Desde los últimos años el tema forestal en Colombia ha estado en el centro de los principales debates y de la agenda gubernamental. Algunos elementos nos permiten afirmar que éste, así como sus servicios ambientales, son un negocio más, no solo a nivel nacional sino global.
Resulta de suma importancia saber por qué desde los últimos años el tema forestal en Colombia ha estado en el centro de los principales debates y de la agenda gubernamental. Este artículo pretende en primer lugar responder esta pregunta, y mostrar algunos elementos de política que nos permiten afirmar que el tema forestal, así como sus servicios ambientales, son un negocio más no solo a nivel nacional sino global.
El Plan Nacional de Desarrollo Forestal (PNDF) del actual gobierno, concebido para los próximos 25 años, busca establecer 4 millones de hectáreas de monocultivos de árboles. Para el presente año se planea plantar 17.000 hectáreas, principalmente de Palma africana. Pese a que se trata claramente de monocultivos, las plantaciones son presentadas como «reforestación», pero es interesante señalar que en el plan de desarrollo forestal no se mencionan las cifras reales de deforestación, que son muy superiores a los datos que el gobierno aporta al respecto.
Entre las razones que se esgrimen para fomentar los monocultivos forestales, la principal es que las características geográficas y ambientales del país son sumamente aptas para el desarrollo de plantaciones productivas con altos rendimientos de madera, debido entre otras razones a los reducidos turnos de cortas (7-15-20 años).
El Gobierno está promoviendo las plantaciones forestales comerciales a través de las llamadas «Cadenas Productivas», las cuales se vienen promoviendo desde 1995 y buscan la suscripción de Acuerdos de Competitividad con el sector privado, representado por organizaciones de productores y empresarios. En ese marco, el gobierno promueve distintas políticas, planes y proyectos apuntando a mejorar el entorno competitivo de los distintos eslabones de las cadenas y las condiciones de competitividad de las empresas mismas.
Particularmente con el desarrollo de estas Cadenas se pretende identificar y consolidar núcleos de «desarrollo forestal» que permitan reactivar la inversión en nuevos proyectos productivos bajo condiciones de competitividad, impulsando acuerdos regionales y estableciendo alianzas estratégicas entre el sector público y privado (partnerships) y con la comunidad en general, que permitan ampliar la base de recursos madereros, consolidar los esquemas de cadenas productivas y posicionar los productos y servicios forestales en los mercados nacionales e internacionales.
Esto nos parece sumamente preocupante, ya que la reorganización que se está produciendo en Colombia, no solo a nivel institucional sino inclusive del territorio, pasa por estas Cadenas Productivas. Es decir, que la producción nacional está condicionada a las exigencias del mercado externo y en consecuencia de las transnacionales que compran. Dicho de otra manera, las Cadenas Productivas están articuladas al comercio internacional, que a su vez exige lo que debe producir cada país. Esto explica el porqué de los monocultivos de palma africana, de palmito, de eucaliptos, de pinos, etc. La Cadena se convierte así en la forma de producción, en donde cabe anotar que los pequeños productores estarán por fuera de dicha cadena, ya que el interés es la producción a gran escala.
Esto significa entre otras cosas, la inseguridad y pérdida de soberanía alimentarias, puesto que el uso de la tierra y su producción no estarán en función de las necesidades de la población, sino por el contrario, de asegurar el negocio de las transnacionales que impulsan estas Cadenas. Para nosotros no hay duda de que el uso de la tierra debe beneficiar principalmente a la población, y no ser encarado simplemente como otro negocio más.
De allí la inconveniencia de los monocultivos de árboles, puesto que su rentabilidad está asociada de manera directa al carácter comercial y extensivo de las plantaciones, sin importar el desalojo y expropiación de las tierras colectivas, habitadas tradicionalmente por campesinos y comunidades indígenas y negras.
Es importante señalar que el propio Presidente Uribe ha sido uno de los más entusiastas en impulsar el sector forestal como uno de los pilares del nuevo «desarrollo» en el campo, promoviendo las plantaciones forestales. De allí uno de los grandes programas del Plan Nacional de Desarrollo, llamado «Familias Guardabosques», el cual recibe de parte de la Cooperación Internacional un fuerte apoyo económico para ejecutar proyectos relacionados con la ordenación, conservación y restauración de ecosistemas forestales; promoción de cadenas forestales productivas y desarrollo institucional.
Si bien ello podría parecer positivo, lo que se esconde detrás es que a través de incentivos económicos, se incorpora a estas familias a las cadenas de extracción a gran escala, que en última instancia favorece a la multinacional dueña de la plantación y en donde además el gobierno nacional avala y crea todas las condiciones para aplicar esta política, canalizando directamente recursos de la Cooperación Internacional a estas Cadenas Productivas y al negocio.
Al mismo tiempo, a través de este modelo de familias guardabosques se quiere establecer una relación de asalariados con la gente local, y que las comunidades dejen de relacionarse con el bosque como hasta la fecha lo han hecho, particularmente las comunidades indígenas y negras. Más aún, la estrategia del gobierno apunta a la apropiación del territorio de las comunidades, que quedaría en manos de las empresas madereras.
Todo eso se esconde tras bonitas palabras como «reforestación», «ordenación», «conservación» y «restauración», cuando en realidad se trata de sustituir ecosistemas y comunidades con gran diversidad por plantaciones y sociedades homogéneas y atadas al interés de las grandes empresas.
Por Paula Alvarez Roa
CENSAT Agua-Viva
Amigos de la Tierra – Colombia