El pasado 14 de abril, un suceso escandalizó a los usuarios de las redes sociales. La foto de una pintada en el coche de una ginecóloga en Barcelona se volvió viral hasta pasar a los medios digitales: «Rata contagiosa«, se encontró en el lateral de su coche. Una cajera de Cartagena se encontró con un rechazo similar en su escalera de vecinos. En marzo, un grupo de jóvenes había recibido a pedradas a una ambulancia en La Línea de la Concepción (Cádiz). Son casos aislados que recibieron una respuesta social rotunda de rechazo a estas acciones, pero han servido para encender las alarmas sobre si la covid-19 puede volverse un motivo de discriminación. Pero este riesgo tiene muchas aristas, desde la social a la laboral.»Los estigmas sociales asociados a la enfermedad no son algo nuevo, sino que existen desde que existe la enfermedad. El riesgo de la covid-19 puede funcionar amplificando estigmas que ya conocíamos o sobre determinados grupos sociales», explica José Miguel Carrasco, el portavoz de la Sociedad Española de Epidemiología y de SESPAS. El pasado 15 de abril, el Consejo contra la Discriminación Racial o Étnica ya alertó de los «numerosos» casos de odio a colectivos ante la pandemia. Primero, fue la comunidad asiática la que denunció racismo, después fueron las asociaciones de gitanos, como FAKALI, los que tuvieron que desmentir los bulos que corrían por Whastapp tan rápido como el coronavirus.El epidemiólogo, que también colabora en la asociación de investigación Aplica, alerta de que «sabemos poco en lo biológico, pero también en lo social«. «Nos estamos enfrentando a una pandemia desconocida, pero también a un confinamiento. Hay que ser prudentes», alerta. Por eso, recuerda que la solución no es el señalamiento descontextualizado, sino adaptar los planes a las características socioculturales de estos grupos para que puedan parar. Para aquellos que viven en casas pequeñas o sin luz o los que trabajaban en la economía sumergida y ahora se ven sin ingresos es más difícil no salir, una actitud que se ha convertido en reprochable a ojos del resto de ciudadanos.
Unos días antes de que se produzca la desescalada, Carrasco mira más allá y avisa de que la crisis económica profundizará las desigualdades sociales asociadas a la salud: «Lo que ahora es un señalamiento, puede convertirse en un estigma. Esos riesgos van a estar ahí», explica con prudencia. En Estados Unidos estas desigualdades se han trasladado rápidamente a las cifras. Durante los primeros días, la epidemia se ha cebado con la comunidad afroamericana.
Discriminación laboral: la enfermedad bajo la lupa
El pasado lunes, el secretario de Salud Laboral de CCOO, Pedro J. Linares, ya advirtió en una rueda de prensa del riesgo de que el estado de salud se convierta «en un mecanismo de discriminación y exclusión» en el mercado laboral. Además, teme que la covid-19 puede traer episodios de estrés, ansiedad, depresión o aislamiento social por miedo al contagio.
El sindicalista pone su alarma en contexto: «Nosotros venimos alertando de que la enfermedad en el trabajo en nuestro modelo económico se está convirtiendo en un mecanismo de selección. Cuando se hicieron los ERE en la crisis de 2010 y no afectaban a toda la plantilla, se metía a los que tenían determinada edad o unas determinadas condiciones de salud, es decir, aquellos que acumulaban incapacidades temporales por patologías previas tenían más papeletas de verse afectados por los ERE», recuerda.
Linares además cree que durante los últimos años la patronal ha bombardeado con un mensaje «sistemático» respecto al «elevado absentismo y al control de la enfermedad» para que fueran las mutuas las que dieran el alta a los trabajadores. Sin embargo, para el sindicalista, el punto álgido llegó con la sentencia del Tribunal Constitucional que avaló los despidos por absentismo laboral, aunque el trabajador hubiera justificado sus bajas. Finalmente, el actual Gobierno modificó el artículo 52.D del Estatuto de los Trabajadores para evitar que esto pasara.
En este contexto, Linares teme que la covid-19 abra puertas en materia laboral que luego sean difíciles de cerrar: «Si a esa dinámica le acompaña la idea de una enfermedad que se contagia, que puede ser un foco con consecuencias tan dramáticas, no es aventurado pensar que se instalen sistemas para controlar a todo el mundo», aventura.
Si durante estos dos meses la covid-19 ha puesto en apuros a la salud pública, también obligará a modificar los planes de salud laboral dentro de las empresas para evitar la expansión. El reto es importante porque debe garantizar el derecho a la salud y, a la vez, el derecho a la privacidad: «Los datos de salud son muy delicados y creemos que esto puede ser un problema que, además, se vea muy agravado. Si yo tengo información sobre el estado de salud de las personas puedo seleccionar y es muy difícil luego demostrar que haya discriminación», explica el sindicalista.
Estigma y enfermedad: el recuerdo del VIH
La Federación Estatal de Lesbianas, Gays, Transexuales y Bisexuales (FELGTB) también ha manifestado en las últimas horas su preocupación en las redes sociales: «La situación de crisis actual no debe traducirse en una vulneración de los derechos laborales», argumentan, como «solicitar información personal sobre la salud«.
La discriminación laboral y social ligada a una enfermedad tiene antecedentes que llegan hasta la actualidad. De hecho, muchos pacientes de VIH aún se quejan de que, pese a los avances de la medicina, ser portador cierra puertas laborales en trabajos como el de cocinero o sanitario.
El estereotipo comenzó a construirse en los 80 y 90: «Se asoció con determinados comportamientos sexuales o con la drogodependencia. Daba la impresión de que la ‘normalidad’ estaba fuera de riesgo», explica el sindicalista sobre el estereotipo que ha hecho del estigma una losa muy pesada. Hasta ahora, la covid-19 parece extenderse sin ese tipo de barreras.
La clave: el uso de los datos sanitarios
La advertencia llega mientras el Gobierno español estudia la puesta en marcha de una aplicación móvil que identifique a las personas portadoras del virus y permita trazar sus contactos para evitar su extensión. En China, uno de los primeros países en sufrir la covid-19, ya se puso en marcha la app Health Code, que asignaba el código verde a los sanos, en amarillo a los que habían tenido contacto con algún contagiado y en rojo a los portadores del virus. Solo podían entrar en restaurantes aquellos con el código verde.
Tal y como cuenta Linares, la ley protege la confidencialidad de los datos médicos. En el caso de la covid-19, sí habría que informar para establecer niveles de control de la difusión del virus, pero será un reto calibrar cómo recoger los datos con seguridad. De hecho, la Agencia Española de Protección de Datos (AEPD) ya ha lanzado un comunicado donde expresa «su preocupación» por la regulación de la toma de temperatura en centros de trabajo y otros establecimientos.
En opinión del sindicalista, los datos deben de estar tratados por un profesional y el trabajador tiene que tener muy claro cuál es su uso concreto. Además, y si es posible, deben llegar como «datos agregados» para su análisis estadístico y epidemiológico, para introducir cambios, pero jamás para trazar una clasificación entre empleados.