Recomiendo:
4

El realizador Alfonso Amador documenta la lucha diaria de un labrador de la chufa en l’Horta valenciana de Alboraia

Camagroga: trabajo, tierra y resistencia

Fuentes: Rebelión [Imagen: Fotograma de Camagroga]

Durante tres noches, en la semana central de septiembre, el realizador Alfonso Amador ha proyectado su último documental –titulado Camagroga– en Alboraia, municipio de 24.700 habitantes en l’Horta de Valencia.

La mitad de los ingresos de taquilla por la proyección de la película, en la Terraza Lumiere de Alboraia, se destinan a financiar las luchas del colectivo Per l’Horta.

Los protagonistas son el veterano labrador Antoni Ramón Camagroga y su hija Inma, quienes aparecen en el largometraje durante el periodo de cultivo de la chufa, producto característico de l’Horta de Alboraia (se cultiva en 16 municipios de l’Horta Nord) y del que existe una Denominación de Origen y garantía de calidad: “Chufa de Valencia”.

La película de 111 minutos, concluida en enero de 2020,  tiene su origen cuando el cineasta decidió alquilar –hace cinco años- una parcela de huerta con fines de esparcimiento. El propietario resultó ser Antoni Ramon, quien dedica una parte de sus tierras al denominado autocultivo. Alfonso Amador había encontrado, por azar, sustancia para la realización de un nuevo documental, Camagroga, que recoge la experiencia de un año y medio junto al agricultor y su trabajo.

El director califica la película como “política”, definitoria de “un mundo que se acaba”; además “el único objetivo declarado es puramente sensual”, subraya en una nota de prensa de Per l’Horta (en el documental, sin narrador omnisciente ajeno a la historia, tienen una especial importancia los silencios). También por azar las cámaras del autor se encontraron, durante el rodaje, con una realidad que contrastaba con la pausa de Antoni Ramon fumando, con el torso al aire y el rostro curtido; preparando las herramientas; transportando la cosecha en un camión propio; junto a su hija, quemando la paja de la chufa; entrevistado por su nieto o dialogando –sobre la crisis de los precios en el campo- con otros labradores avezados.

Esa otra realidad consistía en la resistencia popular –en septiembre de 2019- contra la demolición de la alquería del Forn de Barraca, de 1906 y emplazada en Alboraia. La acción de las máquinas, que finalmente derribaron el edificio, está relacionada con el proyecto de ampliación de la Autovía V-21, de acceso a la ciudad de Valencia por el norte. Agentes de la Guardia Civil ejecutaron el desalojo previo. Los activistas del Forn de Barraca informaron en las redes sociales, el pasado 4 de junio, de las peticiones de pena por parte de la Fiscalía contra los detenidos, que alcanzaban los ocho meses de prisión.

Antes de la proyección en Alboraia, Camagroga se emitió en la Mostra de Valencia y en L’Alternativa-Festival de Cinema Independent de Barcelona; y en festivales de Japón, Francia, China, Alemania, Portugal y Reino Unido. La televisión pública valenciana À Punt, que colaboró en la producción, anunció su emisión el 20 de septiembre a las 23 horas (Per l’Horta criticó en las redes sociales que el canal autonómico apenas hiciera publicidad previa de la emisión).

En la presentación del largometraje realizada por las productoras –DACSA y Loverfilms-, se destaca que el origen de l’Horta de València como sistema de producción agrícola data de los siglos XI y XII, durante la época musulmana medieval. Pero este paisaje cultural y sistema productivo milenario “ha sufrido en las últimas décadas un deterioro por el que grandes extensiones de las históricas llanuras fértiles de Valencia han desaparecido; un proceso que no deja de avanzar”, añaden las dos productoras.

Es también el diagnóstico del Plan de Acción Territorial (PAT) de Ordenación y Dinamización de la Huerta de Valencia, aprobado por el Gobierno valenciano en noviembre de 2018; así, el paisaje “valioso” de l’Horta “está seriamente amenazado de desaparición por la presión de la actividad urbanística, las infraestructuras de movilidad y la propia crisis de precios de la producción agraria y su consiguiente abandono”; el proceso de merma en la superficie hortícola comenzó en la década de 1950, “ha ido creciendo de forma imparable y, además, acelerándose hasta el momento presente”, destaca la Memoria Informativa del PAT.

Actualmente el movimiento Per l’Horta continúa con la denuncia y las movilizaciones; por ejemplo frente al nuevo Plan General de Alboraia, donde el gobierno municipal del PSPV-PSOE plantea “ocupar una superficie de huerta excesiva, al menos 160.000 metros cuadrados”, informaron el 21 de julio; también, dentro de la Comissió Ciutat-Port, contra el proyecto de ampliación (norte) del Puerto de Valencia, que consideran “insostenible” en tiempos de emergencia climática; o contra la prolongación de la carretera CV-60, promovida por la Generalitat Valenciana, por ocho municipios de la comarca de la Safor.

Además de político, Camagroga es también un filme –realizado en valenciano- sobre la tradición, el arraigo a la tierra y el uso magistral de los aperos. “En l’Horta nació y se crió Antoni Ramón, y aquí sigue, transmitiendo sus conocimientos a Inma, quien seguirá cultivando la tierra cuando él ya no esté”, afirma Alfonso Amador. “Cultivan la chufa con paciencia, amor y sabiduría; la venden a unos pocos pero selectos clientes; se trata de chufa de autor”, agrega el director y guionista; de hecho, “la película quiere ser una elegía del trabajo, la tierra, la herencia y la resistencia”.

Un modelo diferentees el denunciado en el documental Tigernut, la patria de las mujeres íntegras (2018), de Antxon Monforte; el filme investiga la (presunta) estafa perpetrada en África por multinacionales europeas en relación con un cultivo de moda –muy valorado en las dietas saludables-, la chufa. Asimismo transitan por otra vía grandes cadenas de distribución como la francesa Carrefour, que en su página Web oferta piña de Costa Rica; y en sus anuncios impresos –sin especificar el origen- bananas cavendish, kiwis zespri y aguacates de la variedad hass.

Camagroga muestra un sistema de producción familiar y artesanal; el mimo con el que cultiva la huerta Antoni Ramon “es su forma de resistir el bajo costo y a las grandes superficies, para evitar ser devorados por la dinámica del gran capital y la globalización, de la que Antoni es muy consciente; creo que es una colisión entre dos mundos y dos tiempos”, explica Alfonso Amador (en mayo más de una decena de colectivos agrarios, ecologistas y ONG firmaron el manifiesto Ara, preu justos a l’horta; critican, entre otros puntos, que los productores agrícolas cobren menos del 20% de la cantidad que finalmente paga el consumidor).

Sergi Dies y Alfonso Amador son los autores del guión de Camagroga. Otro documental, 50 días de mayo (ensayo para una revolución), estrenado en 2012, fue el primer largometraje de Amador; en este audiovisual de 94 minutos recogió las voces, esperanzas y contradicciones de los ciudadanos indignados que, a partir del 15 de mayo de 2011, se movilizaron en las plazas del estado español.

En las primeras secuencias de Camagroga aparece Antoni Ramon adecuando los bancales y plantando la chufa con cuidado; “¿Sabes lo que pasa? Eso lo hace la ilusión”, afirma. En otoño, la cámara graba el proceso productivo de la chufa de selección y cosecha propia. Un punto de amargura se desprende de la conversación con otro labrador experimentado; “he tenido enganchones con la cadena nueva; ahora te dirá ¿ves?…Por las correas nuevas; por tensar las correas; en primera…y embozándose”, se lamenta Antoni Ramon.

Sobre el margen de ingreso -muy reducido- y la dura labor cotidiana, todos los días del año, en l’Horta, añade Antoni Ramon: “Aquí te queda para tu trabajo”. El curtido labrador compara esta situación con la de Francia, donde considera que las subvenciones tienen un peso mayor y los sindicatos agrarios más fuerza. Y afirma, en este contexto de adversidades: “Supongo que todos los trabajos tendrán sus problemas… (Los trabajadores) tienen que estar ocho horas ahí, a piñón fijo, un día y otro y otro… Al final lo único que haces es acostumbrarte…”. Por el contrario, “esto (la faena en la huerta) es más libre”, remata el labrador valenciano.