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Carlos Alberto Montaner, el embargo norteamericano y la estreptoquinasa recombinante

Fuentes: The Miami Post

La noticia la trajo un cable de la agencia española EFE, fechado en San Lorenzo del Escorial, el 6 de septiembre del 2002, pero sin ofrecer otros detalles: Carlos Alberto Montaner, presidente de la agrupación anticastrista «Unión Liberal Cubana», se vio impedido de asistir a un seminario desarrollado en la Universidad Complutense de Madrid, por […]

La noticia la trajo un cable de la agencia española EFE, fechado en San Lorenzo del Escorial, el 6 de septiembre del 2002, pero sin ofrecer otros detalles: Carlos Alberto Montaner, presidente de la agrupación anticastrista «Unión Liberal Cubana», se vio impedido de asistir a un seminario desarrollado en la Universidad Complutense de Madrid, por encontrarse convaleciente de una operación. Si en el mundo se realizan diariamente más de 100 mil intervenciones quirúrgicas, ¿ qué podría tener de particular la operación de Carlos Alberto ?

 

Resulta que Montaner, quien ha apoyado resueltamente el mantenimiento del embargo norteamericano contra Cuba hasta tanto se lleven a cabo reformas democráticas y se respeten los derechos humanos en la Isla, había salvado milagrosamente su vida gracias al tratamiento oportuno que recibiera con un medicamento producido en Cuba conocido como estreptoquinasa recombinante, indicado para la destrucción de coágulos en el infarto agudo del miocardio.

 

Según trascendió, luego de lo publicado por EFE, Carlos Alberto había estado bajo el asedio de una secuencial y peligrosa batería de espasmos cardiovasculares, que estuvieron a punto de hurtarle la vida y, al ser trasladado de urgencia al hospital, luego de sufrir un repentino desmayo, llevaba consigo, colgada al cuello –con el mismo apego con el que la pulga se pega al perro– una ampolleta de la estreptoquinasa cubana.

 

Aunque es bien conocido que existe un «tráfico activo» de meprobamato entre La Habana y Miami, se impone la pregunta: ¿ cómo llegó a manos del destacado anticastrista aquel importante medicamento cubano ?. Según me confirmara un médico residente en Miami, –el mismo que en julio de 1998 confirmara al periodista Pablo Alfonso, de El Nuevo Herald que la doctora Elizabeth Trujillo había trabajado en el hospital CIMEQ de La Habana, cuando esta se vió envuelta, tras desertar en Costa Rica, en una polémica con las autoridades cubanas–, que tanto ahora como entonces prefirió no revelar su identidad porque su familia aún permanece en Cuba, fue la mencionada cirujana, quien luego de conocer que Carlos Alberto sufría de espasmofília cardiaca, una especie de hipersensibilidad nerviosa e hipocondríaca que puede llevar al infarto, le había hecho llegar la preciosa carga sacada por ella de Cuba en abril de 1998 cuando decidiera desertar en compañía de su esposo Félix Ochoa.

 

Según me revelara un importante científico del Instituto de Ingeniería Genética y Biotecnología de Cuba, que huyera hacia Estados Unidos en años recientes, el mencionado medicamento, producido en ese centro científico cubano, es una proteina de origen bacteriano que posee acción trombolítica, o sea, es capaz de disolver los trombos que impiden el paso de la sangre durante un infarto. El infarto agudo del miocardio constituye la primera causa de muerte tanto en Estados Unidos como en Cuba, concluyó.

 

Una fuente cercana al médico cubano Antonio Guedes, quien reside en Madrid y es Vicepresidente de la ULC, en entrevista telefónica me comentó: «Carlos Alberto está en dos profundos dilemas: el primero se deriva del hecho de que no se puede conocer a la muerte, como él lo hizo, y desentenderse posteriormente de ella; y el segundo porque, como diría mi abuela Eusebia, no se puede practicar la moral en calzoncillos». Y acto seguido profetizó «no tengo la menor duda de que a partir de ahora los empresarios farmacéuticos norteamericanos podrán contar, al menos, con la complicidad de Carlos Alberto para luchar por el levantamiento del embargo en el tema de las medicinas y, aunque no haga lobby en su contra, –pues a estas alturas sería como negarse a sí mismo–, estoy seguro que aborrecerá la utilización de las medicamentos con fines políticos. Es que nadie experimenta con cabeza ajena», sentenció.