OSLO.- Lo que pretendía ser una fulgurante intervención de los agentes de desinformación más activos de Estados Unidos contra Cuba ante el Congreso Mundial de los Bibliotecarios, reunidos en la capital noruega, se convirtió en una espectacular derrota de los agentes de Washington y en una denuncia masiva del Acta Patriótica de EE.UU. y de […]
OSLO.- Lo que pretendía ser una fulgurante intervención de los agentes de desinformación más activos de Estados Unidos contra Cuba ante el Congreso Mundial de los Bibliotecarios, reunidos en la capital noruega, se convirtió en una espectacular derrota de los agentes de Washington y en una denuncia masiva del Acta Patriótica de EE.UU. y de las agencias gubernamentales de represión de ese país.
El importante evento, organizado por la Federación Internacional de Asociaciones de Bibliotecarios (IFLA) que reunió a más de 4 000 bibliotecarios del mundo entero, terminó, además, con expresiones de solidaridad de numerosas delegaciones que afirmaron a la representación cubana su interés en desarrollar lazos con Cuba.
Reporteros Sin Fronteras (RSF), la ONG francesa de Robert Ménard, cuya vinculación con la CIA está cada vez más documentada, desapareció repentinamente del programa de la sesión del Comité sobre la libertad de expresión y el libre acceso a la información -FAIFE, siglas en inglés- donde debía manifestarse. Esa tarde de conferencias y debate fue, al contrario, marcada por una importante presentación de la representante de la American Librarian Asociation que denunció las violaciones de los derechos del ciudadano norteamericano que promueve esa legislación supuestamente «patriótica», favorita de la extrema derecha, del FBI, de la CIA y demás cuerpos represivos norteamericanos.
Se rumoraba que esa intervención iba a ser sustituida por una presentación de una de las ocho asociaciones de bibliotecarios de Polonia que, supuestamente, había aceptado ofrecer sus servicios para denigrar a Cuba, pero tampoco se atrevieron las reclutas polacas de la CIA a enfrentar la asamblea de profesionales del libro.
Además de RSF, Humberto Colás, el autoproclamado «fundador» de las «bibliotecas independientes», también prefirió -por una razón desconocida- renunciar a presentarse ante los congresistas y quedarse al borde de su piscina en su lujosa mansión de Miami, en vez de repetir su prestación habitual en los pasillos y salas de este Congreso.
Finalmente, solitario, con su pantalón estrujado y su inseparable maletín roto de lona verde, el agente de la CIA Robert Kent, inventor del grupúsculo Friends of Cuban Libraries, apareció para presentar su show entre varias caminatas inútiles en los pasillos del hotel Radisson, sede del evento.
Excluido de los podium por su falta de representatividad, el viejo agente de la CIA, «bibliotecario» en Nueva York, no tuvo otro remedio que irrumpir en el debate final de la sesión del FAIFE donde tuvo que limitarse a 2 minutos y 15 segundos para repetir su habitual refrán sobre las llamadas bibliotecas independientes en Cuba -una red fantasma que permite a la Sección de Intereses Norteamericana en La Habana reclutar informantes.
«El señor Kent jamás ha hablado de Abu Ghraib ni de Guantánamo». El neoyorquino recibió una rotunda réplica de Eliades Acosta, director de la Biblioteca Nacional José Martí, quien encabezó la delegación de Cuba.
«Ese momento del señor Kent es un ritual», dijo. «Me hubiera gustado haber escuchado su opinión sobre el Acta Patriótica norteamericana.»
«El señor Kent se presenta como representante de un grupo que tiene dos miembros», añadió al señalar que el tema de las bibliotecas en Cuba ha sido «exhaustivamente tratado por IFLA».
Después de enumerar varias características del sistema social cubano, señaló que en Cuba no se tortura pero sí en Abu Ghraib y Guantánamo. «El señor Kent jamás ha hablado de Abu Ghraib ni de Guantánamo», comentó Acosta.
«¡En Cuba no se queman libros como se quemó la Biblioteca Nacional de Bagdad!», dijo el bibliotecario cubano mientras Kent mostraba claras muestras de nerviosidad.
Acosta recordó que una nota del IFLA, del 9 de agosto, condena la confiscación, por parte de las Aduanas norteamericanas con órdenes directas de Washington, de cientos de libros en idioma inglés destinados a la Biblioteca de la Universidad de La Habana, entre ellos El Principito, de Antoine de Saint-Exupéry, y obras de Ernest Hemingway, así como de decenas de computadoras. La confiscación ocurrió en el puesto fronterizo de McAllen, Texas, el 21 de julio.
El representante de Cuba también enseñó copia de una disposición del plan anexionista de «transición» en Cuba promovido por el Departamento de Estado, donde se precisa que varios millones de dólares están destinados a reclutar, entrenar y apoyar financieramente a agentes en numerosas operaciones desarrolladas por Washington contra Cuba.
«Quizás algún día sabremos, por esa misma ley norteamericana de acceso a la información a la cual se hizo referencia aquí, cómo y para qué el señor Kent viajó a La Habana en 1999», dijo el Jefe de la delegación cubana al referirse a la vinculación de Kent con la CIA, claramente demostrada en particular por su viaje a la capital cubana en 1999 con un falso pasaporte a nombre de Robert Emmet.
Mostrando la última edición de Granma Internacional a los participantes en el Congreso, Acosta señaló una foto publicada de Kent con la agente cubana de la Seguridad del Estado, Aleida Godínez, en La Habana: «Por lo pronto, este periódico tiene la foto, así que para quien desee saber más de las actividades del señor Kent, estamos en la mejor disposición de compartir información», concluyó bajo nutridos aplausos.
¿QUIEN NECESITA LA CULTURA?
En otra intervención minutos más tarde, un delegado neerlandés hizo la demostración, con una sola anécdota, de la mala fe de la Casa Blanca en materia de libre expresión y le dio un último jab a un Kent desmoralizado. Contó que trabajó de consultor del «Ministerio de la Cultura» en Iraq durante unos meses hasta que la Embajada de Estados Unidos le hizo saber que su puesto estaba eliminado. Pidió entonces una reunión con un representante de esa Embajada y lo recibió el propio asistente del Embajador norteamericano, quien puso fin bruscamente al breve encuentro preguntándole: «¿Quién necesita la cultura?»
La pequeña frase llegó a Kent como el Knock 0ut al boxeador. El sexagenario obsesivo salió del lugar visiblemente angustiado, pensando sin duda, en una próxima jubilación.