El Movimiento Ibéric Antinuclear en Catalunya, recuerda Chernóbil desde el homenage a Bela Belbèoch y la resistencia a los 60 años de funcionamiento nuclear que quiere imponer la industriaA finales de octubre de 2016 un semicilindro gigante de metal cubrió definitivamente la estructura por la que Chernóbil es reconocido en todo el mundo: el sarcófago […]
El Movimiento Ibéric Antinuclear en Catalunya, recuerda Chernóbil desde el homenage a Bela Belbèoch y la resistencia a los 60 años de funcionamiento nuclear que quiere imponer la industria
A finales de octubre de 2016 un semicilindro gigante de metal cubrió definitivamente la estructura por la que Chernóbil es reconocido en todo el mundo: el sarcófago de hormigón del que sobresalía la chimenea. Con una imagen neutra, geométrica, se avanza un paso más en el olvido; en un tiempo prudencial comenzará el trabajo para desguazar la estructura de contención, y se espera que la cúpula frene la dispersión de la radiación nuclear que resulte de las operaciones de desmontaje.
Nada es seguro, salvo que, a pesar de los 31 años que han pasado desde que comenzó la catástrofe esta continúa vigente hoy y que tiene un largo futuro por delante. Que a 31 años de distancia una catástrofe continúe activa hoy no debería ser tan sólo un recordatorio.
Que todavía hoy Chernobil marque la existencia de millones de personas en Bielorrusia, Ucrania, Rusia a. A toda Europa, y al mundo, debería hacernos mirar atentamente del pasado al presente, y del presente al futuro, a una cadena de muertes y sufrimiento que hay que buscar, que están escondidos bajo imágenes de aniversario que aburren de tan repetidas.
Puede que la neutralidad de la nueva imagen de Chernóbyl disminuya una parte de su incentivo como destino turístico «de aventuras y emociones fuertes», pero siempre quedará la zona de exclusión, las zonas de bosque, de animales que «colonizan» el que antes eran campos de cultivo y edificios. Para el espacio informativo en futuros aniversarios siempre quedará alguna persona sobreviviente, o si no un hijo, hija, nieto, o nieta, para volver a contar una anécdota; y las imágenes de las ciudades y calles abandonados, llenos de vegetación, ocasionalmente de un cuerpo deformado, y las viejas imágenes en blanco y negro del «antes», contrastado con imágenes en color del «ahora».
La frase más conocida y repetida sobre lo que significa Chernobyl es «no hemos aprendido». Es una frase vacía de significado: nosotros, las personas que resistimos la irracionalidad de una energía atómica presentada como parte del «futuro», aprendimos de Chernóbyl; y ellos, los que continúan con su negocio y sus beneficios obtenidos del miedo y el sufrimiento también aprendieron y mucho: Fukushima es la prueba.
Chernóbil, Fukushima, es el rostro de una tecnología que tenemos muy cerca y dispuesta a perdurar, en el caso de Cataluña oculta tras un futuro de energías renovables. Dispuesta a alargarse, al menos hasta el 2045 y 2047 en Ascó y Vandellós. Y muy cerca, y en la misma línea, en Cofrentes, Trillo, Almaraz… y Garoña.
El ruido informativo es el peor enemigo del recuerdo, el pensamiento y el sentimiento. Por eso, 31 años después del inicio de la catástrofe, pedimos que se dedique un tiempo a reflexionar sobre Chernóbil, pero no a reflexionar en abstracto. Animamos a leer un estudio que sigue plenamente vigente, hecho por una mujer, una de las muchas resistentes, una científica francesa proveniente del mundo del conocimiento nuclear, Bela Belbéoch, que murió el 24 de septiembre de 2016, y que, a partir del 26 de abril de 1986 dedicó la resto de su vida a denunciar como «los expertos se pusieron de acuerdo para reducir al mínimo la cantidad de víctimas». Bela Belbéoch documentó la primera cosa que «ellos» aprendieron de Chernobyl. La primera cosa que están aplicando con éxito en Fukushima, y que volverán a aplicar cuando la siguiente catástrofe llegue.
No podemos recordar Chernobyl sin mirar a nuestro lado, a los tres reactores nucleares en funcionamiento en Cataluña del total de siete que funcionan en España, unos reactores que están a punto de pedir una renovación de licencia para funcionar hasta los 60 años, como mínimo, ya que algunos partidarios de la industria nuclear insinúan que podrían llegar a los 80 años, esos partidarios están interesados en demostrar que las siniestras enseñanzas de Chernobyl y Fukushima tienen aplicación práctica, también aquí.
25 de abril de 2017
MOVIMIENTO IBÉRICO ANTINUCLEAR en Cataluña
Más información: Miguel Muñiz 625895651