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Comentario respecto a los V Encuentros Sindicales de Madrid

Fuentes: Rebelión

He leído en Rebelion el articulo que escribe Miguel Arróniz sobre los V Encuentros Sindicales celebrados en Madrid el pasado 25 de noviembre. Como representante de la Intersindical en ese Encuentro quisiera hacer algunas puntualizaciones a su informe. Arróniz describe las diferencias habidas respecto a la formación de una Coordinadora a nivel estatal de estos […]

He leído en Rebelion el articulo que escribe Miguel Arróniz sobre los V Encuentros Sindicales celebrados en Madrid el pasado 25 de noviembre. Como representante de la Intersindical en ese Encuentro quisiera hacer algunas puntualizaciones a su informe.

Arróniz describe las diferencias habidas respecto a la formación de una Coordinadora a nivel estatal de estos sindicatos que se encuentran esparcidos por todo el territorio del Estado Español. Pero no entra a analizar el porqué de estas diferencias. No estaría de más si lo intentamos, aún a riesgo de ser incomprendidos o mal interpretados. Dado que uno de los obstáculos (es inútil negarlo) para crear esta Coordinadora es el nacionalismo de españoles, vascos, catalanes y gallegos, principalmente, tendré que empezar por decir que yo, personalmente me sitúo en ninguna de esas trincheras y mi mayor deseo es que pudiésemos trabajar todos por el mismo objetivo (en principio, extender el sindicalismo asambleario, esto es, que se rija por la participación de los trabajadores, afiliados y no afiliados a sindicatos en las decisiones que afectan a nuestra vida laboral) sin que la nacionalidad de cada uno se erigiese como un obstáculo para ello. Pero hoy por hoy, no se puede negar que una propuesta para formar una Coordinadora estatal proveniente de Madrid y Andalucía despierta recelos entre las agrupaciones sindicales de otras comunidades, especialmente de aquellas que tienen reivindicaciones históricas. Y por veces, no son recelos propios sino «prestados» por decir así: Se teme perder personalidad y por lo tanto audiencia y afiliación si se presenta el sindicato como un apéndice de una Coordinadora Estatal. Aunque no lo sea, aunque mantenga la plena soberanía sobre sus decisiones y sus contactos con la Coordinadora se limiten a unas reuniones periódicas, a la difusión de comunicados que van a tener el mismo texto en todo el Estado Español y a la lucha conjunta por reivindicaciones comunes a todos, siempre está latente, a flor de piel, ese temor a ser considerados un apéndice de Madrid, con todo el peso histórico que eso conlleva.

Para mí tengo que esto es una consecuencia de ese Estado de las Autonomías que parió la Constitución de 1978, un engendro de carácter centralista, reforzado con la Institución monárquica. Un Estado Federal nos haría ver las cosas de otra manera. Tal como está, el permanente tira y afloja sobre las competencias de los entes autonómicos se refleja, queramos o no en todos los ámbitos de la vida social de las Comunidades Autónomas, incluido el de la lucha sindical. Me atrevo a decir que sin antes desatar ese nudo gordiano va a ser muy difícil, sino imposible, establecer una comunicación franca y libre de prejuicios entre los distintos grupos sindicales que han surgido dentro del Estado español. Lo curioso es que la gran mayoría de estos grupos han nacido como reacción frente a los dos grandes aparatos sindicales que, representando a los sectores más acomodados (aunque estén hasta el cuello de deudas, como todos) y menos combativos, han acabado por transformarse en un apéndice más del Estado, encargados de disciplinar a los trabajadores.

No es solamente la existencia de ese nacionalismo lo que dificulta la formación de una Coordinadora. También existe el temor a que, con independencia de la voluntad y deseos de quienes hoy la patrocinan, con el tiempo y el crecimiento acabe en una central sindical más, como los grandes sindicatos que todos conocemos. No son pocos los que desearían (quizás añorando la dimensión y «fuerza» del aparato que abandonaron) construir otro de parecidas características, en tamaño y proyección social, pero sin las lacras burocráticas y los intereses creados que los han degenerado. Confieso humildemente no saber cuales son los estatutos que habría que redactar para impedir esa evolución, si es que los hay, pero lo cierto es que la historia nos muestra que, en la gran mayoría de los casos acaban llevándose el gato al agua los ambiciosos sin escrúpulos, apoyándose en los «incondicionales» que siguen las directrices de arriba sin mirarlas, que me atrevo a asegurar, por experiencia propia, que forman la mayoría de los que hoy se lanzan a la andadura sindical.

En la Intersindical de Aragón somos pocos, pero bien avenidos y el sindicalismo que practicamos sigue las mismas líneas que las de los otros grupos que encontramos en estos eventos y con los que estamos en contacto casi permanente a través del correo electrónico. Estando en sintonía con ellos, los encuentros nos sirven sobre todo para recibir información más detallada en materia de conflictos laborales, de lo que sucede por todo el Estado.

Y ya no somos solamente una mosca cojonera: Basta con ver lo sucedido en los últimos meses en Telefónica, o el proceso abierto por el Ayuntamiento de Gijón a los dos compañeros de la Corriente Sindical de Izquierda. En la reunión que tuvo Fidalgo el 3 de octubre con 2.500 delegados sindicales en Madrid se dijo que:

«En la actualidad, CC OO le saca 5.000 delegados a UGT. CCOO cuenta con 119.300 representantes en las empresas españolas (pequeñas, medianas y grandes; públicas y privadas), esto es, un 38,5% del total; UGT con 114.500 (el 37%) y el resto (sindicatos de corte corporativo o nacionalista) con 73.000 (el 27%).»

Esta información esta extraída de EL Mundo del 4 de octubre. De su redactor salen los «sindicatos de corte corporativo o nacionalista» que pone entre paréntesis, porque lo último que se puede permitir esa prensa, sea El Mundo, sea El País o cualquier otro de Falsimedia, es darnos cancha. Lo importante es que ya representa el 27 % de los Delegados Sindicales. Se puede especular con que no sean todos los que están ni estén todos los que son, pero el hecho es que la resistencia a la disciplina crece y los que el Gobierno y la CEOE exhiben como «Representantes de los trabajadores» representan cada día menos.