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Cuatro escenarios de cooptación del decrecimiento

Fuentes: 15-15-15 [Ilustración: Demián Morassi]

El decrecimiento como movimiento social corre el peligro de ser cooptado por sectores del poder político y económico. Necesitamos prevenirnos. Por eso es clave identificar esos riesgos.

Introducción

Vemos como posible que en momentos más agudos de la crisis ecológica, energética y de recursos se produzca una reorientación en partidos políticos mainstream. Como producto de esta reorientación, el poder político y económico puede dedicarse a cooptar movimientos sociales como el decrecimiento, haciéndoles algunas concesiones y dándoles un trato especial, lo cual será un fuerte contraste con la marginación o incluso la represión que estos movimientos sufren ahora. Consideramos que este es un peligro potencial real y que tenemos que prevenirnos.

Vamos a aclarar qué entendemos por decrecimiento y por cooptación.

Decrecimiento: movimiento social que impulsa una transición hacia sociedades cuyo consumo de energía y de recursos naturales esté dentro de lo ecológicamente sostenible. Lo cual, en la mayoría de los casos, significa que debe encontrarse la manera de satisfacer las necesidades humanas con un consumo material y energético menor al actual. Esta transición es más urgente en aquellas sociedades cuya huella ecológica per cápita sea mayor. La propuesta decrecentista es antagónica con el capitalismo, ya que la lógica de este sistema social es la de un crecimiento infinito que no acepta límites biofísicos.

Cooptación: proceso mediante el cual empresas, gobiernos y partidos políticos comprometen (y eventualmente destruyen) la autonomía de los movimientos sociales. Esto se realiza mediante concesiones a cambio de apoyo político, o corrompiendo a figuras clave de los movimientos. A veces los movimientos son responsables de que eso suceda al integrarse a gobiernos o a frentes políticos de manera subordinada y haciendo concesiones demasiado profundas. Por ejemplo, abandonando los objetivos más radicales o de largo plazo y renunciando a la independencia política a cambio de ganar visibilidad, acceso a recursos, o algunas reformas parciales.

Un ejemplo de cooptación que ponemos a consideración es el de Madres y Abuelas de Plaza de Mayo [1] . Estas organizaciones históricas del movimiento por los derechos humanos en Argentina fueron cooptadas por el gobierno de Néstor Kirchner (2003-2007) y desde entonces perdieron su carácter de organizaciones de lucha independientes, se convirtieron en poleas de transmisión del peronismo kirchnerista, y sus referentes fueron corrompidos con cargos oficiales y grandes fondos del Estado. Algunos vieron conquistas populares en concesiones tácticas del poder, la mayoría de carácter simbólico y sin confrontar con ningún poder real. En la práctica, hubo un alejamiento de los objetivos de memoria, verdad y justicia que eran los pilares de estos movimientos. La estrategia del kirchnerismo fue exitosa y el movimiento de los DDHH quedó dividido entre quienes permanecieron independientes y quienes pasaron a ser satélites del peronismo, entre los que estaban Madres y Abuelas. De esta manera estas organizaciones históricas no sólo perdieron prestigio y apoyo en la población general, sino que fueron funcionales a un discurso reaccionario hoy hegemónico, en el cual se identifica a los derechos humanos con la corrupción y la hipocresía[2].

Como hemos vivido la cooptación de varios movimientos sociales por el peronismo, queremos aprovechar esa experiencia para alertar posibles intentos de cooptar al movimiento decrecentista. De hecho consideramos que la organización de conferencias de “post-crecimiento” por el Parlamento Europeo puede ser un indicio de que la cooptación ya se está preparando, y eso nos motivó a escribir este texto.

A continuación expondremos cuatro escenarios de riesgo de cooptación del movimiento decrecentista. Lo hacemos de forma esquemática, pero se puede dar una combinación de estos tipos de mecanismos de cooptación.

El capitalismo verde. Privatizar la transición ecosocial en nombre de la eficiencia

Entendemos como capitalismo verde a un escenario de adaptación del sistema económico y político capitalista, donde la principal tendencia es privatizar la respuesta a la crisis ecológica. En este escenario tienen gran protagonismo el capital privado y el mercado.

Una de las formas en que se neutraliza un movimiento social es apoyando algunos de sus elementos pero descartando otros. Consideramos que ya existen varios elementos con presencia propia en el decrecimiento que pueden servir de caballo de Troya para la cooptación por parte del capitalismo verde.

Uno de ellos es la propuesta de la sobriedad por elección. Es una idea que también está presente en el ambientalismo mainstream: para mitigar la crisis ecológica es necesario que modifiquemos nuestros hábitos de consumo. Al poner la responsabilidad en el consumidor se termina privatizando la respuesta a la crisis ecológica. Además, empalma con el discurso de la austeridad que utilizan los gobiernos a la hora de hacer ajustes. Proponer la austeridad individual, sin a la vez proponer un cambio social macro, da lugar a posiciones voluntaristas donde a través de sacrificios individuales se alcanzarán cambios sociales.

Un segundo elemento que puede servirle al capitalismo verde, especialmente en un contexto de escasez de recursos, es la idea de la tragedia de los comunes. Desde el capitalismo verde puede argumentarse que si ciertos bienes comunes no se privatizan, pueden llegar a ser desperdiciados por un uso colectivo irresponsable o una gestión ineficiente. Al descartarse la posibilidad de una eficiente gestión colectiva del recurso, se propone como alternativa la privatización. Si bien se reconoce que la beneficiaria principal será la corporación propietaria, nos prometen a las comunidades un beneficio por efecto derrame.

Otro elemento. La idea de ponerle un precio a un bosque nativo o un curso de agua, que originalmente se pensó para que esos bienes comunes dejen de ser externalidades de la economía y por lo tanto incentivar a que las empresas incluyan la protección ambiental en su modelo de negocio, ha tenido el efecto indeseado de que una corporación con el suficiente dinero compre ese bien común o que incorpore la multa por el daño ambiental a su ecuación coste/beneficio. Similar ha sucedido con los bonos de carbono, una idea reformista que solo ha logrado que el ecocidio se incorpore al mercado financiero.

La transición ecosocial decrecentista va a necesitar la colaboración de actores del sector privado. El problema está cuando, desde el poder de aportar dinero, recursos o apoyos muy necesitados por el movimiento decrecentista para llevar adelante ciertas iniciativas, el sector privado logre una influencia tan grande en la agenda de la transición, que el objetivo social decrecentista se termine perdiendo. Necesitamos un equilibrio entre no comprometer principios decrecentistas y no ser sectarios o puristas.

El mismo peligro que puede venir de corporaciones privadas o el mercado, puede venir desde los partidos políticos y los Estados.

El estatismo verde. Estatizar la transición ecosocial en nombre del bien general

En algunos contextos la cosmovisión liberal puede no tener tanto consenso social. Pero sí puede tener ese consenso la cosmovisión estatista. En este escenario tienen gran protagonismo los partidos políticos y el sector público.

Aquí también el discurso de la tragedia de los comunes puede funcionar como caballo de Troya. Solo que el peligro es la estatización de los comunes en vez de su privatización. Pero la estatización es otro tipo de privatización. La propiedad estatal (nacional o provincial) no es otra cosa que la propiedad privada del partido político gobernante. En ambos escenarios, las comunidades perdemos estos bienes comunes, que pasarán a ser gestionados desde lógicas burocráticas ajenas al bien común.

Como ejemplos de estatismo verde, tenemos la propuesta del Green New Deal en EEUU y en Europa, pero también la del Pacto Ecosocial del Sur. A este último, surgido como reacción al colonialismo y al extractivismo verde implícitos en las propuestas de transición energética del Norte global, le encontramos muchos aspectos defendibles. Por ejemplo: una tenaz oposición al extractivismo, la reivindicación de la soberanía alimentaria, y el reemplazo del paradigma del desarrollo por el paradigma del Buen Vivir. Pero, también hay que decirlo: tiene un fuerte componente estatista. El Pacto Ecosocial del Sur todavía sitúa sus expectativas en el Estado-nación, y por lo tanto le abre el terreno (una vez más) a la cooptación de movimientos sociales por gobiernos capitalistas que tengan la habilidad de apropiarse de consignas populares [3].

Este consenso estatista ha sido una lamentable constante en el pensamiento de izquierda latinoamericano, y posiblemente en otras partes del mundo también pueda serlo, en reacción a gobiernos de extrema derecha con políticas privatizadoras o neoliberales. De similar manera, la reacción más frecuente a las políticas neocoloniales del consenso de las commodities es un fuerte nacionalismo. El nacionalismo, a su vez, es otro refuerzo del estatismo. Pues una vez que se identifica el bien común con el bien de la nación, ¿qué otro actor, salvo el Estado, se presenta como el defensor más capaz de esos intereses?

El ecofascismo. Un decrecimiento autoritario que se apoya en la desesperación

Tanto este escenario como el siguiente pueden producirse en contextos de mayor agudeza de la crisis ecológica y de recursos. Posiblemente también, como una reacción o una profundización al capitalismo verde o al estatismo verde.

Entendemos al ecofascismo como una dictadura o régimen autoritario surgida de los propios partidos del sistema en un contexto de colapso financiero y comercial con inicios de colapso estatal. En el ecofascismo el bien común se restringirá al bien de una población: los ciudadanos de determinado Estado. Sin embargo, prevemos que en la práctica el ecofascismo destinará recursos escasos para preservar los privilegios de las élites, por lo tanto precarizando aún más la calidad de vida del pueblo.

La puerta de entrada para que partidarios del decrecimiento se pasen al ecofascismo es la promesa de que esta vez sí habrá reglas que todos deben cumplir y un castigo ejemplar para quienes las violen. Otro elemento es la prioridad de la supervivencia colectiva sobre las elecciones individuales. Lo cual es un principio totalmente razonable, pero puede ser pervertido para que una autoridad autónoma de la comunidad dicte por sí misma qué atenta contra la supervivencia colectiva y qué no.

Conceptos como soberanía alimentaria y soberanía energética pueden ser pervertidos para que el sujeto soberano no sea la comunidad, sino un gobierno. Tal ha sido siempre la estrategia de todo nacionalismo. Utilizar la identidad común nacional para minimizar las diferencias de clase y por lo tanto la divergencia de intereses sociales. Borrar la línea que divide a pueblo y gobierno.

Pero el nacionalismo no solo se trata de un nosotros, sino de un otros. Si la propaganda ecofascista tiene éxito en responsabilizar de la crisis a ciertos grupos sociales, puede conseguir el consenso del resto de la sociedad para medidas draconianas de control y reducción de consumo de esos grupos por debajo de las necesidades de subsistencia. Incluso, en formas más extremas, se habilitará su desplazamiento o exterminio. El Estado policial desarrollado para lidiar con unos grupos sociales, luego se volverá contra la población en general.

Otro elemento en el que el ecofascismo puede apoyarse, si bien distorsionándolo, es en la idea de límites al crecimiento. Los límites al crecimiento es algo que por supuesto nosotros tenemos que defender, pero el remedio que nosotros tenemos en mente es ponerle límites al capitalismo, e incluso una transición hacia sociedades post-capitalistas. El ecofascismo puede distorsionar el mensaje convirtiéndolo en límites al crecimiento de la población a través de la eugenesia o prohibiciones que atentan contra derechos básicos. Lamentablemente ya tienen terreno fértil del cual partir, con las ideas neomalthusianas reaccionarias de organizaciones como Population Matters.

La urgencia por responder a la crisis puede persuadir a partidarios actuales de poner límites al crecimiento por vías democráticas y voluntarias para que apoyen límites al crecimiento por vías elitistas y autoritarias. Esto puede ser por derecha, como en el escenario ecofascista. Pero también puede darse por izquierda.

El ecobolchevismo o ecomaoísmo. El ecofascismo de izquierda

Imaginemos sociedades donde el odio esté dirigido a los ricos y a las familias de clase alta. Esto puede suceder luego de un escenario de capitalismo verde, donde este haya profundizado la destrucción de los bienes comunes y donde los perdedores de la transición energética consigan organizarse y expulsar del poder del Estado a los gestores del extractivismo verde.

Así como el bolchevismo y el maoísmo cooptaron al socialismo y se impusieron sobre otras opciones revolucionarias, el ecobolchevismo y el ecomaoísmo pueden cooptar al ecosocialismo e imponerse sobre la transición ecosocial decrecentista. Ya conocemos esos argumentos de chantaje político: «Nuestro partido tiene el único camino para realizar el socialismo. Si no nos apoyan a nosotros, están con la burguesía y el imperialismo.» Ya sabemos el plan de los bolcheviques y maoístas cuando llegan al poder: dictadura de partido único, Estado policial, la burocracia pasa a ser la nueva clase dominante, las familias trabajadoras pasan a ser igual o más explotadas que antes, y el pueblo no tiene ninguna agencia en las políticas públicas. A esto podemos agregar la táctica de agitación de revolución cultural contra los valores burgueses consumistas de una nueva versión del maoísmo con una impronta ecologista.

Al ecobolchevismo/ecomaoísmo lo vemos como un estatismo verde con esteroides. Los peligros para los bienes comunes pasarán por su estatización y gestión por la vanguardia revolucionaria. Se compartirán con el ecofascismo las posibles políticas de racionamiento autoritario y los límites a los derechos individuales.

Tenemos que decir, aunque nos repugne, que las consignas de re-ruralización y desurbanización presentes en el decrecimiento tal como lo hemos aprendido, también puede ser la puerta de entrada para pesadillas totalitarias. Tenemos el terrible ejemplo de los Jemeres Rojos en Camboya, autores de un genocidio en nombre de una nueva vida campesina sobre las cenizas de la vida urbana burguesa. Somos conscientes de la enorme distancia entre esto último y las consignas decrecentistas, pero estamos hablando de escenarios de carencia de alternativas de transición ecosocial que sean democráticas y donde la iniciativa la toman otros sectores, por lo tanto tienen la capacidad de distorsionar consensos establecidos.

Conclusiones

Para prevenir estos escenarios nos parece prioritario promover la expansión de la democracia directa y del espacio de los comunes.

Necesitamos ser conscientes de que el peligro para los comunes viene del lado privatizador pero también del lado estatizador, y que el peligro para la democracia viene por derecha pero también por cierta izquierda.

Consideramos que el Estado-nación no es un sistema político compatible con una transición ecosocial decrecentista. Ni siquiera si le llamamos Estado ecosocial, como hace el Equipo Transiciones. Ponemos más esperanza en las propuestas del municipalismo libertario y el confederalismo democrático.

Vamos a necesitar una colaboración entre el sector de los comunes, el sector público y el sector privado. Pero protagonizada por el primero.

Consideramos que la transición ecosocial decrecentista debe tener un fuerte componente democrático y anticapitalista, sin transigir en esos dos aspectos. Cualquier institución que se acerque al movimiento con aparente simpatía, pero con la agenda de que el movimiento suavice, abandone o modere tal o cual consigna, merece desconfianza.

El diálogo con otras tendencias políticas ayuda a evitar el dogmatismo y sectarismo. No obstante es conveniente que tengamos presente los riesgos de cooptación para evitar lo que sucedió con tantos otros movimientos político-sociales.

Notas:

[1] El siguiente estudio no es específicamente sobre Madres y Abuelas porque es en general sobre el movimiento por los derechos humanos en Argentina. Si bien no cubre escándalos como el de «Sueños compartidos» y los asados en la ex-ESMA, sí es una buena introducción al efecto corruptor y divisionista que tuvo el kirchnerismo en las organizaciones referentes: https://www.redalyc.org/journal/3211/321160569026/html.

[2]. Aquí tenemos que hacer referencia a algo más general y que puede dificultar nuestra comunicación con compañeras españolas. Hemos visto una alarmante simpatía de intelectuales radicales del Norte global con los gobiernos progresistas de Latinoamérica en las décadas pasadas. Lo vimos con Noam Chomsky y con otros intelectuales anticapitalistas que son críticos con el nacionalismo y el populismo en Europa y EEUU, pero son más blandos o incluso amigables con las tendencias nacionalistas y populistas en Latinoamérica y en África. Como habitantes del país más austral del Sur global, nos desespera ver a intelectuales que admiramos regalar su prestigio para reforzar la hegemonía nacional-populista-estatista que padecemos en lo cotidiano. Creemos que esto se debe a que están tomando como fuentes a sectores hegemónicos o semi-hegemónicos, creyendo que son contra-hegemónicos.

[3]. Hemos dedicado un episodio de nuestro podcast al análisis crítico de los lineamientos de transición ecosocial propuestos por el Equipo Transiciones para Argentina.

Danilo Castelli. Estudiante y divulgador argentino del decrecimiento. Realiza el podcast Conversaciones socio-ambientales en YouTube.

Iván Gabriel Cicchini. Licenciado en sociología de la Universidad de Buenos Aires. Estudiante de la maestría en desarrollo territorial y urbano Universidad Nacional de Quilmes. Docente e Investigador.

Fuente: https://www.15-15-15.org/webzine/2024/11/14/cuatro-escenarios-de-cooptacion-del-decrecimiento/