El ciudadano extranjero, que en un primer momento se llegó a pensar fuera un disidente, al descubrir la presencia de varios agentes del régimen cubano que le dieron el alto, echó a correr por las calles de La Habana hasta que fue alcanzado al entrar en un vehículo de transporte público y, ya en el […]
El ciudadano extranjero, que en un primer momento se llegó a pensar fuera un disidente, al descubrir la presencia de varios agentes del régimen cubano que le dieron el alto, echó a correr por las calles de La Habana hasta que fue alcanzado al entrar en un vehículo de transporte público y, ya en el suelo, muerto de cinco disparos en la cabeza.
El gobierno cubano, al tiempo que reconocía que el fallecido nada tenía que ver con posibles acciones terroristas, destacó la amenaza terrorista de que es objeto y de la pasada oleada de bombas en hoteles de la capital.
Al parecer, los agentes confundieron al extranjero, rubio, de ojos azules y cara de manganzón, con un terrorista estadounidense.
El presidente Fidel Castro, lamentó hoy el error cometido en la muerte del ciudadano extranjero pero no descartó la ocurrencia de más errores dado que, reconoció, hay órdenes de tirar a matar.
Se está a la espera de que la Unión Europea condene el asesinato y retire inmediatamente de la isla caribeña a su embajador. Algunos gobiernos europeos han insistido en la necesidad de adoptar sanciones económicas y políticas de represalia contra el régimen cubano por su desprecio a los derechos humanos».
Y si usted, amigo lector, se está preguntando todavía a dónde es que voy con esta crónica imposible que en lugar de en La Habana tuvo lugar en Londres, y en la que no fue Fidel Castro sino el gobierno inglés quien amenaza con seguir perpetrando «errores», cambie sólo los nombres propios de esta crónica, traslade de continente los «errores», las condenas, los silencios, los muertos, el tratamiento noticioso, y tendrá entonces la respuesta a su pregunta.
Y si le place, le invito a que siga escribiendo crónicas imposibles como la que le brindo, y redacte también, como mero ejercicio, la muerte, en «intercambio de disparos», tan a la dominicana, de tres disidentes que enfrentaron a la policía cubana; y escriba, sin ahorrarnos los detalles, sobre las torturas de los 700 disidentes vascos en las cárceles cubanas; y cuéntenos de las multitudinarias manifestaciones en repudio a Fidel que se llevan a cabo en Cuba y en las que, si no fuera por la impericia de los camarógrafos y fotógrafos que nunca recogen en sus imágenes más de veinte disidentes mal contados, hasta podríamos ver los contenedores de basura ardiendo, como en el País Vasco; los carros cruzados en las calles, como en Buenos Aires; las bombas de gasolina, como en Quito; las pedradas y tiros, como en Santo Domingo; los disparos, como en Haití; la lucha cuerpo a cuerpo, como en Corea del Sur; los vehículos policiales arrojando chorros de agua sobre los manifestantes, como en Chile; cuéntenos la historia del mundo puesta del revés, que quién sabe si así la acabamos entendiendo.