Durante cincuenta años los cubanos de origen vinculados a la dictadura de Batista, han controlado el ambiente político de Miami. No obstante la gran cantidad de personas que salieron de Cuba en la primera década, dentro de los cuales muchos habían luchado contra aquella dictadura, este grupo capitalizó el control de la ciudad y su […]
Durante cincuenta años los cubanos de origen vinculados a la dictadura de Batista, han controlado el ambiente político de Miami.
No obstante la gran cantidad de personas que salieron de Cuba en la primera década, dentro de los cuales muchos habían luchado contra aquella dictadura, este grupo capitalizó el control de la ciudad y su influencia en Washington.
Las razones son obvias, pero es bueno recordarlas. Estados Unidos se sentía más a gusto con personas que solamente reclamaban asumir el poder en Cuba para colocarlo al servicio de los intereses del poderoso vecino y de paso beneficiarse los bolsillos. Los otros, llegados un poco más tarde, tenían ideas de carácter democrático y muchos sostenían criterios sociales que proclamaban profundos cambios políticos para mejorar la convivencia del cubano.
Entre unos y otros, había diferencias que no gustaban a Washington. Entre uno y otro, los batistianos eran preferibles porque en ese instante se avenían integralmente a los intereses estadounidenses.
Los otros resultaban respondones para una época donde la Casa Blanca decidía, con el apoyo de sus cañoneras, las políticas a seguir en el Hemisferio y donde las empresas transnacionales comenzaban a tomar impulso y no gustaban de regulaciones que contradijeran sus sueños de mercaderes.
Las personas procedentes de la derrotada dictadura, miraban hacia Estados Unidos como al padre poderoso, dispuesto a facilitarle al hijo incondicional, cuanto fuese beneficioso a sus intereses. Los otros, durante años adoptaron la ingenua postura de pensar que el país del Norte, podía ser su aliado.
Estados Unidos utilizó a ambos, pero siempre consciente de que una vez derrotado el gobierno revolucionario, el poder debía ir para los representantes del antiguo estado de cosas existente en la isla tras el derrocamiento de Batista. Dentro de ese grupo habían participantes en los crímenes de aquel gobierno, hijos de los criminales, familias diversas y un buen número de reclutados de nuevo cuño.
La política de entorpecer el desarrollo del proceso cubano fue la constante desde los primeros años que ocupara el poder, esa avalancha de pueblo que desarticuló cuarteles e instituciones.
Hasta llegados los años ochenta, cualquier disposición encaminada a crearles dificultades al proceso cubano, era bien recibida y apoyada por todas las facciones emigradas de cubanos, principalmente en la ciudad de Miami.
Cuando los cubanos de origen pudieron estrenarse en la arena política de Estados Unidos, la mejor manera de ganar los votos del cubano, tanto de los emigrados o de los exilados que habían obtenido la ciudadanía estadounidense, era proclamándose anticastrista y prometiendo hacer gestiones en Washington para que su poderío militar derrocara al gobierno de Cuba.
Pero pasó el tiempo, se renovaron los factores culturales del cubano que emigraba y también muchos de los ingenuos de antaño comprendieron que, por el momento, se podían tener buenas relaciones con el Norte poderoso, pero era de tontos cualquier aspiración a tenerlo como aliado.
Entonces las aspiraciones al voto se convirtieron en una lucha entre dos tendencias: una representada por aquellos que querían decapitar a los Castros y otra la que pretendía recuperar el derecho de regresar a su país cuando lo desease, visitar familiares y amigos, vacacionar en su tierra y exigir que se establecieran lazos de normalidad entre ambos países.
La última tendencia es ligeramente mayoritaria desde hace unos años por cuanto la anterior, integrada por gente de avanzada edad, se ha ido reduciendo. Sus hijos, en la mayoría de los casos, no les interesa el asunto cubano, excepto quizás visitar Cuba para saber cómo es el país de sus mayores.
Con el gobierno de Obama las restricciones de viaje y la política de «intercambio de pueblo a pueblo», han sido flexibilizadas, regresando a lo que fueron en otra época. Sin embargo, recientemente los representantes de origen cubano en el Congreso, lograron que se aprobara una enmienda en el Comité de Asignaciones de la Cámara de Representantes que, de ser aprobada más tarde por el Congreso, revertiría esas decisiones del Ejecutivo. La única manera que esa enmienda no podría convertirse en Ley sería que Obama vetase el Proyecto de Ley de Fondo del Tesoro, dentro del cual la han incorporado. Se trata de un paquete de medidas donde la propuesta de los mencionados Congresistas, representa una mínima parte de todas las contenidas allí. Si el Presidente se negara a firmarlo, habría que encontrar compromisos que permitan continuar adelante, porque en ese paquete existen una variedad de acuerdos urgentes, algunos de los cuales son vitales para el funcionamiento del gobierno.
La propuesta de estos Congresistas es un suicidio respecto al voto cubano de la Florida porque los cubanos emigrados, mayoritariamente viajan a la Isla. Este año suponen volar a Cuba cerca de 400.000 cubanos. Pero eso no parece importarles.
La propuesta sirve para señalar hasta donde esos congresistas de origen cubano, no tienen interés alguno por los cubanos, tanto por quienes suponen representar en sus respectivos distritos y Estados, como aquellos que viven en Cuba. Mientras más límites se imponen a las relaciones con Cuba, más limitaciones sufren los cubanos de la Isla y más dificultades para los ajustes que el gobierno cubano está implementando de forma integral en la estructuración del Estado, la política y la sociedad.
Si Obama se niega a firmar el Proyecto de Ley de Fondo del Tesoro por esa razón, el Partido Demócrata ganará unos cuantos votos cubano más en Miami. Tratándose de una bofetada a su gestión de gobierno, es de esperar que no acepte firmar un paquete de medidas que desafía una parte de su política.
Las administraciones estadounidenses se convencen más cada día que es fundamental buscar avenidas diplomáticas que conduzcan a establecer relaciones de buena vecindad con Cuba. Es un forcejeo del cual no pueden librarse, porque el gobierno cubano tiene un crédito moral muy alto entre los países latinoamericanos y caribeños y en un mundo tan dividido en términos de fortaleza económica, a Estados Unidos le resulta cada día más necesario, alcanzar una verdadera estabilidad en la región. Sin Cuba no tendrán esa estabilidad y perderán una influencia que les hace mucha falta. Es cuestión de seguridad nacional y de beneficio para los intereses económicos estadounidense.
La acción de estos Congresistas demuestra una vez más, que a ninguno de ellos le interesan los asuntos nacionales de Estados Unidos, sino la estrecha agenda que les permita convertir a Cuba en su hacienda personal. Así como se aprobó hace más de cuarenta años que la Ley de Ajuste cubano, a pesar de ser una medida antinacional porque legaliza a los ilegales, con intención de desestabilizar el proceso migratorio cubano y drenar a Cuba de profesionales y técnicos, en esta oportunidad pretenden imponer una política que también daña los intereses nacionales de Estados Unidos. La prioridad de Washington, una vez que pueda deshacerse de las aventuras guerreristas, es establecer buenas relaciones con sus vecinos. Esas buenas relaciones pasan obligadamente por Cuba, bloqueada y asediada por razones que el tiempo ha convertido en capricho y que rechazan todos las naciones del mundo, especialmente los países americanos.
A Díaz Balart, Bob Menéndez y compañía, no le interesan esas razones. Ellos solamente se transan por un pago de 111,111 Kms. cuadrados, o sea, el territorio de la Isla de Cuba. Estos señores se convierten cada vez más, en un peligro para los intereses de Estados Unidos. El Norte de sus brújulas es un compuesto de odio, revancha, poder y dinero. Sobre todo mucho dinero y mucha revancha.
En realidad van dejando de ser útiles a Washington porque el futuro es de la racionalidad. Tiempo al tiempo.
Sería bueno saber, en medio de esta fanfarria, de qué lado se pondrá la Congresista Demócrata Debbie Wasserman Schultz. ¿Condenará la política del Presidente Barak Obama, miembro además de su mismo Partido, en algo que realmente ni le va ni le viene? ¿Estará dispuesta a perder los votos cubanos de su distrito?
*Lorenzo Gonzalo, periodista cubano residente en los EEUU y subdirector de Radio Miami
Fuente: http://martianos.ning.com/profiles/blogs/congresistas-usa-contrarios-a