Cuando el gobierno de los Estados Unidos finalmente decida poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero a que habrá tenido sometido a su pequeño y pobre vecino durante no se sabe cuantos años, Cuba saldrá convertida en una superpotencia moral de enorme prestigio por haberse mostrado capaz de resistir el más largo asedio de […]
Cuando el gobierno de los Estados Unidos finalmente decida poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero a que habrá tenido sometido a su pequeño y pobre vecino durante no se sabe cuantos años, Cuba saldrá convertida en una superpotencia moral de enorme prestigio por haberse mostrado capaz de resistir el más largo asedio de la historia de parte de la superpotencia militar, económica y tecnológica más agresiva que haya conocido la humanidad.
Será una simpar derrota de la superpotencia imperial, porque no habrá logrado el objetivo original de la medida, según consta en documentos del Departamento de Estado de abril 6 de 1960 desclasificados en 1991 que decía:
«La mayoría de los cubanos apoyan a Castro… el único modo previsible de restarle apoyo interno es a través del desencanto y la insatisfacción que surjan del malestar económico y las dificultades materiales… hay que emplear rápidamente todos los medios posibles para debilitar la vida económica de Cuba… una línea de acción que, aun siendo lo más habilidosa y discreta posible, logre los mayores avances en privar a Cuba de dinero y suministros, para reducirles sus recursos financieros y los salarios reales, provocar el hambre, la desesperación y el derrocamiento del Gobierno».
Obviamente, una agresión tan cruel por parte de una potencia con tantos recursos de todo tipo, contra una nación subdesarrollada en los terrenos económico, tecnológico, militar y científico, con una población seriamente afectada por el analfabetismo, la insalubridad, la incultura y la dependencia en sus relaciones internacionales de la superpotencia que precisamente era la que pretendía impedir su acceso a la independencia, parecía imposible de alcanzar.
Pero no han sido muchos los cubanos que han bailado al ritmo impuesto por Washington. Un reducidísimo grupo de ellos y ellas ha optado por servirse de la confrontación entre la pequeña isla y la enorme potencia estadounidense para, desempeñando funciones contrarrevolucionarias directa o indirectamente remuneradas por el gobierno norteamericano, disfrutar de un modo de vida menos austero que aquel a que obliga a sus ciudadanos la condición tercermundista de su patria, agravada por la hostilidad del imperio.
No son pocos, sin embargo, aquellos que se han aprovechado que Washington ha puesto en práctica medidas que privilegian a los inmigrantes cubanos con respecto a los de otras nacionalidades como parte de su estrategia para derrocar a la revolución y han optado por la emigración sin motivación política, aunque a sabiendas de que el fenómeno emigratorio era utilizado para las campañas mediáticas difamatorias contra Cuba.
El 26 de octubre de 2010, por décimo noveno año consecutivo, la Asamblea General de las Naciones Unidas se pronunció contra el irracional asedio que ha costado a Cuba, según cálculos muy conservadores, unos 750 mil millones de dólares, al cambio actual de esa moneda.
La votación tuvo lugar en sesión plenaria del órgano máximo de Naciones Unidas convocado para tratar sobre una propuesta de resolución titulada «Necesidad de poner fin al bloqueo económico, comercial y financiero impuesto por los Estados Unidos de América contra Cuba».
En esta ocasión fueron 187 países los que se pronunciaron a favor de esa resolución condenatoria del cerco norteamericano contra la isla antillana, con solo dos votos en contra (Estados Unidos e Israel) y tres abstenciones (Palau, Islas Marshall y Micronesia).
Las votaciones contra el bloqueo comenzaron en noviembre de 1992, cuando la XLVII sesión ordinaria de la Asamblea aprobó por primera vez, con 59 votos a favor, 3 en contra y 71 abstenciones, una resolución así. Cada año se fueron sumando más países a la condena.
El pasado año 2009 la votación de censura al bloqueo fue igualmente de 187 países, solo que en esta ocasión hubo un país menos votando en contra la medida norteamericana, Palau, que esta vez se limitó a abstenerse.
Esta es la segunda ocasión en que la comunidad internacional representada en la ONU ha votado, casi unánimemente, contra la política genocida de Estados Unidos contra Cuba desde que Barack Obama asumiiera la presidencia estadounidense sin que hasta ahora haya dado muestra alguna de voluntad de rectificación ante el consenso mundial y de respeto por esta evidente unanimidad global.
Obviamente, como resultado de una manipulación reiterada de los medios informativos a lo largo de muchos años, la mayor parte de la población de los Estados Unidos seguirá sin saber que hace casi medio siglo su gobierno intenta un genocidio contra el pueblo de esta pequeña nación vecina. Seguirá creyendo que Cuba ha constituido y sigue siendo un peligro para la seguridad de Estados Unidos y una amenaza para el orden regional y la paz del mundo.
Cuba ha resistido 50 años el cerco criminal; ¿cuánto tiempo más resistirá la superpotencia el vergonzoso aislamiento a que cada año le condena la comunidad internacional por su espuria política contra la independencia de Cuba?
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