Recomiendo:
0

Comentarios a algunas observaciones amistosas con motivo de mis opiniones sobre el PIB

Fuentes: Rebelión

He leído gracias a Habana Insider los comentarios que los compañeros Julio Carranza y Pedro Monreal han escrito sobre mi último artículo acerca del PIB. Agradezco la atención de dos personas cuyos valiosos trabajos conozco. Sería difícil identificar aquellos de sus textos que no me hayan hecho pensar. Son dos cubanos ocupados y preocupados por […]

He leído gracias a Habana Insider los comentarios que los compañeros Julio Carranza y Pedro Monreal han escrito sobre mi último artículo acerca del PIB. Agradezco la atención de dos personas cuyos valiosos trabajos conozco. Sería difícil identificar aquellos de sus textos que no me hayan hecho pensar. Son dos cubanos ocupados y preocupados por el destino de la nación .Y eso nos une. También lo hace las diferencias de interpretación que me hacen llegar sobre el tema del PIB y mi punto de vista sobre la posición oficial del gobierno cubano al respecto que ellos no comparten.

Sus notas me obligan a reflexionar sobre el tema con mayor amplitud y a realizar una introducción indispensable. Carranza y Monreal coinciden en el criterio de que mi enfoque pudiera interpretarse como una justificación. No es así; explico no justifico. Lo que sucede es que me pareció correcta la actitud gubernamental de aceptar con rigor la dureza del hecho sin tratar de descalificar un indicador cuyas limitaciones ellos también conocen.Nada de por ciento de niños nacidos vivos y de cantidad de escuelas para criaturas discapacitadas en el lenguaje oficial.

No me pareció que destacaran los efectos demoledores de esa bestia de la naturaleza que fue el huracán Irma (desmanteló 36.000 habitaciones hoteleras en 48 horas). Fueron discretos, ya que es poco frecuente esperar informes pesimistas de la realidad de los funcionarios gubernamentales de cualquier país.

La diferencia entre los comentarios de Carranza y Monreal es que el primero fue más suave y el segundo más severo. Si ambos conocen mis textos sobre lo que está pasando en Cuba deben haberse percatado que la línea principal de mi pensamiento no es la justificación de las acciones del gobierno, lo que no es razón para desconocer lo áspero de su trabajo, ni omitir el respeto que merecen. Creo que así los ayudo, porque ni la prensa ni la Mesa Redonda se ocupan demasiado de hacerlo. En realidad no quisiera estar en sus zapatos.

Dirigir Cuba

He repetido muchas veces que gobernar este país es un trabajo duro, muy duro. No solo por el bloqueo, sino por el mismo carácter e idiosincrasia del cubano que junto a grandes virtudes muestra no pocos defectos, como por ejemplo la técnica del invento y de querer hacer lo que le da la gana. (A muchos cubanos de adentro nos da risa cuando dicen que aquí hay una dictadura, lo que no significa desconocer cierto exceso de prohibiciones). En esto de hacer lo que nos viene en ganas nos parecemos pueblo y no pocos funcionarios gubernamentales. Muchos cubanos tienen un talento especial para generar caos, a veces vestido con la ropa de la organización. Vean algunas de la últimas resoluciones gubernamentales, sobre todo la de transporte que se disfrazó de «experimento».

Nosotros somos desordenados y ellos también, al igual que los países colonizados por España (excepción hecha de algunos sectores del deporte, la cultura y las Fuerzas Armadas). A ver si Díaz Canel con su mente de ingeniero logra organizar un poco el Estado cubano como premisa para ordenarnos como pueblo. Dios y todos los santos lo ayuden. Sintetizando y con cierta licencia; somos buenos para la guerra, la música, el baile y el deporte. Pero estas virtudes no tienen una relación directa con el PIB, ni con el desarrollo de la base material de la sociedad cubana. Nos falta un estudio serio de antropología nacional.

Por otra parte, las casi cuatro centurias de colonización española, los 60 años de república y los 60 de revolución han estado signados por el desorden, como en el resto de la mayoría de los países del continente. Es un error por tanto echarle toda la culpa al socialismo cubano de este estado de cosas. La etapa revolucionaria es un periodo relativamente pequeño de la historia del país. Por tanto, a la historia lo que es de la historia y a la revolución lo que le toca, pero no más de lo que le toca.

Mis imprecisiones y la clasificaciòn del PIB como mito

Después de esta introducción paso a comentar solo algunas de las observaciones de Monreal que son nueve. Comienza diciendo que mi texto tiene «imprecisiones» (no es el único de los que he escrito últimamente que las tiene). Sin embargo en la número 8 asegura que cometo «un grueso error» por afirmar que el PIB no incluye la salud ni la educación, lo cual no es una imprecisión, sino un error según Monreal. Acepto lo de la imprecisión, pero no comparto del todo que sea un grueso error.Ya explicaré por qué.

Cuando redactaba el texto anterior tenía ante mis ojos un reporte de la BBC del 11 de agosto de este año que hacía tiempo un amigo me había hecho llegar. Su título es elocuente: «Por qué muchos economistas, incluido su creador piensan que el PIB es una medida absurda«.

Abunda en ejemplos donde se demuestra el carácter un tanto irracional de este instrumento citando a diferentes autoridades -altos funcionarios del gobierno británico- que aportan muchos datos, incluso de diversos países, entre ellos Japón.

No utilicé esa información porque acostumbro a reducir al mínimo las referencias bibliográficas en los artículos para las redes sociales. Son textos de opinión y no estoy dando una conferencia de posgrado, ni instrucciones a mis doctorantes. Por lo que consideré superfluo citarlo. Además, el descrédito del PIB es un lugar común entre no pocos científicos sociales, lo que el mismo Monreal reconoce de manera explícita. Sin embargo creo que debí hacerlo.

Ahora sí voy a utilizar algunas partes del texto de la BBC, principalmente para explicar porque usé la palabra mito en el título del post, que reitero por considerarla justa. Si consultamos cualquier diccionario de Filosofía (N. Abaggnano, edición cubana página 807) entre las diferentes acepciones que encontramos son las siguientes; una especie de relato que expresa una forma «atenuada de lo intelectual», o un «producto inferior de la mente», también lo define como «algo verosímil, pero opuesto a la verdad» considerada esta como un producto genuino del intelecto, «algo que no es demostrable ni claramente concebible».

Todas estas expresiones le vienen de perillas al PIB, de ahí la justeza del término para calificarlo. A continuación Monreal se hace una pregunta pertinente que deja sin respuesta ¿Cómo un indicador con tantas limitaciones se sigue utilizando? Yo sugiero que es porque a alguien le conviene y aquí recurro de nuevo a una de las acepciones de mito del diccionario; «un instrumento de control social» que no otra función cumple como mecanismo estadístico.

Aquí no hay espacio para el descuido y la inocencia. A los plutócratas que intentan instaurar un gobierno mundial les gusta el PIB porque oculta cosas desagradables para ellos y por la misma razón les gusta a los gobiernos de derecha con compromisos con el modelo neoliberal.

Podríamos mencionar aquí la conocida analogía entre la estadística y el bikini femenino; muestra lo secundario y oculta lo fundamental. Fue una iniciativa anglo-estadounidense que la ONU generalizó, creo yo sin pensarlo mucho.

¿No sé si el amigo Monreal estará de acuerdo con ello? (no podemos desconocer tampoco que algunos neoliberales más inteligentes se están dando cuenta de la necesidad de la lucha contra la pobreza y de mejorar la salud de la población. Recordemos aquí que Pinochet tenía un programa de viviendas baratas para los obreros y otro para financiar acceso a bajos precios de los televisores -ojala esto lo lean los directivos cubanos que tienen que ver con ello- y perdió el referéndum por unos pelos).

Indicadores que nos faltan

Además estoy seguro que coincidimos en la necesidad de utilizar algunos indicadores convencionales como el de la inflación que hace años no se menciona y el de la desigualdad mediante un GINI mejorado, que también desconocemos. Con relación al de pobreza es necesario un comentario aparte. La pobreza cubana, como no pocos aspectos de nuestra realidad tiene carácter singular. Es distinta a la de otros países del sur y con ventaja. Sociólogos cubanos como Aurelio Alonso proponen denominarla «pobreza con amparo», lo que considero un concepto más adecuado.

Aunque se ha publicado el dato de la ingesta promedio diaria de kilocalorías, no aparece el de gramaje diario de proteínas que en mi opinión es más importante. Algunos especialistas como los de la iglesia católica proponen con razón el consumo de energía eléctrica mediante el Kw per cápita y alcance de la red, en el que Cuba tiene hace años una posición privilegiada.

Llegando al punto 8 -ya mencionado- según Monreal cometo el «grueso error» de afirmar que el PIB desconoce los indicadores de salud y educación. Lo que puedo decir es lo siguiente: al primero que le escuché criticar al PIB fue a Fidel en la década del ochenta y precisamente por desconocer los indicadores de salud y educación. Como vimos también Bob Kennedy -que no era ni santico ni tonto- cayó en el grueso error. Comparto la misma posición equivocada de ambos o para ser más exactos un «criterio impreciso» pero no del todo equivocado.

Me explico; en el mismo texto de la BBC el autor afirma: «el PIB nos ayuda a saber cuánto vamos a recibir en impuestos y por lo tanto cuánto puede gastar el gobierno en salud y educación». Pero es obvio que el dinero gastado en educación y salud refleja solo el aspecto cuantitativo pero en ambos sectores se sabe que lo que decide es lo cualitativo, como reconoce el mismo texto de la BBC «el PIB tiene cierta validez en lo cuantitativo pero muy poca en lo cualitativo». Y esto es exactamente lo que refleja mi punto de vista en el artículo anterior; es decir que el PIB no es una medida en modo alguno confiable para evaluar el nivel real de la salud y la educación. Aquí debo mencionar también el hecho -sin querer justificarme- que los editores me insisten en mantenerme dentro de las cuatro o cinco cuartillas.

Los que escribimos sobre temas tan multivariables como los de las ciencias sociales en mi opinión con más frecuencia estamos expuestos a errores e imprecisiones. No soy un economista puro. En la universidad de Berlín hice mi doctorado en el departamento de sociología económica, que era un invento inteligente de los alemanes para inculcar la doctrina de que las variables económicas siempre operan articuladas a las de tipo social y político. Intentaban balancear la tendencia de algunos economistas de absolutizar el peso de los factores económicos y aislarlos de los aspectos sociopolíticos, lo que en la práctica es imposible. Es lo que propone la escuela neoliberal en su forma más convencional.

A algunos economistas cubanos les encanta proponer diagnósticos sombríos sobre la realidad del país, (y a ciertos sociólogos también) los escuché incluso en la década dorada de los 80. En la mayoría de sus análisis lo que dicen es verdad, pero no toda la verdad. La debilidad de estas valoraciones radica en lo que no dicen. Pero ni yo, ni ellos, ni Monreal tenemos un currículum por ejemplo como el de K. Polanyi, que le permitía hacer valoraciones simultáneas brillantes incluyendo las variables económicas, sociológicas e históricas en un mismo párrafo.

¿Es posible alcanzar un PIB del 6% a corto plazo?

Por último me referiré al criterio de ambos compañeros acerca de la necesidad de alcanzar un PIB de un 5 o 6% para iniciar el despegue. No tengo objección a tal criterio. No son pocos los economistas cubanos que piensan lo mismo. Estoy seguro que tienen razón. Solo que se trata de valorar el grado de probabilidad de que eso ocurra. Quisiera pensar otra alternativa, pero considero que la probabilidad es muy baja.

Esto es solo una hipótesis, pero es la que alcanzo después de pensar mucho sobre esto. Voy a proponer una síntesis muy abreviada de mi interpretación sobre el hecho que sin duda es multifactorial por razones de espacio.

Menciono por ejemplo un factor global externo y uno interno a los que les doy mucha importancia (por supuesto que no son los únicos). El fundamento de esta hipótesis es mi propia apreciación de porqué se derrumbó la URSS y el efecto dominó sobre el resto del campo socialista. Ahora que medito sobre esto me viene a la memoria un texto del ilustre economista sueco G. Myrdal, que seguro tanto Monreal como Carranza conocen mejor que yo; ¿Solidaridad o desintegración? Myrdal fue profético; desde entonces el mundo se ha movido más hacia la desintegración que hacia la solidaridad. Observemos nuestro continente; UNASUR agoniza y la CELAC padece una postración como si estuviera en una unidad de cuidados intensivos, por no mencionar lo que sucede en otras regiones. Estos procesos de desintegración global constituyen un entorno muy desfavorable para el desarrollo económico cubano porque ralentiza la intensidad de las inversiones a nivel global, en general en países de alto riesgo como Cuba y en particular en el petróleo, decisivo para nosotros. Así es muy improbable obtener un monto de inversión extranjera que soporte un 5% de crecimiento (no desarrollo).

El factor interno se refiere al propio potencial de cambio del país que reside principalmente en la estructura cuantitativa y cualitativa del sector dirigente del socialismo cubano. Mi interpretación del derrumbe del socialismo se basa en la tesis de que la sociedad soviética -la primera ficha en la filas del dominó- no fue capaz de generar una clase dirigente con los atributos éticos e intelectuales que les permitieran interpretar correctamente las fases más complejas del socialismo. Para decirlo con un lenguaje de hoy; no hubo un proceso de acumulación del capital ético ni el intelectual. En Cuba tenemos la masa crítica en el primero -no hay un gobierno corrupto- pero todavía no la alcanzamos en el capital intelectual.

Creo recordar la tesis de un economista muy citado hace unos años J. Timbergen (agradecería la confirmación de Carranza y Monreal, pues son lecturas de hace décadas) según la cual el factor Gerencia para el desarrollo de un país era tan importante como lo fue la tierra en otras épocas y lo incorporaba junto al capital, el trabajo y la tecnología como factor de determinación para el despegue. La comparto totalmente. Y aquí la capacidad de gestión gerencial se encuentra de regular a mal. Ni en el Estado ni en las empresas es satisfactorio.

El principal pivote de cambio económico que es el sector de las empresas estatales (es inexacto decirle sistema porque no lo es) está lejos de mostrar el nivel de capacidad de transformación que necesita el país, por lo menos a corto plazo digamos a 5 o 10 años.

Hace décadas que funcionan como apéndices administrativos del Estado, el que está encaramado arriba de ellas sin dejarlas respirar. Se sabe que en muchos países entre los funcionarios estatales y los empresarios existe cierta antipatía. Son perfiles sicológicos opuestos. En el capitalismo los empresarios tienen el sartén por el mango y en el socialismo es al revés. El funcionario estatal cubano padece una enfermedad congénita; centralitis aguda.

No tolera que haya empresarios independientes que tengan iniciativas, aunque sean exitosas, sin pedirles permiso. Es más, la hostilidad es mayor si tienen éxito, sin contar con ellos. No conciben su vida sin estar todos los días «controlando» las empresas y diciéndoles lo que tienen que hacer. De nada vale que hagan leyes separando las funciones estatales y empresariales; no les van ha hacer caso.

La cosa es tan grave que en que en el año 2012 el vicepresidente de la comisión de implementación del perfeccionamiento, general Andollo, en una reunión ampliada del Consejo de ministros señaló la excesiva «cantidad de acciones de control, en muchos casos carentes de integralidad» (Granma, 18 de mayo de ese año).

Siete años después el vendaval de controles se mantiene. Los daños ocasionados sobre las actitudes de nuestros empresarios por esa controladera fueron también mencionados por Raúl Castro, según el cual «desarrollaron una alergia por el riesgo que entraña la acción de tomar decisiones, o lo que es lo mismo acertar o equivocarnos. Esa mentalidad de la inercia debe ser desterrada…» (discurso ante la Asamblea Nacional el 1 de agosto de 2011).

Por ejemplo en los hoteles del ministerio de turismo -no los de Gaviota- el ritmo de «visitas» es de 16 mensuales como promedio (cada 36 horas), lo que me consta personalmente. Así no se puede dirigir una empresa con eficiencia. Los casi sesenta años de un aparato estatal orientado hacia el control de una parte y de otra esa «alergia» y mentalidad de la inercia han creado una lesión de carácter antropológico, tanto en la mente de los empresarios como en la de los funcionarios estatales, muy difícil de superar a corto plazo. Tienen una fuerte mentalidad de mantenimiento, pero no de desarrollo.

Veamos por ejemplo el caso del Mariel -equivale a entrar en las grandes ligas de la pelota de USA- y la posibilidad de nuestros empresarios de establecer negociaciones en términos equivalentes de capacidad profesional. No tenemos aún un modelo de formación de empresarios de estándar internacional; solo cursitos y diplomados de medio pelo.

Así no es fácil interactuar con la dinámica de los negocios a escala global que implica Mariel. Para tener una idea de las tendencias actuales de formación de empresarios como jugadores a escala global: conforman un programa con diferentes cursos de varios meses con etapas de estudios en varios países; una en Nueva York, otra en Londres, otra en Tokio y otra en Pekìn o Shangai. Algunos de ellos deben haber visitado el Mariel. Es el clásico encuentro entre el león y el mono. El resto en su mayoría poseen maestrías en escuelas de elite.

Según mi experiencia de años, la mayoría de nuestros empresarios estudia poco, tampoco muestran un alto compromiso con su desarrollo profesional. Esto es resultado de la tesis heredada del socialismo histórico de que dirigir o administrar es una tarea, no una profesión. Por lo tanto la administración o gobernanza -como se le dice ahora- no es una ciencia. Este desconocimiento los estamos pagando muy caro, y es lo que nos mantiene como un país mal administrado.

La principal oportunidad que se avizora hoy en Cuba es la manifiesta intención del nuevo presidente de darle un mayor espacio en la toma de decisiones gubernamentales al estamento científico del país, que es potente y bien formado y que tendrá que empujar un poco para ocupar una parte del lugar que mantienen los restantes tres estamentos de la alta dirección cubana: la burocracia estatal, el aparato partidario (principalmente los departamentos del órgano auxiliar del Comité Central; que de auxiliar tiene muy poco, pues su peso es determinante, aunque Raúl lo ha disminuido algo) y finalmente el poderoso estamento militar que ha venido ganando espacio rápidamente en el sector económico desde mediados de los noventa.

Por todo ello, el escenario más probable que espero para el país en los próximos años es un crecimiento por goteo, al menos por un quinquenio. No es lo que yo deseo, es lo que veo. Ojalá me equivoque. Una aclaración; hace años que comparto las tesis esenciales de la Teoría de la complejidad, en especial la idea del desarrollo no lineal y el papel del azar en la historia y la naturaleza. Podría aparecer un Amazonas de petróleo debajo de una provincia cubana, o también que llegaran dos eventos del tipo Irma, uno detrás de otro y se dividieran el trabajo; uno para las tres provincias orientales y el otro que diera vueltas encima de La Habana durante tres días. ¿Quién sabe? Cuando Marx hablaba del «viejo topo» de la historia se refería a los fenómenos ocultos, que no se ven y que de pronto estremecen un país, «como un rayo en cielo sereno» para usar sus propias palabras.

A la guerra contra Cuba solo le faltan las bombas

Quiero mencionar aquí una interesante reflexión de Maynard Keynes realizada en medio de la II Guerra Mundial, que cita el reporte de la BBC: «no necesito saber cuánto bienestar hay, porque estamos en una guerra y eso no es bueno para el bienestar. Lo que necesito saber es cuánto puede producir la economía y cuál es el mínimo (yo diría básico; RJM) indispensable que la gente necesita consumir para saber cuánto sobra para financiar la guerra, ya que el triunfo es lo más importante».

Por supuesto que no suscribiría todos los elementos de estas ideas del destacado economista británico para la situación cubana. Lo que sí recojo es la idea de que una guerra es una guerra y esa es precisamente la que se nos hace, cada vez con más furia el vecino del norte, ya casi fuera de sí. Cuba sí es una amenaza y fuerte para el sistema mundo del norte global, y no solo para Estados Unidos sino para el poder de la clase mundial dominante. Toda ella añora el desplome de Cuba. Y este desafío tiene un precio como señaló en antológica canción Silvio Rodríguez.

Honestamente no creo en las posibilidades inmediatas de un despliegue económico a corto plazo, pero sí en la posibilidad de ganar esta guerra contra el norte global. La victoria está en la resistencia. Nos espera una muy larga marcha hacia el desarrollo. No debemos hacernos ilusiones.

Eso no significa eximir al gobierno cubano de la responsabilidad de atender con mayor intensidad la situación de los grupos vulnerables, reconocer y mirar de frente nuestra pobreza para superarla, lo que sí podemos y debemos hacer, así como priorizar el desarrollo de las entidades del sector agrícola (empresas estatales, cooperativas y privadas) la que se ha deteriorado. Recuerdo aquí una de las tesis principales del exitoso modelo nórdico: «la libertad de un país depende de su capacidad de producir su comida dentro de sus fronteras». ¡Si algún día el ministerio de la agricultura la hiciera suya¡

En este punto la debilidad del gobierno cubano es no quitarle de arriba los ojos a la riqueza -aunque sea lícita- sin darse cuenta de que si ella no crece no podemos luchar con éxito contra la pobreza. Vencerla, sí está al alcance de nuestras posibilidades y de casi ningún país del sur.

Terminando. Carranza y Monreal estarán de acuerdo que esta notas están imbuidas de una fuerte dosis de especulación en el mejor sentido hegeliano, que el pensador alemán reconocía como algo legítimo en el campo del pensamiento. En realidad considero que mis reflexiones estarían más contextualizadas en una conversación entre amigos en el portal de una casa. No intento polemizar con ninguno, solo invitar a un diálogo sobre el destino de la nación en un momento crucial de su historia.

No se me escapa que casi todo lo que digo aquí ambos compañeros lo dominan con amplitud. Lo hago principalmente para explicar mejor mis ideas y para la comprensión de aquellos que se interesen por este intercambio de criterios y que no sean profesionales del ramo.

Finalmente debo reconocer algo positivo en el PIB; tiene muy bien puesto el nombre, no es inteligente, porque es bruto.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.