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Cooperativas no agropecuarias: qué dicen los expertos

Fuentes: Progreso Semanal

El propio nombre empieza mal, a priori tiene una connotación negativa. Las cooperativas no agropecuarias (CNA) se definen por lo que no son. Han pasado casi cinco años desde que en julio de 2013 comenzaran a funcionar las primeras de su tipo, y hoy el panorama dista de ser alentador. Las que algunos también llaman […]

El propio nombre empieza mal, a priori tiene una connotación negativa. Las cooperativas no agropecuarias (CNA) se definen por lo que no son. Han pasado casi cinco años desde que en julio de 2013 comenzaran a funcionar las primeras de su tipo, y hoy el panorama dista de ser alentador.

Las que algunos también llaman cooperativas urbanas nacieron sin estar reconocidas en la Constitución de la República. Por otro lado, les antecede una historia de avances y fallas en el cooperativismo agrícola. ¿Qué aprendizajes nos deja esa trayectoria?

«El primer gran logro es que se ha ido avanzando en una legislación cooperativa», opina Juan Valdés Paz, académico y Premio Nacional de Ciencias Sociales, aunque hasta hoy no hay datos públicos al respecto. Otras ganancias son la descentralización de la agricultura y el surgimiento de cierto ambiente cooperativo en el país, insuficiente, pero que existe.

«Creo que tenemos otro problema con la indecisión del lugar del cooperativismo en el desarrollo socialista cubano; y lo que me parece más determinante es la falta de una cultura cooperativa. Esto vale para todos los temas: siempre la pregunta es con qué cultura vamos a acompañar la promoción de los cambios», señaló el experto, durante el Taller de Intercambio sobre Cooperativas no Agropecuarias, realizado por el proyecto Incuba Empresas, del Centro Loyola Reina.

Sin duda un punto crucial está en la articulación Estado-cooperativas. No obstante, las dificultades comienzan desde dentro. Luis Guzmán Hernández, consultor de CNA en La Habana, ha observado la inexistencia de planes de negocio, desconocimiento de herramientas financieras elementales, y problemas en el manejo de la contabilidad.

Algunas distorsiones afectan las esencias mismas de esta figura. «Hay cooperativas donde usted llega y el presidente es el dueño, y los demás son empleados -destaca Guzmán. Esto se ve mucho en las cooperativas inducidas, donde el antiguo administrador sigue siendo el presidente».

A su vez, el carácter experimental con que fueron concebidas las CNA provoca incertidumbre entre los socios. Esto lleva a una mentalidad de corto plazo, cuyo objetivo principal es ganar dinero. Por eso pocas cooperativas invierten en investigación y desarrollo: como no se sabe cuánto durará el experimento, tampoco hay una visión de adónde se quiere llegar con el negocio.

Lo que debe ser cambiado

Una investigación en Centro Habana [1] muestra cómo el propio gobierno local identifica a las cooperativas no agropecuarias como trabajadores por cuenta propia, lo cual remite nuevamente a la falta de cultura en este sentido.

En las CNA inducidas se reproducen dinámicas heredadas del modelo estatal. «Aunque la Asamblea sigue siendo la principal instancia de participación, estas se caracterizaron por ser espacios silenciosos, donde las decisiones ya venían tomadas», explica el sociólogo Francisco Damián Morillas, autor del estudio.

La pesquisa arrojó que las 12 cooperativas del municipio en ese momento, tenían pocas relaciones entre sí, y con otros actores sociales y económicos de la localidad. Si bien este análisis no es generalizable fuera del territorio, el investigador recomienda a los decisores proyectar la constitución de las CNA con la participación real de los gobiernos locales y la comunidad, así como fortalecer la capacidad de decisión de las autoridades municipales.

En este punto coincide la jurista y profesora Natacha Mesa Tejeda [2]. A su juicio, la intervención administrativa resulta excesiva durante el proceso de creación, el cual debe flexibilizarse y otorgarle real autonomía a los gobiernos locales, para que determinen si la cooperativa procede o no.

«Bien pudiera pensarse en la posibilidad de crear un órgano especializado en cooperativismo, que tenga a su cargo el fomento, impulso, desarrollo y regulación de las cooperativas en nuestro país», agrega la especialista.

Luego de este «período de probeta», uno de los mayores resultados, en términos regulatorios, debe ser una Ley general de Cooperativas, que unifique de manera armónica las diferentes normativas que hoy rigen el cooperativismo.

«Se considera que la cooperativa está mejor preparada que la empresa privada para tener una gestión económica eficiente, que satisfaga necesidades sociales y promueva relaciones sociales socialistas», precisa Camila Piñeiro Harnecker[3].

La profesora e investigadora menciona algunos de los beneficios más visibles: aumento de la motivación, mayores ingresos de los trabajadores, mejoras en las condiciones materiales y las relaciones laborales…

No obstante, el «cómo» también es importante. Los procesos de creación diseñados desde arriba y la falta de preparación, generan conflictos que afectan las relaciones entre los socios. En muchos casos, los estudios de factibilidad fueron conducidos por entes externos a la cooperativa y como una formalidad, lo cual podría derivar en el fracaso económico, subraya la experta.

«En realidad lo que necesitan estas nuevas cooperativas no es solo capacitación formal -apunta Piñeiro-, sino también asesoramiento y espacios para aprender de las experiencias prácticas de otras cooperativas».

Entre la prisa y la pausa

Hace más de un año no se aprueba ninguna cooperativa; por el contrario, se han cerrado varias. Malas noticias, si pensamos lo que eso significa en términos de empleo y diversidad en la oferta de productos y servicios. Aun así, tampoco conviene mantener cooperativas disfuncionales.

En opinión del investigador Ovidio D’Angelo, en el momento actual confluyen la falta de apropiación de experiencias cooperativas internacionales, un vacío conceptual, y una práctica marcada por urgencias.

«No hay un movimiento cooperativo: tenemos cooperativas, y aisladas», sostuvo. De igual forma, para las CNA no existe un órgano de asociación, capaz de recoger demandas, establecer una agenda y hacer propuestas. Estas carencias de articulación y de cultura cooperativa resultaron dos puntos fundamentales de consenso en el taller de Incuba Empresas.

«Hace falta una conceptualización de qué cosa es una cooperativa, y analizarla desde el punto de vista de la teoría de las organizaciones y de la administración», anotó el profesor Ricardo Jorge Machado.

Valdés Paz recuerda que las cooperativas no constituyen solo figuras económicas: son sujetos sociales, culturales; sujetos de opinión, y por lo tanto, políticos. «Si son formas de autogestión, y el socialismo es autogobierno y autogestión al final de la historia, ¿cuál será la contribución del cooperativismo al desarrollo democrático de la revolución cubana?».