimisiones de nuevos consellers y diputados del sector de PDCAT o las declaraciones (falsas por lo que se ve, pero significativas) de Forcadell de que «la DUI no iba en serio» muestran el dilema del Govern.

Querían la independencia (asumiremos que sí la querían, que a estas alturas hasta se duda de ello) pero que no se saliera del cauce pacífico y legal. Que Catalunya entrase en la Unión Europea sin romper un plato. Que España lo aceptase. Que nos defendiera… no se sabe quien, pero que no fuera el pueblo quien tuviera que sacarle las castañas del fuego al Govern. Por tanto no se se hizo nada. El territorio siguió bajo control del Estado. ¡Ni siquiera se quitó la bandera española de los edificios oficiales! Ni tampoco se publicó la declaración en el DOGC.

Aquí aparece un relato que juega en contra de la independencia. Relato muy arraigado en el independentismo popular. Es lo que llama un compañero el «independentismo mágico».

 

4.- El independentismo popular

Así que de un día para otro, de estar haciendo frente al estado español y su brutalidad habitual… nos vimos defendiendo «el nostre Govern» y «les nostres institucions». Se le dio la vuelta al discurso como un calcetín. Además se difundió espectacularmente por las redes sociales y la mensajería de móvil que «els catalans som gent de pau», y que rechazamos la violencia siempre por lo visto. Si no a lo mejor no somos catalanes.

Se empezó a corear cada acción del Govern de la Generalitat con Puigdemont a la cabeza como una «jugada maestra». Ahora además somos un pueblo super-hábil dirigido por un genio de la estrategia que le haría sombra a Putin si quisiera. Todo lo que hacía el Govern era para lograr apoyo internacional. El reconocimiento estaba (está) a la vuelta de la esquina.

Cuando los Jordis fueron detenidos, de pronto, Catalunya tenía presos políticos. Inaceptable. ¿Cómo es eso posible? A la calle. Pero ahí se quedan Marina y Lola sin que nadie se acuerde de ellas, o los cientos de casos represivos donde la propia Generalitat es acusación particular. En fin.

Más tarde se entregaron los consellers y la justicia los envió a la cárcel. Todo el mundo se llevó las manos a la cabeza. Inaudito. Esto no pasa en una democracia. ¿Ah, no? Si una región de Francia hubiera proclamado la independencia unilateralmente le habrían enviado al ejército seguro. Y Gran Bretaña… se nos presenta el ejemplo de Escocia que el gobierno Británico sabía que iba a salir el No, y por poco se equivoca. Pero se nos olvida el ejemplo de Irlanda del Norte, aún ocupada por el ejército de su Majestad.

Otro síntoma. El fascismo ahora está en la calle. La respuesta: «hagámosle el vacío, se quedarán solos», «el día que salgan nos metemos en casa para que no los vea nadie». No se plantean el conflicto. Y cuando la cosa es más turbia, como la infame Operació Catalunya, de las cloacas del Ministerio del Interior, la respuesta vuelve a ser «marchémonos cuanto antes de ese país. No tenemos nada que hacer ahí». Sabemos que ignorar un problema no significa arreglarlo, pero en el imaginario de este indepedentismo se suelen obviar algunos problemas… como el que implica el hecho de que España esté luchando por su supervivencia y que hará todo lo posible por sobrevivir. O que media Europa tiene conflictos con los pueblos sin estado y no está dispuesta a dejar caer España porque sin duda después vendrán más casos.

Resumiendo, se trata de un discurso que apela a los sentimientos, que exalta los valores positivos presentes en la sociedad, pero niega la resistencia activa. Las cosas se resolverán por sí solas. No sólo esto, si no que tampoco apela a los demás pueblos de España. Todas las miradas son hacia el parlamento de Finlandia, a Bélgica, etc. esperando un milagro: Que nos reconozcan como República cuando no somos capaces de imponerla. Les valdría más tener a Rusia de aliada.

Es necesario desactivar este independentismo mágico, irracional, para poder avanzar. Está claro que tiene sus cosas buenas. Tiene una capacidad de movilización espectacular. Tiene una organización envidiable. Una capacidad de que lleguen sus mensajes y consignas hasta el último rincón de Catalunya. Tienen al pueblo pendiente. Salen iniciativas preciosas de todas partes. La gente quiere contribuir a su manera. Y sin embargo, se la trata como menores de edad. No se le dicen las cosas tal como son y se le niega su madurez política.

Es un reflejo del estatus de las sociedades occidentales. Años de despolitización y de negación de la lucha de clases han creado sociedades cómodas como ideología de clase media más pendientes de los milagros más que de su propia acción positiva. Gabriel García Márquez estaría contento.

 

5.- El independentismo revolucionario

En este repaso no se nos puede pasar por alto el papel de la Esquerra Independentista y de la CUP. Su gran valor ha sido arrastrar hacia el Referendum al Govern de la Generalitat y acabar con el procesismo. El veto a Artur Mas se ha demostrado un acierto total, puesto que Puigdemont sí que ha estado por la labor y se ha puesto a ello. Con todo, la Generalitat que prometía crear «estructuras de estado» no las ha hecho, engañando tanto a su electorado como a la CUP, que no fue capaz de verlo. Se ha hecho un Referendum gracias a la presión que hizo la CUP a base de casi autodestruirse aceptando los presupuestos neoliberales de este año. Es decir, que como grupo parlamentario han servido de utilidad a su programa y han propiciado esta situación. Es dudoso que sin esta presión Oriol Junqueras y compañía hubiesen logrado nada parecido.

Otro punto en positivo ha sido impulsar el movimiento popular de base que son los CDRs. En algunos lugares fueron las asambleas de la CUP y de la Esquerra Independentista, pretendiendo ampliar su base. Más tarde el testigo fue recogido a nivel popular y los CDR fueron desbordados igualmente. Ahora son de todos o de nadie. En cada pueblo o barrio predomina una u otra tendencia y es difícil de crear algo con cara y ojos dada la disparidad de criterios y expectativas. En algunos pueblos sus participantes son miembros de partidos y entidades de soberanistas, en otros provienen de los movimientos sociales, y en otros son una mezcla de ambos mundos que no se habían encontrado en una década.

Lo que se echó en falta fueron consignas claras. En todo momento la CUP estuvo enfrascada en las cuestiones de palacio y nunca se comportó como un partido revolucionario. Desde agosto, que se conocía la convocatoria, pasaron las semanas y nada de convocaba. Se partía de un complejo de inferioridad con respecto al bloque ANC-Omnium Cultural que impedía cualquier progreso.

Pero más adelante tampoco ha habido un programa, ni nadie lo ha puesto sobre la mesa. Este rol era para la CUP y lo dejaron en manos de las micro-organizaciones de la izquierda anticapitalista (comunistas, libertarias, autónomas, anarcosindicalistas) que no logramos estar a la altura.

Pasan las semanas y los CDR siguen sin programa. Todos miran al 21D como si fuera la fecha del juicio final. Por tanto quedan nuevamente supeditados a la convocatoria de otros. La derecha española reconoce sus enemigos y ahora pasa a la ofensiva contra la CUP y los CDR. Viviremos momentos difíciles.

 

6.- El potencial de los CDR y las huelgas

El sindicalismo alternativo tiene pánico de convocar una huelga y que no vaya nadie. Le pasa a todos los sindicatos. Pero a los sindicatos pequeños con más razón. Un error y quedas desacreditado. Por ello la convocatoria del 3O fue problemática. A priori no se veía clara.

Cuando llegó el 1O, entonces sí. Convocó TV3, convocó el Govern, convocó el Barça. Pero convocaron a un «paro de país» intentando capitalizar la protesta social. Era obvio que había que dar una respuesta contundente a la represión del 1O. La huelga estaba ahí y la aprovecharon. La ANC y compañía intentaron blanquear a CCOO y UGT que había quedado fuera de juego.

Pero la huelga también desbordó al soberanismo. La gente tenía ganas de una protesta «en serio» y lo que ocurrió fue un alud de piquetes. Y luego por la tarde una manifestación-monstruo. Todo lo que tuvo lugar aquel día desbordó a los convocantes de un «paro cívico», ya que fue una huelga general, y desbordó a los convocantes de la huelga, ya que también fue un paro en clave de país. Sin ambos conceptos no se entiende la situación.

De la composición social de los sindicatos se desprende que parte de ellos no estuvieran a favor de una huelga. Se entendía como que sería aprovechada por el movimiento independentista y que sería bailar al son que marca el Govern de la Generalitat. En algunos lugares los sindicalistas no querían saber nada de la huelga por estar éste movimiento liderado por la clase media, que contiene empresarios inclusive.

Las acusaciones contra el independentismo, como que es un movimiento de clase media, te hace arquear una ceja. ¿Tres millones de personas son burguesas? Es lo que tiene ese concepto de «clases populares». Se trata de una mezcla entre clases medias, clase obrera, campo, funcionariado, autónomos, profesionales liberales y algunos empresarios. Muy pocos realmente apoyan la independencia, ya que el gran capital catalán es pro-España y el capitalismo medio casi que también.

Por estos motivos los sindicatos se lo pensarán dos veces antes de volver a convocar otra. Les tensiona demasiado a la interna. También podemos ver lo nocivo que es para la causa independentista depender para su avance del Govern de la Generalitat o de entidades soberanistas que son percibidas por «los de abajo» como burguesas. Si el soberanismo quiere crecer tendrá que hacerlo hacia la izquierda, y esto implica por necesidad contar con los sectores más golpeados por el capitalismo.

En cuanto a la huelga del 8 de Noviembre, vemos cómo debería haber sido la reacción a la proclamación de la República. Exactamente esa. Y durante varios días. A destacar que las huelgas no fueron atacadas por la policía. De haberlo hecho es seguro que se habría producido un problema de orden público de primera magnitud. Como aquellas huelgas de principios del siglo XX, que eran batallas de clases. También resulta destacable la intervención de los pageses. El campo ha tomado partido en este conflicto de forma activa.

Quienes hemos vivido algunas huelgas generales podemos alegrarnos por la revitalización de ese instrumento de lucha y su adopción por la política. Las huelgas son política. Punto. Bienvenida sea la obviedad. Por eso las huelgas políticas están prohibidas. Y por eso las huelgas «de antes» se convertían en revolucionarias. Se basaban en bloquear la economía y el flujo de mercancías. Y se basaban igualmente en tumbar el gobierno, se hacían hasta que caían o bien hasta que les concedían suficientes cosas.

El 8N fue la huelga de los piquetes. Y se hizo sin sindicatos. El instrumento fueron los CDR, al igual que en la mayoría de casos en el 3O. Los CDR son la sensación del momento entre la izquierda «de calle» o «de intención revolucionaria» (me niego a decir extrema izquierda y mucho menos izquierda radical). Hay algunos artículos que los llegan a comparar con los soviets rusos, ahora que estamos de centenario.

Sin embargo hay una gran diferencia. Los soviets tuvieron una vocación de poder. Querían controlar el territorio. Tomaban el poder a micro-escala. Luego tuvieron a Lenin, que supo leer el momento. Les dijo que los soviets tenían que ir tomando todas las atribuciones del estado, hasta que una vez soberanos y grandes lo hicieran inútil. Eso era la jugada del doble poder.

En cambio los CDR no sirven para ejercer el poder (hoy). Sirven para movilizarse y para movilizar. Ahora están en plena tarea de educación popular, muy necesaria, de volcar el capital cultural del activismo de los movimentos sociales en el nuevo perfil de persona militante recién movilizada. Otra de las enseñanzas de Lenin era que no se puede pretender estar permanentemente como un embrión de poder alternativo porque te pudres. O sea, que o los CDR se convierten en un movimiento popular en sí mismo, o se vaciarán por sí solos porque la mayoría de la gente los dejará de ver necesarios. Los CDR necesitan un programa propio. Y es responsabilidad de las organizaciones (que se autoreconozcan como) revolucionarias el proporcionárselo.

Una oportunidad para ello podría venir el día 2 de Diciembre en un encuentro en clave de Procés Constituent desde la izquierda. Ya veremos. También es necesario que los CDR acepten eso que vaya saliendo de estos lugares y no siempre será tan fácil.

Por último tampoco hay que entender que el programa asumible por los CDR no será socialista. No es el socialismo lo que anhela nuestra sociedad si no una democracia con justicia social. Eso es mucho menos de lo que esperan muchos activistas… pero es lo que hay. Los CDR actualmente jamás aceptarían un programa que percibieran como de ultraizquierda (socialista avanzado). Me sorprendería muchísimo que lo hicieran.

 

7.- La equidistancia desmovilizadora

De todo este Procés de estos meses, el espacio político de los Comunes queda como el menos claro. De izquierdas pero en el bando del Estado. Han tenido la clave de la victoria en la mano, el ayuntamiento de Barcelona. Y no lo han utilizado. A grandes rasgos se han puesto de lado del gobierno por inacción. Están en una postura incómoda porque ambos bandos los ven como del enemigo. Sin embargo, ¿qué era eso que decían de desobedecer?

Un partido que llegó al poder apelando a la desobediencia, al poder de la gente, en el momento que le pasa eso por la puerta, la cierra. Eso es ser un «partido de orden». Porque el orden es que no pase nada y que todo siga igual para los grandes negocios. No pueden plantar cara a los deshaucios y tienen que convocar al activismo antideshaucios por twitter. No pueden revertir la invasión de Barcelona por verdaderas hordas de cruceristas armados con cámaras de fotos a la caza del nativo barceloní en peligro de extinción. No pueden paralizar la venta de edificios para los fondos buitre, que se convierten en los nuevos latifundistas. No pueden limpiar la Guardia Urbana de ultraderechistas y antisociales, que se han convertido en un poder fáctico intocable (curiosamente igual que en Madrid).

La nueva política aparece como incapaz de crear grandes cambios en las relaciones sociales urbanas. Y ahora se reviste de respetabilidad debido a la equidistancia, que les hace presentarse como si tuvieran «seny». Pero no es «seny», es oportunismo. Esperan que el poder les caiga en las manos. Ahora ERC les va detrás, la CUP, el PSC…

De ahí que el gesto de Albano Dante o Àngels Martínez sea para quitarse el sombrero por la dignidad que implica. En medio del conflicto se jugaron su futuro político. Demostraron que los diputados no tienen porqué ser robots sin alma que votan lo que digan sus partidos, como siempre. Y se intentaron rebelar futilmente contra la maquinaria. Perdieron.

Aquí la CUP no ha estado hábil y no sé bien el motivo (dicen que por falta de tiempo – de reflejos diría yo), renunció a establecer un pacto con este sector y con el Procés Constuent de una Teresa Forcades, que por otro lado ha estado desaparecida en los últimos tiempos. Este error político evitará que puedan atraer nuevos votantes hacia sus filas procedentes de los Comunes.

Otro aspecto de esa izquiereda ha sido el PSC. En este caso lo de izquierda le queda demasiado grande. Hoy por hoy juega el papel de nueva derecha mientras su militancia más de izquierdas abandona el partido, quizá con rumbo a los Comunes o para crear alguna cosa nueva. Otro tanto ocurre con CCOO y UGT. Se posicionan con el estado español, salvo que como tienen mucha afiliación son una presa anhelada por el indepedentismo.

Pero, ¿qué decir de la falta de proyecto territorial de la izquierda española? A estas alturas de la película resulta que la izquierda no apuesta por la República. Ni siquiera por la República española. Han tenido la República federal al alcance de la mano. De haberlo propuesto en la primera semana del mes de Octubre la monarquía habría caído. ¿Sabe la izquierda española las implicaciones de esto? Probablemente sí y por ello no quiere despertar al pueblo, a los pueblos. Mejor que sigan consumiendo propaganda, ¿no?.

La desgracia de nuestro tiempo es que la izquierda que lo ha visto claro (organizaciones de liberación nacional, organizaciones libertarias y comunistas) es tan residual que no cuenta a nivel político.

 

8.- El Despertar de la Fuerza. La España ultra

La movida catalana ha logrado despertar el monstruo dormido que llevábamos tiempo evitando. La ultraderecha patriota (española). Es lo que media Europa tiene ya en el parlamento, pero aquí no. Bueno, está en el Partido Popular, pero como están muy preocupados por cómo llevan el dinero a los paraísos fiscales quizá no parecen tan fachas.

Pero en estos meses hemos podido constatar que la judicatura está muy tomada por las ideas de la derecha extrema. La Constitución se esgrime para reprimir al pueblo, no para garantizar derechos. La Fiscalía actúa de oficio como un arma del Gobierno. Los tribunales también. Es como una gran mano, siendo cada elemento un dedo, que se cierra sobre las libertades.

Animados por la situación los grupos y partidos de extrema derecha han salido del armario. Convocan manifestaciones, hacen piquetes, colonizan la policía. Sí, la policía. Otro de los aspectos de esta temporada ha sido enterarnos de que la Guardia Urbana de media Catalunya tiene simpatizantes de la ultraderecha. Quizá no eran militantes, pero se sabe que algunos lo fueron en los años 80. Fue una forma de quitarlos de la calle. Hoy en día los famosos «piolines» han debido estar aburridísimos en los barcos. No me cabe duda que habrán hecho un largo curso de formación en los valores patrios y que ahora habrá bastantes partidarios de la mano dura. Para eso salieron al grito de «a por ellos».

Y si el Partido Popular, la judicatura o las fuerzas policiales empiezan a tener sesgos de derecha extrema o directamente de extrema derecha no debemos culpar a Catalunya. Habrían surgido igual de producirse una oleada de huelgas. O de ganar las elecciones Podemos (ya vemos el ataque continuo contra el Ayuntamiento de Madrid). Es la vieja España que se niega a morir.

Por muchos casos de corrupción que tenga el Partido Popular podemos estar seguros de que seguirán recibiendo esos 6 o 7 o 8 o 10 millones de votos. No votan para que no roben. Se vota una idea de España. Que se robe es coyuntural. Un mal menor. Era la idea que tenían muchos paisanos de lo que era el éxito. Así ha sido la educación «no adoctrinadora». Mientras tanto se persigue profesores catalanes por «delito de odio» por decir lo que piensan. Orwelliano como mínimo #HolaDictadura

Si en Madrid, Valencia o Zaragoza el fascismo o la extrema derecha en la calle es más o menos conocido, en Barcelona aún es una cosa nueva. La respuesta españolista a la independencia ha sido volver a la calle y lo ha hecho mezclada con la ultraderecha. Otro de los argumentos unionistas ha caido aquí: que el españolismo es de clase obrera. A lo mejor lo es el «equiditantismo», pero el unionismo más militante convoca sus manifestaciones en Sarrià. Por algo será. Luego hay otros 500 manifestantes que están de tour por todos los pueblos de Catalunya haciendo manis unionistas.

Por ahora la respuesta antifascista es escasa, dado el boicot a movilizarse y enfrentarlos del independentismo popular y mayoritario. De hecho incluso se ve mal que se los insulte. Este pacifismo que nos impide ser eficaces y resolutivos, se justifica por el miedo a que el estado español utilice cualquier imagen de violencia en Catalunya para decir que aquí reina el caos. Puede tener su punto de razón, pero el fascismo o se combate o se normaliza. Y un fascismo normalizado en la calle… como que no.

Es evidente que el fascismo es una herramienta más. El ataque al Blanquerna no es ninguna excepción. No es casual que se libren de ir a prisión nazis detenidos con arsenales de armas de guerra con con evidentes negocios de drogas mientras se encierran raperos, periodistas, huelguistas, anarquistas o los chavales de Altsasu. En Ucrania gente con este turbio perfil neonazi fue la organizadora de las milicias progubernamentales, algunas de tipo igualmente neonazi. Por cierto, una de esas milicias, el infame Batallón Azov, se ha ofrecido para venir a Catalunya contra el separatismo. ¿Se imaginan una milicia conformada por ultras de fútbol neonazis, ultranacionalistas o fascistas? Sí, el Azov. Esto puede arrojar luz sobre cómo entienden el conflicto catalán los fascistas europeos a nivel geoestratégico. Lo ven como una lucha progresista que deben combatir.

El soberanismo debe dejar de intentar tener razón. Nunca vamos a convencer a la derecha y sus partidarios. La izquierda y el soberanismo deben prepararse para derrotarlos por todos los medios. Una República podría ser una herramienta. Una independencia también. Pero España necesita una ruptura ya.

 

9.- Propuestas

No cabe duda que el 21D termina algo. No es el fin de la partida pero lo que venga el 22D será diferente. Ya estaremos a otra cosa. Según todas las evidencias España es un país en una grave crisis, dado que el Estado se ha fundido ya la hucha de las pensiones, o que el BCE ha decidido no comprarnos más deuda. ¡Para pagarlas están hablando de vender todos los hospitales! ¿Llegará otro ciclo de movilizaciones por lo social? ¿Hasta donde serán capaces de llegar?

Nos decían los representantes de la «nueva política» que las movilizaciones en la calle demostraban tener un «techo de cristal» que impedían realizar cambios profundos a partir de la presión. Ya hemos visto que estar en las instituciones tampoco garantiza nada, porque también tiene su techo de cristal, dado que el «estado profundo» te impedirá realizar tus proyectos. Eso cuando no te vendes al enemigo.

En estos momentos todo cambio profundo pasa por volver a la calle. Pero no podemos hacerlo de la misma forma que tras el 15M porque ya hemos visto sus límites. La atomización de las manifestaciones, por muy masivas que fueran en algunos casos, impedía cuajar un proyecto colectivo. Las Marchas de la Dignidad lo intentaron, formaron un programa de puntos bastante serio. Pero no tuvo continuidad. Entre las peleas entre organizaciones de la izquierda y que Podemos quiso canalizar estas peticiones por lo legal… se acabó todo.

Lo que estamos defendiendo es tener un movimiento popular de masas, amplio y plural con un programa propio y una agenda de movilizaciones propia. Tan fácil decirlo y tan difícil de hacer. El movimiento debe contar con grandes sindicatos, capaces de convocar huelgas generales y que los trabajadores las sigan.

Otra de las tareas inmediatas es la de consolidar una serie de medios de comunicación de izquierda afines a los movimientos que propaguen otro tipo de relato diferente a los de los partidos. Es vital que sean masivos y plurales, donde quepan diferentes visiones de la realidad en clave transformadora. Nuestros movimientos no pueden depender de aparecer en TV3 o LaSexta. Aparecerán cuando sean significativos, pero mientras tanto deben ofrecer un relato diferenciado y sistemático en unos medios (incluyendo la TV) masivos.

En este mismo sentido, otra cosa de las que podemos aprender de este proceso es que sacar 1 millón de personas no sirve de nada si no tienes un relato convicente para la gente que se ha quedado en casa. El Gobierno es capaz de darle la vuelta a la situación haciendo algunas declaraciones en televisión en las noticias de la noche. Sacas 1 millón y la guardia urbana dice que son solo 200.000, tus contrarios sacan 170.000 y nos dicen que han salido 1,5 millones. Esto ha pasado. ¿Qué importa la verdad? Tienen los medios, se la pueden inventar. Cosas de la postverdad.

Si los CDR deciden tener un programa y convertirse en un movimiento propio, deben aspirar a estas cuestiones. Una de las claves es la convergencia entre estos comités de base de carácter independentista y republicano con las ideosincrasias de los barrios obreros y los sindicatos de clase. Ya he dicho que si el movimiento independentista aspira a ganar deberá hacerlo por su izquierda.

Aquí entramos en la cuestión de las legitimidades, del doble poder, del control territorial… pero todo eso es (de momento) otra historia.

Como vemos son tareas titánicas… ¿Hay alguien dispuesto?

Miguel G. Gómez / Embat, Organització Llibertària de Catalunya

Fuente: http://www.alasbarricadas.org/noticias/node/39318