René González es uno de los 5 héroes antiterroristas luchadores por la paz sentenciados hace 15 años el 12 de septiembre, a infames condenas en EE.UU., acusados de infiltrar las bandas de extremistas cubanos auspiciados por la CIA y otras organizaciones dedicadas a promover la subversión en Cuba desde el sur del estado de la […]
René González es uno de los 5 héroes antiterroristas luchadores por la paz sentenciados hace 15 años el 12 de septiembre, a infames condenas en EE.UU., acusados de infiltrar las bandas de extremistas cubanos auspiciados por la CIA y otras organizaciones dedicadas a promover la subversión en Cuba desde el sur del estado de la Florida.
Él ha sido el único que ha cumplido su injusta sanción y, luego de una complementaria reclusión domiciliaria en territorio de Estados Unidos, le ha sido permitido regresar definitivamente a su patria. No obstante, todos han decidido mantenerse firmemente identificados como «los Cinco» hasta tanto, juntos todos, disfruten de libertad en Cuba y celebren el cumplimiento del deber patriótico y humanitario. Desde Cuba, René González ha convocado a sus compatriotas a una jornada masiva de recordación por el aniversario, en la que los participantes porten cintas amarillas o las coloquen en árboles y otros lugares visibles con motivo del decimoquinto aniversario de su injusto encierro.
Retoma así la letra de la canción «Tie a Yellow Ribbon Round the Old Oak Tree (Ata una cinta amarilla en el viejo roble)» de Irwin Levine y L. Russell Brown e interpretada por Tony Orlando, que ocupó en 1973 los primeros lugares en la preferencia popular. En la canción, un ex recluso le comunica a su novia que, si desea reanudar relaciones con él, coloque una cinta amarilla en determinado árbol frente a su casa. Al paso por el sitio acordado, el ex reo descubre que cien cintas amarillos habían sido atadas en el árbol.
El mensaje sencillo y directo de René tiene un significado común para los pueblos de las dos orillas del Estrecho de la Florida: «dejen a los cinco cubanos volver a casa porque unos y otros los queremos de vuelta con los suyos».
Menos de 12 horas después de que René lanzara esta idea ya los cubanos de toda la isla buscaban no solo cintas amarillas sino todo lo que tuviera este color para adornar a toda Cuba con este color. Un amarillo que, además, es para la Santería el color de Ochún, deidad que, a su vez, es para los católicos la Virgen de la Caridad del Cobre, patrona de los cubanos y parte de la identidad nacional cubana cuyo día se celebra el 8 de septiembre.
Esta será una manera nueva de expresar algo que se ha manifestado en las interrelaciones entre cubanos y estadounidenses por infinidad de años: por difíciles que sean las circunstancias no puede haber animosidad entre los dos pueblos. Son relaciones amistosas en los niveles más cotidianos que se muestran en cosas como la afición por el beisbol, las recíprocas influencias en la música popular y en muchos otros aspectos de la vida cotidiana en ambos lados del Estrecho de la Florida.
El heroísmo de los cinco antiterroristas cubanos sirvió para que las autoridades políticas y policiales estadounidenses contaran con evidencias irrebatibles acerca de las acciones criminales que se urdían en el sur de la Florida. Pero, por el control del ambiente policial y político que tienen en el estado de la Florida las organizaciones de extremistas anticubanos protegidas por la CIA, sucedió que, en vez de ser arrestados los asesinos, lo fueran los luchadores por la paz denunciantes.
Luego vino una tortuosa manipulación de los procesos judiciales que condujo a absurdas condenas de hasta tres cadenas perpetuas sin que se hubiera probado en todo el proceso judicial un solo muerto, herido o hecho de violencia imputable a los acusados.
A ninguno de los pacifistas cubanos se le pudo probar siquiera el delito de espionaje, por cuanto se evidenció en los juicios que ellos no habían buscado ni obtenido ninguna información que pusiera en peligro la seguridad de Estados Unidos sino información relacionada con los preparativos terroristas de las organizaciones extremistas de emigrados cubanos.
Como no podían ser acusados de algo suficientemente grave para cumplir los objetivos políticos que se proponía la fiscalía, los cargos más importantes formulados contra ellos se limitaron a la acusación de «conspiración para cometer delito» para lo que no se requerían evidencias concretas que jamás existieron.
Para evitar la reacción de la población estadounidense contra tan escandaloso fraude legal, se aplicó en los mayores consorcios de la información una rígida política de censura a la divulgación de los actos judiciales y las condenas impuestas, que es precisamente el silencio que pretende contribuir a quebrar la jornada de las cintas amarillas a la que ha llamado René González.
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