A la atención de Alberto Garzón Apreciado compañero: he podido ver el vídeo que Fort Apache editó y publicó en Youtube, sobre la mesa redonda en la que participasteis tú, Iñigo Errejón, Manuel Monereo, Enric Juliana, Carolina Bescansa y Jorge Alemán. Conviene ver el debate entero. El montaje/resumen colgado en Youtube por Fort Apache: https://www.youtube.com/watch?v=CXd-WQH9j3c&list=UUzoE2GeGTIcSiBmLoOLYsWQ […]
A la atención de Alberto Garzón
Apreciado compañero: he podido ver el vídeo que Fort Apache editó y publicó en Youtube, sobre la mesa redonda en la que participasteis tú, Iñigo Errejón, Manuel Monereo, Enric Juliana, Carolina Bescansa y Jorge Alemán.
Conviene ver el debate entero. El montaje/resumen colgado en Youtube por Fort Apache: https://www.youtube.com/watch?v=CXd-WQH9j3c&list=UUzoE2GeGTIcSiBmLoOLYsWQ tiene otra enjundia e intención: más que «una de indios apaches y americanos» era un «duelo al sol» entre tú y Errejón, el cual que era ayudado, con su winchester, por el productor del vídeo, el verdadero encargado de matar, desde el callejón, a Liberty Valance. Ese montaje dual es, también, muy instructivo: el medio es el mensaje.
El debate giraba en torno a la construcción de un sujeto. Un sujeto que podemos denominar Pueblo; o Bloque social. A mi juicio, había acuerdo de base en que los sujetos sociales son históricos y se construyen. No existe ningún organismo social que sea natural o exista espontáneamente. De hecho, cuando el marxismo utiliza determinada terminología y define que una clase es o existe «en sí», debemos tener en cuenta que ese es el término que Hegel construye para traducir al alemán el «dynamis» griego que traducido al latín da «in potentiam»: en potencia. Lo que en potencia puede ser una cosa es la materia. La materia en potencia puede ser muchas cosas. Una madera puede ser una cama -por seguir con Aristóteles- o un arado, o una fogata.
También creo que había acuerdo en otro asunto: en que el sujeto debe ser construido por la mediación de ideas; y si se quiere, habría -creo- otro punto en el que habría cierto acuerdo: en que para eso, para las «ideas» se necesita del «lenguaje».
A partir de ahí era muy clara la opción de Errejón: una opción inmersa en el «Giro lingüístico». Para él la construcción de un pueblo depende de la creación de un lenguaje simbólico, elaborada por intelectuales. Un lenguaje de significantes semivacíos que interpele a la gente, y le haga movilizar su imaginario, proyectarse en ese lenguaje, llenarlo de contenido y sentirse parte integrante del colectivo lingüístico simbólico movilizado. En ese grado de unificación, cabe entonces preguntarnos por la actividad posible de ese público concitado como parte de un Sujeto. Fundamentalmente es doble: la movilización puntual cuando sea convocado a una movilización de masas -los actos de masas- y la votación en las elecciones. Si se organiza un sindicato, cabe, además, que el público se afilie. Y si el sindicato es una central al uso -una central de servicios y negociaciones colectivas- el individuo público concitado cotizará y elegirá representantes, en su sindicato y en las elecciones sindicales. En la práctica el giro lingüístico propone la vuelta al «Modelo de 1978» -si se quiere, al pacto del 48/guerra-fría-Fulton. «Tú te desmovilizas que yo te daré lo que necesites»-.
Errejón se refería, para legitimar este modelo al PCI de Togliatti. Allí mismo -o quizá en otro lugar, y yo me confundo de vídeo- citaba también a Gramsci, como teórico de la «ideología».
Tú por tu parte, señalaste el asunto de la ambigüedad del discurso así construido, y la ambigüedad consiguiente de sus consecuencias. Y citaste a Gramsci, y a Polanyi, explícitamente. Y, creo, implícitamente, citaste El 18 Brumario de Luis Napoleón Bonaparte, de Marx, como texto que explica una situación semejante.
Me sorprendió que no extrajeras más conclusiones del conjunto citado, y que no negaras la interpretación que Errejón hacía de Togliatti y el PCI
Tanto Gramsci como Polanyi consideran que el mundo humano se construye. Pero saben además que el mundo humano tiene unas bases ontológicas, o si se prefiere -pero es cuestión de palabras- antropológicas, no reducibles a discurso teórico y no producidas por el discurso teórico. No reducibles a la política, si por política se entiende la acción institucional.
Para Gramsci, como para el padre de la antropología económica, el ser humano se construye cuando construye su ethos –eticità-, su cultura material de vida -o su espíritu objetivo; o su sustancia, o su positividad, o su pueblo, o su estado: son sinónimos-. Cuando organiza su hacer en su vida cotidiana, cuando organiza su actividad de metabolismo con la naturaleza. Obviamente, esta cultura se basa en acción, en actividad. Y la actividad, también obviamente, está orientada, constantemente, desde dentro de la misma, mediante lenguaje, mediante palabras. Pero esta discursividad que es la ontológica, que es la que pone/crea mundo de vida, una cultura material, que es la que dirige un hacer objetivador concreto, y que es discursividad, o razón vehiculada mediante lenguaje, sin embargo, no es razón teórica. En absoluto. Es Razón Práctica, es el pensamiento que guía la praxis.
Todo esto es Gramsci -es Polanyi-; todo esto es Marx, es Hegel. Todo esto es al padre de la filosofía de la praxis, es Aristóteles, el filósofo más grande de todos los tiempos según Hegel.
Es el hacer en comunidad, guiado por el interno pensamiento lenguaje práxico, el que crea comunidad. Y es el hacer de cada individuo en comunidad el que crea la subjetividad de cada individuo. Crea sus capacidades de hacer -«el acto es anterior a la potencia», Aristóteles, Metafísica 1045 b-; crea sus expectativas y aspiraciones; crea su imaginario. Crea sus necesidades. La experiencia que la praxis genera en el sujeto; esto es, la experiencia de capacidad de hacer o de impotencia de hacer, esa es la que genera la imaginación sobre lo que puede llegar a ser posible o no. Y es una imaginación «cierta», no una imaginación «fantasiosa»: si sabré yo de lo que yo soy capaz, si sabré yo lo capacitado que estoy -a consecuencia de mi organización/ aislamiento, que posibilita/impide que yo desarrolle en mi capacidades reales nuevas de dominio sobre mi vivir- para poder hacer: si sabré yo si a mi me gusta el jamón. Saber de la experiencia de la consciencia es el subtítulo de la Fenomenología del espíritu.
Si el hacer de las personas en comunidad sigue siendo hegemonizado por el proyecto capitalista; si la única forma de vida que sabemos -y la sabemos aisladamente: como individuos aislados en nuestro vivir cotidiano- es la capitalista, «ésta», entonces, el recorrido de nuestra imaginación, el de nuestras aspiraciones, el de nuestra voluntad y querer estará limitado a lo que hay.
No solo eso; seguirá sin haber sujeto Pueblo. Sujeto pueblo es la comunidad organizada activa capilarmente que actúa en su vida cotidiana, que la controla, que la transforma.
Sea lo que sea, y cómo lo definamos; y pensemos cómo pensemos la génesis del Pueblo, el Pueblo, es -va una tautología no inocente- «Pueblo». Esto es, este concepto moderno se construye y continua una línea filosófica. El concepto es el del DEMOS. Y el demos -o su alternativa rival, hoy, los ricos y poderosos- es Kyríos; esto es, es Señor, es Dominador, es Amo. Traduciendo a la Modernidad, el Pueblo es Soberano. Soberano es palabra que viene del siglo XVII. Procede del lenguaje político del Absolutismo: el rey absoluto es «soberano». Es legibus solutus; es libre y no está sometido a la ley porque él crea la ley. La palabra fue, en consecuencia, una excelente adecuación a la Modernidad del concepto Kyrie/Señor griego. Bueno, pues el «PUEBLO» es «SOBERANO». El pueblo por tanto no es representable, no delega, no se deja representar al hacer la ley. No en Grecia, ni en el res publicanismo histórico posterior, tanto en el medioeval, como en el moderno, inaugurado por nuestro gran Francisco de Vitoria; ni en Rousseau -uno de los tantos res publicanos- ni en Robespierre. Aquello que cede su capacidad legislativa se convierte en esclavo, o en menor de edad discapacitado. Por tanto no pude denominarse Pueblo, porque no es kyríos, no es Soberano.
Lo existente, lo que se construye y emerge cuando se usa el discurso para crear significantes semánticos vacíos, tal como propone Errejón, es una multitud de individualidades. Sabemos lo que es eso. Lo sabemos porque nos lo explica Marx en ese libro que -creo- tú citas, el libro del que parte Gramsci para elaborar su teoría sobre el fascismo: El 18 brumario de Luis Napoleón Bonaparte, de Marx. En situaciones excepcionales en que se produce la doble ausencia de un entramado societario que constituye un sujeto o bloque social hegemónico, ya sea el del poder dominante o sea el alternativo de los subalternos, se produce una situación en la que la actividad política es «tomada por asalto» -de Guerra civil en Francia, y también de Pablo Iglesias- por «los aventureros de todas las clases sociales» -ahora sí, de El 18 brumario– o séase: estamos en condiciones de una nueva Revolución Pasiva y su consiguiente y capilar Transformismo. Esto es, el régimen del 78, pero con un recambio al PSOE.
Lo sabemos también porque lo hemos visto, hemos vuelto a ver, ahora, en Catalunya eso de la política de creación de Pueblo como creación de significantes vacíos. La política se desenvuelve aquí conforme a esas pautas: «soberanismo», «independencia» «Madrit» y «President», son «significantes vacíos» que interpelan a las gentes para que proyecten sus fantasías -no su imaginación sobre lo que ellos podrían conseguir mediante su praxis directa organizada-. Su fantasía de que un papá todopoderoso les arregle el juguete. La capacidad de movilización puntual es muy grande en un sector social. Dejemos el hecho de que deja fuera mucha sociedad. Fijémonos en la nula capacidad de control por parte de la gente movilizada sobre sus movilizadores. Y la nula capacidad aumentada de control sobre su vida cotidiana.
Eso no es «Pueblo». Solo un pensamiento muy extraviado puede ver en eso un Pueblo, un Poder Soberano, auto determinado, real.
Gramsci nos explica en multitud de pasos cómo se auto constituye un Pueblo. En los cuadernos 13 y 18 sobre Maquiavelo, en el cuaderno 10 sobre Croce, en los cuadernos 9 y 19 sobre el Risorgimento, en los cuadernos 4, 7, 8 y sobre todo 11 en que trata sobre el Filosofar de la praxis… etc.
Me permito introducir aquí sólo una cita de Gramsci en la que él documenta históricamente un proceso de constitución -auto constitución, auto creación-, del Pueblo como Sujeto. Aquí, sí, un verdadero, material, PROCESO CONSTITUYENTE -la verdadera Carmen de España y no la de Merimée-. La cita procede del § 4 del Cuaderno 25 (año 1934), sobre «la historia de los grupos sociales subalternos» – pag. 2284 de la edición de Gerratana de los Quaderni– (pongo entre corchetes mis notas):
«… hay allí algunas aproximaciones al desarrollo histórico de las clases populares en los Comunes italianos especialmente dignas de atención y de desarrollo separado. Las guerras recíprocas entre los Comunes y la consiguiente necesidad de reclutar una más vigorosa y abundante fuerza militar armando al mayor número, daban a los populares –popolani– consciencia de su fuerza y al mismo tiempo reforzaban las filas (es decir, funcionaron como excitantes en la formación compacta y solidaria del grupo y del partido). Los combatientes permanecían unidos también durante la paz, sea por el servicio a prestar, sea, como continuación de ello, y con creciente solidaridad, para fines de utilidad particular [del «grupo»; «grupo»: «luchas de clases sin clases sociales» que diría E.P. Thompson] (…) Más allá del oficio político de defensa externa del Común, tenían el fin de asegurar a cada popular –popolano– la tutela necesaria contra las agresiones de los nobles y de los potentados –potenti– (…) Y a las sanciones civiles y sociales se añadían, además del juramento, una sanción religiosa, con la común asistencia a la misa y a la celebración de los oficios divinos [fortísima experiencia juramentada por ritual de ser comunidad], mientras otras obligaciones comunes, como aquellas, comunes a las fraternidades pías, de socorrer a los socios pobres, enterrar a los difuntos [funciones auto-organizadas de estado social] etc., hacían siempre aún más persistente y estrecha la unión. Para las funciones mismas de la sociedad se crearon en consecuencia cargos y consejos (…) [de abajo arriba] que con el tiempo tuvieron valor más allá de los límites de la sociedad y encontraron acomodo en la constitución del Común [paso de Sujeto-Bloque Social a Estado] (…) Y a medida en que el movimiento de emancipación toma fuerza, sobrepasando los límites y la forma de estas sociedades, el elemento popular exige y obtiene la participación en los mayores cargos públicos. El pueblo se constituye [esto sí que es un verdadero proceso constituyente: constitución del proletariado en clase, conquista del poder político por el proletariado, capitulillo 2 de El Manifiesto Comunista] cada vez más en verdadero partido político y para dar mayor eficiencia y centralización a su acción se da un jefe (…) El pueblo, que ya, cada vez más, pero aún esporádicamente, se había armado, se había reunido y había tomado deliberaciones diferentes, se constituye como un ente aparte, que se da también sus propias leyes (…) Cuando el pueblo no logra obtener de las autoridades comunales las reformas deseadas, hace su escisión, con el apoyo de hombres eminentes del Común, y, constituyéndose en asamblea independiente, comienza a crear magistraturas propias (…) El pueblo logra, primero prácticamente, y después también formalmente, hacer aceptar en los Estatutos generales del Común disposiciones que antes (…) [eran] de uso interno. El pueblo logra en consecuencia dominar el Común…».
Como vemos, la Constitución de un Pueblo -ese es el verdadero, único, real «PROCESO CONSTITUYENTE»- no es consecuencia de la constitución o creación de lenguaje creado por especialistas. No es consecuencia de lenguaje porque no es consecuencia del relleno de significantes de un discurso intelectual teórico. Sino de un discurso práctico auto generado que dirige una praxis auto télica, auto determinada. La teoría de la lingüisticidad, o giro lingüístico es una nueva justificación de la teoría de elites; o de la «consciencia exterior».
Este sujeto Pueblo que se constituye en los casos históricos en que se ha dado tal hecho, no es resultado de un lenguaje «consciencia exterior» traída o importada, sino consecuencia de un proceso largo de actividad sostenida mediante la que se constituye como Sujeto. Y la praxis que ejecuta y mediante la que se auto crea como sujeto y se auto constituye, no es solo, ni mucho menos, el votar. Cuanto si menos el solo votar.
Tras Gramsci está Hegel que considera, en continuidad con el saber político clásico, que una polis, -un Estado diríamos nosotros-, es ethos + nomos. Cultura material de vida o saber práctico creador de la misma, más leyes. El hegeliano Gramsci, discípulo del hegeliano Labriola, y del hegeliano no marxista Croce; lector en alemán de Hegel y de los clásicos greco latinos, -igual que su hegeliano camarada Togliatti-, piensa, a su vez, que el Estado es sociedad política+sociedad civil. Croce dice que un estado es eticidad.
Hegel sabía que, hasta la fecha -suya-, había organizaciones que inspiraban y regían la actividad que producía la vida en común de las comunidades. Organizaciones que eran capaces de acoger los elementos particulares, existentes o emergentes en una comunidad, que no chocaran con la inspiración central que pretendían darle al ethos. Eran las iglesias. Y dice que por eso es un gran salto civilizatorio lo ocurrido con el luteranismo. Porque se necesita una religión/iglesia -religación- para poder deliberar y elaborar saber hacer unificado -visión del mundo, weltanschauung + creencia trascendente- que, puesto en obra por las manos de las gentes, crea la comunidad/mundo objetivado. Y esa religión luterana ha aportado la liquidación de jerarquía y la posible participación en la deliberación sobre el mundo a crear de todos los individuos en pie de igualdad. El sacerdocio es cuestión de todos. Gramsci, que concibe que el partido debe ser un creador de ethos, un partido como una iglesia luterana, rechaza que esa organización dedicada a la creación de un ethos deba ser pensada como instrumento en que una mayoría haga lo que una minoría piensa. Una cultura no puede ser diseñada a priori por mentes privilegiadas, ni por consciencias externas, lingüísticas o no.
También rechaza, es obvio, -lo dice en muchos lugares, el más claro al debatir con Masarik, y se puede buscar por el índice de nombres de la edición Gerratana de los Cuadernos- que sea necesario crear una religión nueva, y que eso ya lo ha demostrado la Revolución Francesa y la Rusa. Basta con la creación de una visión del mundo nueva -una weltanschauung-, denominada también por él un buen sentido.
Y es errado apelar al caso de Togliatti para justificar la creación de un «pueblo»-giro lingüístico. Togliatti quería construir un «Popolo comunista». Y eso, para él, que era un hegeliano, implicaba la creación de una vida/cultura material cotidiana alternativa, independiente. Sobre la vida asociativa cotidiana que generaba el partido de masas en cada lugar, sobre el vivir cotidiano auto-organizado que el partido generaba y la sociedad-cultura autónoma que había creado, se puede ver algo en el libro de Magri El sastre de Ulm. Por supuesto, esto, esta concepción fue abandonada paulatinamente tras su muerte. El partido fue cambiando de ADN. Dejaba de ser un instrumento de auto actividad que construye comunidad de vida alternativa y crea así un Sujeto, para ser un instrumento institucional, un instrumento, no al servicio de la creación de un Pueblo, sino al servicio de las instituciones político administrativas, al servicio de la gestión de las mismas. Cuando se critica y contrapone a Togliatti con Gramsci, se es sumamente injusto y se está equivocado. Ambos «se sabían» su Hegel. Luego, cada cual vivió su experiencia y su momento, claro.
También Karl Polanyi, a quien citabas, opina así. Según Polanyi, primero se construyen o constituyen los sujetos sociales mediante su actividad, dirigida desde dentro por el pensamiento lenguaje práxico. Luego aparecen los gestores especializados, sometidos a la voluntad del sujeto y por último, los teóricos o, que completan el servicio de estudios creado para servir a su soberano, el sujeto. Me remito, como muestra de ello, a un texto de Polanyi, de los años veinte, mediante el que él participa en una polémica sobre la contabilidad socialista, en la que se abordaban problemas de la contabilidad soviética. Si no recuerdo mal es un artículo de 1922 titulado precisamente «La contabilité socialiste» publicado como parte de una magnífica selección de textos Essais de Karl Polanyi, en Ed Seuil París (2008), no incluido en la selección elegida y traducida al castellano por Clacso (Buenos Aires, 2012) a partir de este volumen de Seuil que contiene este artículo-.
Para polemizar contra los que sostenían ideas semejantes al giro lingüístico -prioridad del discurso teórico de una elite intelectual en la constitución de un sujeto y de una realidad social-, Polanyi pone como ejemplo la historia empírica del proceso de constitución del sujeto «La Burguesía». Lo primero, durante el siglo XVlll, es la aparición de los grandes granjeros con capital que invierten en la tierra para producir granos: praxis. Una vez se constituyen éstos como sujeto, aparecen sus criados los contables. Y una vez estos detectan problemas, por último, en tercer lugar en el tiempo, surgen sus servidores los economistas fisiócratas, con su discurso lingüístico teórico fuerte.
Para no guardarme nada, creo que los amigos giro-lingüistas de Podemos son, actualmente, una fuerza progresista, y que su aparición es objetivamente positiva, y sé que coincidimos en la valoración. Lo son precisamente por ser, no los creadores lingüísticos de un movimiento populista, sino, al contrario, por ser consecuencia de la movilización democrática que desde el 2008 se expresa con fuerza, y que ya desde antes había mostrado su desagrado y malestar contra la corrupción del régimen, el belicismo del estado -movilización contra intervención en Irak-, la mentira orquestada -el clamor contra la interpretación dada a las bombas puestas en la estación de Atocha-, etc.
Podemos expresan y son consecuencia del estado real de la incipiente nueva consciencia emergente, fruto de la previa movilización auto generada, que justo comienza a formarse, de la sociedad. A ello se añade su novedad, que garantiza su nula connivencia con la corrupción, y que crea un sentimiento de afinidad: nosotros, las nuevas generaciones y ellos, los nuevos políticos. Si Podemos se mantiene en esa correlación, y expresa, sin caer en su propia trampa girolingüista, el sentir colectivo de un segmento social movilizado, Podemos es una fuerza progresista. Es necesario que no caiga en sus propias argucias, y que, para entendernos, Pablo Iglesias no se deje invitar por Sabina a cenar con su majestad la reina, esa que, precisamente, es la única que comunica mejor que él.
Pero por todo esto, precisamente, se trata de que este movimiento democrático emergente no se paralice, cazado en la trampa de un lenguaje que haga que se desmovilice y se convierta en un conjunto de individualidades votantes. Y en eso está nuestra responsabilidad. Lograr que todos seamos el partido orgánico que crea tejido social, y evitar que el transformismo arraigue. La ventaja, ahora, en relación con otras situaciones anteriores transformistas, es que aquéllas fueron consecuencia de una previa derrota del movimiento de masas, o se dieron en ausencia del mismo. Ahora, aquí, toda esta nueva situación se da, precisamente como consecuencia de la emergencia de un movimiento nuevo que moviliza a parte importante de las generaciones jóvenes. El 78 fue una derrota y un final. Esto, ahora, es un comienzo. La actual situación es semejante -y las analogías son débiles- a la de los años finales de la década de los cincuenta, y principios de los sesenta, con la aparición espontánea de las comisiones obreras, con la generación espontánea del sindicato de estudiantes, la creación espontánea del movimiento vecinal. No es similar a la del periodo del hundimiento del movimiento como consecuencia de los pactos secretos de fines de los setenta.
Por cierto, que hora, como en aquella época, los militantes de izquierdas organizados supieron estar a la altura. Participaron en el movimiento y ayudaron a darle expresividad, capacidad de auto elaboración capacidad auto reflexiva; aunque todo eso no constaba en la línea política elaborada por su elite dirigente.
Esta es mi opinión franca sobre Podemos. Como sabes, te escribo desde Catalunya. De vivir en cualquier otro lugar de España, y ser tú, y lo que tú representas, el candidato a las próximas elecciones, yo te votaría a ti: a la IU renovada y catartizada que tú representas y en cuyo seno aún hay bases activas y rescoldos de saber político que deben ser transmitidos a las nuevas generaciones -algo de lo que yo formo parte-. Como vivo en Catalunya, posiblemente vote a Podemos. No votaré a ICV. No la votaré por su rotunda y exitosa lucha para erradicar de sí hasta la memoria del movimiento democrático popular antifranquista, que debía ser su ADN. Han triunfado en su deseo de ser una fuerza homologada del Régimen; ahora el Régimen hace aguas. No los votaré por su participación en el engendro que fue el gobierno tripartito. Y por el caciquismo inamovible de su aparato -de su «oficina»-. Y por haberse metido de cabeza y de forma seguidista en el tinglado de Artur Mas y su «procés» -no son los únicos, cierto-. No los votaré, se presenten con sus siglas o vestidos de lagarterana.
Creo que termino aquí. Como ves, en el material que tú conoces está la alternativa teórica al discurso giro-lingüístico de Errejón. También la inspiración para un proyecto práctico que vaya más allá de la discursividad.
Recibe un fuerte abrazo.