Los autores analizan los cambios en las relaciones internacionales que se están produciendo en Cuba, tanto con EEUU tras la victoria de Barack Obama, como con la UE, que ha comenzado a modificar sus planteamientos, y la intensificación de sus tratos con China. El comisario europeo de Ayuda Humanitaria, Louis Michel, ha visitado Cuba para anunciar la reanudación de los proyectos de cooperación. Las autoridades y los medios cubanos advierten que la esencia de la política de EEUU no va a variar y que sólo el final del bloqueo será muestra de buena voluntad. A pocas semanas de cumplir sus 50 años, la Revolución cubana afronta nuevos y definitivos retos, esta vez esencialmente en su universo interno, en un país en el que el 70% ha nacido después de esa fecha.
Los movimientos diplomáticos en torno a Cuba muestran una clara tendencia hacia rápidos y dinámicos cambios en la política internacional. Especialmente a partir de las declaraciones en campaña de Barack Obama sobre sus compromisos respecto a la Isla. De los distintos argumentos esgrimidos por el entonces candidato demócrata, uno adquiere una importancia manifiesta: el nuevo equipo de gobierno en la Casa Blanca a partir del 20 de enero podría incluir, por primera vez desde 1959, negociaciones directas y el levantamiento de determinadas medidas restrictivas contra el Gobierno revolucionario. A las pocas semanas, diversos medios de comunicación europeos expresaban su preocupación sobre las consecuencias de estas intenciones: la ya confirmada victoria de Obama podía generar una clara «pérdida de espacio» para una Unión Europea demasiado atada a una anacrónica estrategia «made in USA» importada e impuesta por José María Aznar (la conocida como «Política Común»), pesada ironía ante la nueva situación regional.
El Gobierno español ha sido el primero, pero no el único, en acelerar sus movimientos y hacer públicos sus gestos: desbloqueo de los fondos de cooperación (25 millones de euros), asignación de la misma cantidad para las afectaciones de los recientes huracanes, visita a La Habana del vicesecretario de organización del PSOE, José Blanco, para reunirse con empresarios y cooperantes residentes en la Isla, además de encuentros con altos responsables del Gobierno y del Partido Comunista.
La agenda comunitaria ha incluido también el viaje del Comisario Europeo para la Ayuda Humanitaria, Louis Michel, con el objetivo de transmitir a las autoridades cubanas la reanudación de los proyectos de cooperación de la UE por un monto de treinta millones de euros, o del crédito comercial francés, anunciado por autoridades de ese país en la Feria Comercial de La Habana. Se ha tratado, en definitiva, del contrapunto europeo ante la nueva situación abierta con el fin de «salir en la foto» ante los tiempos que se avecinan. Cierre brillante para la estrategia diplomática cubana, favorecida por el resultado de las elecciones estadounidense y acelerada a mediados de octubre con la serie de reuniones al más alto nivel desarrolladas por el canciller cubano Felipe Pérez Roque en Madrid y Bruselas, expresando directamente la petición de su país de que quede eliminada definitivamente la política europea de presión.
Cubá más allá de Europa. Está claro que la Revolución no mira sólo a Europa: cuenta con una amplia red de relaciones internacionales que permiten a La Habana, al menos en el actual contexto, equilibrar en cierta medida los rápidos e interesados cambios de actitud europeos ante la victoria de Obama.
Los ejemplos son muchos: la reciente visita del presidente de Brasil, Luiz Inazio Lula Da Silva, acompañado de la apertura de una oficina comercial permanente de Brasil en Cuba así como la entrada de la poderosa empresa brasileña Petrobras en la prospección de petróleo en el Archipiélago, el ingreso de Cuba (a petición de la mayoría de sus integrantes) en el Grupo de Río, foro de consulta política latinoamericano, acto que supone un claro y amistoso gesto político, la visita de la vice-presidenta de Vietnam con la firma de acuerdos económicos en sectores tan estratégicos como la alimentación, energía o el desarrollo farmacéutico.
Y todo ello sin olvidar los intensos contactos al más alto nivel entre Rusia y Cuba en plena «política de reencuentros», tras el enfriamiento de los últimos años, fraguada en un renovado apoyo político y comercial que incluye un crédito blando por valor de veinte millones de dólares para la compra de equipamiento ruso, además de la intensificación de la relaciones en el ámbito militar.
En el actual reforzamiento de la política exterior cubana para evitar el aislamiento de la Revolución en el nuevo contexto mundial, merece una mención especial, junto a las relaciones de privilegio con Venezuela, el estrechamiento de los vínculos con la República Popular China, segundo socio comercial de la isla. La actual visita a La Habana de una delegación al más alto nivel encabezada por el propio presidente Hu Jintao (el «compañero Jintao», como señala el diario «Granma») es la mejor muestra de una relación que se establece en parámetros políticos y económicos. Junto al presidente, por ejemplo, han llegado 2.500 vehículos importados de China en condiciones muy favorables para Cuba (camiones, remolques y autobuses) que van a fortalecer el maltrecho parque automovilístico de áreas económicas como la agricultura, el comercio exterior, la agroindustria azucarera o la industria alimenticia. Estos vehículos, junto a las once locomotoras recibidas en julio (al precio de 1,3 millones de dólares por unidad) y las sucesivas entregas de autobuses de la firma Yutong, sitúan a la República china como el principal suministrador de transporte, tratando de paliar así uno de los problemas más significativos del país.
¿Cambios en la política de USA?. Aún es demasiado pronto para aventurar cuál será la política del nuevo gabinete. Las declaraciones de Obama han sido confusas: en determinados foros anunciaba al establecimiento de negociaciones directas «sin condiciones». En otros, prometía la eliminación de las medidas implantadas por la Administración Bush en 2004 como la restricción de viajes familiares a Cuba o la limitación de envíos monetarios (establecidos en un máximo de 100 dólares por mes). Este último anuncio, sin duda, ha tenido un enorme impacto entre los cubanos y la comunidad cubanoamericana.
No olvidemos, por ejemplo, que en 2003 las visitas de cubanos residentes en EEUU superó la cifra de 700.000 personas y los ingresos por remesas familiares alcanzaron los 2.000 millones de dólares.
Recientes informaciones hablan también de una posible reanudación de los intercambios académicos, deportivos y culturales como un primer paso dirigido a suprimir, a medio plazo, la prohibición a los ciudadanos norteamericanos de visitar Cuba sin un permiso especial.
Si bien las autoridades y los medios cubanos advierten que la esencia de la política de EEUU no va a variar y que sólo el final de la injerencia y la eliminación del bloqueo serán muestras reales de una verdadera voluntad de acercamiento, todo indica que estamos a punto de vivir el inicio de una nueva etapa en estas complejas relaciones bilaterales, etapa aún por definir en sus contenidos y formas pero que, sin duda, significaría un serio desafío para el Gobierno revolucionario.
¿Y, la contra? Bien, gracias. En medio de conjeturas y expectativas, hay que constatar que el nuevo presidente estadounidense, a diferencia de los anteriores, no parece tener compromisos definidos con los sectores más reaccionaros de la contrarrevolución radicada en EEUU. Ni tan siquiera les debe su holgada victoria en el Estado de Florida, conseguida a pesar de sus declaraciones sobre Cuba. ¿O quizá precisamente por ellas? Los sectores «duros» de la oposición externa y sus aliados internos han sido generosamente financiados, apoyados e incluso organizados durante décadas por las diversas administraciones norteamericanas, convirtiéndose de hecho en un influyente e intransigente lobby de presión. Pero en la pasada campaña electoral, la mayor parte de ellos han apostado claramente por el candidato perdedor. De momento y con los resultados en la mano, expresan sus preocupaciones y temores por los «cambios» previsibles. Y muy especialmente por la posible puesta en marcha de un estricto control fiscal de los cuantiosos fondos federales que les siguen siendo asignados año a año y que se han convertido en un lucrativo negocio.
Quizá la mejor muestra de esta posición y de las alarmas activadas sea lo sucedido en la velada de seguimiento electoral que se celebraba en la Oficina de Intereses de EEUU en La Habana. Al acto fueron invitados la mayoría de los disidentes internos procediéndose a una votación simbólica donde participaron como «ciudadanos norteamericanos de honor». El resultado fue abrumador: 51 votos a favor de John McCain y 24 papeletas para Obama al que, al parecer, únicamente votaron parte del cuerpo diplomático y de la prensa extranjera presente.
Todo apunta a que, finalmente, en el campo de la contrarrevolución es previsible un crecimiento gradual de la influencia de los sectores menos beligerantes y partidarios de un diálogo con la Revolución, sin que ello signifique la desaparición de la presión de los colectivos más reaccionarios, siempre ayudados por su importante disponibilidad económica.
¿Crisis de los 50?. A primera vista parece que los rápidos movimientos diplomáticos europeos, los posibles cambios de la política norteamericana y las sólidas relaciones internacionales, incluyendo su diversificación en los intercambios económicos, van dando la razón a la firme y continuada política de la Revolución de no hacer concesiones ni aceptar presiones o interferencias externas. Pero paralelamente, no se le escapa a nadie que cualquier variación en las relaciones con Estados Unidos y la Unión Europea, con su consiguiente proceso de contactos y negociaciones, exige obligatoriamente mantener un alto grado de consenso en el interior de la sociedad cubana.
La realidad cotidiana actual da muestras de una delicada situación económica y social, en relación directa en este caso con los graves daños ocasionados por los tres ciclones que han asolado el país en los meses de septiembre y noviembre (unos 9.000 millones de dólares) y la consecuente ralentización, casi paralización, de la política de cambios anunciada por el presidente Raúl Castro en su toma de posesión en febrero de este año.
En la dinámica diaria los servicios eléctrico y telefónico, seriamente afectados, van recobrando la normalidad, mientras la vivienda en las zonas afectadas se ha establecido como tema urgente y estratégico (con un plan para el próximo año de construcción o reparación de 80.000 hogares).
Paralelamente, se ha reforzado el abastecimiento de alimentos a los territorios más afectados por los desastres naturales, aunque se continúan observando serias dificultades en la oferta de comida a nivel nacional, esencialmente en frutas, vegetales frescos y proteínas, mientras que la congelación de precios comienza a dar los primeros resultados con un claro retraimiento del mercado negro especulativo.
Temas de fondo. Más allá de las preocupaciones, dificultades y carencias diarias de la población, siguen pendientes los debates y las soluciones a cuestiones más de fondo que los fenómenos naturales han dejado, por el momento, en un segundo plano como la necesidad de afrontar una política global de vivienda, infraestructuras y comunicaciones, la corrección de una costosa aplicación del igualitarismo en todos los servicios y abastecimientos subvencionados (cuestión que, junto a un salario insuficiente, fomenta un llamativo y extendido fenómeno de absentismo laboral y social), el mantenimiento de una estructura y organización productiva claramente incapaz de dar respuesta a la creciente demanda de consumo y productividad, los serios y evidentes problemas de desideologización de amplios sectores de la juventud y, simultáneamente, la corriente migratoria que anualmente priva al país de miles de jóvenes (en cuya formación, salud y bienestar se emplean numerosos recursos económicos y esfuerzos sociales), la corrupción y desvió de recursos estatales que alimentan un activo mercado negro, la doble circulación monetaria que fomenta la desigualdad social y deforma la política social.
A pocas semanas de cumplir sus 50 años, la Revolución cubana afronta nuevos y definitivos retos, esta vez esencialmente en su universo interno. A nadie se le escapa que el relevo generacional debe asegurar su continuidad y readaptación a estos nuevos tiempos y sus necesidades, un relevo que en realidad va más allá de lo meramente político en un país en el que el 70% de su población ha nacido después del triunfo de un proceso social que sigue siendo un ejemplo de dignidad para el mundo.