CÁRDENAS, Cuba – La aplicación de la cualidad comunitaria como una vía para el cambio, constituye una necesidad viable en una sociedad como la cubana, marcada pordurante décadas por fenómenos como el centralismo, el verticalismo y el paternalismo de Estado. Sin pensar que todo puede resolverse en la comunidad, pero convencidos de que sí juega […]
CÁRDENAS, Cuba – La aplicación de la cualidad comunitaria como una vía para el cambio, constituye una necesidad viable en una sociedad como la cubana, marcada pordurante décadas por fenómenos como el centralismo, el verticalismo y el paternalismo de Estado.
Sin pensar que todo puede resolverse en la comunidad, pero convencidos de que sí juega un papel esencial en términos de participación ciudadana, un grupo de investigadores se reunió hasta este viernes para analizar el asunto en la ciudad de Cárdenas, a 150 kilómetros de La Habana.
«Las relaciones simétricas son las que denominamos relaciones comunitarias, que se pueden explicar a partir del desarrollo la conciencia crítica de la ciudadanía», dijo a IPS Ramón Rivero, responsable del Centro de Estudios Comunitarios (CEC) de la universidad de Villa Clara, en el centro de la isla.
La Metodología para el autodesarrollo comunitario, desarrollada por el CEC, define la cualidad comunitaria como el vínculo de simetría entre los sujetos y tiene como categorías fundamentales la participación, la cooperación, los proyectos y la conciencia crítica.
En este enfoque, lo comunitario es la búsqueda del individuo que deviene sujeto, no del individuo al que se le niega la posibilidad de convertirse en sujeto y se le trata como objeto.
La comunidad no es aquí una localidad, sino un grupo social.
Según Rivero, quien trabaja la metodología desde la pasada década, para este grupo de la Universidad Central «lo comunitario es la cualidad que tiene que ver con la naturaleza de los vínculos que se desarrollan entre las personas y los grupos, los sujetos individuales y colectivos, y que pueden ser asimétricos o simétricos».
Los vínculos simétricos, por las que aboga el centro, promueven cooperación, participación, solidaridad, la realización de metas colectivas, son integradores e inclusivos. Los asimétricos, en tanto, generan individualismo y dificultan el alcance de realizaciones colectivas.
«Si no hay conciencia crítica difícilmente podamos producir cambios en el sistema de relaciones sociales ni ser conocedores de las contradicciones que subyacen en nuestra realidad, identificar alternativas de cambio a esos problemas que tenemos y los malestares que sentimos, y tomar decisiones a través de un proyecto alternativo», dijo Rivero, uno de los participantes en el taller «Aportes al desarrollo comunitario».
En ese camino, Joaquín Alonso, también del CEC, valoró la conciencia crítica como esencial en el desarrollo comunitario que depende de condiciones objetivas y del factor subjetivo. «La manera de producir un movimiento dentro de ese factor subjetivo comienza precisamente por la conciencia crítica», explicó a IPS.
«La vía para que la gente conozca lo que está detrás de los malestares, las dificultades, los conflictos -que son las contradicciones–, lo que no se ve, es el desarrollo de la conciencia crítica», añadió en investigador y profesor del taller realizado en la sede del Centro Cristiano de Reflexión y Diálogo.
Más allá de la teoría, Rivero recordó que la intervención de un especialista en una comunidad debe hacerse solo cuando esta solicite la asesoría y mantenerse hasta el momento en que las personas puedan desarrollar por sí mismas un nuevo proyecto de vida.
Dividida en un proceso de cinco etapas, la metodología parte de la identificación de los problemas para su solución en la comunidad y se ha aplicado con resultados satisfactorios en diferentes espacios, aunque suele encontrar a su paso diversos tropiezos.
Según Jenitsy Miranda, investigadora del centro que asesora a las autoridades del municipio de Sagua la Grande, en la zona central cubana, «cuando uno lee y estudia tiene una imagen ideal del trabajo, pero en el lugar es muy diferente, y una de las causas de estos puede ser precisamente el desconocimiento».
En el batey Antonio Finalét, donde otrora existió una fábrica de azúcar que desapareció a raíz de la reestructuración del sector hace unos años, el cambio de modos de ver la realidad permitió la elección de nuevas autoridades locales. «No fue fácil y costó que las personas se involucraran», comenta.
Esta teoría es aplicable a diferentes espacios de la sociedad. Por ejemplo, un grupo de estudiantes formados bajo estos preceptos consiguió lo que nunca habían obtenido especialistas: inventariar objetos patrimoniales pertenecientes a personas residentes en el centro de la ciudad de Santa Clara.
«En la aplicación de la metodología de trabajo comunitario, hemos encontrado apoyo, pero también obstáculos de carácter subjetivo, que dependen de decisores no sensibilizados con el patrimonio cultural», indica Miguel Madariaga, director del Registro Provincial de Bienes Culturales, que dirigió la experiencia.
Sin embargo, una de las dificultades de diferentes intentos de trabajo comunitario es que perecen una vez que los especialistas los dejan seguir solos el camino.
Para Alonso, la sostenibilidad social del desarrollo comunitario depende del protagonismo de los sujetos implicados en la problemática común.
El nivel óptimo es la comunidad en emancipación, la que construye proyectos de autodesarrollo que no niegan al otro. Se trata, define, de una emancipación personal, grupal y social.
«Apostar porque el pueblo cubano cada vez se politice más, ganando en conciencia crítica de sus contradicciones, y que participe más en la búsqueda de soluciones a los problemas que son expresión de las contradicciones sociales, como proceso de toma cooperada», precisó Rivero.
A juicio del especialista, Cuba necesita además de un proceso de civilización de la sociedad política que debe «marchar al mismo tiempo» que la politización de la sociedad civil.
Para avanzar en el desarrollo humano, «lo ideal es que esos dos procesos incorporen el modo comunitario en su funcionamiento. Por un lado, una mayor participación política de la ciudadanía y, por otro, una mayor civilidad en la actividad del Estado y los políticos», afirmó Rivero.