Quiero comenzar agradeciendo a mi colega y amigo Julio César Guanche y a cualquier otra persona que haya tenido que ver con mi participación en este prestigioso panel, la invitación a participar en el mismo. Considero que aquí se debatirán cuestiones muy importantes sobre un tema sustancial para la Cuba de hoy y la de […]
Quiero comenzar agradeciendo a mi colega y amigo Julio César Guanche y a cualquier otra persona que haya tenido que ver con mi participación en este prestigioso panel, la invitación a participar en el mismo. Considero que aquí se debatirán cuestiones muy importantes sobre un tema sustancial para la Cuba de hoy y la de mañana.
Me concentraré en un análisis panorámico aunque somero (no se dispone de mucho tiempo) sobre las investigaciones acerca de la cultura cubana, entendiendo por este rubro la creación artística y procesos concomitantes como el consumo cultural, políticas culturales, la docencia especializada y las industrias culturales, así como otras zonas vinculantes de las ciencias sociales.
Este vasto campo de análisis puede examinarse, creo, desde dos puntos de vista principales: uno administrativo o estructural y el segundo, el que más me interesa, temático y de contenidos. Un tercer ángulo de perspectiva crítica es el referido a qué puede hacer la Sección Cuba de LASA para contribuir a una mejora de los asuntos que aquí se expondrán, en la comprensión obvia de que los retos mayores corresponden al sistema institucional del país.
El intercambio académico en los congresos de LASA puede ayudar mucho, indudablemente, pero los cambios que se requieren, estructurales, financieros, de modernización y de mentalidad en las instituciones cubanas, tiene, básicamente, a las personas que vivimos y trabajamos en la isla a sus hacedores principales. Y, desde luego, a las autoridades institucionales.
Vayamos al grano. Las instituciones fundamentales que integran el campo de las investigaciones culturales en Cuba son:
El Instituto Cubano de Investigación Cultural «Juan Marinello» (por el momento el rector de las investigaciones en el sistema del Ministerio de Cultura), la Universidad de las Artes (más conocida como el ISA), el Centro de Investigación y Desarrollo de la Música Cubana (CIDMUC), que rectorea las investigaciones sobre música, el Instituto de Investigaciones Literarias y Linguísticas, la Casa de las Américas, la Biblioteca Nacional de Cuba (que posee un pequeño departamento de investigaciones) y, de manera colateral, las universidades del país, pertenecientes al sistema del Ministerio de Educación Superior, entre las que se destaca, por sus aportes concretos, la Facultad de Historia del Arte de la Universidad de La Habana (otras entidades que conforman este universo son el Centro de Estudios Martianos y el Centro de Estudios Che Guevara, pero no son fundamentales en el razonamiento de esta ponencia).
Casi un centenar de doctores y casi medio millar de masters, así como decenas de investigadores no categorizados, componen la masa de profesionales investigando en dicho campo. Un actor muy importante en este cuadro es el artista-investigador, personaje que siempre ha jugado un papel fundamental en las indagaciones sobre las artes y en la docencia especializada. Además, es necesario mencionar en este recuento de fuerzas y medios, a casi medio centenar de revistas (entre impresas y digitales) y una pequeña cantidad de libros publicados anualmente que representan, ambos, el centro de la socialización de las investigaciones.
Diversos eventos artísticos, entre los que sobresalen la Bienal de La Habana, el Festival del Nuevo Cine Latinoamericano, distintos eventos musicales, teatrales, danzarios y la Feria Internacional del Libro, componen una urdimbre que se complementa, desde la academia, con los seminarios y talleres de investigación especializada y con las tesis de pregrado y posgrado. Un ángulo de este asunto que no puede pasar desapercibido es que hay algunos de estos eventos que en su naturaleza intrínseca significaron profundos laboreos de investigación, como es el caso de las Bienales de artes plásticas en las que, el equipo de curadores del Centro Wifredo Lam contribuyó notablemente a la investigación del arte del Sur del planeta, incluyendo, por supuesto, el arte insular.
De manera que el potencial científico (proporcionalmente más que suficiente de acuerdo al tamaño y población de Cuba) y la infraestructura creada a lo largo del país permiten, en una primera ojeada, apreciar satisfactoriamente el paisaje de este campo investigativo. Otra cuestión es esencial dentro de este panorama: las artes y la literatura están en permanente gestación, teniendo a la música, el ballet y las artes visuales como las expresiones más desarrolladas y reconocidas internacionalmente desde hace décadas, de manera que el objeto de estudio principal, la creación, es pródigo en sus obras y vivencias.
Los problemas, sin embargo, no son pocos. Una dificultad cardinal del sistema radica en el divorcio entre los resultados de algunas investigaciones y la demora en su aplicabilidad práctica. Otra, en que muchas investigaciones no son de interés institucional y por lo tanto quedan inmediatamente en gavetas o closets. Otro problema, y este neurálgico de cara al futuro inmediato, es que no son muchos los jóvenes que se interesan por esta esfera de actividad. Materialmente hablando las carencias son notables: el parque de computadoras es muy pobre y deficiente, por no hablar de otras cuestiones también insuficientes en materia de insumos o suministros a la labor investigativa. Las dificultades para la conexión y navegación en Internet se alzan como el problema mayor dentro de este recuento de problemas reales. No menos grave es la cuestión salarial.
A su vez, y en el orden temático, son los procesos creativos, el consumo cultural, el estudio de obras y artistas, las cuestiones docentes, las políticas culturales y el estudio de las artes cubanas dentro de las coyunturas internacionales, algunas de las preocupaciones centrales de nuestros investigadores. Sin embargo, las carencias temáticas son notables. Si en la década de los ochenta del pasado siglo, los debates sobre la posmodernidad llegaron a la isla con veinte años de retraso, hoy, por ejemplo, las teorías queer aún no han sido asimiladas y las cuestiones propias de la sociología visual andan en pañales; por solo citar dos ejemplos. Otras temáticas, estas ya más propias de las ciencias sociales o humanísticas, pero también en la esfera de incidencia de lo cultural, es decir, vinculantes, como las relativas a la cuestión racial y, en menor medida, las relativas a pobreza o desigualdad social (estas últimas ya con un terreno avanzado aunque no suficiente), no presentan el impulso y dinamismo que debieran. Hay pues un considerable atraso de algunos temas de actualidad en nuestra academia en sentido general y lo relativo a la vinculación y uso de Internet, probablemente la limitante fundamental, así como la escasez de libros actualizados a disponibilidad de los investigadores, también están en el centro de los problemas y dificultades actuales dentro del campo descrito.
Considero que la influencia, lamentablemente vigente, de esquemas de administración del trabajo científico copiados del antiguo campo socialista, necesitan de una revisión radical, por obsoletos y burocráticos y porque resultan poco estimulantes para los investigadores. Un ejemplo claro de esto que afirmo fue la errática aplicación de los denominados Programas Ramales de Investigación, implementados por el Ministerio de Ciencia, Tecnología y Medio Ambiente (CITMA), alrededor de los años 2005-2007, que fracasó simplemente por lo defectuoso de sus procedimientos operacionales.
Creo, así mismo, que se precisa adoptar una política más abierta y flexible con relación a la adquisición de fondos para las entidades investigativas, tolerancia que compete a las instancias decisoras de la política en las investigaciones. Ello supliría en parte las enormes carencias presupuestarias existentes en un sistema empobrecido en su esencia (bajos salarios de los investigadores, pobre estímulo por obtención de grados científicos y las ya mencionadas carencias desde el punto de vista material y de equipamientos). Una mayor autonomía operacional por parte de las instituciones de investigación podría contribuir enormemente a su potenciación.
La producción científica en las ciencias sociales de Cuba dentro del continente no es pobre, sino todo lo contrario, representa el 1,9 % del total, y si tenemos en cuenta la población del país veremos que no es baja al lado de los grandes productores como Brasil, México, Argentina y Colombia, los de mayor potencial obviamente. En el observatorio Scopus (o base de datos) de rankings internacionales, se puede apreciar esto que acabo de decir [1]. Quizá algunos datos sean difíciles de aplicar a la realidad general cubana porque son tomados de revistas arbitradas solamente.
Se que la visión de conjunto ofrecida con esta ponencia no es halagüeña en sentido general, pero si hablamos de ciencias lo primero es tratar de aproximarnos a la verdad. Son temas que duelen personalmente y que poseen una importancia considerable dentro de los cambios que es necesario realizar en el país. Sin embargo, se sigue investigando en muchas áreas con la pasión y seriedad de siempre, como si estas dificultades no existiesen. Por ejemplo, en la Biblioteca Nacional, a cuyo Consejo Científico pertenezco, se trabaja en la aplicación de una Biblioteca 2.0, pero esta meta será inaplicable en la práctica hasta tanto no se solucione el fácil acceso y la navegación completa a la red.
Los estudios o investigaciones sobre cultura cubana debieran asumirse como un sistema inter y multidisciplinario de búsquedas, docencia de pre y postgrado, eventos, publicaciones impresas y digitales que permitan el acceso abierto y difusión dentro y fuera del país. Desde luego, mejorar el acceso a Internet se convierte en una exigencia fundamental por lo que ello aportaría desde el punto de vista de rapidez y precisión en las pesquisas y en una más eficaz colaboración internacional.
En la comprensible y previsible descentralización futura del modelo estadocéntrico y en el correspondiente aflojamiento de su rígido verticalismo pueden existir horizontes de esperanzas para el aumento de la eficacia de las investigaciones en el país. Las investigaciones en sentido general tienen mucho que aportar a los desafíos presentes y futuros del país.
Pienso que el contenido (y el sentido) de este panel debiera prolongarse de manera permanente en la Sección Cuba de LASA, invitando cada vez a otros especialistas que tributen a una sunma de saberes y sugerencias que beneficien al sistema general de nuestra cultura.
Nota:
[1] Daniel Buquet, «La producción de las Ciencias Sociales en América Latina», en Revista latinoamericana de investigación ctítica, CLACSO, enero-junio, de 2015.
Rafael Acosta de Arriba es ensayista, poeta e investigador del Instituto Cubano de Investigación Cultural «Juan Marinello»
Fuente: http://medium.com/la-tiza/c%C3%B3mo-investigar-sobre-cuba-dc174c311695