Para nada exagero si afirmo que Cuba es la isla de los tesoros, por su belleza endémica, su pueblo hospitalario, y sobre todo luchador incansable por perfeccionar su sociedad, con defectos claro, pero que sus autoridades y habitantes se esfuerzan en lograr sea cada vez mejor y en beneficio de todos. Desde que se arriba […]
Para nada exagero si afirmo que Cuba es la isla de los tesoros, por su belleza endémica, su pueblo hospitalario, y sobre todo luchador incansable por perfeccionar su sociedad, con defectos claro, pero que sus autoridades y habitantes se esfuerzan en lograr sea cada vez mejor y en beneficio de todos.
Desde que se arriba a La Habana se distingue una especial gentileza hacia los ciudadanos foráneos y un calor humano, como su permanente clima veraniego, que atrapa hasta los más incrédulos y desinformados por las campañas mediáticas de que ha sido blanco, y aun lo es, la mayor de las Antillas, desde el triunfo de su Revolución del 1 de enero de 1959.
Un colega de origen francés con quien me encontré por estos días me aseguró que cuando sufre de estrés el mejor medicamento para su cura es viajar a esta nación caribeña, donde se respira un inusual aire puro y una inmensa solidaridad que hace olvidar las preocupaciones y la agitación que se vive en casi todo nuestro planeta tierra.
Esta isla atesora lo más importante para cualquier persona, sentirse un verdadero ser humano, y que lo traten como tal, al tiempo de disfrutar de las bondades de su naturaleza, refirió el amigo galo.
En Cuba hay mucho que descubrir para un visitante, desde su caudal cultural, hasta su desarrollo científico y los adelantos en la medicina, además de sus hermosas ciudades y campos, y sus afamadas playas costeras y en cayos prácticamente vírgenes.
A todo ello se añade la tranquilidad que impera en el decano archipiélago antillano, reconocido internacionalmente por ser uno de los países más seguros del mundo.
Uno de los grandes tesoros que ha conservado Cuba es su perseverancia en construir una sociedad diferente, por supuesto sin dejar de tener imperfecciones y errores, pero con muchos más aciertos, en medio del asedio que a partir del inicio de su Revolución le impuso Estados Unidos, y el bloqueo que todavía le mantiene injustamente, pese al restablecimiento reciente de las relaciones diplomáticas entre Washington y La Habana, y el dialogo que sostienen ambos gobiernos.
El fracasado cerco económico, comercial y financiero, y las continuas agresiones de todo tipo de las sucesivas administraciones norteamericanas nunca amedrentaron a esta nación latinoamericana, que con valentía y apego a su independencia ha resistido esos embates, y con tesón sigue batallando por un futuro próspero para sus ciudadanos.
Los cubanos laboran hoy en el perfeccionamiento de su economía con sus propias recetas socialistas, sin una sola medida neoliberal ordenada por nadie, y progresan en momentos en que el mundo es azotado por una de las peores crisis de su historia.
Cuando en la mayoría de los países los costos de los alimentos de primera necesidad son incrementados en detrimento de los más desposeídos, en Cuba se ha dictado por su gobierno revolucionario una disminución de los precios de esos productos con el propósito de favorecer a su población.
Con escasos recursos naturales, pero con sobrada inteligencia, notorio optimismo y esa sonrisa que caracteriza a su digno pueblo, esta isla tendrá de seguro un devenir promisorio, y tesoros para todos, especialmente humanos y espirituales, que dejan actualmente boquiabiertos a quienes la visitan.
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