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Economía y Política: exposición sobre los 200 años de historia de Argentina

Como un libro para caminar por dentro

Fuentes: Página 12

La exposición, que contó con guión de Mario Rapoport, Alfredo Zaiat y Julio Fernández Baraibar, sigue el itinerario de la economía argentina desde 1810 hasta la actualidad, con documentos, piezas históricas, material audiovisual y obras de artistas.

El presente puede leerse y pensarse -con sus continuidades, rupturas y contrastes- en los cientos de páginas escritas en el pasado. Una obra de arte de estos tiempos, uno de los perros callejeros de Luis Freitzav -conocido como «El Búlgaro»-, puro ojos, costillas y huesos, tan famélico y desesperado que ni un ínfimo trozo de carne podría saciarlo, condensan las entrañas visibles de un relato que en el imaginario popular tiene una sintaxis oscura. Un cuadro de fines del siglo XIX sombrío y desgarrador sintoniza en la misma vertiente. Una ventana sin vidrios, tan desnuda como la casa en la que apenas se divisa una mesa vacía. Un obrero mira hacia la fábrica abandonada con el puño cerrado por la rabia del despojo. El pecho de su enjuta mujer ya ni leche tiene para alimentar al bebé. Donde la mirada se detenga ante Sin pan y sin trabajo, de Ernesto de la Cárcova, encontrará desesperanza y desaliento. Economía y política. 200 años de historia, la exposición que retrata el itinerario de la economía argentina desde 1810 hasta la actualidad, con documentos, piezas históricas, material audiovisual y obras de artistas como León Ferrari, Ricardo Carpani, Liliana Maresca, Marcos López y Magdalena Jitrik, entre otros, se inaugura hoy a las 19 en la Casa Nacional del Bicentenario (Riobamba 985), con la presentación de Antonio Birabent, Lidia Borda, Dolores Solá, Alfredo Piro, Liliana Herrero, Pablo Dacal, Fena Della Maggiora, Nuria Martínez y Demente Rock.

 

La exposición, que contó con el asesoramiento y guión de Mario Rapoport, Alfredo Zaiat y Julio Fernández Baraibar, enlaza con una firmeza nunca vista aquello que se cree «separado al nacer»: la economía y la política. El complejo matrimonio entre estos dos conceptos atraviesa las paredes y los cimientos de los cuatro pisos de la casa dirigida por Liliana Piñeiro. Ya en la planta baja una videoinstalación, No ahorrar sangre de gauchos, preludia el dispositivo del trayecto por la historia económica del país. El título anticipa la extrema violencia ejercida desde el poder para imponer un proyecto económico que sólo se podía conjugar con una familia de verbos asociados al exterminio: disciplinar, reprimir, matar o hacer desaparecer a una parte de la sociedad. El mamotreto original, un guión de unas 300 páginas que escribieron Zaiat, Rapoport y Baraibar -la «Biblia», como lo llama Piñeiro al resumir el largo y arduo año de trabajo-, quedó traducido en un puñado de imágenes potentes y elocuentes que sobrevuelan el modelo agroexportador, el modelo industrial, la crisis de 2001 y el período iniciado a partir de 2003. Jorge Coscia, el secretario de Cultura de la Nación, antes de comenzar a recorrer la muestra dice que siente que la Casa es como «un libro que uno puede caminar por dentro». La función de esta Casa, agrega, es «dar un punto de vista inclusivo» de los debates existentes. «Uno puede discutir el punto de vista, pero lo que no puede negar es lo que dijeron quienes aquí son citados textualmente -subraya Coscia-. Es una Casa que exalta las polémicas que a lo largo de la historia formaron parte de la discusión de qué modelo de país íbamos a tener. Hoy seguimos discutiéndolo; la Argentina no tiene constelado un modelo definitivo, aunque sí tiene desde hace ocho años un camino trazado, que tal vez sea una síntesis superadora de los debates del modelo agroexportador y del modelo industrial.»

El modelo agroexportador se despliega a lo largo y ancho del primer piso. Las imágenes y textos de ese modelo que colapsó con la crisis de 1929 tiene su correlato en los pilares económicos, políticos y sociales: la propiedad latifundista de la tierra, el debate liberalismo versus proteccionismo, la constitución de una elite dominante y un proletariado inmigrante y el humus ideológico conformado por la disyuntiva sarmientina entre civilización o barbarie. La reproducción de la instalación Granero del mundo, de Vicente Marotta, con sacos de liencillo impresos, plasma el mito de una prosperidad y abundancia que aún hoy muchos repiten como si fuera el estribillo de una oración sagrada. «La idea es partir de ese mito de que la Argentina fue alguna vez un granero del mundo y que después sufrió una decadencia que culminó en crisis sucesivas. El tema de la distribución de la riqueza es clave: a quién benefició todo eso. La Argentina creció, pero a favor de quién y a costa de quién, para cuántos», pregunta Rapoport. Basta con mirar al perro desnutrido de El Búlgaro para obtener la respuesta que el economista deja picando en el aire.

En una de las salas de debate se pueden pispear las dos visiones del país. Una voz reproduce un fragmento del discurso de Víctor Molina, ministro de Finanzas de Marcelo T. de Alvear: «Soy partidario del libre cambio transaccional y del proteccionismo racional, porque entiendo que el libre cambio produce un abaratamiento de los productos de consumo y un discreto aumento de los salarios». Luego de unos segundos de silencio, otra voz interpela: «Doctor Molina, ¿a qué se refiere con proteccionismo racional?». La obra de Roberto Fernández, que explora el tópico de la sangre derramada, está cruzada por una frase de José Hernández: «El partido que invoca la ilustración, la decencia, el progreso, acaba con sus enemigos cosiéndolos a puñaladas». Un video permite comprobar la asistencia perfecta de los presidentes del país a la exposición de la Sociedad Rural. La pleitesía discursiva cesó recientemente. «Desde 2003 hasta esta fecha ningún presidente fue al picadero de La Rural», recuerda Zaiat.

En las paredes del primer piso también se expone un tema capital: la propiedad de la tierra. «Cuando la gran inmigración masiva llegó al país a trabajar, la tierra estaba repartida entre un grupo muy selecto de individuos. Ya se había producido la llamada ‘Conquista del Desierto’, que en realidad fue el genocidio de una parte de la población indígena del interior del país -repasa Rapoport-. Esas tierras se repartieron entre los grandes terratenientes, y esto hizo que en 1914 el 55 por ciento de las explotaciones agropecuarias estuviera en manos del 5 por ciento de los propietarios. De modo tal que no se pudo formar como en otros países -Canadá, Australia y Estados Unidos- una clase media rural que podría haber sido muy importante para el desarrollo económico del país. Cuando el modelo agroexportador comenzó a funcionar, las tierras se hicieron cada vez más caras e imposibles de ser adquiridas por los nuevos inmigrantes, que venían con una mano atrás y otra adelante. Hubo desde el principio de la historia económica argentina un problema de distribución del ingreso, de desigualdad; por lo tanto, el crecimiento del que tanto se habló de la época agroexportadora, ese milagro, fue para unos pocos y no para la mayoría de la población.»

La heladera Siam es lo primero que se ve no bien se comienza a caminar por el segundo piso, espacio donde se exhibe el modelo industrial. «Esta es la heladera de mi infancia», dice Coscia, mientras un cuadro de Juan Carlos Castagnino o un afiche de Ricardo Carpani dan cuenta de algunos de los hitos del movimiento obrero. En el tercero, en cambio, impacta una instalación con televisores que reproducen el discurso del ex presidente Fernando de la Rúa, cuando declaró el estado de sitio en diciembre de 2001. «En estos últimos años se ha producido una notable reparación al recuperarse en las formas y en los hechos ese matrimonio de economía y política -plantea Zaiat-. El desplazamiento de los centros de decisión del gobierno de esos economistas que establecían qué era lo que se podía hacer y no hacer en materia económica, con un supuesto saber técnico, pero que era eminentemente político e ideológico, ha sido una de las contribuciones más relevantes de estos años en la indispensable batalla cultural sobre el sentido común. Este cambio conceptual sobre lo que significa la economía, un espacio donde se dirimen intereses y poder, y la política como ordenador del rumbo económico, es un aporte esencial para abordar este complejo y apasionante momento.»

* Economía y política. 200 años de historia puede visitarse de martes a domingos y los feriados, de 14 a 20.

Fuente: http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/espectaculos/17-21713-2011-05-17.html