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Celia Sánchez

Fuentes: Progreso Semanal

 «Ya era hora»,  comenté cuando supe que Nancy Stout había escrito una biografía de Celia  Sánchez, una heroína cubana con la que me reuní varias veces por la filmación  que hice con Fidel Castro en las décadas de 1960 y 1970 ([I]Fidel¸ [/I]en PBNSD  en 1969, [I]Castro, Cuba y EE.UU.,[/I] CBS, 1974, y [I]La revolución […]

 «Ya era hora»,  comenté cuando supe que Nancy Stout había escrito una biografía de Celia  Sánchez, una heroína cubana con la que me reuní varias veces por la filmación  que hice con Fidel Castro en las décadas de 1960 y 1970 ([I]Fidel¸ [/I]en PBNSD  en 1969, [I]Castro, Cuba y EE.UU.,[/I] CBS, 1974, y [I]La revolución sin  compromiso,[/I] PBS, 1990.)

En 1969, Fidel  me invitó a cenar con él y compartir el dolor por la muerte de un amigo común,  el comandante René Vallejo, médico personal de Fidel, asesor y amigo íntimo. Yo  había conocido a Vallejo en mi primer viaje a Cuba, cuando él dirigía el  Instituto de Reforma Agraria de Cuba en la provincia de Oriente y me llevaron  en un viaje de actividad revolucionaria. Más tarde, Vallejo coordinó que yo  hiciera la filmación  de 1968 con Castro.

Yo estaba en  Cuba cuando Vallejo sufrió una hemorragia cerebral y falleció, y recibí un  mensaje de Celia Sánchez de que Fidel quería que yo fuera a su  apartamento  en La Habana a cenar con él.

Celia me  saludó y saludó a mi familia y nos mostró fotos y obras de arte con las que  había adornado las paredes. Ella también había preparado la mesa en este  modesto apartamento en La Habana, donde Fidel a veces pernoctaba.

Ella también  se había hecho cargo del menú y luego sirvió la cena, y preguntó varias veces  si todos nos sentíamos cómodos mientras discutíamos acerca de Vallejo y sus  muchas virtudes. Evidentemente la súbita muerte de Vallejo había sacudido  duramente a Fidel, así como a Celia y a mí. Ella era de Media Luna, en la  entonces provincia de Oriente, cerca de donde Vallejo tenía su consulta de  ginecología, y ambos se habían sumado activamente a la campaña insurreccional  del Movimiento 26 de Julio.

La exploración  hecha por Stout de la vida de Celia ayuda a los lectores a comprender la  naturaleza de la vida en un pequeño pueblo provinciano de la década de 1950, y  cómo los revolucionarios tenían que ocultarse de la policía de Batista y  simultáneamente lograr integrar su tiempo con la organización de la  insurrección, y con la vida familiar y amorosa.

Celia se había  ganando su reputación durante la insurrección organizando eventos, realizando  contactos clave, planeando y organizando, un camino que ella continuó, junto a  Fidel, después de que los revolucionarios tomaron el poder. Stout omite la  explicación de cómo y por qué Celia se involucró en la actividad revolucionaria  después de que el general Fulgencio Batista realizó el golpe de estado en 1952  y recibió apoyo inmediato de EE.UU. Celia arriesgó su vida por los ideales de  una Cuba independiente y socialmente justa y, en una carta a su padre ella  explicó lo que sentía cuando se estaba en busca de estos objetivos. Al igual  que muchos cubanos, Celia se sintió indignada por esta ilegal toma del poder  que distorsionaba lo que ella creía que era el camino apropiado de Cuba hacia  una genuina independencia y una sociedad basada en la justicia social. Julia  Sweig había descubierto previamente en archivos estatales una carta que Celia  escribió a su padre explicando sus sentimientos. En la carta, Celia Sánchez  escribió a su padre:

«Todos los  días veo cuánto necesita Cuba esta revolución. Concebimos la necesidad de una  conciencia revolucionaria y la hemos logrado. Tú sabes que este país siempre ha  estado enamorado de caudillos, y así es como Fidel se hizo. Siempre temí que lo  pudieran matar y que, además de perder un gran valor, el pueblo nos abandonara  en la revolución; esos temores ahora han pasado a la historia, y ahora el  pueblo tiene una verdadera conciencia de sus sentimientos y la revolución está  por encima de todas las cosas».  (Carta fechada el 26 de septiembre de  1957, Julia Sweig, [I]Dentro de la revolución cubana,[/I] pág. 59, Harvard  University  2002.)

Su papel  crucial en la planificación de eventos, como el lugar de desembarco del Granma  a fines de 1956, y la subsiguiente ruta por la que debían ir los rebeldes  después del desembarco, mostraron lo importante que se había vuelto en el  movimiento insurreccional y el nivel de confianza depositado en ella.

Fidel continuó  usándola como su confidente, organizadora y a veces planificadora de proyectos  de nuevos parques (como el Parque Lenin), exposiciones de arte y museos.

Al igual que  Fidel, Celia  nació en un pequeño pueblo de Oriente y llevó en su persona  los ideales originales de independencia y justicia social que inspiraron a la  mayoría de los miembros del Movimiento del 26 de Julio a correr los riesgos  para derrocar al gobierno de Batista y luego enfrentarse a Washington.

Nancy Stout  nos provee los detalles principales de la vida de Celia, sus conspiraciones  durante la insurrección, y su papel vital como la «hácelotodo» de Fidel, su  valentía y determinación que tanto admiraban Fidel y todos los que la conocían.  Repleto de fotos de esta mujer delicadamente delgada y superactiva, el libro de  Stout ofrece en palabras el sabor de la insurrección, la embriagadora locura de  los primeros días de poder revolucionario y algunos de los sucesos de las  décadas de 1960 y 1970, así como algo de análisis, aunque poco.

Stout usó  creativamente su acceso a los archivos oficiales de La Habana, donde descubrió  cartas de Celia y dirigidas a ella, memos enviados por Fidel y notas que llenan  en detalles de la vida de esta extraordinaria revolucionaria.

Enemiga de la  burocracia y amante de la creatividad, Celia vivió su vida sirviendo a la causa  revolucionaria por medio del servicio a su líder.

Cuando tuvo  problemas de respiración, finalmente fue a cuidados de emergencia, donde los  médicos descubrieron un tumor en un pulmón, de lo cual pronto murió.  Irónicamente, los médicos le mintieron y en vez de decirle que tenía cáncer  inventaron una historia de un hongo en sus pulmones. No obstante, viajó con  Fidel para asistir a una sesión de la ONU en 1979, lo que le trajo recuerdos  infantiles del tiempo que pasó en esa ciudad donde recibió clases de cocina en  Macy’s y aprendió algo de inglés.

Fidel, sin  Celia a su lado y extrañando aún a su amigo y médico René Vallejo, comprendió  el alcance de su pérdida personal. Convirtió a Celia en una heroína nacional,  lo cual ella merecía ampliamente. Gracias a su biografía, sin muchas  características críticas, los lectores podrán comprender algunos de los elementos  y personas en la clandestinidad y las montañas que conformó a la revolución, y  de cómo la palabra «compromiso» resonó durante toda la vida de  Celia  Sánchez Manduley. El cuerpo y el cerebro de esta heroica mujer latieron con  energía vital que ella transmitió a su trabajo revolucionario y a sus  compañeros.

Fuente: http://progreso-semanal.com/ini/index.php/cuba/6469-celia-sanchez