M.H.: Se ha hecho el primer inventario nacional de glaciares, un trabajo que demoró más de 8 años que responde a la Ley de glaciares sancionada en 2010. El relevamiento a cargo de Ambiente, por el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales que depende del CONICET empezó en el año 2012. Gran parte […]
M.H.: Se ha hecho el primer inventario nacional de glaciares, un trabajo que demoró más de 8 años que responde a la Ley de glaciares sancionada en 2010. El relevamiento a cargo de Ambiente, por el Instituto Argentino de Nivología, Glaciología y Ciencias Ambientales que depende del CONICET empezó en el año 2012. Gran parte del trabajo se realizó el año pasado. De allí surge que Argentina cuenta con 16.968 cuerpos que representan 8.484 km2 de hielo. ¿Qué importancia tiene este relevamiento?
E.B.: Primero hay que hablar de la importancia de los glaciares. Los glaciares son la reserva de agua de la cordillera, es decir, nieva durante los inviernos, se acumula el hielo en la montaña y a medida que llega la primavera y el verano el hielo se va derritiendo. En los años en que nieva poco, hay un glaciar que es la reserva de agua que permite que Salta, Jujuy, La Rioja, Catamarca y Mendoza tengan agua potable, justamente porque tienen glaciares. De modo que hay que conocerlos y, obviamente, hay que establecer estrategias de protección de glaciares porque las empresas mineras tienen una actitud depredadora, no les importa nada si hacen minería sobre un glaciar, con lo cual el riesgo de que lo envenenen es altísimo.
Ya vimos la impunidad con la que la Barrick Gold contaminó con cianuro el río Jáchal, por lo tanto, hay que tener extremadas precauciones. Para eso es necesario saber a dónde están esos glaciares. Este inventario nacional de glaciares encontró varios glaciares en la zona minera, de modo que es un argumento científico muy fuerte para clausurar ese yacimiento. Estamos hablando de Veladero de la empresa Barrick Gold en la provincia de San Juan, cerca de Jáchal.
M.H.: Justamente leía la denuncia que hace Enrique Viale de la Asociación argentina de abogados ambientalistas y representante de la asamblea de Jáchal, quien destaca que el inventario actual advierte que hay glaciares y periglaciares en Veladero y Pascua Lama por lo que allí no deberían poder funcionar mineras.
E.B.: Exactamente. La Ley nacional de glaciares prohíbe explícitamente la minería sobre zonas de glaciares y periglaciares.
M.H.: No obstante, este relevamiento también ha recibido algunas críticas, algunas asociaciones ambientalistas, entre ellas Greenpeace, sostienen que es incompleto en el sentido de que no releva glaciares pequeños, de menos de una hectárea: «El gobierno no quiere avanzar sobre glaciares de menos de una hectárea porque pondría en juego inversiones mineras y hay 44 proyectos mineros que según la Ley de glaciares no podrían habilitarse de ninguna manera por esta razón», afirman.
E.B.: Hay una discusión al respecto, digamos que en otros países el tamaño mínimo de un glaciar medido fueron 15 hectáreas. Suiza midió glaciares de más de 15 hectáreas, de modo que haber medido glaciares de más de una hectárea no me parece mal pero es una discusión científica, de cuál es el límite. Yo creo que se ha manejado equivocadamente, al menos en mi opinión, al plantear el tema en términos penales, es decir, si yo discrepo con un científico, abro una discusión científica, no plantearía que este científico está cometiendo un delito por inventariar glaciares más grandes de los que yo creo que hay que inventariar.
De todos modos, con este inventario ya hay para cerrar una gran cantidad de proyectos mineros, empezando por el de la Barrick Gold que es el más grande del país y una de las minas más grandes del mundo y hay argumentos fuertes para impedir que se hagan otros proyectos igualmente peligrosos.
De modo que yo creo que es una buena herramienta, que como tal tiene alcances y limitaciones pero prefiero quedarme con que es útil y que serviría si hubiera un gobierno sensible a estas cosas, para impedir algunos proyectos de muy alta peligrosidad.
Si no se avanza sobre el control de cómo se producen las cosas el tema de la basura no tiene solución
M.H.: Usted fue Defensor ambiental de la Ciudad de Buenos Aires. ¿Cómo hubiera actuado ante las modificaciones a la Ley de basura cero, que realizó la Legislatura de la Ciudad hace unas semanas?
E.B.: De la misma manera que ahora como ciudadano y como integrante de la Defensoría del Pueblo de la Ciudad en el Observatorio ambiental, planteando todos los riesgos de una tecnología peligrosa que la Ciudad no puede controlar. Esto de incinerar basura en la Ciudad, acarrea riesgos de que se emitan gases muy peligrosos y la ideología dominante en este momento es confiar en que las empresas van a hacer las cosas bien, solamente porque son grandes empresas.
Yo tendría un poco menos de confianza en las grandes empresas, por lo menos un poco menos de la que tiene el Gobierno de la Ciudad. De modo que plantearía muchos más recaudos. Por otro lado, incinerar residuos me parece de una alta irracionalidad económica, se están quemando cosas útiles, me parece una agresión social a los cartoneros que son los que recuperan esas cosas útiles para la sociedad y obviamente un peligro ambiental porque no creo que el Gobierno de la Ciudad esté en condiciones de controlar qué se quema, a qué temperatura, con qué filtros, etc. Si no son capaces de controlar el Riachuelo no creo que controlen ninguna otra cosa peligrosa.
M.H.: Respecto de la basura, me quedé pensando en una frase que utilizan los ambientalistas «el mejor residuo es el que no se produce».
E.B.: Por supuesto.
M.H.: Estamos hablando de toneladas y toneladas que se producen de basura diariamente, en el mundo y en nuestro país y va a llegar un momento que no va a haber dónde ponerla.
E.B.: El Papa Francisco dice que si seguimos así el mundo va a ser un depósito de porquerías. Yo creo que hay un engaño en la manera en que se conceptualiza el tema de la basura, porque se habla de generador de residuos al último usuario, a quien tira la basura, y realmente el responsable del residuo no es el que tira un objeto a la basura, sino el que lo fabricó. Cuando uno dice «tiramos plástico» no puede olvidar que alguien los fabricó, que no se pueden degradar, que hizo negocio con sustancias no degradables y que destruyen los océanos; lo mismo los aparatos electrónicos a través de los que nos estamos comunicando, están pensados para durar dos o tres años, pero el fabricante es el que decide que duren poco y que se transformen rápidamente en basura.
Si no se avanza sobre el control de cómo se producen las cosas y se evita esta llamada obsolescencia programada, o sea, que los productos duren lo menos posible, porque el negocio de las empresas es que uno tire las cosas y las vuelva a comprar, si no se controla eso, realmente no tiene solución el tema de la basura.
Yo agregaría que no hay interés en controlarlo porque en nuestra Ciudad y en casi todas las ciudades del mundo, la basura financia la política. Los contratos de basura son en todas las ciudades del mundo el ítem más grande del presupuesto, y como a la gente no le gusta hablar de la basura, es el punto en el cual siempre se filtra algo de dinero para pagar una campaña electoral. Y esto es así en París, en Managua y en Buenos Aires. En todo el mundo.
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