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Corriente Roja, sectarismo e Izquierda Unida

Fuentes: Rebelión

La verdad es que leyendo las últimas declaraciones de Nines Maestro me cuesta reconocer a la ex-camarada con la que he compartido militancia durante muchos años, incluso formando parte de la ponencia del Manifiesto del PCE para la Izquierda en el XIV Congreso del PCE. En aquella época parecíamos tener una amplia coincidencia política, que […]

La verdad es que leyendo las últimas declaraciones de Nines Maestro me cuesta reconocer a la ex-camarada con la que he compartido militancia durante muchos años, incluso formando parte de la ponencia del Manifiesto del PCE para la Izquierda en el XIV Congreso del PCE. En aquella época parecíamos tener una amplia coincidencia política, que encaja mal con la reinterpretación que hace la misma Nines de su pasado en el PCE. Ciertamente, desde que se convirtió en líder de la «Corriente Roja» en IU sus actuaciones fueron derivando de una forma que aparecía cada vez más como dirigente de un partido político enfrentado al PCE que como miembro del PCE, de cuyo máximo órgano de dirección (el Comité Federal) formó parte hasta el último Congreso. Recuerdo su intervención en la anterior Conferencia Política y de Organización del PCE, en la que prácticamente descalificaba a todo el mundo para presentarse como la única posición auténticamente de izquierdas. No es extraño que muchos y muchas camaradas que honestamente colaboraron con ella en los debates de IU y el PCE no la hayan querido seguir en su última aventura.

Con todo, en sus declaraciones en la entrevista que le hace Mariano Pujadas publicada en Rebelión con el título «Corriente Roja, el reformismo e Izquierda Unida» habría que distinguir netamente dos aspectos:

El primero es la definición de sus posiciones políticas, en las que rechaza el trabajo dentro de las instituciones políticas del Estado. Ésta es una posición perfectamente legítima, que entronca con las tesis de Bakunin frente a Marx en el siglo XIX. En todo caso, podría hacer recomendable cambiar la denominación «Roja» de su organización por otra que expresara mejor su inclusión en la digna tradición anarquista clásica en la que ahora parece entroncarse. Pero debería también respetar a quienes, reclamándonos del comunismo libertario en coherencia con el mismo Manifiesto del PCE para la Izquierda cuya ponencia compartimos, pretendemos articular el trabajo en las instituciones políticas del Estado con el desarrollo de la movilización y autoorganización social, poniendo el primero al servicio del segundo, siguiendo el camino de Hugo Chávez en Venezuela o Evo Morales en Bolivia. De hecho, ese fue el proyecto original de Izquierda Unida como movimiento político y social, y es el proyecto de Izquierda Unida que sigue defendiendo el PCE. Y precisamente el magnífico trabajo que realizó Nines como diputada de IU es un buen ejemplo de ello, que resultaba muy valioso para quienes, como yo mismo, nunca hemos tenindo ningún cargo público en las instituciones del Estado, sino que hemos desarrollado nuestra actividad sociopolítica en el trabajo sindical, en la movilización social y en la formación teórica de la militancia. Naturalmente, no puedo por menos que lamentar la deriva política que ha tenido Nines cuando dejó de ser diputada, y que le ha alejado radicalmente del proyecto político que un día compartimos.

El segundo es la descalificación del PCE y de Izquierda Unida, a la cual llega a la aberración de describir como «enemigo de clase». Dicha manifiesta muestra de sectarismo nos hace preguntarnos qué entenderá Nines por «clase». No parece, desde luego, que se trate de la clase trabajadora real, por cuyos sindicatos relativamente mayoritarios Nines ha expresado un notorio desprecio, y cuyos intereses, a pesar de todas sus deficiencias, Izquierda Unida ha venido defendiendo en los distintos foros en los que interviene. No parece que para Nines la lucha por un empleo digno y frente a la enésima reforma laboral con que nos amenazan los poderes dominantes sean factores determinantes de la posición de clase de una fuerza política. No. Lo determinante parece ser el compartir o no lo que para muchos serían sus desvaríos: según Nines, IU «es un enemigo de clase de quienes de forma consciente pretendemos que las clases desposeídas (la inmensa mayoría de mujeres y hombres que no tenemos más que nuestro trabajo para vivir) encontremos una forma de responder políticamente al sistema». Es decir, el hecho de que muchas gentes de izquierdas, incluso aquéllas que compartieron sus posiciones con Nines en un pasado reciente, trabajen en Izquierda Unida en vez de seguirla en su última aventura, convierte a IU en un «enemigo» por aparecer como un obstáculo para su propio grupo político.

Ciertamente, sería recomendable que en vez de querer construir su propia «capillita» Nines se sumara a alguna de las muchas organizaciones de izquierdas preexistentes. Su sectarismo, que le hace ver al discrepante como un enemigo, hace difícil que siga ese camino. Pero lo que en ningún caso es admisible es que a quienes ve como sus propios enemigos los califique como enemigos de una clase a la que en modo alguno representa.