Camisa de franela a cuadros, zapatillas de senderismo: se nota enseguida que, en la sede parisina de la editorial Gallimard, Erri De Luca se encuentra como un pez fuera del agua. Entre agregadas de prensa contoneándose por los pasillos y efluvios de Chanel, este escritor «en italiano» -como prefiere definirse-, aunque muy napolitano por carácter […]
Camisa de franela a cuadros, zapatillas de senderismo: se nota enseguida que, en la sede parisina de la editorial Gallimard, Erri De Luca se encuentra como un pez fuera del agua. Entre agregadas de prensa contoneándose por los pasillos y efluvios de Chanel, este escritor «en italiano» -como prefiere definirse-, aunque muy napolitano por carácter y origen, se muestra como es. Un montaraz. Tras las huellas de Nives, recién publicado en España en la editorial Siruela, relata su experiencia en el Himalaya acompañando a la célebre escaladora italiana, Nives Meroi. Este hombre de aire «campesino» que vive desde hace tiempo en las afueras de Roma es, sobre todo, una persona cuya trayectoria no puede ser más inverosímil y cuyos trazos parecen vertidos en su propia fisonomía: «A los 18 años -rondaba 1968- me vi inmerso en una generación de insubordinados, de rebeldes, y la seguí hasta que no dio para más, hasta su disolución». No en vano, De Luca fue miembro activo de Lotta Continua «durante unos doce años», obrero durante otros veinte y, por último, «de casualidad», escritor desde 1989, cuando publicó su Aquí no, ahora no (Editorial Akal), viaje sin maquillajes por su infancia napolitana.
«La Divinidad nunca dijo que parirían con dolor»
«Durante todo este tiempo me he abandonado a cosas divertidas, extrañas. Como estudiar el hebreo antiguo y traducir algunos libros de la Biblia», explica quien se define «no tanto como ‘ateo’, sino como ‘no creyente». Para el autor de Comme une langue au palais, un breviario de escritos sobre las Sagradas Escrituras aparecido en Francia, «es menester regresar al significado literal de sus términos. Según la mayoría de las traducciones, la divinidad le habría dicho a Eva que ‘pariría con dolor’. Pues bien» -salta De Luca- «el término usado en la Biblia no es ‘dolor’; la prueba es que en los otros cinco extractos en los que aparece el término en hebreo las traducciones oficiales eligen otro vocablo. Es sólo en ese pasaje de la Biblia en el que se pretende subrayar la intención por parte de la divinidad de castigar a la mujer».
Lo mismo pasa con la Torre de Babel: «Lo que arroja la divinidad es un don, no un castigo, pues con la diversidad lingüística, los hombres, concentrados entonces en un solo punto -y por lo tanto muy vulnerables-, terminaron por esparcirse sobre toda la superficie de la Tierra. Es lo que ha salvado a la Humanidad de su extinción», concluye este políglota que, a parte de italiano, habla también francés, inglés, hebreo antiguo, yiddish, ruso, kiswahili y, por supuesto, napolitano. ¿Qué diferencia a todas estas lenguas? «Sólo existe una diferencia entre el napolitano y todas las demás: por lo general, los idiomas sirven para explicarse, para comunicar…, sin embargo, el napolitano se usa para cantar, litigar o ir con prisas.
Un ávido lector de la Biblia como De Luca, lo será también del Corán, tan de moda hoy, ¿no? «Pues no», contesta con sorprendente candidez. «Yo soy de este lado del Mediterráneo, de esta ribera monoteísta y judeocristiana.» ¿Y considera que Europa se reduce a un club cristiano? «Europa no sé muy bien lo que es», ataja, «por ahora sé que es un enorme supermercado que ha unificado su moneda y sus políticas. Me siento más bien uno del Mediterráneo. Sé de qué está hecha una casa de pescadores de Túnez o de Marsella. Entiendo que el Mediterráneo no es ni podrá ser nunca una expresión política, pero es que me siento mucho más cerca de un marroquí o un libanés que de un escandinavo o un alemán». Palabras que no sorprenden, venidas de quien se define como «napolide» -oportuna conjunción de los términos «napolitano» y «apolide» (que significa apátrida en el país de la bota)-. De hecho, Napolide es también otro libro que De Luca acaba de «regalar» -como suele hacer a menudo- a un modesto editor (Dante & Descartes, 2005). Sin embargo, su relación con la mediterránea Nápoles no deja de ser compleja. «Me arranqué de Nápoles como quien se arranca una muela: de raíz, pero sin poder replantarla en ningún otro lugar. A esa ciudad voy, pero no regreso.»
¿Luchar contra la Camorra? «No tengo lecciones que dar»
Nápoles. Una ciudad sobre la que se han dirigido todos los focos mediáticos recién debido a la sangrienta lucha contra la Camorra. Un universo que el jovencísimo escritor Roberto Saviano trata en su reciente libro, Gomorra, y que De Luca define como «un fotograma muy bien encuadrado por parte de alguien que conoce desde el interior el funcionamiento de la máquina económica que es la Camorra. Aunque lo que cuente quede caduco un mes más tarde de salir a la luz, lo que pone en peligro a Saviano, su mérito, es», prosigue De Luca, «su exposición personal y física frente a los capos de la Camorra». ¿Por qué De Luca nunca se ha comprometido contra ella? «En la literatura no hay porqué introducir el compromiso; en caso contrario, se vuelve insustancial», explica de golpe, ayudándose con gestos de significado ancestral. «Y además resulta que yo no vivo en Nápoles.» Deja suceder un largo silencio durante el que asoma cierto punto de turbación en su gesto, antes de regresar a la explicación, cavilada ya, con las manos recogidas, con compostura: «No soy maestro de nadie; no tengo nada que enseñar a nadie. Soy alguien que cuenta historias y punto».
Aquellas sirenas de alarma en el Belgrado del 99
Sin embargo, la vida de De Luca está repleta de militancias: «Eso de convertirse en conductor de convoy humanitario en Bosnia, así, de pronto, no le sucede a mucha gente…», cabe sugerirle. «¡Qué va!, le sucedía a mucha gente», rebate. «Yo no soy una persona comprometida. Soy más bien alguien que a veces se ha unido a ciertos condenados compromisos.» Compromisos que luego le conducirían, en 1999, al Belgrado bombardeado: «Considero los bombardeos el acto terrorista por antonomasia. Así que para expresarme en contra de aquel acto, perpetrado por la OTAN y mi propio país, me pasé al otro lado. Allí conocí las sirenas de alarma de las que me hablaba mi madre, cuando sufrió los bombardeos de los aliados sobre Nápoles durante la Guerra Mundial (que cuenta en su libro Morso di luna nuova, 2005). En Belgrado decidí no guarecerme en los refugios antibombardeo. Para eso me hubiera quedado en casa».
«Militancias» a las que De Luca se ve atado sin solución. «Nosotros, los del sesenta y ocho, expusimos nuestra juventud en las plazas públicas. En otros tiempos, la juventud se echaba a perder en las guerras. Ahora, la juventud no sabe qué hacer de sí misma. El reto para un joven es resistir a desperdiciarse, dándole a la vez un sentido a su propia juventud. Ustedes, con vuestro nuevo diario, tenéis algo que os permite asegurar que no estáis desperdiciando vuestra juventud. Ahora bien, creo que vuestra condición es bastante excepcional». «Sin embargo, ya se han ido de Erasmus un millón y medio de estudiantes», cabe rebatir. «Eso querrá decir, entonces, que le corresponde a vuestra generación transformar esta Europa de bancos y banqueros en una Europa política.»
Traducción: Fernando Navarro Sordo