Fidel Castro fue el primer jefe de Estado en interesarse por la contaminación ambiental y en adquirir una clara visión sobre sus causas. De ahí que suenen tan actuales sus palabras en la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992. Entonces afirmó: «las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de […]
Fidel Castro fue el primer jefe de Estado en interesarse por la contaminación ambiental y en adquirir una clara visión sobre sus causas. De ahí que suenen tan actuales sus palabras en la Cumbre de la Tierra, celebrada en Río de Janeiro en 1992.
Entonces afirmó: «las sociedades de consumo son las responsables fundamentales de la atroz destrucción del medio ambiente… nacieron de las antiguas metrópolis coloniales y de políticas imperiales que … engendraron el atraso y la pobreza que hoy azotan a la inmensa mayoría de la humanidad. Con solo el 20 por ciento de la población mundial… consumen las dos terceras partes de los metales y las tres cuartas partes de la energía que se produce en el mundo. Han envenenado los mares y ríos… contaminado el aire… debilitado y perforado la capa de ozono, han saturado la atmósfera de gases que alteran las condiciones climáticas con efectos catastróficos…».
Y añadía: «Si se quiere salvar a la humanidad… hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre».
Lanzaba una pregunta cargada de ironía, que a la vuelta del tiempo transcurrido confirma la hipocresía con que se ha pretendido justificar las guerras imperialistas anteriores y las que desde entonces han sido lanzadas sin pausa contra tantos pueblos del mundo por los «responsables fundamentales» del desastre ambiental:
«Cuando las supuestas amenazas del comunismo han desaparecido y no quedan ya pretextos para guerras frías, carreras armamentistas y gastos militares, ¿qué es lo que impide dedicar de inmediato esos recursos a promover el desarrollo del Tercer Mundo y combatir la amenaza de destrucción ecológica del planeta?»
Pero, como ha denunciado Fidel incansablemente, continuaron aumentando los presupuestos de guerra y se ha hecho muy poco realmente sustantivo por sus máximos causantes para detener y revertir la contaminación ambiental y la alteración climática a ella asociada.
La lucha por la paz ha sido una constante en su vida pero como se apreció muy claramente durante la crisis de los misiles en octubre de 1962, no es la lucha por la paz a cualquier precio sino por la paz con justicia y dignidad.
Veinte años después postulaba: «No aceptamos ni aceptaremos jamás la idea de que un holocausto mundial sea inexorable.
La inteligencia del hombre tiene ante sí retos enormes… La paz es solo la condición primaria … para que toda la humanidad, y no solo una parte de ella, pueda vivir en forma honorable… La paz es indispensable… para la gran batalla contra el subdesarrollo, … las enfermedades, … el analfabetismo… la creciente escasez de alimentos, materias primas, energía y agua, que ya constituye un angustioso problema para cientos de millones de seres en las áreas más pobres del mundo».
Conocedor como pocos de la naturaleza agresiva del imperialismo advertía: Luchamos por el derecho a la vida pacífica de nuestro pueblo, en la medida en que nos hacemos cada día más fuertes e invulnerables ante cualquier agresión enemiga…
La paz en Colombia es un viejo anhelo al que ha dedicado no pocos esfuerzos. Por eso los históricos acuerdos de paz alcanzados por el gobierno de ese país y las FARC, además de subrayar el mérito de sus dos protagonistas, se inscriben sin duda en el legado de Fidel y prueban fehacientemente la confianza internacional ganada por la tradicional política cubana de paz.
No obstante, hoy se cierne una grave amenaza sobre la paz y la estabilidad de nuestra región mediante la contraofensiva de Estados Unidos y las oligarquías contra los gobiernos progresistas, que con sus golpes «blandos» acaban de derribar al gobierno legítimo de la presidenta Dilma Rousseff y hoy mismo se lanzan de nuevo al cuello de la Venezuela bolivariana.
Lo que nos enseña el ejemplo de Fidel ante una coyuntura tan dramática es luchar sin descanso y con fe ilimitada en la victoria, como aquellos 300 guerrilleros que en la Sierra Maestra derrotaron una ofensiva de 10 mil soldados de la dictadura batistiana. ¡Aquí no se rinde nadie!
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