Siguen lloviendo declaraciones inquietantes sobre Cuba por parte del gobierno de Estados Unidos. Éstas no auguran nada bueno para el presente y el futuro de las relaciones entre ambos países. De manera altamente irresponsable la Administración Bush continúa groseramente inmiscuyéndose en los asuntos internos de Cuba violando su soberanía, así como también, los preceptos del […]
Siguen lloviendo declaraciones inquietantes sobre Cuba por parte del gobierno de Estados Unidos. Éstas no auguran nada bueno para el presente y el futuro de las relaciones entre ambos países. De manera altamente irresponsable la Administración Bush continúa groseramente inmiscuyéndose en los asuntos internos de Cuba violando su soberanía, así como también, los preceptos del derecho internacional que rigen las relaciones entre los Estados, amenazando, además -como señala la Declaración «La soberanía de Cuba debe ser respetada», firmada ya por más de 13 mil personalidades internacionales de la cultura–, la integridad, la seguridad y la paz del pueblo cubano.
El más reciente anuncio de otro acto amenazante de agresión es la designación de un jefe especial de inteligencia o «encargado de misión» (mission manager), como lo nombra, John Negroponte, director de la Agencia Nacional de Inteligencia, responsabilizado de obtener información de inteligencia de Cuba y de Venezuela. Coincide este nombramiento con la decisión del presidente cubano, de manera provisional, de delegar sus funciones oficiales en el vicepresidente Raúl Castro. La responsabilidad de este funcionario de inteligencia será garantizarle a sus superiores informaciones precisas para poder asegurar la implementación de decisiones y estrategias en la política a seguir con Cuba y Venezuela.
En las más recientes declaraciones de los voceros del Departamento de Estado se palpa la enorme frustración del gobierno norteamericano con relación a los acontecimientos teniendo lugar en Cuba. Son esas declaraciones las que de manera descomedida se entrometen en asuntos que sólo competen al pueblo y a las autoridades cubanas determinar.
El más reciente anuncio de otro acto amenazante de agresión es la designación de un jefe especial de inteligencia o «encargado de misión» (mission manager), como lo nombra, John Negroponte, director de la Agencia Nacional de Inteligencia, responsabilizado de obtener información de inteligencia de Cuba y de Venezuela. Coincide este nombramiento con la decisión del presidente cubano, de manera provisional, de delegar sus funciones oficiales en el vicepresidente Raúl Castro. La responsabilidad de este funcionario de inteligencia será garantizarle a sus superiores informaciones precisas para poder asegurar la implementación de decisiones y estrategias en la política a seguir con Cuba y Venezuela.
En las más recientes declaraciones de los voceros del Departamento de Estado se palpa la enorme frustración del gobierno norteamericano con relación a los acontecimientos teniendo lugar en Cuba. Son esas declaraciones las que de manera descomedida se entrometen en asuntos que sólo competen al pueblo y a las autoridades cubanas determinar.
Insólitamente, como si fueran los dueños de Cuba, estos voceros se han dado a la tarea de dar a conocer los vetos de la Administración Bush sobre qué es y qué no es legítimo en Cuba, y quién puede o quién no puede gobernar en Cuba. En su reciente entrevista publicada en el diario Granma, el vicepresidente cubano, refiriéndose a este tipo de declaraciones sobre Cuba, las calificó como de «una actitud de bravucón de barrio, y a su vez de gran estupidez».
Señalaré algunas de ellas. Por ejemplo, Sean McCormack, vocero principal del Departamento de Estado, en una reciente conferencia de prensa de ese departamento, se refirió al cumplimiento del orden constitucional cubano, al provisionalmente asumir el vicepresidente cubano las funciones de Jefe de Estado y de Gobierno, como «la imposición de Raúl Castro» como tal.
A su vez, Tom Casey, segundo de McCormack como vocero del Departamento de Estado, de manera desfachatada respondió preguntas de periodistas sobre las recientes declaraciones del vicepresidente cubano de la siguiente manera. Desarrollando Casey lo que parece ser una sostenida campaña en varios frentes por parte de la Administración Bush para desprestigiar a Raúl Castro, Casey se refiere a él como «Fidel´s baby brother». No quiso decir Casey con toda intención «el hermano menor», como es Raúl de Fidel, sino el «hermano bebé» de Fidel. Raúl «bebé»… Raúl, que les ha dado a todos ellos, y a los antecesores de ellos, desde hace 50 años, veinte millones de vueltas; ahora, los voceros de esta administración lo quieren representar como un imbécil. Por que no sólo Casey se refirió a Raúl de esa manera, sino a reglón seguido lo llamó, «Fidel lite», o sea, Raúl como la versión «peso pluma» de Fidel. Raúl, «peso pluma»…
Esto sería risible sino fuera que esa es la gente que gobierna a este país y quienes conducen la política guerrerista que ha ocasionado tanta miseria y destrucción, y la cual le ha costado la vida a decenas de miles de personas, especialmente civiles inocentes, en Irak, Palestina, el Líbano y Afganistán.
En esa misma reciente conferencia de prensa el vocero del Departamento de Estado después de reiterar la existencia de los planes del gobierno norteamericano para «una transición hacia la democracia» en Cuba, y de su manifiesto empeño para precipitar (hasten) la misma, volvió a referirse al hecho de haber asumido el vicepresidente cubano temporalmente la jefatura del Estado como la «imposición de una sucesión dinástica en la Isla». Y, además dijo, que dicha situación era inaceptable a Estados Unidos.
Al señalársele por un periodista que en este país ha habido hijos que suceden en la presidencia a sus padres, Casey contestó, «sí, pero aquí lo hacemos a través de elecciones libres y limpias»…
Estas respuestas del vocero del Departamento de Estado pretenden establecer que en Cuba no existe una Constitución -refrendada por el pueblo ubano en libre elección hace ya 30 años-, en la cual está establecido el orden constitucional de sucesión a la jefatura del Estado, el cual ha sido cabalmente cumplido.
Además, ese funcionario también pretende ignorar que ha sido en Estados Unidos y no en Cuba donde ha habido una sucesión presidencial ilegítima.
¿Es que no le conviene recordar al señor Casey que su jefe, George W. Bush, además de haber obtenido cientos de miles de votos menos para la presidencia en las elecciones del 2000 que Albert Gore –que de acuerdo a los patrones que Estados Unidos pretende imponer al resto del mundo, de por sí hace la elección de George W. Bush a la presidencia, ilegítima–, sino que, además, el equipo de campaña del Partido Republicano, bajo la dirección de su hermano, Jeb Bush, entonces como hoy, gobernador de la Florida, robó miles de votos en este estado de la Florida lo cual, impúdica e ilegalmente, le permitió a ese señor Bush apropiarse de la presidencia?
Urge que se establezca una política sensata y justa por parte de Estados Unidos con Cuba que garantice la integridad, la seguridad y la paz del pueblo cubano. De nuestras familias en Cuba.
En sus recientes declaraciones, el vicepresidente cubano, Raúl Castro, reiteró la disposición de Cuba a establecer ese tipo de relaciones con Estados Unidos. Recordó Raúl un fragmento del Informe Central al Tercer Congreso del Partido en 1986 sobre este tema: «Cuba, como lo hemos expuesto muchas veces, no es remisa a discutir su prolongado diferendo con Estados Unidos e ir a la búsqueda de paz y mejores relaciones entre nuestros dos pueblos […] Pero ello tendría que ser sobre la base del más irrestricto respeto a nuestra condición de país que no tolera sombras a su independencia, por cuya dignidad y soberanía lucharon y se sacrificaron generaciones enteras de cubanos. Esto será posible únicamente cuando Estados Unidos se decida a negociar con seriedad y esté dispuesto a tratar con nosotros con espíritu de igualdad, reciprocidad y el más pleno respeto mutuo.»
Andrés Gómez es director de Areítodigital