Traducido para Rebelión por Daniel Escribano
El superpuerto de Pasajes,1 el pantano de Itoiz, las plantas de incineración, la carretera 2×2,2 la segunda variante de San Sebastián, las centrales térmicas, el difusor de gas, la Euskal Hiria3 y la eurociudad, aquí lo único sostenido es la artificialización del territorio y la insaciabilidad de la avidez dineraria de algunos.
No existe construcción nacional ni desarrollo sostenible, en la práctica sólo tenemos construcción sostenida. El principal símbolo de la manera de entender ese desarrollo es el tren de alta velocidad (TAV). En lo que a nosotros atañe, el trazado afectaría directamente a 331 caseríos. A ello hay que añadir las vías, canteras, vertederos, perforación de montañas, trabajos de excavación, muros de contención, remoción de suelo y demás daños «indirectos» que serían necesarios para su construcción.
Los daños infligidos sobre el sector primario serían de varios tipos. El primero sería la pérdida de tierras y, en consecuencia, la pérdida de empleos agrícolas: cada kilómetro del trazado haría desaparecer por lo menos entre 5 y 7 hectáreas de tierra cultivable y considerando que el trazado hipotético tendría en el País Vasco más de 440 kilómetros, hagan cuentas: construcción de 121 túneles y 113 viaductos, movimiento de tierras de más de 68 millones de metros cúbicos, ocupación directa de más de 2500 hectáreas, creación de 64 vertederos, etc.
Por otro lado, partiría el territorio en dos mediante vallas gigantescas y en muchos casos las tierras de un mismo caserío quedarían divididas a ambos lados de las vías. Ello limitaría completamente el uso de esas tierras y haría casi imposible el pastoreo de ganado en los alrededores de las vías, por el ruido causado por el TAV, de 70 decibelios y que tendría influencia directa sobre la calidad de vida de las personas del entorno.
Para construir el TAV se gastará el presupuesto de 53 años del Departamento de Agricultura, Pesca y Alimentación de la Comunidad Autónoma Vasca. Debe pensarse cuántas cosas dejarán de hacerse con ese dinero en agricultura, política de vivienda, salud, etc.
Estamos acostumbrados desde antaño a alimentar con nuestras tierras los negocios de otros, pero ¿qué intereses hay detrás del TAV? ¿Por qué la mayoría de medios de comunicación manipulan y silencian la lucha contra el TAV? ¿Por qué los principales argumentos a su favor se basan en mentiras? Una vez puestos a decir mentiras, cuanto mayores mejor y una de ellas es, por ejemplo, que el TAV ayudará a vaciar las carreteras. Según el Gobierno vasco, el TAV sacaría cada día de las carreteras 1000 camiones. Esta cifra supone el 2% de los camiones que circulan por nuestras carreteras y el 0,32% de las idas y venidas de automóviles.
Nos dicen una y otra vez que el campo es un sector estratégico para nuestro país, pero luego nos conducen a la desaparición. Nos quieren débiles para imponer su modelo de sociedad y son conscientes de que con un sector agrícola fuerte tendrían más obstáculos para alimentar la especulación con nuestras tierras.
* Aitor Aranburu es miembro del sindicato Euskal Herriko Nekazarien Elkartasuna (Solidaridad de Agricultores del País Vasco)
Notas:
1 Proyecto de ampliación de la bahía de Pasajes (Guipúzcoa) consistente en la construcción de un puerto exterior interconectado con el sistema de carreteras y ferrocarriles. En caso de materializarse, implicaría la construcción de un túnel de dos kilómetros mediante la perforación del monte Jaizkibel y la extracción de 5400 metros cúbicos de roca de una zona de máximo interés geológico. (n. del t.)
2 Proyecto de enlace viario entre Pamplona y Salies-de-Béarn (Francia) suscrito entre el Consejo General del departamento de los Pirineos Atlánticos y el Gobierno de Navarra. (n. del t.)
3 Euskal Hiria (‘ciudad vasca’) es la denominación que propuso el escritor Bernardo Atxaga para designar el proyecto de convertir el País Vasco en un único sistema urbano interconectado, que, a su juicio, constituiría «el tipo de territorio que mejor se adecua a una sociedad de gran pluralidad cultural» como la vasca y que mejor le permitiría «adoptar valores culturales de primer nivel». Esta denominación juega con la polisemia del sustantivo herri, que tanto significa ‘país’ como ‘pueblo’, y a partir de la cual establece la contraposición entre los valores tradicionales ligados a la ruralidad que habrían caracterizado al vasquismo histórico y los valores asociados al modo de vida urbano característicos de la modernidad. Así, según Atxaga, puesto que «la ciudad tiene también una lectura simbólica», la substitución de Euskal Herria por Euskal Hiria como referencia nominal colectiva territorial «reflejaría el deseo de una nueva utopía». Véase Bernardo Atxaga: Lekuak. Pamplona: Pamiela, 2005, pp. 54, 102-103. Acaso sea indicativo del eco que ha tenido esta propuesta en la literatura vasca actual el hecho de que la obra ganadora del Premio Euskadi de Literatura de 2007 lleve por título Euskal Hiria sutan (La ciudad vasca en llamas), cuyo autor, Xabier Montoia, habría pretendido evidenciar, según el crítico Ibon Egaña, que «Euskal Hiria es el feudo de peneuvistas y empresarios que, sirviéndose de supuestos valores de ciudadanía, acometen y justifican infraestructuras desarrollistas. Un espacio antiutópico a punto de arder» (Berria, 18 de noviembre de 2006). (n. del t.)