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Cuba, mucho más que un símbolo

Fuentes: Gara

La salud del emperador ha sido siempre fuente de discusión entre los súbditos y de conspiración entre los oponentes. Pero, ¿dónde está el imperio del comandante Fidel Castro? ¿Dónde el poderío de Cuba, un país pequeño del denominado tercer mundo? ¿Por qué son tan importantes ambos para toda la humanidad? El pasado día 20 de […]

La salud del emperador ha sido siempre fuente de discusión entre los súbditos y de conspiración entre los oponentes. Pero, ¿dónde está el imperio del comandante Fidel Castro? ¿Dónde el poderío de Cuba, un país pequeño del denominado tercer mundo? ¿Por qué son tan importantes ambos para toda la humanidad?

El pasado día 20 de junio, Cuba fue elegida, en votación secreta, miembro fundador del Consejo de Derechos Humanos de la ONU, con el apoyo de 135 países, más de 2/3 de la Asamblea General de Naciones Unidas, mientras que los Estados Unidos ni siquiera se atrevieron a presentar su candidatura que hubiera sido rechazada por la inmensa mayoría. Esa es la fuerza de Cuba y del comandante Fidel Castro, la fuerza de la legitimidad, la dignidad, la honestidad, la razón, la de su política internacional.

La fuerza de Cuba está en esos miles de voluntarios cubanos: médicos, técnicos sanitarios, ingenieros, profesores, planificadores, científicos, que trabajan en los países más pobres, y en la formación y asistencia médica que Cuba da en su territorio a millares de ciudadanos de esos países, de forma gratuita. La fuerza de Cuba está en su solidaridad internacionalista, además de ser un claro símbolo de resistencia al imperialismo.

Por todo ello, la salud del comandante Fidel Castro, unida al futuro de Cuba, se convierte en primera noticia, incluso en los medios de comunicación controlados por el poder. Temen al compromiso real cubano con los más necesitados, a su capacidad de trabajo político e ideológico en las masas de trabajadores, a la batalla de las ideas que generan permanentemente Cuba y el comandante Fidel Castro, temen a su alternativa, la del socialismo en eterna transformación. Cuba es mucho más que un símbolo, es una realidad palpable.

Y ello a pesar de que esa política exterior, en muchos casos, supedita los principios estratégicos de la revolución socialista a las necesidades urgentes de Cuba, y en otros casos se mueve en la calculada ambigüedad de no definirse sobre crisis que pueden incomodar a fuerzas políticas reformistas que tal vez pudieran llegar a ayudar a Cuba o a no atacarla en su momento.

Un modelo socialista en eterna transformación

Pero la aportación de Cuba y del comandante Fidel Castro a la humanidad no se limita a la actuación y política exterior, sino que se extiende al debate y a la práctica socialista. A nadie se le escapa que Cuba trabaja intensamente por la elaboración de un modelo socialista para el siglo XXI en unas condiciones muy complicadas. No debemos de olvidar que con el fracaso de la URSS, se desmorona en Cuba una parte muy importante del modelo socialista cubano. No todo, y menos aún su esencia; pero sí uno de los componentes esenciales que aseguraban su cohesión interna en cuestiones decisivas. Los miles de altos cargos, especialistas y responsables en los ministerios socioeconómicos, políticos, científicos y educativos, que se habían formado en la URSS, se quedaron sin referencias teóricas en medio de una penuria jamás imaginada y de una salvaje ofensiva imperialista.

Como consecuencia de ello, apenas tenían otro referente teórico, porque durante años apenas se había producido un debate sobre marxismos alternativos al stalinista. Si bien es cierto que en Cuba hubo mucha más libertad de discusión que en el resto de países llamados socialistas, no es menos cierto que el aparato del partido supo y pudo constreñirlos a sectores reducidos, sin apenas incidencia.

En 1993 Fidel Castro advirtió públicamente que no se toleraría el surgimiento de una casta enriquecida. Pero ya en 1995 se habían publicado textos que defendían que además de la propiedad estatal, cooperativa e individual, había que añadir una cuarta propiedad, la propiedad privada de fuerzas productivas que es cualitativamente diferente a la individual de bienes de consumo para la casa, o un coche, por ejemplo.

Los defensores de la cuarta propiedad, la privada de fuerzas productivas, insistían en que ésta debía estar «vigilada» por una profundización y extensión de la democracia socialista, de los poderes controladores del Estado, de la iniciativa popular, para impedir que se fortaleciera el peligro de una incipiente formación de una casta superior.

Determinados sectores críticos en el sentido marxista, fieles al proyecto revolucionario pero purgados de los aparatos de poder por su oposición a esa dogmática stalinista, sostienen que entonces se malogró la posibilidad de haber llevado hasta el final un debate de redefinición y adaptación del concepto de socialismo en las condiciones mundiales y cubanas de finales del siglo XX. Reconocen que se hizo un esfuerzo sincero, pero que se quedó inconcluso por las extremas dificultades del momento y las resistencias de la burocracia a la urgente autocrítica.

Sin embargo, en los últimos tiempos se está produciendo una intensa recuperación económica en la Isla debido a las medidas tomadas a raíz de la profunda crisis de 2002, la más seria desde la iniciada en 1991 y que llevó al PCC a decretar el llamado «período especial» en 1992. Además, tras el 11-S de 2001 cayó en picado el turismo extranjero en la Isla y disminuyó mucho la llegada de dólares de los emigrantes cubanos, sobre todo de EEUU.

En estas condiciones se abrió un intenso debate sobre el modelo económico del que salieron, entre otras, las siguientes líneas maestras: primero, la recuperación del papel centralizador del Estado en detrimento del desorden descentralizado, que hacía que el 66% de las divisas estuvieran en manos de empresas y no del Estado.

Otra decisión fundamental tomada fue instaurar una moneda cubana convertible no vinculada al dólar, lo que quiere decir que sólo el gobierno cubano tiene la facultad de convertir su moneda según le convenga, sin depender de los caprichos del FMI y de los EEUU.

Además, aumenta la confianza popular en la moneda nacional que ha más que triplicado su uso en pesos convertibles y un 35% su uso en pesos cubanos. Con ello, Cuba está logrando una mejora apreciable de su solvencia crediticia.

También destaca la decisión de potenciar la producción científica y de altas tecnologías. Casi el 60% de los ingresos de la balanza comercial cubana provienen de esta capacidad productiva, que también financia el déficit de la balanza de bienes.

Pero además de estos datos económicos, también hay que destacar la orientación práctica de muchas de esas producciones y la filosofía general del proceso entero, orientadas frecuentemente a la solidaridad con los pueblos empobrecidos, a la medicina de servicio social y popular, lo que aumenta, además del prestigio de la Revolución, la demanda de países necesitados.

Como consecuencia de todo lo anterior, en 2005 hubo un incremento del PIB en un 11,8%; un 27,9% de las exportaciones y del 36,4% de las importaciones; la producción industrial no azucarera aumentó un 3,2%. Destaca la elevación de los ingresos medios de los trabajadores de 354 a 398 pesos y la pensión mínima de la Seguridad Social se elevó de 55 a 164 pesos. Esta espectacular recuperación no sólo es debida a los acuerdos con Venezuela y otros países como China, sino sobre todo a un esfuerzo interno que sentó las bases para comerciar sin excesivas presiones con estos y otros países.

Sin embargo, aún falta por llegar al grueso de la población esa mejora. Esta situación, junto a la mejora de económica de la población, ha tenido como consecuencia la extensión de los niveles de corrupción, no en su magnitud, pero sí en su extensión. Podemos hacernos una idea de la cuantía de este sector con el discurso del comandante del 17 de noviembre de 2005: «Hay, y debemos decirlo, unas cuantas decenas de miles de parásitos que no producen nada y reciben tanto». Lo que afirma Castro es que el enemigo de la revolución no está fuera, en el imperialismo, como se pensaba hasta entonces, sino dentro de Cuba, en el interior de su sociedad, del partido y de todas las instituciones.

El peligro viene de los «nuevos ricos» que se están formando al acaparar las ganancias del turismo y, sobre todo, las del robo de los recursos del Estado y de las empresas, y en menor medida en los pequeños chiringuitos. El robo generalizado es una lacra que merma no sólo la eficiencia económica sino también la ética del pueblo, clave para la construcción del socialismo.

Esta definición de Fidel Castro nos sirve para comprender, primero, que «unas cuantas decenas de miles de parásitos» pueden ser cualitativamente muchos en la sociedad cubana y, segundo, que estos parásitos pueden crecer.

Sin duda, es a la diferencia entre la mejora económica lograda a partir de los debates de 2002 y 2004, y desarrollo pleno del socialismo, más allá y más profundo que lo meramente económico, a lo que se referían los críticos que aseguraban que no se habían aprovechado totalmente las posibilidades abiertas por el debate sobre el socialismo.

Un problema que puede agravar esta situación es el envejecimiento de Fidel Castro o su salida de la política activa. Quienes auguran el hundimiento de la revolución al poco tiempo de su muerte, desconocen la fuerza interna de la identidad nacional cubana.

Todo indica que el futuro de la revolución, es decir, del pueblo cubano en cuanto entidad nacional, depende de la capacidad de que, en primer lugar, se detenga y se haga revertir el enriquecimiento de los parásitos; de que se refuerce y renueve el proyecto socialista, demostrando que el fidelismo auténtico es eminentemente socialista, de que el futuro de Cuba sólo es posible en el socialismo; y de que, simultáneamente, se hayan desarrollado todas las potencialidades de ese socialismo.

Otro problema que puede agravar la situación es que existe un cierto vacío generacional entre los aparatos burocráticos del partido y de las instituciones y la juventud formada políticamente, que no sólo técnicamente, capaz de asumir la administración de la Isla; vacío relacionado con el retraso en el avance de ese proyecto socialista nuevo que debe suceder al fracasado modelo soviético.

Tampoco debemos olvidar que el retraso en el desarrollo de ese socialismo puede facilitar el escepticismo que existe en sectores sociales ante la supuesta inevitabilidad de la vuelta del capitalismo.

En resumen, el pueblo cubano está haciendo esfuerzos apreciables para recuperarse del agujero en el que cayó al hundirse la Unión Soviética, y del que está saliendo a pesar de las agresiones yanquis. Su futuro depende de la dialéctica entre la resolución positiva de las contradicciones sociales internas, y la resolución de las contradicciones que corroen al capitalismo mundial, especialmente en el área americana.

Si bien las espadas están en alto, la ventaja la tienen las fuerzas revolucionarias, pero, como afirma Fidel Castro, los peligros que acechan son a la vez más internos que externos. –

Joseba Alvarez es responsable de Relaciones Internacionales de Batasuna