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Cuidados a largo plazo y desafíos de una labor feminizada

Fuentes: SEMlac

Las tareas vinculadas al cuidado, casi siempre depositadas sobre los hombros de las mujeres y poco reconocidas como soporte de la vida, deben ser visibilizadas también como un trabajo, coincidieron especialistas durante un panel virtual en ocasión del Día Internacional de las Familias.

Para la socióloga Rosa Campoalegre Septien, este reconocimiento es esencial en el tránsito hacia una sociedad de los cuidados basada en la corresponsabilidad y donde estos sean entendidos como un derecho universal.

«Este trabajo produce bienes muy preciados: el sostenimiento de la vida humana, y con amor y respeto genera bienestar», afirmó Campoalegre Septien, del Centro de Investigaciones Psicológicas y Sociológicas (Cips), durante el panel «Dialogando sobre cuidados a largo plazo desde la perspectiva familiar», organizado el 15 de mayo por el Grupo de Estudios sobre Familias de esa institución, a través de las plataformas de WhatsApp.

Campoalegre resaltó el insustituible papel que desempeñan las familias en las sociedades donde, además de escuela y sostén, tienen un papel en la economía social al producir cuidados e, incluso, bienes materiales. «Sin las familias no pudiera entenderse la sociedad humana y sin cuidados no hay desarrollo social sostenible», refirió.

Apuntó que el paradigma de los cuidados por mucho tiempo se ha basado en las asimetrías y luchas de género y la necesidad de su transformación es un desafío que emerge en las investigaciones realizadas en la nación caribeña.

Radiografía de los cuidados en comunidades habaneras

Desde hace décadas en el Cips hemos indagado en ese tema, pero en 2017 iniciamos un estudio en La Habana sobre los cuidados desde la perspectiva familiar y en diálogo con las políticas públicas, precisó Yanel Monroy, también investigadora del centro.

La investigación –que sistematizó todo lo estudiado por el Cips entre 2010 y el propio 2017– es antecedente de un estudio que actualmente se encuentra en fase final, enfocado en los cuidados a largo plazo de las personas mayores.

Monroy explicó que el estudio inicial comprendió la realización de encuestas a cien familias de los municipios de Plaza de la Revolución y Diez de Octubre, en las que había al menos una persona adulta mayor necesitada de cuidados.

De acuerdo con la experta, los aportes teóricos fueron medulares para comprender el trabajo de cuidados en su dimensión plural: como trabajo social, como una de las funciones familiares y como un sistema social que implica a las familias, al Estado, al mercado y a la sociedad civil.

«Además se logró deconstruir conceptos como el de personas dependientes, que implica cierta descalificación debido a su carácter estigmatizador y se sustituyó por el de personas que requieren cuidados», sostuvo Monroy.

El estudio constató, por ejemplo, que predominaban las cuidadoras informales, mayormente integrantes de las familias y que no recibían retribución por el trabajo ni habían sido capacitadas para desarrollarlo.

También identificó cuidadoras y cuidadores formales, con remuneración, pero que tampoco habían recibido capacitación para su labor. En todos los casos (cuidadores, personas jefas de hogar y aquellas necesitadas de cuidados) fueron mayoría las mujeres adultas mayores.

«Ello confirmó la tendencia a la feminización y al envejecimiento en materia de trabajo de cuidado, a lo cual se adicionaron las afectaciones físicas y psicológicas que provocaron la asunción del rol», explicó Monroy.

La investigación del Cips también identificó como alerta la existencia de múltiples violencias ejercidas contra las personas que reciben cuidados y otros maltratos naturalizados en la práctica cotidiana de los cuidados.

Para la especialista, es evidente la necesidad de concientizar sobre el cuidado como un trabajo que, además de remuneración demanda capacitación, apoyo institucional estatal y social.

«La satisfacción de estas necesidades contribuirán a disminuir las afectaciones físicas y psíquicas que sufren las personas cuidadas, elevando su calidad de vida y favoreciendo la asunción del rol de manera positiva y placentera», dijo Monroy.

La más reciente investigación del Cips, que da continuidad al estudio de 2017, confirma esas urgencias.

Con la mirada puesta en los cuidados a largo plazo en los barrios habaneros del Fanguito y Tamarindo, de nuevo en Plaza de la Revolución y Diez de Octubre, respectivamente, permitió cambiar la concepción del cuidado a largo plazo y centrarnos en la interdependencia, en lugar de en la dependencia, valoró Campoalegre Septién.

«Es un modo de dignificar a las personas que también necesitan recibir cuidados; reconociendo la capacidad del autocuidado de estas y sus aportes a las dinámicas familiares», dijo la socióloga.

Esta indagación también confirmó la feminización de los cuidados y su ejercicio por parte de mujeres de entre 50 y 59 años.

«Las personas que cuidan lo hacen dentro del hogar y muy pocas realizan otras labores productivas fuera del mismo», destacó Felicita López Sotolongo, también investigadora del Cips.

En este caso, la mayoría de las personas que reciben cuidados también son mujeres, se encuentran entre los 70 y los 80 años, con un nivel cultural predominante de secundaria básica.

«El bajo nivel escolar de las mujeres responde al hallazgo de brechas de género sustanciales que las limitaron en funciones dentro de las familias, fundamentalmente porque ellas también han estado dedicadas a tareas domésticas y de cuidados», señaló Sotolongo.

El debate virtual también posicionó el desafío de atender a las madres cuidadoras de personas con discapacidad intelectual o de aprendizaje y, en particular, de mirar con lupa las políticas de empleo del país.

Para la educadora Yamilé Sánchez, profesora del Instituto Provincial de Estudios Laborales de Villa Clara, a unos 280 kilómetros de La Habana, dentro de la revisión y análisis de las políticas públicas debe prestar mayor atención a las políticas laborales.

«Hoy hablamos del cuidado como derecho universal, pero todavía nuestro Código de Trabajo no está del todo en sintonía con ese derecho. Quedan brechas, como las que determinan la aprobación de una licencia no retribuida para el cuidado de un familiar», señaló.

Para Campoalegre Septien ello evidencia la doble perspectiva de los cuidados. «No solo se trata de que todos y todas necesitamos cuidado. También del derecho a decidir cuándo, con qué condiciones cuidamos y ese derecho a menudo les es negado a las mujeres», concluyó.