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Negación, miedo y dictadura

El desastre del coronavirus en Egipto

Fuentes: Middle East Eye

Traducido del inglés para Refelión por Sinfo Fernández

Foto: Un vigilante de seguridad de la Universidad de El Cairo tras la suspensión de las clases a causa del Covid-19, 15 de marzo de 2020 (Reuters)

Digan lo que digan sus autoridades, el coronavirus se está propagando por Egipto.

Todos los países han tenido que esforzarse para aceptar la realidad de una pandemia mortal. La primera reacción del líder supremo de Irán, el ayatolá Ali Jamanei, fue llamar al coronavirusenfermedad ridícula” utilizada como pretexto por los enemigos de Irán para disuadir a la gente de votar en las elecciones parlamentarias.

Dos días después recomendaba una oración para combatir la enfermedad.

La primera reacción de Egipto fue enviar a su ministra de Sanidad, Hala Zayed, a China en misión solidaria. “Si no hubiera sido por las fuertes medidas protectoras adoptadas por el Gobierno chino, la situación podía haber sido diferente en todo el mundo y el brote podría haber sido mayor”, dijo Zayed.

En ese momento, el 1 de marzo, el único caso anunciado en Egipto era el de un ciudadano chino cuya infección había sido detectada a su llegada al aeropuerto de El Cairo. Había sido dado de alta del hospital a finales de febrero. La bandera china iluminó las Grandes Pirámides y la Esfinge en Giza durante el Año Nuevo chino.

Pero los problemas estaban ya gestándose.

Una “gran carga”

Al menos 97 de los extranjeros que visitaron Egipto desde mediados de febrero mostraban síntomas o daban positivo respecto al virus. Los especialistas en enfermedades infecciosas de la Universidad de Toronto (Ontario tiene una gran diáspora egipcia) sospechaban de la disparidad entre las tasas de infección oficiales y probables.

“Según una estimación conservadora de la carga del Covid-2019, en la que se eliminan los casos vinculados y ambiguos, estimamos un tamaño de brote de 19.310 casos en Egipto”, dijeron, utilizando una combinación de datos de vuelos, datos de viajeros y tasas de infección. “Es probable que Egipto tenga una gran carga de casos Covid-2019 de la que no se informa, y una mayor capacidad clínica de salud pública podría ayudar a identificar y atender los casos”.

Cuando la corresponsal de The Guardian en El Cairo, Ruth Michaelson, informó de esta situación, y otro antiguo periodista de ese periódico, Declan Walsh, jefe de la oficina del New York Times, tuiteó la investigación canadiense, aunque eliminó el tuit posteriormente, las autoridades anunciaron que estaban revocando el permiso de prensa de Michaelson. La acusaron de “comportamiento ofensivo repetido y deliberado”, y acusaron a Walsh de “violaciones profesionales”, aunque al NYT no se le han impuesto aún sanciones.

El Servicio de Información del Estado de Egipto exigió al Guardian que publicara una disculpa. Mientras tanto, el Ministerio de Sanidad solo ha admitido 166 casos y cuatro muertes.

La palabra coronavirus

Lo peor lo iban a sufrir los ciudadanos egipcios que revelaron la verdadera propagación del virus. El pasado sábado las fuerzas de seguridad arrestaron a dos personas acusadas de difundir rumores sobre el virus, elevando el número total de arrestos por este cargo a siete el día antes de que el Ministerio del Interior anunciara el arresto de otros dos hombres que, según ellos, eran miembros de la Hermandad Musulmana.

Las autoridades acusaron a los dos de difundir rumores falsos e inventados “afirmando, lejos de la verdad, que la enfermedad se había extendido ampliamente por Egipto y que el Estado era incapaz de enfrentarla” y el “sarcasmo sobre las medidas que el Estado está tomando para combatir el virus con el objetivo de azuzar la indignación de la opinión pública”, informó Egyptwatch.

El mismo tratamiento se aplicó, al menos inicialmente, a quienes padecían el virus. Podrían sufrir en silencio, siempre y cuando no afirmaran tener el virus. Una víctima que fue al hospital en una ciudad en el Delta del Nilo atrajo inmediatamente la atención de la seguridad local. Le amenazaron con que si anunciaba que tenía el virus, él y su familia serían castigados.

Pero el virus se está propagando por Egipto, lo nieguen o no sus autoridades.

Negación y miedo

El brote en el crucero A Sara, donde 44 tripulantes y pasajeros dieron positivo, provocó escenas caóticas en Luxor. Equipos médicos de El Cairo y Qena se presentaron en los vestíbulos y restaurantes de los hoteles y cruceros presentes en la zona para llevar a cabo pruebas al azar entre trabajadores y huéspedes.

En uno de los casos, la muestra fue elegida aleatoriamente por los propietarios de un hotel. Michael, un turista británico de Manchester, dijo a MEE: “Al despertar nos encontramos con policías armados vestidos de civil que cerraban las puertas del hotel y nos decían que no podíamos irnos hasta que se nos revisara a todos”, dijo.

“Al principio pensamos que había personas que habían dado positivo, pero la gerencia se limitó a elegir a algunos huéspedes egipcios y los convenció para que fueran a hacerse las pruebas”. Los equipos se fueron después de cuatro horas.

Título: The Saladin Citadel in Cairo illuminated in red and gold stars to resemble the national flag of China as a sign of solidarity in the fight against the new coronavirus on 1 March (Reuters)
La Ciudadela de Saladino, en El Cairo, se iluminó de rojo con estrellas doradas, los colores de la bandera nacional de China en señal de solidaridad en la lucha contra el nuevo coronavirus, 1 de marzo de 2020 (Reuters)

La razón del miedo, la negación y el tokenismo es obvia: la industria turística de Egipto, cuyos ingresos alcanzaron los 12.570 millones de dólares el año pasado, ya cerró una vez tras el levantamiento popular del 25 de enero en 2011, y de nuevo en 2015 cuando un avión de pasajeros ruso fue derribado por una bomba. Todos, desde los trabajadores locales para arriba, temían que se repitiera la situación. Que es exactamente lo que ha sucedido ahora. Los cruceros se acabaron y también todos los turistas extranjeros.

La verdad es que mucho antes del ataque del virus, el servicio de salud de Egipto estaba en un estado de gran postración, al igual que otros servicios públicos.

Un servicio de salud en decadencia

El Servicio Nacional de Salud de Gran Bretaña (NHS, por sus siglas en inglés) notó el año pasado un aumento de médicos egipcios y comenzó a investigar la posibilidad de atraer a más, me dijo una fuente bien informada de la comunidad médica árabe-británica.

En la profesión se sabía que en Egipto los especialistas médicos egipcios pasaban la mayor parte de su tiempo trabajando en hospitales privados y que no aparecían en meses por sus puestos oficiales. Los servicios de salud egipcios estaban en clara decadencia.

Cuando el virus pasó al ataque, se produjo un caos a nivel local. Karim al-Shams, un médico del Hospital General de Luxor, dijo: “Ninguno de los empleados, incluido yo mismo, está capacitado para tratar un caso infectado con corona. No contamos ni con el equipo adecuado para cirugías y operaciones básicas, mucho menos para un virus mortal y altamente contagioso. Tenemos docenas de casos de personas que se quejan de síntomas de resfriado y las enviamos a casa con antibióticos o medicamentos contra la gripe. Nuestra sala de espera para urgencias tiene cabida para unas 100 personas, pero últimamente hay más de 300 esperando en ella”.

Lo mismo puede decirse del sistema penitenciario de Egipto, que estaba ya abarrotado, plagado de enfermedades, una especie de trampa mortal, todo ello diseñado con ese objetivo. Las horrendas condiciones internas se utilizaron como método para aterrorizar a la oposición política a los gobernantes militares de Egipto.

Un informe del Consejo Nacional de Derechos Humanos decía en mayo de 2015 que las comisarías de policía tenían un exceso de capacidad del 300% y las cárceles un exceso de  del 160%. En este momento hay entre 40.000 y 60.000 prisioneros políticos en Egipto. Hay amplias evidencias de que a los prisioneros con afecciones de salud subyacentes se les deja morir, se les maltrata o se les niega los medicamentos que necesitan, en gran parte porque el presidente Abdel Fattah el-Sisi quiere que así se haga.

Título:  Emergency responders transport suspected COVID-19 coronavirus disease cases that were detected on a Nile cruise ship in Luxor late on 7 March
Socorristas preparados para transportar casos sospechosos de COVID-19 detectados en un crucero por el Nilo en Luxor el 7 de marzo pasado (AFP)

En lo que respecta al coronavirus, el sistema penitenciario de Egipto es una placa de Petri gigante. Como Amr Magdi, investigador de Human Rights Watch para Egipto escribió: “Si hay un consejo que un prisionero egipcio le daría a un prisionero recién llegado sería probablemente este: “Ni se te ocurra ponerte enfermo”.

La atención médica inadecuada es la norma y amenaza para miles de prisioneros enfermos.

Anteriores informes de Human Rights Watch muestran que los funcionarios de prisiones han “dejado morir” a muchos prisioneros en los últimos años, a pesar de que sus enfermedades eran atendibles, como la diabetes o afecciones cardíacas.

Sisi al rescate

Después de meses de negación, el presidente Sisi cerró escuelas y universidades durante dos semanas y anunció que estaba gastando 100.000 millones de libras egipcias (6.400 millones de dólares) en financiar la estrategia contra el coronavirus. La trampa, por supuesto, es que, como siempre, la mayor parte de estos fondos irán a parar al ejército. No hay desembolso de fondos públicos de los cuales el ejército no exija la mayor parte. El pueblo está al servicio del ejército, en lugar de al revés.

No todo cambió el sábado pasado. La protesta se sigue castigando con el arresto y encarcelamiento. El novelista egipcio-británico Ahdaf Soueif fue uno de los cuatro arrestados por protestar al respecto el miércoles. Uniendo todo ello, no es difícil intuir el desastre que está desarrollándose en silencio en la nación más poblada del mundo árabe y del Mediterráneo.

Europa y Estados Unidos han mirado para otro lado desde que Sisi tomó el poder. John Kerry, secretario de Estado de Barack Obama, se puso a chillar a sus ayudantes cuando le instaron a exigir que la Cruz Roja Internacional tuviera acceso a las cárceles de Egipto: “Dadme una política por la que Sisi no me grite”, dijo Kerry, el secretario de Estado del mayor donante a Egipto.

Sisi se acobarda bajo la presión internacional. El verdadero problema es que siente que no tiene ninguno.

El miércoles, una coalición de grupos de organizaciones por los derechos humanos, activistas, políticos y miembros de la sociedad civil pidió a las Naciones Unidas que exigiera a Egipto la liberación de sus presos políticos a causa de la pandemia mundial de coronavirus. Para cuando se produzca una demanda seria de que libere a los prisioneros y permita que la Cruz Roja acceda sin restricciones a todas las cárceles de Egipto, puede ser demasiado tarde.

Probablemente lo sea ya.

La comunidad internacional, si es que tal concepto aún existe, debería realmente considerar lo que sucede en Egipto el día una vez que el virus fallezca.

La economía estará devastada. El turismo destrozado: ya se ha reducido al 10% de su capacidad. La economía global se debilitará y amenazará la otra fuente principal de divisas de Egipto: el Canal de Suez. Y en tercer lugar, la economía del Golfo va a deteriorarse. Egipto tiene dos millones de trabajadores solo en Arabia Saudí.

Tal vez, y solo entonces, Europa y Estados Unidos lamentarán el día en que le dieron licencia para todo al gobernante militar más nefasto de Egipto.

David Hearst es redactor jefe del Middle East Eye. Con anterioridad trabajó en The Guardian y The Scotsman.

Fuente: https://www.middleeasteye.net/opinion/coronavirus-egypt-luxor-cairo-sisi-disaster-china

Esta traducción puede reproducirse libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y a Rebelión.org como fuente de la misma.