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Céspedes y su legado de actos e ideas para vivir y morir por la Patria

Fuentes: Rebelión

“Todos los días tengo gran número de visitas. Dicen que vienen a conocer a su padre”.

Cuando se profundiza en la historia de nuestro país se puede afirmar que Cuba, tal vez como pocos países, ha vivido experiencias extremas que han sido suficientes para curarse de espantos. Y es que se posee un legado de actos e ideas que arrancaron desde los primeros momentos del proceso de colonización con el acto y respuesta de Hatuey ante la disyuntiva planteada en la hoguera por sus verdugos y que tuvo su continuidad en otros acontecimientos, especialmente con el acto cumbre de rebeldía que significó el levantamiento armado de Carlos Manuel de Céspedes en La Demajagua el 10 de octubre de 1868. Desde entonces hasta ahora las cosas no han cambiado frente a los enemigos externos poderosos. Así que la resistencia ha sido una constante del pueblo cubano para conquistar y defender a la patria y para no sucumbir ni desmoralizarse ante las adversidades ni los desafíos en los distintos estadios de su desarrollo histórico.

A pesar de este timbre de orgullo de la mayoría de lo mejor de nuestra población, a veces, y con cierta candidez algunos confiesan que temen ante el asedio de cierta jauría que se mueve con una vocinglería soez y chantajes materiales reales o imaginarios a través de las redes sociales, como si fuera poco lo que deben defender y como si carecieran de ejemplos ni argumentos para esgrimirlos en sus conciencias y sus voces ante estos viejos y conocidos “molinos de viento” con disfraces vendepatrias y ropajes extranjeros.

Por eso, ante la cercanía de la fecha del 27 de febrero y la caída en combate de Carlos Manuel de Céspedes, hay que pertrecharse del legado que nos dejó el Padre de la patria: el iniciador de nuestra primera guerra de independencia; el líder rebelde que se levantó en armas frente a la potencia imperial española con cuatrocientos años de férrea posesión; el primer presidente de la República que anduvo trashumante y pobre, pero digno, después de arrojar sus riquezas en la vorágine de la revolución; el patriota que despojado de los poderes inmanentes de sus cargos, supo batirse solo en un combate desigual frente al ejército colonial y supo morir, sin rendirse, por la causa de la libertad e independencia como había jurado.

Porque desde entonces Céspedes fue vaticinador de los acontecimientos que presidirían los destinos de Cuba con la revolución cubana, al expresar: “El curso de los acontecimientos, con el que siempre conté, sin dar un nuevo giro a la Revolución, que no es hoy, ni será mañana sino lo que fue ayer: la constante aspiración del pueblo de Cuba a la independencia, llevada al terreno de los hechos…”

Podía pensarse con su muerte que la derrota en los campos de batalla futuros sería nuestro destino como pueblo. Que lo reflejado días después de su muerte en el certificado de su enterramiento en el Cementerio “Santa Ifigenia” de la ciudad de Santiago de Cuba, marcaría para siempre la suerte de quienes siguieran su ejemplo. Este documento puede parecer desolador: “1874.-Marzo 1. –Carlos Manuel de Céspedes del Castillo, blanco, como de 50 años, procedente del Hospital Civil y remitido por el Jefe Superior de Policía.- Falleció a consecuencia de heridas de bala. Sepultado en la fosa No. 7 de la hilera 2 del tramo “G”. Fosa común.”

Pero como contrapartida del drama quedó flotando vencedora la idea contenida en el himno de Bayamo y futuro Himno Nacional: “no temáis una muerte gloriosa/ que morir por la patria es vivir.”

Y allí estuvo sepultado hasta que se levantó un monumento y una tumba dignos de su estatura histórica. Y allí, en el cementerio de Santa Ifigenia, se le reverencia bajo la advocación de Padre de la Patria. Y sus ideas fueron y son luz que iluminan nuestras conciencias y guían nuestros actos y actitudes.

Desde su atalaya de gobernante y político visionario fue capaz de ver con claridad la diferencia marcada entre el gobierno y el pueblo de los Estados Unidos con respecto a Cuba, que desgraciadamente aun se mantiene vigente, después de casi dos siglos:

Así se expresaba sobre la hostilidad del gobierno estadounidense:

“La hostilidad que se nos muestra nos hará más poderosos. Sabemos que tenemos la simpatía de toda la gente noble de los Estados Unidos… los cubanos no han dudado un momen­to que el pueblo de los Estados Unidos es decidido por la causa de la libertad e independencia de Cuba a pesar de la actitud desgraciada que ha asumido su gobierno y que no tardará el día en que la opinión pública, omnipotente en los Gobiernos Americanos, le obligue a adoptar una sola línea de conducta que lo saque más airoso, y que no se desvíe de los principios de la gran nación que dirige. Por eso el pueblo de Cuba no ha sentido enfriarse ninguna de sus simpatías por el pueblo de los Estados Unidos”.

Y fue más claro y definitorio cuando expresó:

“No era posible que por más tiempo soportásemos el desprecio con que nos trata el gobierno de los Estados Unidos, desprecio que iba en aumento mientras más sufrido nos mostrábamos nosotros. Bastante tiempo hemos hecho el papel del pordiosero a quien se niega repetidamente la limosna y en cuyos hocicos se cierra con insolencia la puerta. El caso del Pioneer ha venido a llenar la medida de nuestra paciencia: no por débiles y desgraciados debemos de dejar de tener dignidad”.

Al asumir el cargo de Presidente de la República de Cuba en Armas fue preclaro al proclamar lo siguiente:

“Cuba ha contraído, en el acto de empeñar la lucha contra el opresor, el solemne compromiso de consumar su independencia o perecer en la demanda: en el acto de darse un gobierno democrático, el de ser republicana. Este doble compromiso, contraído ante la América independiente, ante el mundo liberal, y lo que es más, ante la propia conciencia, significa la resolución de ser heroicos y ser virtuosos.”

“Cubanos: Con vuestro heroísmo cuento para consumar la independencia. Con vuestra virtud para consolidar la República. Contad vosotros con mi abnegación.”

Su mensaje a los cubanos como herederos de esa tradición heroica y virtuosa de nuestros héroes se inscribe entre lo mejor del patriotismo:

“mis herederos, que, como yo, no deben desear más que morir por la libertad de Cuba, y una herencia pobre de dinero, pero rica de virtudes cívicas.”

Y tanto para ayer como para hoy y mañana, conservemos en la memoria estas ideas sublimes.

“Nosotros triunfaremos, porque cuando un pueblo se coloca formidablemente amenazador para reclamar sus derechos, siempre ha vencido; nosotros triunfaremos, porque tenemos de nuestra parte las simpatías del mundo y los errores de nuestros enemigos; y triunfaremos, porque los soldados de la gran idea han llegado en todas las épocas y en todas las naciones al templo de la libertad, con los pies descalzos y ensangrentados, sí, pero con la frente ceñida por la diadema de las victorias”.

“Hijos de Cuba, hermanos míos, acudid al grito de la patria, engrosad sus batallones, el triunfo nos espera. Odiad las disensiones, preocupaciones y provincialismos; todos somos hermanos, unidos por el amor como por el deber; el soldado que obedezca ciegamente a su jefe; el hombre civil, que cumpla con sus deberes de patriota; todos que respeten la ley. Abnegación y patriotismo, y desde un cabo al otro veréis a Cuba independiente   y republicana.”

“Por tanto, yo Carlos Manuel de Céspedes, Presidente de la República de Cuba, en uso de las facultades que ejerzo y de las que me ha concedido la Cámara de Representantes, declaro traidores contra la Patria a todos los individuos que de obra, o con propalaciones, y sin respetar las libertades políticas y nuestras instituciones conspiren contra ellas directa o indirectamente, en cuyos casos los infractores, cómplices y encumbradores serán castigados por las respectivas autoridades con las penas y el rigor que las leyes y las circunstancias prescriben.”

“Yo he obrado con arreglo a mi conciencia y deseoso de asegurar los recursos de la República para su salvación y no para el uso del enemigo”.

Hoy quedan inmortalizados su ejemplo y sus ideas que constituyen un patrimonio que debemos preservar al precio que sea necesario, hasta de la propia vida. Por todo eso y más al reverenciarle en el día de su caída en combate el 27 de febrero de 1874, queda para la historia este apunte en su diario:

“Todos los días tengo gran número de visitas. Dicen que vienen a conocer a su padre”.

Wilkie Delgado Correa. Doctor en Ciencias Médicas. Doctor Honoris Causa. Profesor Titular y Consultante. Profesor de Mérito de la Universidad de Ciencias Médicas de Santiago de Cuba.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.