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En torno a La revolución cubana, de Francisco López Segrera (El Viejo Topo, Barcelona, 2010)

Contribuyendo al debate sobre el futuro de la isla revolucionaria (y VII)

Fuentes: Rebelión

El tercer capítulo de La revolución cubana lleva por título «Propuestas de cambio, escenarios y alternativas». «¿Sobrevivirá el socialismo en Cuba?» es el título del apartado que cierra este último capítulo. Tras él, una muy útil y documentada cronología (pp. 93-125), ocho páginas de notas de interés (pp. 127-134) y una amplísima y casi inabarcable […]

El tercer capítulo de La revolución cubana lleva por título «Propuestas de cambio, escenarios y alternativas». «¿Sobrevivirá el socialismo en Cuba?» es el título del apartado que cierra este último capítulo. Tras él, una muy útil y documentada cronología (pp. 93-125), ocho páginas de notas de interés (pp. 127-134) y una amplísima y casi inabarcable bibliografía (pp. 135-158). Nos centramos en el último apartado del libro.

Es obvio, para FLS, que el modelo de socialismo cubano ha sobrevivido hasta el presente «debido a que nunca llegó a deformarse en el grado en que esto ocurrió en el «socialismo real» que se derrumbó» (la categoría «socialismo real» es, en mi opinión, una concesión político-histórica innecesaria). Empero, sería ingenuo pensar, «que en el corto plazo el propio modelo cubano se mantendrá incólume e igualmente que está exento de deformaciones, unas provenientes de la copia de dicho «socialismo real» y otras que aparecen con fuerza en una economía «dolarizada» inicialmente y ahora bajo el imperio del peso convertible cubano (CUC)».

Según FLS, la dirección política cubana ha tratado de preservar los logros del socialismo, «pero el modelo en sí está sufriendo modificaciones sustanciales» que él, en principio, no ha criticado en su exposición. Los cambios ocurridos hasta ahora, señala, «han ido convirtiendo a la sociedad cubana en una sociedad con menos equidad que la alcanzada hasta 1989». Lo que no está claro, prosigue, «es que el costo social de la reforma económica esté haciendo más productivo el sistema». En su opinión, «según parece», ese aumento de la productividad «sólo ocurre en los enclaves turísticos y otros que corresponden a la presencia del capital extranjero y de la economía en divisas», aunque FLS reconoce que también en algunas empresas estatales se ha mejorado la eficiencia.

Las grandes preguntas que cabe formularse son, en opinión del autor, las siguientes: ¿será entonces inevitable, como ha ocurrido en otros intentos, que la política de EE.UU. y los errores estratégicos de la revolución cubana «retrotraerán al país al capitalismo dependiente que imperaba en 1959»? Si así fuera, ¿será esta transición pacífica «o en medio de una invasión y/o contrarrevolución violenta»? ¿Lograrán, por tanto, «Washington y los sectores derechistas de Miami frustrar los sueños de Céspedes a Martí, Fidel Castro, Raúl Castro y las nuevas generaciones»? En el ya largo proceso histórico de la lucha cubana por su independencia iniciado en el siglo XIX, ¿vencerá finalmente la línea de pensamiento histórico que «afirma desde el siglo XIX que Cuba no puede (ni debe) ser plenamente independiente, pues es más ventajoso para la Isla (y a la vez ineludible en términos geopolíticos de fatalismo geográfico) la dependencia de los Estados Unidos»? ¿Se impondrá, pues, este digamos realismo sucio, esta distopía pragmática?

No son estas las tesis defendidas por FLS, no es ese el único camino razonable al que cabe aspirar ni la única trayectoria que se abre ante nuestros ojos. ¿Por qué?

En primer lugar, porque «la larga tradición de lucha de los cubanos no está en armonía» con ese escenario. La isla revolucionaria, señala, «no volverá al capitalismo dependiente, a la falta de soberanía y a todas las desigualdades e injusticias de la sociedad cubana antes de la Revolución». En opinión de FLS, la transformación «hacia el socialismo del siglo XXI acorde con las raíces históricas de la Revolución Cubana» es el escenario más probable de los cinco anteriormente mencionados. Es el primero de ellos.

Para esa transformación sin pérdida de finalidad socialista, es necesario «llevar a cabo cambios estructurales» como los que se defienden en su ensayo «y en otras propuestas similares». FLS sostiene que «en Cuba es necesario refundar el consenso sobre nuevas bases para que un socialismo aggiornado y redefinido escape ileso de las amenazas que se ciernen, desde dentro, y desde fuera, sobre una de las experiencias más fascinantes y controvertidas de Nuestra América».

¿Qué características encierra ese socialismo «aggiornado y redefindo»? No hay una definición precisa de la categoría pero a lo largo del ensayo, especialmente en el capítulo tercero, se han dado pistas de cómo el autor piensa ese socialismo que él enlaza con «el socialismo del siglo XXI», que tampoco ha precisado con exactitud, pero en el que parece vindicar un socialismo menos estatalizado, menos burocratizado, con mayores libertades cívicas, con presencia de pequeñas empresas privadas en ámbitos no esenciales, con auge del cooperativismo,… sin dejar de ser bastante optimista respecto a la «racionalidad» y pragmatismo político de la administración americana y ser altamente generoso en su valoración de los procesos político-económicos de China y Vietnam.

Para Fernando López Segrera, hay tiempo aún «para que la razón revolucionaria se imponga sobre la hegeliana astucia de la razón universal», una astuta y sucia razón que «tiende a convertir en tabula rasa los logros de las revoluciones». Pero, para ello, el socialismo cubano debe revisar y reformar algunas de sus orientaciones sin arrojar a la cuneta la soberanía nacional, los logros conseguidos y la aspiraciones socialistas.

El motivo de la reflexión de FLS, de sus análisis y propuestas, lo ha expresado recientemente el gran escritor cubano Leopoldo Padura en los términos siguientes sin desconocer riesgos ni incertidumbres: «La crisis del modelo económico cubano, la ineficiencia de los mecanismos productivos, la solución (o el intento) de los problemas con fórmulas políticas está detrás, debajo y sobre la situación a la que han llegado el país y sus ciudadanos y el estado de deterioro material y moral en que ha nacido y crecido, incluso, toda una generación de cubanos. Y cada uno de esos factores están también dentro de la decisión actual del gobierno de realizar numerosos cambios económicos y sociales para hallar una vía de escape a tanta presión, a intrincados mecanismos de control que muchas veces generan corrupción, a decisiones económicas de comprobada ineficiencia».

PS: El 19 de abril de 1959, en una oficina del Capitolio, el vicepresidente de Estados Unidos, Richard Nixon [2], uno de los políticos más criminalmente destacados del siglo XX, se entrevistó con el entonces primer ministro cubano. No estaba éste como invitado oficial: había sido invitado por la American Society of Newspaper Editors. Nixon pudo comprobar, tras casi tres horas de conversación, que los informes de su embajador en La Habana y los de la CIA no estaban errados: «la revolución de los barbudos», que había triunfado con la entrada del año, no era una tan sólo una revuelta antidictatorial. En un memorando confidencial dirigido a la CIA, la Casa Blanca y el Departamento de Estado, el vicepresidente, el mismo político profesional de derecha extrema que llamaría años más tarde «hijo de puta» a Salvador Allende, escribió: «Mi apreciación personal sobre él, en tanto que hombre, está un poco mezclada. De lo único que podemos estar seguros es que posee esas cualidades indefinibles que lo hacen un líder. Cualquiera que sea nuestra opinión de él, debemos reconocer que será un factor importante en el desarrollo de Cuba y, sin duda, de los asunto de América Latina en general».

No erró esta vez el imperial presidente depuesto. Su interlocutor en aquel lejano 1959 era Fidel Castro Ruz. El revolucionario cubano tenía entonces 32 años.

Notas:

[1] Leopoldo Panura: «Cuba, ¿año nuevo, vida nueva?». http://www.sinpermiso.info/textos/index.php?id=3826

[2] Hernando Calvo Ortega, El equipo de choque de la CIA: Cuba, Vietnam, Chile, ,Nicaragua,… El Viejo Topo, Barcelona, 2010, p. 22-23.