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Cinco años aprendiendo gracias a la PAH

Fuentes: eldiario.es

Si no somos conscientes de la necesidad que tenemos de aprender y de cómo lo hacemos tenemos un problema. Un día podemos descubrirnos aterrados repitiendo lo escuchado sin mayor criterio y darnos cuenta de que hemos depositado algo tan fundamental como nuestra educación en quien no lo merece. Aunque haya quien no sea consciente de […]

Si no somos conscientes de la necesidad que tenemos de aprender y de cómo lo hacemos tenemos un problema. Un día podemos descubrirnos aterrados repitiendo lo escuchado sin mayor criterio y darnos cuenta de que hemos depositado algo tan fundamental como nuestra educación en quien no lo merece.

Aunque haya quien no sea consciente de ello, siempre somos estudiantes. Siempre estamos aprendiendo. No es sólo una cuestión de voluntad, de aquellas personas que así lo desean. Es algo que tiene que ver con lo cotidiano, aprendemos de las personas con las que tratamos, los periódicos, la televisión, la radio, el cine, la publicidad, la política institucional, el deporte… Si no somos conscientes de la necesidad que tenemos de aprender y de cómo lo hacemos tenemos un problema. Un día podemos descubrirnos aterrados repitiendo lo escuchado sin mayor criterio y darnos cuenta de que hemos depositado algo tan fundamental como nuestra educación en quien no lo merece.

«Los pisos no dejarán nunca de subir» es un mantra que recorrió los años de la burbuja o especulación inmobiliaria. Había importantes constructores, al tiempo que representantes del sector inmobiliario, que iban de un medio al otro repitiéndolo. Podía preocuparse de que hubiera gente con problemas para acceder a un hogar, pero lo importante es que tuviéramos claro que las cosas serían así. Que todo el mundo se hipoteque.

A aquellas personas amantes del escepticismo de David Hume o de Michel de Montaigne siempre nos quedaba el pensar que nuestra pequeñez nos impide hacer este tipo de afirmaciones, que está por ver lo que pasará… Sabemos que, aunque sea probable que pase, no está escrito que a esta noche la seguirá un nuevo amanecer. Ha pasado a lo largo de toda nuestra historia. Pero puede que un día deje de hacerlo. Y un día ya no salió el sol como habitualmente. Ese día apareció la «crisis». Entonces demasiadas personas ya estaban hipotecadas y pasaron de tener el problema del acceso al del mantenimiento. Entonces el reto era poder pagar lo que pensaban haber adquirido. Otro mantra se empezó a propagar: «hay que pagar las deudas, a nadie se le obligó a hipotecarse».

Y apareció la PAH, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca. Se constituyeron en una asamblea el 22 de febrero de 2009, eran cinco personas. Y desde su surgimiento mucho hemos aprendido. La PAH ha tenido una gran incidencia, a muchos niveles, en la sociedad desde su aparición. Ha conseguido acompañar y transformar a las personas que se le acercaban, negociar salidas a situaciones desesperadas, despertar el apoyo generalizado de la sociedad, aprobar mociones en ayuntamientos, marcar la agenda pública, que se piense que «sí se puede» conseguir lo que parecía fuera de alcance… Es bueno hacer balance y pensar. No sólo pensar en lo no conseguido o por conseguir, pensar también en todo lo que se ha logrado.

Uno de sus ámbitos de incidencia ha sido la capacidad de que aprendiéramos si atendíamos, aunque fuera mínimamente, a su tarea. De entrada, sobre las hipotecas y afectación que generaban. ¿Quién conocía qué era la dación en pago antes de que la PAH hablara de ella? ¿Quién sabía que a diferencia de lo que ocurría en otros países de nuestro entorno, en España no podías devolver la vivienda y saldar la deuda sino que perdías la casa y además tenías que seguir pagando? La PAH apareció exponiendo claramente situaciones que consideraban injustas y debían ser cambiadas. Situaciones que podían incluso desconocer las personas afectadas. ¿Qué sabríamos sobre la situación de emergencia habitacional en la que nos encontramos si no hubiera existido la PAH? ¿Qué sabríamos de los comportamientos de las entidades financieras? ¿Sabríamos que podría haber alternativas a los desahucios? ¿Qué hay en otros países? ¿Hasta donde conoceríamos el funcionamiento de las hipotecas, la legislación española, la europea…?

Con la PAH hemos aprendido (o deberíamos haberlo hecho) que importa de donde se viene y la constancia que se tiene. La PAH viene de lejos. Podríamos decir que viene de movilizaciones que algunos dieron por fracasadas. Viene de las movilizaciones por el derecho a la vivienda con aquel lema de «No tendrás casa en la puta vida». Movilizaciones en años de crecimiento económico que denunciaban las barreras para acceder a un derecho y el negocio que había a su alrededor. También denunciaron el mobbing inmobiliario que estaba expulsando a personas de sus pisos con la intención de obtener más beneficios con su comercialización. Movilizaciones que tuvieron su repercusión. Las campañas públicas pudieron desaparecer, pero no la voluntad de continuar trabajando por el derecho a la vivienda. Y llegaría la «crisis» y algunas de estas personas consideraron que la movilización debía continuar en este caso con especial atención a las personas que ahora lo empezaban a pasar mal. Pero en febrero de 2009 eran cinco personas. Había mucho trabajo por delante y por desgracia, pocas respuestas desde las instituciones.

¿Y qué hacer y cómo? La importancia de acompañar y trabajar la movilización. Otro de los aprendizajes de la PAH. La movilización que no se prepara está muy lejos de poder tener buenos resultados. ¿Cuántas manifestaciones ha hecho la PAH? Se pueden contar con los dedos de una mano y aún sobran. En cambio es el mecanismo de respuesta más habitual en nuestra sociedad. ¿Quiere decir algo? Seguramente mucho. Han intentado desarrollar actuaciones lo más adecuadas posible a los objetivos que se querían conseguir: diferentes instrumentos para detener un desahucio, acordar mociones en los ayuntamientos que los obliguen a actuar, los escraches para darse a conocer, la ILP con la voluntad de llevar al Parlamento sus propuestas, ocupar por tener viviendas… Sus actos de movilización intentan ser transformadores desde que se ejecutan. Buscan afrontar cada problema surgido con una respuesta lo más idónea posible. No es nada fácil. Hay quien ha pensado que su potencial está en la desesperación de las personas afectadas que pueden perder su hogar. Pero hemos podido aprender también cómo esta situación es generadora de fragilidad. Quizás su mayor logro, en el terreno personal, ha sido acompañar a las personas y ayudarlas a hacer frente a los temores, miedos, presiones, amenazas…

Que más allá del pedir está el hacer. Esta sería otro de las enseñanzas estrechamente ligadas a sus actuaciones. No se quedan en pedir, solicitar… Si no se consigue lo que se reivindica, se buscan las maneras para poder hacerlo. Se hace parando un desahucio, desarrollando un escrache, creando la obra social y ofreciendo respuestas habitacionales a personas que no las tienen. Después de las movilizaciones del 15M, que tanto han alimentado a la PAH, hubo representantes políticos que quisieron aclarar, reivindicar, que ya hacía tiempo que estaban diciendo lo mismo que los «indignados». La PAH es una muestra de la política que irrumpe en ese momento. Ya no basta con decir. Puede haber muchos buenos deseos pero aún hay más necesidades e incluso emergencias. Ya no basta estar en contra de, hay que buscar soluciones. ¿Quién garantiza los derechos que están reconocidos en nuestro país? La Plataforma de Afectados por la Hipoteca ha decidido convertirse en un garante de derechos. Asume obligaciones cuando nadie lo hace para conseguir que haya personas que no pierdan su hogar o accedan a una nueva si ya no la tienen.

El hacer de la PAH le ha llevado a otro aprendizaje: la legalidad y la legitimidad no siempre coinciden. La PAH se mueve en un espacio de confluencia de la legalidad y la ilegalidad. Un espacio donde lo legal puede ponerse en cuestión para pasar a ser considerado ilegítimo. Un espacio donde lo ilegal e ilegítimo de acuerdo con nuestras instituciones se puede acabar convirtiendo en legal porque hay voluntad de que así sea. Y si no pasa a ser legal, la desobediencia civil no violenta entrará en acción como último recurso. No hay voluntad de situarse fuera de la ley, se hace todo lo posible para buscar soluciones dentro de las normas. Pero en caso de que no sea posible, no habrá renuncia ni silencio. La situación no lo permite. Que no se pueda ejecutar un desahucio porque un conjunto de personas de manera violenta no facilita el paso a la comitiva judicial no es legal. Es desobediencia. Ocupar un bloque de pisos perteneciente a una institución financiera rescatada con dinero público no es legal. Es desobediencia. Pero puede acabar, como ha pasado, con un acuerdo para que la entidad ofrezca alquileres sociales. La PAH ejerce una desobediencia que podría tener un triple objetivo: ayudar a personas que lo necesitan, el cambio de la legalidad, y la atención pública para generar el debate necesario para provocar los cambios. Los tres deseos se encuentran en la voluntad de conseguir hacer de nuestra sociedad un espacio más civil. La desobediencia busca que pueda emerger otra legalidad que responda a lo que entienden como justo, legítimo, bueno, adecuado, mejor que lo realmente existente …

La PAH ha popularizado el grito de «sí se puede» porque ha conseguido que se pudiera y tal vez esta es la enseñanza que más valoran las personas que aspiran a transformaciones que acaben con las injusticias sociales, económicas, políticas, que viven en carne propia ya su alrededor. Pero parece que sería bueno no buscar éxitos sin más, no reclamar PAHs (o Gamonal …) ante todos los problemas que tenemos. Convendría saber que no se puede de cualquier manera. Los aprendizajes obtenidos de la PAH deberían, al menos, de estar bien presentes. Pero el «sí se puede» también ha generado muchas críticas. Hay a quien no le gustan las reivindicaciones y formas de hacer de la PAH. Discutimos la foto. Por ejemplo: ¿Qué debería ser lo justo, legítimo, bueno, adecuado? Pero debatimos hacerlo de verdad. No debería valer desacreditar, esconder las realidades de emergencia social, irregularidades o ilegalidades en la concesión de hipotecas que han constatado. La PAH no tendrá todas las respuestas, o no gustar las que ofrece. Habrá quien no compartirá su insumisión, su desobediencia. Pero se trata de una desobediencia civil noviolenta que se fundamenta en las necesidades de las personas, al no aceptar que el beneficio que pase por encima. La PAH nos anima a repensar las bases de nuestra sociedad y construir de nuevo sobre ellas. Debatimos de verdad y, si es posible, agradecemos el enorme trabajo realizado.

Fuente: Este es un artículo publicado originariamente en El Diari de l’Educació