«Hoy se trata de internet, pero en la raíz de todo esto está la creciente presión del gobierno, que se ha vuelto dictatorial», asegura Ersin, un estudiante, mientras a su alrededor cientos de personas corean consignas contra la censura. Protestan contra la aprobación en el Parlamento de una nueva legislación sobre internet que permite a […]
«Hoy se trata de internet, pero en la raíz de todo esto está la creciente presión del gobierno, que se ha vuelto dictatorial», asegura Ersin, un estudiante, mientras a su alrededor cientos de personas corean consignas contra la censura. Protestan contra la aprobación en el Parlamento de una nueva legislación sobre internet que permite a las autoridades bloquear páginas web sin necesidad de una autorización judicial, entre otras medidas restrictivas. Los manifestantes tratan de llegar a la céntrica plaza de Taksim, pero la policía emplea cañones de agua y gases lacrimógenos para dispersarlos, desatando intensos enfrentamientos, que se saldan con decenas de detenidos.
La ley de internet no es sino el último gran paso en la carrera del gobierno por controlar los medios de comunicación, y que incluye todo tipo de presiones, coerción, regulaciones restrictivas e incluso el uso de los tribunales para silenciar a los elementos más críticos. «Tras las protestas antigubernamentales por el parque Gezi, la expulsión de periodistas extranjeros ha dejado de ser inconcebible», explicaba a MSur el analista Gareth Jenkins, con más de dos décadas de experiencia en Turquía, hace apenas unos meses. Sus sospechas se confirmaron la semana pasada, cuando, por primera vez desde los años 90, el gobierno turco expulsó a un corresponsal acreditado en el país por cuestiones relacionadas con sus artículos. Se trata del azerí Mahir Zeylanov, que mantiene un conocido blog sobre seguridad y relaciones internacionales en el diario «Today’s Zaman», uno de los principales medios en inglés del país.
Zeylanov abandonó el país el pasado viernes por su propio pie «bajo amenaza de deportación» y ante la preocupación de sus familiares, después de que las autoridades le indicasen que no van a renovar su acreditación a petición del Ministerio del Interior. El motivo alegado es la publicación de «tuits contra altos funcionarios del estado». Hace varias semanas, el reportero ya se enfrentó a una demanda judicial por parte del primer ministro Recep Tayyip Erdogan, que le acusó de tuitear «insultos graves y juramentos en un intento de provocar odio y animosidad en la nación». Zeylanov, sin embargo, se defendió asegurando que solo había tuiteado dos artículos que hacían mención a la posible relación entre el empresario saudí Yasin Al Qadi -a quien tanto la UE como los EE.UU. impusieron sanciones a finales de los años 90 por su presunta financiación de actividades terroristas- y el propio Erdogan. En 2010, la UE sacó a Al Qadi de su lista de individuos relacionados con el terrorismo, si bien permanece en la del Departamento del Tesoro estadounidense. Por este motivo, tiene prohibido el acceso a Turquía por decisión expresa del gobierno turco, pero las fuerzas de seguridad bajo el mando de Erdogan le permitieron entrar de forma clandestina al país en al menos cuatro ocasiones, según informaron varios medios turcos.
Paradójicamente, Zeylanov se había destacado como acérrimo defensor del primer ministro durante la revuelta antigubernamental de Gezi del pasado junio. Pero el diario «Today’s Zaman» pertenece al movimiento Gülen, una cofradía religiosa destinada a la búsqueda de influencia política a través de un entramado de instituciones educativas y grupos empresariales y mediáticos, comparable al Opus Dei. El movimiento, antaño aliado de Erdogan, se ha convertido desde este invierno en un enemigo declarado del gobierno.
Los periodistas ya no son bienvenidos
Por tercer año consecutivo, Turquía es el país del mundo que más reporteros mantiene en prisión: 49, según el cómputo realizado en diciembre por el Comité Para la Protección de los Periodistas, si bien todos ellos son ciudadanos turcos. La tradicional hospitalidad hacia los informadores extranjeros se quebró durante las protestas de Gezi, y muchos de ellos sufrieron el hostigamiento y el maltrato policial. En algunos casos se llegó a expulsar a enviados especiales, como el ruso Arkady Babchenko, quien fue además apaleado por los agentes.
Sin embargo, la deportación de Zeylanov es la primera de un corresponsal acreditado en el país desde que a la periodista de la agencia Reuters Aliza Marcus se le retirase el permiso de residencia en 1995 por sus artículos sobre la brutal campaña militar contra la guerrilla del PKK, que estaba provocando miles de desplazados internos. En octubre, el holandés Bram Vermeulen denunció que las autoridades turcas le habían notificado que no renovarían su acreditación en 2014, pero sin indicarle la razón. Finalmente, la presión de la Unión Europea logró que el gobierno diese marcha atrás, asegurando que todo había sido «un error administrativo».
Fuente original: http://msur.es/2014/02/10/turquia-censura-internet/