Val Plumwood (1939-2008) fue una filósofa y ecofeminista australiana, conocida por sus trabajos críticos sobre el antropocentrismo y sus contribuciones para el desarrollo de una ecosofía radical.
Durante su vida académica y activista cuestionó constantemente lo que llamó una hiper separación de los humanos del resto de la naturaleza[1]. En su libro, Environmental Culture: the ecological crisis of reason (2002), Plumwood argumenta que la crisis ecológica actual es, simultáneamente, una crisis de la cultura dominante y una crisis de la razón; en otras palabras, una crisis de la cultura de la razón o, más bien, de lo que la cultura dominante ha hecho de la razón[2].
En la introducción del libro, la autora comienza señalando el caso del Titanic como una historia de arrogancia tecnológica y una toma de decisiones desastrosa que presenta un paralelismo con nuestra situación ecológica contemporánea. En este paralelo, al igual que en la historia del Titanic, hemos llegado al momento en que se nos ha informado reiteradamente del riesgo de colisión ante el iceberg que tenemos frente a nosotros y, como en el caso real, hemos tomado la notablemente desastrosa decisión de doblar la velocidad del motor e ir a toda marcha hacia un despeñadero civilizatorio. Dentro de esta lógica, no se puede permitir que nada detenga el avance triunfal del barco de los “necios racionales”. No cambiar de trayectoria ante el riesgo de colapso no es una decisión racional, pero nos la presentan como tal. Hay que pensar entonces qué entendemos por ‘racional’.
La historia del Titanic es caracterizada por la autora como un mito democrático-liberal con su relato sobre la igualdad de consecuencias, heroísmo de las élites y auto-sacrificio, donde millonarios y otros hombres se hacen a un lado para que mujeres, niñas y niños sean salvados. No obstante, en el paralelo del mundo-embarcación donde somos pasajeros, ella acertadamente comenta que ni los millonarios se van a hundir con el barco, ni las mujeres, niñas y niños serán salvados de primero. Este ejemplo le permite a Plumwood afirmar que para comprender completamente la irracionalidad del tipo de decisiones racionales que guían nuestro rumbo colectivo, debemos mirar atentamente de dónde provienen las decisiones y la composición de clase de la “lista de pasajeros”; quién resultará perjudicado o beneficiado; y quién está en una posición para tomar buenas decisiones. En suma, necesitamos mirar auto-críticamente el por qué se toman malas decisiones y bajo cuáles ilusiones dominantes se sustentan[3].
De igual manera, la autora nos advierte que no debemos confundir racionalismo con razón o seguir juicios pesimistas donde la razón es vista, en última instancia, como un peligro para la supervivencia. El racionalismo es un culto a la razón que eleva a una supremacía extrema una particular forma de racionalidad. En lugar de asumir que la razón, por sí misma, es disfuncional, Plumwood nos invita a reconocer que la razón es plural y a comprender su carácter político y su contexto social. Apoyándose en la pensadora feminista Elizabeth Gross, Plumwood resalta que la crisis de la razón es consecuencia del privilegio histórico de lo puramente conceptual o mental sobre lo corpóreo, reflejando la incapacidad de los conocimientos occidentales para concebir la materialidad de su propia producción[4].
Por tanto, la razón en sí misma no es el problema. Plumwood creía que el problema reside en formas insensibles y arrogantes de la razón que han evolucionado en el marco del racionalismo y su narrativa hegemónica del dominio racional sobre la naturaleza y la desvinculación con sus elementos contaminantes de emoción, apego y encarnación. La revisión de nuestros conceptos de racionalidad, para hacerlos más ecológicamente conscientes y responsables, es uno de los propósitos principales de su libro. Si la razón ha sido convertida, históricamente, en un vehículo de dominación y muerte -dice la autora-, también puede y debe convertirse en un vehículo para la liberación y la vida[5].
Esto sería posible a través de dos tareas históricas relacionadas entre sí, a saber, la tarea de resituar a los humanos en términos ecológicos y a lo no-humano en términos éticos. Para ello es fundamental el desarrollo de una cultura ambiental que valore y reconozca completamente el ámbito de lo no-humano y nuestra dependencia con él, permitiéndonos tomar buenas decisiones sobre cómo vivimos e impactamos el mundo no-humano. Plumwood utiliza el término ‘cultura’ en al menos dos sentidos: 1) para reconocer la multiplicidad de puntos de vista, situaciones y respuestas; y 2) para marcar un contraste con las fantasías de las estrategias top-down para la supervivencia ecológica que parecen tentar a muchos científicos e incluso a algunos grupos ambientales[6].
Sus usos del término cultura son una manera de enfocar cuán profundo, amplio y multi-nivel debe ser el desafío para los sistemas que nos relacionan tanto en términos materiales como actitudinales e ideológicos con el mundo ecológico en el cual habitamos. El desarrollo de una cultura ambiental implica una sistemática resolución de los dualismos naturaleza/cultura y razón/naturaleza que separan la mente del cuerpo y la razón de la emoción a lo largo de sus muchos dominios de influencia cultural.
De hecho, para el momento en que fue publicado el libro, la autora afirmaba que el pensamiento ambiental en boga tendía (y creo que aún hoy tiende) a ofrecernos una falsa elección entre explicaciones y panaceas naturalistas o racionalistas. En ambas, la razón viene al rescate como tecno-optimismo. En las narrativas naturalistas, la causa de la crisis ecológica se ubica en el lado natural del dualismo razón/naturaleza. Es fundamentalmente esta última, bajo la forma de nuestras codicias y egoísmos “naturales” o como expresión de nuestra “animalidad” e “instintos ciegos para reproducirnos”, la que nos ha descarriado ecológicamente. Sólo una razón intensificada sería nuestra salvación, sea en la forma de más ciencia, nueva tecnología, un mercado aún más libre, restricciones racionales sobre números y consumo, o todos juntos. De forma similar, en las narrativas racionalistas, es la razón tecno-científica la que nos salvará si los edictos del mercado se aplican con mayor severidad. En esta variación, la razón, en la forma de economía de mercado y/o tecnología, resolverá el problema por sí misma, a través de nuevos descubrimientos o provocando un “capitalismo natural” que garantice un uso eficiente de la energía y una desmaterialización de la economía. Sin embargo, si bien tal eficiencia podría ser una parte de la solución, no resuelve el problema completamente. Con agudeza, Plumwood subraya que las tecnologías más eficientes en el uso de materiales pueden ser usadas para destruir la naturaleza más eficientemente, especialmente donde no hay un reconocimiento profundo de los límites o de nuestra dependencia con sistemas ecológicos sanos.
Además de estas dos narrativas, hay una tercera versión de tecno-optimismo que es favorable a la intervención estatal y donde la razón administrativa vendría al rescate, a través de una comunicación benigna entre neutrales hacedores de políticas y expertos económicos, con el fin de establecer regulaciones y estándares de ‘mejores prácticas’ mientras la ciudadanía espera pasiva que esta nobleza económica racional salve el día. La misma cultura de élite y racionalidad desarrollista que nos trajo a esta crisis ecológica, nos guiaría fuera de ella sin necesidad de mayores cambios sustanciales.
Todas estas variantes de tecno-optimismo, así como nuestra debacle ecológica actual, son fruto de una cultura centrada en el humano y en la razón que, para la autora, tendría al menos dos milenios de antigüedad y cuya ceguera artificial a las relaciones ecológicas es la condición fundamental que subyace a nuestra tecnología y comportamiento destructivo e insensible[7]. Para contrarrestar esto, Plumwood indica que es necesaria una profunda y exhaustiva reestructuración de la cultura que replantee y reelabore las ubicaciones y relaciones humanas con la naturaleza. La razón puede, ciertamente, tener un rol crucial en este repensarnos con lo no-humano, pero tiene que ser una forma de razón completamente autocrítica, que no se acobarde al momento de examinar su propio rol en la crisis que vivimos.
Estos argumentos se enmarcan dentro de las perspectivas de las humanidades ecológicas. Para Plumwood, estas miradas nos permiten establecer consideraciones de carácter histórico, y autorreflexivo que aborden las fallas de las formas dominantes de racionalidad y las ilusiones de la cultura antropocéntrica. Ello permite, a su vez, obtener una comprensión profunda (un insight) de nuestros contextos sociales, para aprender de manera autocrítica sobre nuestros pasados y admitir las limitaciones de nuestra visión del mundo. Para la autora, que seamos capaces de esto constituye todavía una de nuestras mejores esperanzas para la supervivencia y el cambio creativo. Un ejemplo de ello sería la ética de asociación entre los humanos y la naturaleza que sugiere la historiadora ambiental, y también ecofeminista, Carolyn Merchant. Para Plumwood, la propuesta de Merchant es el modelo que más consistentemente coincide con sus preocupaciones sobre qué ha salido mal y cómo podemos remediarlo[8].
En nuestro momento actual lo realmente racional es intentar cambiar los modelos monológicos, jerárquicos y mecanicistas que han caracterizado nuestra asociación disfuncional con la naturaleza por modelos mutuamente comunicativos y receptivos que puedan sentar esta asociación sobre una mejor base.
La obra de Plumwood forma parte de una serie de contribuciones filosóficas pensadas desde una época marcada por los efectos desastrosos de la desensibilización hacia la naturaleza como consecuencia de una narrativa reduccionista y una racionalidad dominante centrada en el ser humano. Lamentablemente, en estas contribuciones filosóficas, los filósofos parecen seguir teniendo una presencia hegemónica y, además, se sigue acudiendo a grandes maestros para encontrar claves que nos permitan resolver las encrucijadas en la que nos encontramos. Valgan estas notas introductorias para acercar a nuestro contexto idiomático a una gran maestra filósofa, cuyos aportes nutren también las alternativas civilizatorias que estamos tejiendo desde todos los rincones del pluriverso.
Notas:
[1] Plumwood, Val (1993). Feminism and the Mastery of Nature. Londres: Routledge.
[2] El sociólogo y economista mexicano Enrique Leff plantea una tesis parecida desde una epistemología ecológico-política latinoamericana sin una marcada influencia ecofeminista. Para él, la crisis ambiental es también una crisis del conocimiento. Leff, Enrique (2004). Racionalidad Ambiental. La reapropiación social de la naturaleza. México: Siglo XXI Editores.
[3] Estas ilusiones dominantes pueden articularse en torno a un conjunto de creencias centradas en el individuo, lo real, la ciencia y el mercado capitalista. Todas ellas constituyen la configuración predeterminada (default setting) de la formación ontológica y epistemológica moderna. Escobar, Arturo (2016). Autonomía y Diseño. La realización de lo comunal. Popayán: Editorial Universidad del Cauca.
[4] Gross, Elizabeth (1993). ‘Bodies and Knowledges: Feminism and the Crisis of Reason’ (pp. 187-216) en Alcoff, Linda y Potter, Elizabeth (eds.), Feminist Epistemologies. Londres: Routledge.
[5] El filósofo boliviano Juan José Bautista también ha planteado algo similar, en un registro igualmente filosófico pero sin una posición y/o recuperación de los aportes ecofeministas. Bautista, Juan José (2014). ¿Qué significa pensar desde América Latina? Hacia una racionalidad transmoderna y postoccidental. Madrid: Akal.
[6] Dada la emergencia reciente de la ontología política en las ciencias sociales, voy a colocar provisionalmente los usos que hace Plumwood del término cultura en la tensión que el propio concepto entraña cuando pensamos su relación con el desarrollo. Brevemente, la cultura puede ser entendida como estructura simbólica o como diferencia radical. El uso de una u otra concepción tiene sus respectivas implicaciones epistemológicas y políticas. Escobar, Arturo (2012). Cultura y diferencia. La ontología política del campo de Cultura y Desarrollo. Wale’keru. Revista de investigación en cultura y desarrollo, 2, pp. 7-16.
[7] En los debates sobre el Antropoceno, algunas agrupaciones ecofeministas han ubicado la raíz patriarcal de la crisis ecológica seis milenios más atrás que el momento establecido por Plumwood. El por qué de esta ubicación no respondería necesariamente a la huella humana sobre los ecosistemas, sino fundamentalmente a un cambio en el orden simbólico en el que la diferencia sexual se tradujo en un sistema de relaciones sociales de dominio y control masculino sobre las mujeres y la naturaleza. LaDanta LasCanta (2017). El Faloceno: Redefinir el Antropoceno desde una mirada ecofeminista. Ecología Política, 53, pp. 26-33.
[8] Plumwood no cita en la introducción ningún texto de Carolyn Merchant en particular. No obstante, en el transcurso del libro se apoyará en los textos The Death of Nature (1980) y Earthcare (1995). En una conferencia no tan reciente, Merchant explica su propuesta de una ética de la asociación. Merchant, Carolyn (Mayo 4, 2010). Environmentalism: From the Control of Nature to Partnership. Bernard Moses Memorial Lecture, University of California, Berkeley: https://www.youtube.com/watch?v=GP-HbjCYru4