Canadá tiene la costa marítima más extensa que cualquier otro país del mundo; sus costas tienen 202.080 kilómetros de largo, incluyendo el Ártico, por lo que es un pais único y privilegiado que tiene costas a ambos océanos, el Pacífico y el Atlántico. Sus litorales incluyen formaciones mayormentes rocosas y variadas, todavía cubiertas de vegetación, […]
Canadá tiene la costa marítima más extensa que cualquier otro país del mundo; sus costas tienen 202.080 kilómetros de largo, incluyendo el Ártico, por lo que es un pais único y privilegiado que tiene costas a ambos océanos, el Pacífico y el Atlántico. Sus litorales incluyen formaciones mayormentes rocosas y variadas, todavía cubiertas de vegetación, bosques y playas. En la plataforma continental de sus costas, su recurso más importante fueron los peces; su pesca rica fue el recurso más importante que tuvieron, primero sus aborígenes y más tarde, los europeos que allí se establecieron. Esta relación entre peces y seres humanos data del fin de la era del hielo, unos 10.000 años atrás.
Costa del Atlántico
Los europeos que se establecieron en las costas del Atlántico, las que hoy se llaman provincias Marítimas, allá por el siglo 16 y 17, no ocuparon territorios libres sino territorios ocupados por miles de años por pueblos aborígenes, entre ellos los Inuit descendientes de los habitantes prehistóricos de Alaska al océano Atlántico, y otros pueblos como los Mi´kmag, hoy numerosos, y los Maliseet. Todos estos pueblos vivían entonces de la caza, de la recolección de alimentos y de la pesca.
La abundancia de peces, en los océanos alrededor de Canadá, fue una de las mayores del mundo -como lo atestiguara el navegante italiano Giovanni Caboto cuando arribó a las costas de lo que es hoy la provincia de Newfounland en 1497. Gaboto narró que su barco quedó practicamente bloqueado por los bacalaos, de tantos que habían en ese mar. En los siglos que siguieron esta fue la única razón para los europeos venir a establecerse en estas costas, la abundancia de bacalao y otras especies de peces.
Hoy, en Canadá, aquella abundancia es cosa del pasado, la industria de la pesca está al borde del colapso total, principalmente en la costa atlántica donde residían el 84% de las reservas de peces del país para 1990. Un informe presentado a la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia (American Association for the Advancement of Science) el año 2002 pronosticaba un completo colapso de la pesca en todo el Atlántico del Norte del continente americano para el año 2010.
La principal especie en el Atlántico es el bacalao (northern cod) que se consumió por siglos en muchos partes del mundo como alimento vital por su riqueza nutritiva. Para el fin de los años 50 y durante los 60 su pesca incrementó, el record fue de 800.000 toneladas y fue alcanzado el año 1968. Este ritmo de pesca creó un «boom» gracias a que nuevas tecnologías fueron incorporadas a la pesca, los barcos pequeños y botes de pesca establecidos a final del siglo 19 fueron desplazados por barcos factorías. Estos «factory trawlers» traídos desde otros países, principalmente de Alemania, Gran Bretaña, España y Portugal, pescaban legalmente en las aguas continentales canadienses, a sólo doce millas de la costa de Estados Unidos y Canadá. Para 1975, y debido a la irresponsable explotación de la pesca, la pesca del bacalao no alcanzó las 300.000 toneladas, mientras que otras especies como la merluza, el lenguado y el halibut bajaron espectacularmente.
De un total de 775.000 toneladas de pesca en general, en el Atlántico canadiense en 1980, de 500.000 toneladas en 1988 se llegó a 50.000 toneladas en 1994, un declive del 90% en sólo cinco años. Este año la cuota de pesca del bacalao es de apenas 13.000 toneladas. Esto mientras que la pesca comercial del salmón nativo del Atlántico está completamente terminada por ya varios años.
La causa principal de este colapso de la pesca del Atlántico canadiense es sin duda la sobreexplotación, y los responsables directos de esto son el gobierno canadiense que decidió regular la industria pesquera recién desde 1950. El otro gran culpable de este colapso es la industria pesquera misma que naturalmente no habría nunca de auto regularse. En los años 80 fue permitido usar un sistema de gigantescas mallas, del tamaño de un campo de fútbol, que tocaban el fondo del mar y arrasaban con todo lo que allí cayera. Estos arrastradores, o «draggers» en inglés, fueron una forma de crímen contra las especies que habitaban el océano, y fuera de arrasar con ellas, destruían su habitat y destabilizaban los ecosistemas.
El gobierno federal canadiense en los 80 no sólo no detuvo esta «cacería» de peces sino que promovió la inversión en la explotación pesquera dando aún más licencias y subsidiando a las grandes corporaciones para que construyesen barcos más y más grandes y plantas procesadoras por doquier. En forma muy sospechosa se reportaban datos supuestamente ciéntificos que sorpresivamente, y a pesar de esta masacre de las especies, decían que los recursos de pesca eran todavía «saludables». Estos reportes no engañaron nunca a los pescadores artesanales o de menor escala que denunciaban como mejor podían el notorio declive del bacalao. Recién en 1986 estudios cientícos reconocieron que había una baja y para 1988 recomendaron una reducción de la pesca a la mitad. Pero el gobierno federal hizo oídos sordos incluso a estos reportes y retrasó las medidas de conservación hasta que la biomasa de peces llegó a su más bajo nivel en 1992.
Las consecuencias económicas y sociales de la masacre del mar se sintió en tierra, precisamente los más afectados fueron los pescadores artesanales y pequeños y los trabajadores de las plantas procesadoras, decenas de miles de ellos quedaron desempleados para siempre. Las comunidades de pescadores quedaron desoladas, una reliquia turística del lugar.
El colapso de la industria pesquera del Atlántico canadiense demuestra una vez más que las ganancias y la tecnología de cualquier aventura económica frustrada quedan en manos de los capitalistas, son privatizadas y se las llevan ellos. Pero, los costos económicos y sociales de estas aventuras se socializan y los pagan los ciudadanos del país. Es una economía irracional; por mucho tiempo después del quiebre el estado canadiense ha tenido que invertir para enfrentar los costos humanos, para empezar tuvo que gastar dos mil millones de dólares -se trata de más de 40.000 trabajadores y sus familias. Ni hablar de los daños sicológicos, traumáticos, para quienes quedaron sin actividad y sin sustento.
Costa del Pacífico
Cuando el hombre blanco llegó a las costas del Pacífico, lo que hoy es la provincia de British Columbia, encontró diferentes pueblos aborígenes, los Haida, Tlinkit, Bella Coola entre otros. Estos pueblos habían desarrollado culturas muy ricas, de entre las más complejas al norte de México, y su alimento principal era el salmón del océano, pez que además inspiraba su cultura.
La situación en el litoral del océano Pacífico canadiense no es muy diferente que la del Atlántico. La marcada baja en las reservas príncipalmente de salmón comenzó en 1995. La pesca del salmón en esta costa fue en 1990 de 96.000 toneladas, incluyendo los cinco tipos de salmón que nacen en rios y arroyos y viven luego en el océano: el salmón sockeye, pink, chum, chinook y el coho. Para el 2002 la pesca de estos peces había caído a 33.000 toneladas, y hoy continúa bajando. Han desaparecido 142 poblaciones de salmones para siempre. El salmón nativo del Pacífico (wild Pacific salmon) en su estado libre va a la extinción, evitarlo requiere gran ayuda y eso no se vislumbra. Otras especies de pesca comercial han sufrido también declive: el arenque, el halibut y el lenguado.
El salmón del Pacífico es una especie antigua, con historia y conección cultural; se sospecha que sus antepasados datan seis millones de años. La capacidad del salmón de moverse entre ríos y océano se desarrolló a través de cinco de las grandes épocas del hielo generando cinco espécies de salmones que son «anadromous» o sea que viven en agua dulce y salada. Después de vivir por años en el océano su instinto los lleva a retornar a su lugar de nacimiento, donde luego de desovar mueren.
Ver la llegada misteriosa de los salmones a su lugar de origen es un espectáculo a la vez magnífico y triste; luego de recorrer grandes distancias contra la corriente, y con sus cuerpos heridos, los sobrevivientes generan nueva vida.
El salmón del Pacífico es un pez especialmente vulnerable debido a su ciclo de vida que es bien conocido. Los habitantes de la zona esperan la llegada del salmón, o «salmon run.» La sobreexplotación ha dañado para siempre a la especie y los responsables son primeramente el gobierno canadiense que no ha impuesto regulaciones protectoras y luego todos aquellos que explotan los recursos del mar, incluso a los obsesionados que se dedican a la «pesca deportiva» sin mayor miramiento.
En valor económico, el declive de la pesca del salmón del Pacífico en Canadá ha bajado de casi 300 millones de dólares en 1990 a menos de 50 millones hoy.Aunque el impacto social en la zona es menor que en la zona del Atlántico, las alternativas propuestas para el problema no son menos dañinas.
Por ejemplo, buscando más rentabilidad, surgió en los años 60 la crianza del salmón en jaula de malla abierta en Noruega. Esta industria luego se expandió a Escocia, Irlanda, Canadá, E.U. y Chile. Hoy es un negocio dominado por unas pocas corporaciones multinacionales. Es esta una industria con un tremendo impacto ambiental. El principal problema relacionado con esta actividad es (1) la polución de las aguas que rodean al criadero, tanto química como orgánica y que se debe a los excrementos de los peces y a los residuos que se depositan directamente en el medio ambiente marino. No menos dañinas son (2) las drogas que se le suministran a los salmones, incluso los antibióticos que alteran los nutrientes de las aguas y los pesticidas que causan infestaciones como los «piojos del mar.» Otro impacto al medio ambiente marino es (3) el escape de peces de criadero, generalmente salmón del Atlántico, una especie que crece más rapido y es menos agresivo, pero que acarrea enfermedades y parásitos que amenazan la biodiversidad. Finalmente, en los criaderos se usan como alimentos (4) otras especies del mar. El salmón es carnívoro y para producir una tonelada de salmón de criadero se requieren de 2,7 a 3,5 toneladas de otros peces valiosos en nutrientes como arenque, jurel, anchoetas y sardinas.
Los ecosistemas del océano en Canadá enfrentan, fuera de la mala administración y sobreexplotación de los recursos, el calentamiento y la creciente polución de las aguas. Contaminantes como el mercurio, cadmio, y PCB se encuentran ya regularmente en el atún, salmón de criadero, pez-espada y ostras, entre otros, en cantidades dañinas para la salud humana.
Como alternativa al consumo de peces ha aumentado el consumo de crustáceos y moluscos. Hay más de 460 criaderos de estos últimos en la costa del Pacífico pero no hay estudios suficientes sobre sus efectos en la salud y el medio ambiente.
Como a otros recursos naturales, agua, bosques, ríos, lagos, a los recursos del mar parece esperarles el mismo destino. Se acerca un colapso, de cuya gravedad la sociedad canadiense pareciera conciente, pues tiene medios educativos y capacidad científica para entenderlo así, pero el individualismo consumerista dominante continúa haciéndoles olvidar la gravedad de la situación. Ignoran entonces esta realidad y se hacen de alguna forma cómplices de la destrucción, casi tan responsables como quienes teniendo el poder político para hacer cambios no los hacen, o como quienes se enriquecen con la destrucción irracional que el capitalismo genera.