Mejora, progreso, perfección, son vocablos que pueden encontrarse en el diccionario de sinónimos de la Real Academia de la Lengua para la palabra reforma. El término se está empleando en Europa -y por ahí- con sentido de dudosa moralidad, como diría un biólogo al ver un charco de agua estancada. En Cuba no se peca […]
Mejora, progreso, perfección, son vocablos que pueden encontrarse en el diccionario de sinónimos de la Real Academia de la Lengua para la palabra reforma. El término se está empleando en Europa -y por ahí- con sentido de dudosa moralidad, como diría un biólogo al ver un charco de agua estancada.
En Cuba no se peca de menos… ni de más. Los cambios ocurren, pero se les tacha de lentos. Si se hace una lista, se verá que no son pocos. Lástima que no se hagan sentir -en sentido inverso, desde luego- con el vigoroso peso que ocurre en otras latitudes donde los «paquetazos económicos» están dejando a millones vivencialmente malparados.
Leyendo informaciones de diarios provinciales uno se entera de paradojas como que después de quitarle las ataduras a las Unidades Básicas de Producción Cooperativa (UBPC) se avanza, pero poco. Cualquiera pudiera creer que si le das total autonomía a alguien, uno solo, o un grupo, todos procederían a tomar esas facultades sin pensarlo demasiado o hasta imponer los fueros concedidos por ley, si alguien se atreviera a impedirlo.
La timidez con que se actúa en esa materia se parece a la plasmada en otros acápites de la vida nacional. Cambiar la mentalidad -no digo nada nuevo- es lo más difícil de transformar. Los hechos lo están demostrando.
En las nuevas provincias de Artemisa y Mayabeque se redujo más-menos a la mitad la cifra de funcionarios, agilizando trámites y la cotidianidad para los ciudadanos. Nada se detuvo. Al revés. Eso prueba que muchas manos no hacen un buen pastel, antes que eso, pueden contaminarlo.
Parece ser positiva la experiencia, pues los indicadores generales mejoran. Digo en cuanto al nivel de ingresos, la productividad agrícola y pecuaria, el crecimiento de las actividades autónomas (desde el primer parque infantil privado de toda Cuba, hasta los ensayos con maíz transgénico para forraje, a partir de semillas propias).
Pero los precios de los alimentos permanecen altos, sobre todo en la capital. Si vas a «al interior» la diferencia es notabilísima, a la baja, por fortuna.
La Isla está perdiendo cierta monotonía económica. No debido solo a que se descentraliza, sino por la diversidad de propósitos y acciones. Están los polos de desarrollo industrial, como los de Mariel o Cienfuegos, y los experimentos administrativos extranjeros, en áreas ayer vedadas. La industria azucarera, por ejemplo. Ya se sabrá con qué resultado. Entre lo uno, lo otro o lo por ver, andan las fórmulas conocidas de producción agropecuaria con sus avances y retrancas.
No hubo una reforma salarial obvia, anunciada, pero existen formas de pago diferentes según el sitio y tipo de trabajo, incluyendo el de los reclusos que se acogen al sistema. Hasta donde alcanzo a conocer, se le da preferencia a la esfera productiva, por rendimiento, considerando costos-ganancia, pero no se excluye la de los servicios. Esos últimos, en el sector cuentapropista (¡qué palabreja!), se expresan sobre todo en el transporte, (hay rumores de que se preparan cooperativas de ómnibus urbanos, les adelanto). También es extensa la gama de ofertas que van desde los churros rellenos hasta la más distinguidas y exclusivas paladares visitadas por artistas y extranjeros avisados.
La artesanía no es hoy asunto de baratijas mal hechas, aunque no falten esas. Hay orfebrería de todos los calibres; muebles de altísima calidad que la industria turística contrata. Igual satisfacen el ansia de lujo de los nuevos ricos -que los hay-. Algo, eventualmente más barato, quizás de índole utilitaria, como zapatos, es asequible para quienes tienen menos.
De igual forma, en las expo-ventas por fechas, o los espacios en tiendas cedidos para la comercialización de estos bienes, se pueden adquirir lámparas exquisitas, y junto con ellas sorprendentes confecciones textiles y una amplia gama de productos y obras. Aunque muchos -dentro y fuera- no lo vean, en lo dicho está la pequeña y mediana empresa, creciendo.
Es de lamentar que junto a lo novedoso o en evolución, persistan tantos malos hábitos. Sea tener música estridente en los comercios y casas, o quedarse esperando a que «baje de arriba» lo que se debe hacer. A la prensa -tema escabroso, sin duda- le ubican en eso que se menea poco y debiera tomar otro ritmo. Pero ese también es otro de esos asuntos que, de momento, se quedan pendientes.