Se me ha pedido que intervenga hoy en este Coloquio de Políticas Públicas de Comunicación, organizado por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí con el asunto que expresa el título, en particular valorando el grado de eficacia de nuestra labor enfrentando la desinformación de la derecha. Creo que a nadie escapa la complejidad que […]
Se me ha pedido que intervenga hoy en este Coloquio de Políticas Públicas de Comunicación, organizado por el Instituto Internacional de Periodismo José Martí con el asunto que expresa el título, en particular valorando el grado de eficacia de nuestra labor enfrentando la desinformación de la derecha. Creo que a nadie escapa la complejidad que representa el propósito y la necesidad de continuar trabajando colectivamente sobre él si se quiere conformar un criterio aceptable, de utilidad para la prensa.
No hay estudios hechos que permitan sustentar un criterio suficientemente argumentado acerca de la eficacia del modelo de prensa cubano en relación con la hegemonía de la derecha continental. Lo anterior debe preceder a cualquier abordaje sobre el tema que se haga hoy para dejar en claro que con los elementos disponibles solo puede tratarse de una cierta aproximación.
Por ello, aunque el título de mi intervención alude al «modelo», no pretendo presentar una descripción de ese modelo, ni un modelo alternativo, las ideas que ayuden a configurarlo saldrán del resultado de este coloquio, solo quiero apuntar aspectos que considero esenciales en la tarea de pensarlo y mejorarlo poniendo el objeto de nuestro análisis en contexto.
De manera que lo que sigue a continuación no tiene otra pretensión que la de intentar un acercamiento al tema desde una perspectiva, entre otras muchas.
Agradezco la invitación y trataré del modo más breve que me sea posible comentar algunos ejes que espero contribuyan a motivar el debate, que a fin de cuentas es lo más importante y ofrezco disculpas por cierta dispersión en mi intervención, que puedo achacar en mi defensa al escaso tiempo que he tenido para prepararla.
Primero ¿qué entender por «derecha» y cómo comprender la hegemonía?
La «Derecha»
Esta presentación la hago bajo la convención de admitir el concepto generalizador de «Derecha» con los descriptores de poder económico, poder político, poder mediático y hegemonía ideológica, ejes que interactuando se orientan tendenciosamente hacia la preservación de las condiciones de explotación y conculcación de derechos de las grandes mayorías para preservar los intereses y el dominio del capital sobre el trabajo, de una minoría privilegiada sobre la mayoría.
En consecuencia, cuando me refiera a la desinformación de la derecha, me estaré refiriendo simultáneamente a la hegemonía mediática de la derecha y cuando me refiera a la alternativa a la desinformación de la derecha estaremos hablando de periodismo y comunicación contra-hegemónicos.
Y es lo primero que hay que convenir, porque aunque se admite en general y con razón que hay un predominio nortecéntrico de los medios de comunicación a escala internacional, mundial, no siempre se tiene claridad acerca de cuánto realmente este predominio afecta, moldea, conforma, la opinión pública.
Lo segundo es que cuando se habla del tema en nuestra región, la hegemonía es directamente la del imperialismo norteamericano, sin detrimento de la identificación de esta con otras influencias europeas o de otras latitudes. Y ello es así, porque en la producción intelectual que da contenido a la hegemonía mediática, la que emana del Estado imperialista norteamericano es la de mayor influencia en el mundo y particularmente en lo que se conoce como «Occidente».
Brevemente sobre el concepto de hegemonía
Si bien originalmente, Gramsci se refirió a la hegemonía para explicar el fundamento cultural del dominio de una clase sobre otras en una sociedad determinada, aquí es preciso comprenderlo y eventualmente definirlo en su dimensión internacional.
La hegemonía actúa como un flujo de poder que tiene la capacidad sostenida de alinear mentalidades en función de determinados intereses en un proceso de influencia que por lo general no es percibido por los alineados por esa hegemonía.
Se trata de la normalización de gustos, preferencias, hábitos, creencias, lugares comunes, argumentos, explicaciones, valores, actitudes, que facilitan la aceptación de constructos más elaborados en política, economía, legalidad, cultura, etc. y la disposición a su aceptación y seguimiento como algo -de últimas- positivo para todos, no solo por los identificados más directamente con esos intereses y con las organizaciones e instituciones que los apoyan, sino por la sociedad en su conjunto, donde hay sectores cuyas demandas pueden o no ser atendidas, siempre dentro del esquema de intereses establecidos por el poder que ejerce la hegemonía.
Ese poder logra que las grandes mayorías tengan niveles de conformidad, que asuman como lógicos los enfoques que luego permiten al poder hegemónico conducir los procesas en función de sus intereses, es decir, ejercer el control.
La vida cotidiana es entonces escenario de relaciones de dominación. El poder del capital instituido nacional e internacionalmente ejercerá su dominación no solo en el plano institucional, económico, jurídico ni habitualmente a través de la coerción, sino en primer término a través de la aceptación de los códigos, conceptos y valores establecidos por este.
Eso significa que puede haber personas que se auto-reconozcan «de izquierda», incluso que militen en una organización auto-reconocida «de izquierda» y que compartan reservada o expresamente elementos que forman parte del caudal espiritual – simbólico de esa hegemonía.
La hegemonía de la derecha busca instalar la idea que no hay nada que pueda superar la jerarquía que el mercado capitalista ha estructurado en la sociedad, que no hay otro modo para la humanidad hacer su presente y su futuro como no sea a través de las normas de esa jerarquía, en consecuencia, toda idea que la contradiga, toda alternativa sistémica a ese orden está «naturalmente» deslegitimada.
Pero la hegemonía de la derecha como flujo de poder tiene que existir y transitar por un entramado de conexiones en las sociedades humanas. Se trata en el plano estructural, económico y de distribución del poder, de numerosos lazos que se tejen conscientemente, planificadamente o por sinergia, por inercia de la dominación existente, articulando medios de comunicación, grupos políticos, grupos financieros, transnacionales, estructuras gubernamentales, «tanques pensantes», analistas, comunicadores, realizadores, etc. que establecen vías a través de las cuales fluyen los contenidos afines alimentados por esa hegemonía mediática.
Considero entonces fundamental para entender la característica principal de la comunicación política en nuestra región latinoamericana y caribeña tener en cuenta que no se trata solamente de admitir el predominio de los contenidos que se producen y difunden por el pensamiento consecuente con los intereses de la derecha, sino también que el público en general está muy amoldado a los patrones de entendimiento y lugares comunes que durante décadas ha logrado imponer el capital a través de sus mecanismos de influencia, en especial los grandes medios de comunicación, tanto de modo directo, como a través de sus múltiples formas de reproducción en el mundo simbólico de la región, particularmente a través de los medios de comunicación afines.
Pero también es preciso aclarar que presentar batalla a la hegemonía de la derecha, a la desinformación de la derecha, como línea de acción de esa hegemonía, significa también desarrollar, fundamentar, promover y fortalecer la hegemonía de la izquierda y ello desde una ideología de transformación social, la cual, una vez conceptuada, tiene la función de regresar una y otra vez al torrente de comunicación política en un proceso requerido de sistemático enriquecimiento y cumpliendo la función de promover y fortalecer la hegemonía de ese pensamiento contrahegemónico.
No es práctico intentar desglosar la infinidad de temas concretos que se manejan por esa hegemonía de la derecha en su afán de desinformar, sino trabajar en el sistemático acopio de las líneas maestras, de los ejes esenciales que se observan en esa producción mediática.
Por ello, desde el plano del entendimiento de la actual hegemonía de la derecha lo primero es describir sus ejes principales para que en toda la producción contrahegemónica sean tenidos en cuenta con el objetivo de demostrar su conexión con los intereses de las minorías que ejercen la hegemonía y la necesidad de desaprender lo instalado por ella y asumir el pensamiento del cambio.
¿Cuáles son las características o líneas de contenido generales de la hegemonía mediática de la derecha en su práctica de desinformación? Para describir todas las que están en curso actualmente haría falta una investigación exhaustiva. Por ello solo apuntaré algunas que considero fundamentales para el análisis acerca de cómo contrarrestarlas.
Comentaré brevemente las más conocidas o visibles: la línea de construir una ilusión de la verdad, la de la desintegración social, la de la propaganda sociológica, la de reproducir consumidores en detrimento de la construcción de ciudadanía responsable, la del fetichismo de la salvación tecnológica, la de desprestigiar la viabilidad de las fórmulas no capitalistas, la de boicotear la promoción, aprobación y aplicación de normas legales que regulen el funcionamiento de los medios y la del manejo de las TIC´s, para luego referirme resumidamente a la situación actual.
– La ilusión de la verdad
La multiplicación de los contenidos del mismo corte, coherentes con la lógica de la dominación capitalista nortecéntrica, crea la ilusión de la certeza de lo que se dice. La finalidad es la de crear esquemas de entendimiento y hacer pasar por verdades los contenidos difundidos sin demostración, sin argumentación o con una argumentación artificiosa. Funcionan como la autoridad, lo cierto, lo indiscutible. Para esta finalidad no dudan en apropiarse demagógicamente de los códigos de la izquierda.
Junto con lo anterior, la práctica de minimizar, tergiversar u ocultar aquellas informaciones que no resultan útiles o favorables a sus intereses crea un espejismo de la realidad que a fuerza de sistemático y constante termina por instalarse en las conciencias.
– La línea de la desintegración social
Uno de los contenidos fundamentales de esa hegemonía para propiciar la aceptación de la ideología del mercado total, es redundar en lo supuestamente positivo y altamente democrático de construir las identidades de los ciudadanos alrededor de movimientos que agrupan solamente y de un modo unilateral a una parte de la sociedad, mientras que los temas centrales de la identidad cultural de una nación, también las pertenencias clasistas, los intereses de las mayorías, quedan sobreseídos, desconocidos por considerarse incongruentes con la inevitable globalización capitalista. El posmodernismo le ha servido de soporte fislosófico.
Se trata del correlato mediático de la desintegración social que promueve el mercado con mayor fuerza en esta fase neoliberal, lo cual es perfectamente coherente con el desconocimiento de los metarrelatos sociales, de las ideologías y ello con el desconocimiento de estructuras reales que son parte del metabolismo socioeconómico, alejando así al sujeto de sus pertenencias elementales más importantes con lo que se corona la desmovilización social.
En la práctica se trata de incentivar la elaboración de sistemas de ideas fragmentados, dirigidos a fundamentar esas pertenencias divididas. Conceptos como identidad nacional, patriotismo, pertenencia clasista, etc. pasan a un segundo plano, cuando no son totalmente eliminados.
– La propaganda sociológica
Propaganda y publicidad son conceptos que expresan fenómenos muy entrelazados, con muchos puntos de coincidencia, pero diferentes. Me referiré a la propaganda sociológica en este caso, precisándola como aquélla que se orienta a instalar en la conciencia de la gente la idea de que todo lo que es norteamericano, las tecnologías, los modos de hacer, el paradigma político, es por definición, si no bueno, siempre mejor que lo que aportan otras realidades en particular la propia y que el accionar que viene del Norte está garantizado sin discusión como algo racional, pensado, positivo, eficiente, mejor, etc.
La importancia de la promoción de la ideología de la transformación revolucionaria de la sociedad que se contrapone a la hegemonía de la derecha radica -entre otros fundamentos- en la necesidad de dotar al individuo de una visión de lo social lo suficientemente profunda y articulada como para que sea capaz de discernir los efectos a largo plazo de la acción continuada de la propaganda sociológica que termina moldeando los esquemas de entendimiento y los comportamientos sociales para que sus mensajes se acepten como realidades «naturales», «lógicas».
En todo ese panorama que se proyecta desde complejas formas de transculturación destaca en el plano sociopolítico el intento de crear la ilusión acerca de que las únicas formas eficientes de organización política de la sociedad son las del modelo que propugna el hegemonismo de la derecha y que se presenta como posibilidad única de alcanzar la democracia.
La propaganda sociológica interactúa con la publicidad, precisamente por las estructuras identitarias coincidentes de una y otra. La publicidad es el subsistema fundamental de la propaganda sociológica, encargado del bombardeo constante de las mentes para sembrar y cultivar esos esquemas de comprensión de la realidad, y crear hábitos, reacciones, afines a los intereses hegemónicos de la derecha.
– ¿Ciudadanos? no… ¡consumidores!
En el sistema de influencia de los poderes hegemónicos mundiales a través del dominio mediático el instrumento de la propaganda no es el único, y en mi opinión ni siquiera el más incisivo. La publicidad comercial juega un papel fundamental en el propósito de moldear las mentalidades, en hacer necesitar a la gente lo que no les hace falta, en crear un mundo ficticio al cual es imperativo acceder y de últimas si alguien no lo consigue no es culpa del sistema, sino de su incapacidad. Un diseño perverso.
Se trata en especial de implantar esquemas de comprensión del bienestar y la felicidad que terminan convirtiendo al ciudadano en una pieza desechable del sistema al insertarlo en una espiral de consumo que no tiene fin.
De ahí que no se puede subestimar el papel que juega la publicidad en la transmisión de una identidad pautada por los intereses hegemónicos nortecéntricos.
Sería ingenuo en esta dura y desigual confrontación permitir en Cuba el Caballo de Troya de la publicidad norteamericana, la presencia de símbolos del modelo identitario norteamericano, como Mc Donalds, Starbucks, Pollo Kentucky, etc., minimizando su acción inicua como «un mal menor», pero necesario para atraer las inversiones, cuando estos servicios (que pueden desarrollarse en el país con la impronta de la cultura nacional), actúan en todos los lugares donde han sido trasplantados como propaganda sociológica transfigurada con una imagen de bienestar, progreso y modernidad.
La publicidad del capitalismo llega en su expresión neoliberal a embrutecer a los seres humanos convirtiéndose en un fenómeno de naturaleza anticultural o pseudocultural al modelar la subjetividad de los individuos en función del huracán del consumismo, deshumanizándolo, uniformándolo, anulando su autoconciencia, su individualidad, en función de los intereses hegemónicos de la derecha.
El fetichismo de la salvación tecnológica
Otro eje de esta dominación se refiere a remarcar la falacia de la salvación científica – tecnológica de la humanidad al margen de la política y de la ética mientras que la aplicación de los adelantos científicos y tecnológicos hoy están subordinados a los intereses del Capital, en detrimento del desarrollo saludable de los seres humanos y de la protección de la naturaleza.
No hay duda alguna de la importancia, del papel decisivo de la ciencia y de la tecnología para el presente y el futuro de la humanidad, solo que para que ellas generen un desarrollo armónico y sostenible es preciso que no estén subordinadas al Capital, sino a la sociedad, que sean parte de una planificación integral y racional de su desarrollo y aplicación, bajo el principio de satisfacer las necesidades de los seres humanos y preservar su salud y la de la naturaleza. Algo que solo se puede lograr desde la política y la ética.
La estrategia de desprestigiar la viabilidad de las fórmulas no capitalistas.
Cuando se estudia la producción mediática generada y promovida desde los grandes medios y reproducida por innumerables canales de difusión en nuestra región, se observa cómo hay un denominador común: «la izquierda es ineficiente», no hay nada mejor que la globalización neoliberal, la economía de los países que se autoproclaman de orientación socialista es un fracaso.
Eso se combina con el sistemático boicot económico y financiero y con la práctica de obstaculizar por la violencia el avance de los proyectos populares.
La oposición a la aprobación de normas legales que regulen el comportamiento mediático
Se trata de movilizar todos los resortes de poder al alcance de la telaraña mediática de derecha para obstaculizar, desprestigiar, evitar, o desmontar caso de que estén aprobadas, aquellas leyes y normativas que limiten su poder de influir indiscriminadamente en la sociedad a través de los medios bajo su control. Los casos más recientes de presiones y maniobras de la derecha en esta dirección se han dado en Argentina, República Dominicana, Venezuela y Ecuador. Lo más socorrido es esgrimir el lema de la sacrosanta libertad de prensa, camuflando con ella sus intereses hegemónicos en la construcción del mundo simbólico en el que se encuentran los públicos cotidianamente.
El asalto a las TIC´s
Al momento en que comienzan a instalarse y extenderse las tecnologías digitales y los multimedia, los grandes medios de comunicación y sus subsidiarias eran los mejor preparados financiera y profesionalmente para aprovecharlas, de manera que tuvieron esa ventaja a la hora de ocupar con sus contenidos las nuevas posibilidades que ampliaban el espectro mediático mundial, teniendo ventaja en la acumulación de técnicas para este modo de difundir.
Es muy conocido ya que el poder hegemónico con su enorme capacidad logística aprovecha estos medios para acumular, procesar y analizar mucha información supuestamente protegida por las claves y las normas declaradas por los sistemas instalados, en estrecha colaboración con empresas privadas norteamericanas y servicios de inteligencia de países de la OTAN en una globalización totalitaria de la vigilancia y la influencia. Como explicó Noam Chomsky en «La propaganda y la opinión pública. Conversaciones con David Bersamian»: «Las grandes fusiones, como la de AOL y Time Warner, ofrecen posibilidades técnicas para asegurarse de que conectarse a Internet te llevará donde ellos quieren, no donde tú quieres. Esto es algo muy peligroso. Internet es una herramienta utilísima para informarse, comprender, organizarse y comunicarse. No hay duda alguna de que el mundo empresarial, al que se ha hecho este regalo público, intenta convertirla en algo distinto. Si lo consigue, será un golpe muy duro para la libertad y la democracia.»
Se abren con la aplicación creciente de las nuevas tecnologías, flujos de información que inundan el universo simbólico con maneras de comunicar no tradicionales, horizontales, que retan al periodismo clásico, no solo en el plano de su ejercicio, sino pensando en su eficacia, ya que lo que se produce en los medios tradicionales cae hoy en un mundo simbólico puede decirse abrumado por esa creciente avalancha múltiple y diversa de información.
Desconocer esa realidad sería letal para la prensa contrahegemónica, pero a la vez, esos nuevos espacios, particularmente las redes sociales, forman parte de un universo en el que es posible obtener importante información acerca del pensamiento y las características del público y si bien constituyen un espacio que amplía la influencia de individualidades y grupos sociales que se sirven de estas vías de comunicación de lo cual se aprovecha la hegemonía de la derecha, también resultan de utilidad para ejercer una mayor influencia en esos públicos.
Las redes sociales y en general los medios digitales constituyen un espacio de creciente importancia para la batalla de ideas, de lucha por la opinión pública, de combate contra los esquemas de entendimiento que una y otra vez reproduce el poder hegemónico de la derecha.
Los rasgos arriba explicados son algunas de las características generales de la hegemonía mediática de la derecha, son abstracciones, no aparecen siempre nítidamente; antes bien son más eficaces en su función de desinformar y confundir cuanto mejor camuflados estén. De ahí la importancia de atender siempre a los matices, a la «letra chica» de los mensajes. La simplificación de la complejidad de lo ideológico le hace el favor a la derecha.
Aquí vale la pena recordar la aseveración de Samuel Huntington que es toda una confesión: «Los arquitectos del poder de los Estados Unidos deben crear una fuerza que pueda sentirse, pero no verse. El poder seguirá siendo fuerte mientras esté en la sombra; si se le expone a la luz empezará a desvanecerse.»
La hegemonía norteamericana hoy
Es evidente a todas luces, que el hegemonismo norteamericano ha perdido terreno en el mundo y particularmente en América Latina en lo que va de este siglo, haciéndolo más vulnerable a la tentación del empleo de la fuerza.
Los movimientos sociales y políticos que lograron instalar gobiernos de corte antineoliberal y antiimperialista en el subcontinente cambiaron drásticamente el panorama político presentando resistencia al imperialismo norteamericano, proceso que ha generado articulaciones políticas como UNASUR, ALBA y CELAC, llegando al importante acuerdo conjunto de esta última que declaró a la región como Zona de Paz, posición por definición antineoliberal y antiimperialista.
No menos importante es el cambio en la correlación mundial de las fuerzas que pugnan en la arena internacional, que los obliga al afianzamiento de su influencia en el hemisferio occidental.
En sus intentos por recuperar el terreno perdido, los EEUU están llevando a cabo una ofensiva múltiple, que es evidente en los pasos que ha dado en los terrenos económico, diplomático, político, subversivo, mediático en los últimos tiempos.
Sirvan de ejemplo de estos intentos de recuperar posiciones en América Latina y el Caribe la política económica especial para México, Perú, Colombia y Chile en la Alianza del Pacífico, la reanudación de relaciones diplomáticas con Cuba, el apoyo a la subversión en los países de la región definidos dentro posiciones antiimperialistas, y antineoliberales, el decreto presidencial contra Venezuela y el mantenimiento y aun reforzamiento de sus decenas de bases militares bajo convenios de diferentes características y con diferentes pretextos, pero todas dentro de su estrategia militar y curiosamente situadas alrededor de los recursos minerales más importantes.
Son cinco ejemplos de planos de esa contraofensiva hegemonista, el económico, el político, el diplomático, el subversivo y el militar, regulados todos por la misma estrategia. Lo anterior no es difícil demostrarlo, como ocurre con la propaganda alrededor de la Alianza del Pacífico en contraposición con las formas de integración regional antineoliberales, algo que ha sido destacado por importantes figuras políticas de nuestra región como Evo Morales y Lula.
En el plano mediático, los centros de difusión controlados por estos intereses, acompañan estas direcciones procurando construir un mundo simbólico que justifique ese accionar a través de la construcción de esquemas entendimiento, que le permitan recuperar el papel en la construcción de identidad afín con sus designios de dominación.
Contrarrestar esa hegemonía requiere que en cada uno de esos ejes o líneas generales de contenido de la desinformación de la derecha -y de otros que se identifiquen-, haya un criterio sólidamente argumentado que lo desmonte, que explique la perversidad y lo inicuo de su intención y que a la vez demuestre desde la promoción de una hegemonía de la izquierda las acciones para contrarrestarlo.
Una vez más acudo a lo expresado por Fidel el 17 de noviembre de 2005 en el Aula Magna de la Universidad de La Habana:
«Yo decía que éramos cada vez más revolucionarios y es por algo, porque cada vez conocemos mejor al imperio, cada vez conocemos mejor de lo que son capaces y antes éramos escépticos incluso frente a algunas cosas, nos parecían imposible.
Habían engañado al mundo. Cuando surgieron los medios masivos se apoderaron de las mentes y gobernaban no solo a base de mentiras, sino de reflejos condicionados. No es lo mismo una mentira que un reflejo condicionado: la mentira afecta el conocimiento; el reflejo condicionado afecta la capacidad de pensar. Y no es lo mismo estar desinformado que haber perdido la capacidad de pensar, porque ya te crearon reflejos: «Esto es malo, esto es malo; el socialismo es malo, el socialismo es malo», y todos los ignorantes y todos los pobres y todos los explotados diciendo: «El socialismo es malo.» «El comunismo es malo», y todos los pobres, todos los explotados y todos los analfabetos repitiendo: «El comunismo es malo».
La reconstrucción de la hegemonía norteamericana en la región
Los esfuerzos por reconstruir la hegemonía debilitada en los últimos años por la presión de los pueblos de la región y su expresión en gobiernos populares y en diferentes fórmulas de integración, han tenido el telón de fondo del hecho real de la pérdida de influencia y prestigio internacional de la hegemonía norteamericana, lo que les induce a emplear cada vez más el engaño, las presiones económicas y financieras, el apoyo a la violencia de derecha, a la subversión, sin dejar los esfuerzos por construir un andamiaje militar cada vez más moderno y letal. Hay hoy una activa interacción en las diferentes líneas de acción de la derecha.
Pero esta recuperación de la hegemonía en nuestro continente se produce en un planeta en el que viejas contradicciones pasan a un primer plano y asumen el papel de principales como la que existe entre los recursos finitos del mundo y el infinito afán del capital por acumular ganancias y poder, o entre el consumismo y la salud de la naturaleza y los seres humanos, para situar solo dos ejemplos.
Un mundo que se separa más entre los hemisferios norte y sur que entre los hemisferios occidental y oriental, aunque la desigualdad es regla universal. Un mundo en el que se produce un evidente atrincheramiento económico, productivo, científico, tecnológico y mediático en los estados del norte que concentran hoy los mayores volúmenes de capital, un mundo en el que no aparece la sensatez necesaria en los poderes fácticos establecidos para comenzar a pensar con sentido humanista, como terrícolas.
No obstante, lo que es una amenaza se convierte en una oportunidad, ya que en medio de tan profundas contradicciones del capitalismo contemporáneo se hace cada vez más evidente la perversidad del sistema y es cada vez más necesario y posible avanzar en la conciencia contrahegemónica.
Aquí es preciso tener en cuenta que tan ingenuo es pensar que toda la derecha en el hemisferio occidental está regulada por un cerebro maquiavélico que maneja con absoluto dominio todos los hilos de su accionar, como pensar que no hay conexión entre la estrategia militar, la económica, la financiera, la tecnológica, la política, la diplomática y la mediática (interrelación que cobró calidad sistémica durante la segunda guerra mundial y en la posguerra, cuando se desarrollaron los aparatos de inteligencia y de guerra psicológica del imperialismo norteamericano), por ello es imprescindible profundizar en esas conexiones, encontrarlas y denunciarlas.
Todo ese accionar está cimentado en una razón mercantil capitalista que básicamente identifica a cualquier expresión de la derecha en cualquiera de estos ámbitos y se vincula con la hegemonía ideológica que prevalece en las mayorías ciudadanas, incluyendo en no poca medida a quienes se reconocen progresistas o de izquierda. En consecuencia, existe una predisposición psicológica para aceptar enfoques, argumentos, criterios, aún dentro de posiciones políticas definidamente contrarias a esa hegemonía. Eso hay que reconocerlo. La estrategia de recuperación de la hegemonía norteamericana en nuestra región cuenta con esta ventaja.
Cuba y la desinformación de la derecha
Cuando hablamos entonces del asunto que ocupa esta presentación, hay 4 planos que no pueden quedar fuera del análisis:
a) La influencia de la derecha en A. Latina y el Caribe es también, con sus especificidades, la influencia sobre Cuba.
b) Por el desafío en toda la línea a la hegemonía de la derecha, la sociedad cubana se convierte en blanco preferencial de sus ataques.
c) Lo que produzca de contenido contrahegemónico el modelo de prensa cubano en tanto alternativa a la desinformación de la derecha será de últimas creíble en la medida en que el modelo social cubano de orientación socialista sea una alternativa real y efectiva al capitalismo.
d) Una finalidad fundamental de la desinformación de la derecha es directamente la de deslegitimar a la prensa cubana.
Nos deben ocupar en primer lugar la viabilidad de la opción socialista, verdaderamente revolucionaria, antineoliberal, de izquierda por definición, como soporte de la credibilidad de los argumentos contra la hegemonía de la derecha, tanto en su influencia sobre Cuba, como en la región, y el enfrentamiento a la línea de deslegitimar a la prensa cubana.
Un periodismo revolucionario democrático, incluyente, creativo, participativo, de calidad, profesional, oportuno, ajeno al sensacionalismo y al oportunismo, serio, responsable, comprometido con la verdad, que satisfaga al público es lo fundamental, más, mucho más que denunciar los ataques para desprestigiarlo, aunque sin dejar de enfrentar esos ataques y desautorizarlos.
Un elemento fundamental que une estas dos líneas de la desinformación que desarrolla la hegemonía de derecha y que se convierte en finalidad estratégica de su accionar es el que se dirige hacia la propiedad social de los medios de comunicación como obstáculo a la libertad de prensa. Por ello me referiré específicamente a este particular. La cultura política y la propiedad de los medios Dos son las fortalezas principales que tiene la sociedad cubana en esta lucha contra la desinformación de la derecha: la cultura política alcanzada por la sociedad cubana y en especial por nuestros periodistas, y el tipo de propiedad sobre los medios de comunicación social.
No me referiré a la primera, que requeriría una presentación especial y es algo por demás bien conocido. Solo haré algunas consideraciones acerca de la propiedad de los medios de comunicación social.
La sociedad cubana con un predominio absoluto de la propiedad social sobre los mayores medios de comunicación social: televisoras, estaciones de radio, prensa escrita, incorpora un elemento diferenciador que no puede soslayarse en relación con las sociedades donde estos medios son mayoritariamente, propiedad privada. Cuba es el país de América Latina y el Caribe, donde el modelo de comunicación (incluyendo el modelo de prensa) puede jugar un papel edificante, formador, instructivo, humanista, culturalmente beneficioso, y en ese sentido contrahegemónico, dado el predominio de la propiedad social sobre los medios, que puede y debe ser enriquecida desde nuevas modalidades de su organización, así como por el cultivo de su identidad cultural resultado de la sistemática labor de la revolución socialista por la emancipación y dignificación de los ciudadanos.
Sirve de ejemplo de esta diferencia el tema de una ley de medios. No tengo que recordar que es un tema controvertido. Solo quiero dejar dicho que los medios son públicos, influyen, afectan al público, pero ¿de quién es el público? La respuesta es elemental: se debe a sí mismo.
En consecuencia los medios de comunicación, sean de propiedad privada o pública no tienen derecho a interactuar indiscriminadamente y a su antojo con la gente.
Y lo que está bien o está mal en esa relación no puede ser solo un asunto de la ética sino de la ley. Una ley cuyo criterio principal no puede ser otro que asegurar el derecho del pueblo a estar bien informado y a participar activamente en el mundo simbólico de la sociedad, en la construcción de identidad, algo fundamental para alcanzar toda la democracia posible.
La gran diferencia la hace Cuba porque independientemente de sus actuales insuficiencias, la propiedad social sobre los medios crea una potencialidad capaz de alcanzar un modelo de comunicación real y efectivamente al servicio de la sociedad en el que todos los actores están en una posición social que les obligará más a observar una eventual ley de prensa. Obsérvese que empleo el adverbio «más», porque la ley es necesaria precisamente para evitar el secretismo, la censura y autocensura, así como la injusticia en la producción periodística.
Cuando los medios de comunicación son de propiedad privada y actúan sin restricciones legales, los dueños no se preocupan por la libertad de expresión, la ven de modo exclusivista, egoísta, es «su» libertad de decir cualquier cosa y de cualquier modo. Lo que se observa en los países de nuestra región es que mientras la situación es esa hay conformidad de parte de los medios privados, cuando han surgido leyes que protegen a la sociedad en diferente magnitud, pero reduciendo su dominio sobre el mundo simbólico, de inmediato comienzan los ataques y los apelativos peyorativos.
Pero también en Cuba una Ley de Medios (o con cualquier otro nombre, pero un instrumento legal de regulación de la actividad de los medios) resulta imprescindible para alcanzar ese modelo de comunicación «real y efectivamente al servicio de la sociedad».
El hecho de que la propiedad de los medios sea social no es per se garantía de que se ejercerá un periodismo que satisfaga las necesidades informativas de la sociedad. El modo en que se gestionan estos medios, las normas que se establecen, pueden viabilizar u obstaculizar el ejercicio de un periodismo que cubra los requerimientos del público.
Una ley de medios en Cuba presentará particularidades específicas que la diferenciarán del resto de los países de la región, pero es también muy necesaria, sobretodo políticamente para delimitar claramente las responsabilidades. Factores que están hoy en los códigos de ética de comunicadores, periodistas, responsables a diferentes niveles de la actividad económica, social, cultural y política, podrán tener expresión codificada en la ley, cuyo incumplimiento es en virtud de ella susceptible de sanción legal.
Con más razón cuando las transformaciones económicas, la diversificación de los tipos de propiedad, las tensiones de la competitividad generarán una exigencia de transparencia mucho mayor que la actual, haciendo más necesaria la existencia de una ley. Incluso, una eventual modificación de las formas de propiedad de algunos tipos de medios de comunicación que viabilice, por ejemplo, la formación de cooperativas de medios, o formas de arrendamiento, hará todavía más necesaria una ley de medios.
Dadas las particularidades de la sociedad cubana en proceso de importantes transformaciones económicas, encaminadas a continuar el proceso de construcción social de orientación socialista, contra el cual es elemental esperar acciones hegemónicas en el plano cultural, político y comunicacional desde los poderes nortecéntricos y sus aliados en la región, el modo en que se entenderá y codificará la libertad de prensa tiene que ser obligadamente objeto de codificación en ley y resultado del consenso en la sociedad para que sea real y positivamente funcional.
Los cambios requieren cambios
Pero la sociedad cubana está cambiando estructuralmente y lo está haciendo en un mundo en crisis en el que también está cambiando significativamente la correlación de fuerzas. Tales transformaciones tienen que tener su correlato en el sistema de la comunicación social, en especial en el ámbito de los medios de comunicación y de cara a presentar batalla a la desinformación de la derecha.
Sin pretender una caracterización siquiera mediana de estos cambios, apuntaría solamente los siguientes:
En lo externo
– En las relaciones con los EEUU.
– Los crecientes nuevos flujos de información que llegan a los cubanos, procedentes de múltiples fuentes, en particular a través de las nuevas tecnologías, las redes sociales, etc.
– La situación mundial: una crisis múltiple, generalizada, civilizatoria.
– El cambio en la correlación de fuerzas en América Latina, caracterizado hoy por una ofensiva de la derecha digitada desde el hegemonismo norteamericano.
Cuando revisamos cada uno de estos aspectos, vemos que prima la incertidumbre acerca de su evolución y sus efectos a mediano y largo plazo en la sociedad cubana.
En lo interno
– Lo dilatado de nuestra lucha ha generado no solo desgaste, sino también cansancio y aun desaliento.
– Se hacen más visibles las diferencias sociales, mientras reproduce una sinergia entre sectores sociales afines por su cotidianidad socioeconómica.
– El incremento de las relaciones mercantiles, imprescindible hoy para que el país avance económica y socialmente, choca con la situación de carencias de grandes sectores de la sociedad, que fueron educados en la confianza de un futuro mejor y ese futuro llegó, pero sin cubrir en muchos casos las expectativas creadas.
– La brecha generacional se hace patente también en la sociedad política. Hoy no se trata solamente de los contenidos, sino del cambio en los códigos de entendimiento.
– Avanza el mercado y resurgen conceptos políticos liberales.
– Ha crecido la incertidumbre sobre el futuro.
– Crece el desafío del incremento de la participación del público en las redes sociales.
El proceso de cambios hoy en curso está exigiendo una reorientación no solo de los contenidos que trata la prensa en el país, sino también en su organización, sus normas y rutinas, su estilo comunicacional y también en las formas de propiedad social.
En otros trabajos, algunos publicados recientemente he abordado el tema de los desafíos de la prensa cubana, aquí haré hincapié en aspectos de orden organizativo, estructural y de ejercicio del periodismo.
Es evidente que no es posible pautar centralmente todos los contenidos que trabaja la prensa cubana y que su versatilidad, creatividad y riqueza solo pueden crecer desde el entusiasmo, la disposición y el talento de sus profesionales, de los colectivos de los medios.
Se trata entonces, no solo de lo que hacen importantes y prestigiosos medios como Prensa Latina, Radio Habana Cuba, Cubavisión Internacional, Cubadebate, La Pupila Insomne, de todas las modalidades de interacción con el exterior que tienen nuestros medios (prensa escrita, radio, televisión, sitios Web, blogs, etc.) sino de toda la actividad de la prensa cubana, del clima de creatividad, búsqueda, mejoramiento, calidad de los productos informativos.
Lograr este clima en los medios requiere -entre otros fundamentos- de:
– Una verdadera y eficiente autonomía en el desarrollo de su agenda.
– Contenidos que se identifiquen bien con la agenda pública generadora per se de compromiso creador.
– Participación del público con respeto a su opinión en los contenidos que se divulgan.
– Sistemas remunerativos que reconozcan merecidamente el trabajo y en particular el de mayor eficacia social en términos de aceptación popular y de calidad en sus contenidos.
– Fórmulas organizativas flexibles que acerquen los medios a sus colectivos.
– Una ley de prensa, de medios o de comunicación que respalde el ejercicio periodístico y a la vez regule legalmente su comportamiento.
En la medida en que nuestra prensa sea instrumento eficiente, capaz de satisfacer las demandas de información, esclarecimiento, análisis, participación, de la población, en esa medida también se blindará contra la desinformación de la derecha y su producción será más eficiente, eficaz y con fuerza de convencimiento, en particular en algo que no podemos olvidar: la divulgación de los logros de Cuba en todos los terrenos.
Un observatorio de los medios
Todo el ejercicio que hagamos hoy o podamos hacer más adelante siempre estará requerido de un flujo estable de productos analíticos sobre el tratamiento de los temas que implica la actividad de desinformación de la derecha, pero también de cómo se comportan nuestros medios en la misión de contrarrestarla integralmente.
La batalla principal por un mundo mejor se da en el terreno de las ideas, de los valores, de los símbolos, de la cultura, de la información, del conocimiento, y en ella los medios de comunicación social juegan un papel decisivo. Esta batalla no puede ser improvisada y caótica, sino pensada y sistemática, por lo que es indispensable dedicar recursos materiales y humanos a estudiar la producción mediática de la derecha y la propia. Es el único modo de esperar adecuados niveles de eficacia en este propósito.
No es este el espacio para desarrollar cómo podría ser la estructura de una entidad como esta, ni si es dable pensar en más de una teniendo en cuenta criterios de especialización, ni cuáles deberían ser las líneas de trabajo. Sin embargo, es fundamental que Cuba cuente con la información calificada que tribute a la conformación de las líneas estratégicas de la prensa nacional.
Es de tal magnitud y diversidad el flujo de información y es tan escaso el tiempo, variable fundamental del periodismo, que resulta imprescindible una labor sistemática de pesquisa que contribuya a identificar los principales objetos y líneas estratégicas de la actividad desinformación de la derecha, sus contenidos y características.
La identificación de esas líneas estratégicas contribuirá cualitativamente a desarrollar un periodismo contrahegemónico creativo y plural, que de no serlo no podría enfrentar con éxito la desinformación de la derecha.
Pero se trata igualmente, y aún más importante, del análisis crítico de nuestra propia producción periodística, sin el cual no podremos aspirar a sólidos criterios generalizadores de nuestra eficacia informativa y cultural.
Lo que no invierta hoy la sociedad cubana en función de elevar la eficiencia de su modelo comunicacional, en particular de su periodismo, lo lamentaremos más temprano que tarde.
Para cerrar
En la práctica del periodismo dirigido contra las prácticas mediáticas hegemónicas de la derecha tenemos una ventaja. Y es que nadie conoce mejor que nosotros mismos la realidad de nuestros países y sus culturas, sus valores más profundos y arraigados, adormecidos por la manipulación mediática de la derecha y nadie conoce mejor que nosotros mismos nuestras realidades, mientras que lo que se produce y disemina por los grandes medios contra los intereses de nuestros pueblos, tiene obligadamente rasgos generales, multiplicidad de supuestas verdades repetidas hasta el aletargamiento.
Al ejercer el periodismo contrahegemónico, en la tarea de desmontar sus líneas estratégicas, nada más efectivo que el análisis concreto de la situación concreta, descolocar esos mensajes del espejismo montado por la derecha. Pero no se van a obtener avances reales en esta pelea si junto con el esfuerzo mediático, junto con el ejercicio del periodismo contrahegemónico no avanza también el activismo popular, la organización y la lucha misma contra los intereses del capitalismo contemporáneo, la participación consciente de la ciudadanía, que es de últimas la mejor forma de educación y el mayor blindaje contra la desinformación de la derecha, y ello en el caso cubano significa en términos escuetos: construir en todos los órdenes el socialismo.
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