La ciencia abierta está revolucionando la forma en que entendemos y abordamos problemas complejos como el cambio climático. Su objetivo es hacer que los resultados de la investigación científica sean accesibles y reutilizables para todos, lo que incluye la publicación de datos, métodos y resultados de manera transparente.
En lo que respecta al estudio del clima, este paradigma permea en todas las fases del proceso de investigación: desde modelos numéricos de código abierto, pasando por datos de libre acceso o la validación de los resultados por parte de una comunidad independiente. También afecta a la comunicación ética de los avances.
Al hacer que la investigación sobre el clima sea transparente y accesible, la ciencia abierta contribuye a la toma de decisiones informadas. Genera, así, un impacto positivo en la percepción social sobre cómo se construye la ciencia y fortalece la confianza de la ciudadanía en los resultados científicos.
El acceso libre al conocimiento sobre el clima
La ciencia del clima vive una época dorada en lo que se refiere a la producción, recopilación, acceso y difusión de la información.
Construida con observaciones y modelos, la climatología ha avanzado significativamente en la última década. No solo disponemos de datos con mayor frecuencia y detalle, sino que también tenemos una comunidad más comprometida con el acceso a ellos.

Igual ocurre con las publicaciones, donde el acceso abierto está ganando terreno al tradicional muro de pago a pesar de los costes desorbitados.
Detrás de este avance están investigadores, instituciones y gobiernos, quienes han puesto recursos y esfuerzos para confeccionar una base de datos sobre el clima de dimensiones sin precedentes.
Gracias a ellos, disfrutamos de iniciativas como Copernicus, NASA Earth Data o el Proyecto de Intercomparación de Modelos de clima acoplados (CMIP). Su finalidad es la de proporcionar herramientas a la ciudadanía para conocer, monitorizar y combatir el cambio climático antropogénico.
Transparencia en el desarrollo de la actividad investigadora
Igual de importante que el acceso libre a los resultados es que el proceso que ha llevado a obtenerlos sea confiable. Para ello, resulta fundamental que los autores faciliten la trazabilidad de su trabajo, incluyendo el acceso a los datos y a los métodos para reproducir los resultados. Esta auditoría no debe entenderse como algo negativo, sino como la manera de avanzar en ciencia.
El escrutinio de los resultados por parte de una comunidad independiente no solo supone un acto de higiene científica, sino que también es beneficioso, ya que aumenta el impacto de la investigación y minimiza la proliferación de la denominada mala ciencia.
Por el contrario, la opacidad menoscaba el prestigio de la ciencia, promueve el escepticismo dentro de la comunidad científica y refuerza la desconfianza de la ciudadanía. Afortunadamente, cada vez son menos las revistas de referencia que admiten estas prácticas en sus publicaciones.
Para garantizar la transparencia, las editoriales siguen la política del triple acceso abierto: datos, código y publicación. Un ejemplo de esta tendencia se observa en el campo de la climatología.
De los tres pilares, compartir el código es quizás el que más impacto genera dentro de la propia comunidad científica. La inspección del código permite seguir las decisiones que el investigador ha tomado a la hora de abordar un problema, como si de un diario se tratase. Con este acceso abierto, el autor favorece que otros investigadores refinen el trabajo original.
Sentar las bases para la investigación del mañana
Avanzar a partir del código generado por otros no es nuevo para los climatólogos. Varios de los modelos que utilizamos en el campo están cimentados bajo esa premisa. Es el caso del Community Earth System Model (CESM), que ha crecido gracias a una comunidad de investigadores multidisciplinar. Su código está disponible enteramente en GitHub y es un ejemplo claro de transparencia y buenas prácticas.
Este tipo de iniciativas refuerzan la confianza dentro de la comunidad científica y en la sociedad en general, ya que dan soporte a la toma de decisiones informadas. Además, este ambiente de colaboración y transparencia contribuye a evitar escándalos como el Climategate y fortalecer la credibilidad en el método científico.
El buen hacer en la comunicación de los resultados
Uno de los principales desafíos a los que se enfrenta la comunidad científica es comunicar el papel que desempeña la incertidumbre en nuestros análisis.

Pensemos, por ejemplo, en la evolución futura de los bosques afromontanos. Los modelos, que son la herramienta principal para estudiar el clima del futuro, no se ponen de acuerdo sobre cómo cambiarán estos ecosistemas de bosque tropical que crecen a más de 800 metros sobre el nivel del mar.
Fuera del mundo académico, la falta consenso se percibiría como algo negativo y podría favorecer posiciones escépticas frente al cambio climático. Sin embargo, esta incertidumbre es más una forma de mostrar el abanico de escenarios posibles, cada uno con diferentes probabilidades de ocurrencia.
Aclaraciones como esta son posibles cuando se ofrece suficiente espacio a los expertos. Pero una mayor visibilidad no debe confundirse con sobreexposición.
La difusión de los resultados también debe ser realista y honesta. De lo contrario, si el exceso de información acaba saturando a la audiencia, podría provocar un efecto adverso.
Esta premisa es difícil de cumplir en contextos muy competitivos, donde los investigadores buscan posicionarse mejor para asegurar los recursos necesarios que les permitan continuar con sus líneas de trabajo.
Andrés Navarro. Profesor ayudante doctor. Física aplicada, Universidad de León
Fuente: https://theconversation.com/ciencia-abierta-para-combatir-la-desinformacion-climatica-253651