Como una importante impulsora del movimiento feminista en el mundo, al que dedicó gran parte de su creación, la novelista y ensayista francesa Simone de Beauvoir será recordada el mañana miércoles con motivo del centenario de su nacimiento, ocurrido el 9 de enero de 1908. Simone de Beauvoir nació y vivió su infancia en el […]
Como una importante impulsora del movimiento feminista en el mundo, al que dedicó gran parte de su creación, la novelista y ensayista francesa Simone de Beauvoir será recordada el mañana miércoles con motivo del centenario de su nacimiento, ocurrido el 9 de enero de 1908.
Simone de Beauvoir nació y vivió su infancia en el seno de una familia burguesa católica parisina, lo que no impidió que desde joven diera muestras de su inconformidad y se convirtiera en una joven comprometida con su género, negándose a aceptar el destino de la mujer sólo como madre y esposa.
En 1929 conoció en la Universidad de la Sorbona a Jean Paul Sartre, con quien se unió estrechamente, hecho al que definiría como «el acontecimiento fundamental de su existencia». Ambos profesores de filosofía mantuvieron una relación afectiva e intelectual hasta el último día de él, el 5 de abril de 1980. Juntos llevaron a la práctica una serie de principios basados en su concepción de la mujer y de la pareja. Jamás se casaron ni vivieron bajo el mismo techo, permitiéndose cualquier tipo de relación y realización fuera de la pareja.
Beauvoir empezó a trabajar en 1943 como redactora de la revista «Tempes modernes», dirigida por el propio Sartre. Ese año escribió «La invitada», texto en el que exploró los dilemas existencialistas de la libertad, la acción y la responsabilidad individual.
La idea motriz que abarca toda su obra es la de la libertad, tanto para las mujeres como para cualquier individuo, concepto que según ella implica al mismo tiempo la noción de responsabilidad. Dichos temas son abordados asimismo en obras suyas como «La sangre de los otros» (1944) y «Los mandarines» (1954), novela por la que recibió el Premio Goncourt.
Las tesis existencialistas, según las cuales cada uno es responsable de sí mismo, fueron introducidas también en una serie de obras autobiográficas, entre las que destacan «Memorias de una joven de buena familia» (1958) y «Final de cuentas» (1972), que según la crítica ofrecen una visión muy reveladora de su vida y su tiempo.
Entre sus ensayos escritos sobresalen «El segundo sexo» (1949), un profundo análisis sobre el papel de las mujeres en la sociedad, y «La vejez» (1970), sobre el proceso de envejecimiento y en el que critica apasionadamente la actitud de la sociedad hacia los ancianos. Asimismo, «La ceremonia del adiós» (1981), en el que evoca la figura de su compañero y colega de tantos años, Jean Paul Sartre.
Intelectual comprometida y curiosa del saber, Simone viajó mucho, visitó Estados Unidos, la Unión Soviética, China y Cuba. Su filosofía existencialista y su compromiso político de izquierda entraron en crisis ante los horrores de la Segunda Guerra Mundial. Tal vez por eso, explican los estudiosos, abandonó el género de novela y se adentró más en la autobiografía, que le permitió analizarse a sí misma.
La novelista, filósofa existencialista y luchadora social, murió el 14 de abril de 1986, en París, Francia.
*David Arrabalí es miembro del Consejo de Redacción de la revista Mundo Obrero y master en Materialismo Histórico y Teoría Crítica por la Universidad Complutense de Madrid (UCM).